Tuesday, December 20, 2005

Sombras

Sombras, eso es lo que recuerdo, un puñado de sombras amenazadoras en todos lados. Mi cuerpo ceñido a la cobija, el sudor corriendo por mi cuello, las manos apretadas buscando extenderse, el ruido del viento rozando mis oídos, el reflejo del día clavado en mi mente. Miedo eso es lo que recuerdo, una dosis de miedo extenuante. Mis ojos surcando el oscuro cuadrado, la ventana a mi lado que en vez de protegerme, solía mirarme. Ruidos diversos, la respiración de mi hermano, en su sueño profundo, la mesa de noche, la puerta cerrada, la figura de un árbol, amable de día, dantesco en la noche.

Tenía sed, de eso puedo estar seguro, el camino inclemente de mi cuarto a la cocina era una odisea infranqueable para mi asustadizo ser. Mi boca reseca, mi garganta gritando, mi mente jugando con sueños de niño, abriendo un hueco, aun más adentro. Un vaso de agua hubiera solucionado todo aquello, como había podido olvidarlo, mi rutina casi obsesiva de llevarme el líquido preciado para calmar mi andar, mi andar en la noche, en ese momento desconocido, de tiempo parado, más bien detenido.

Conciliar el sueño era casi imposible, temores radiantes de ondas constantes. Mis padres ajenos a mi trampa mortífera descansaban placidamente, es más creo hasta escuchaba sus risas. De un lado a otro mi cuerpo intentaba, buscar posición para enfrentar a la nada, prender una luz, feliz solución, regaño seguro. Buscaba razones más fuertes que yo, para bajar de la cama y lanzarme al abismo, no se nace aprendido, quien iba a saber, la sed me agobiaba, y yo me aferraba con dureza a la cama, contar ovejitas, que risa me da, pareces una niñita parecía escuchar decir a mis padres, vencer lo no visto más fuerte te hará.

Tomé mi china, en aquel entonces no sabía yo quien era. La apreté con fuerza en mi mano bañada en sudor, de un brinco al suelo, la alfombra muy fría sintieron mis pies. Miré a todos lados buscando razón, la noche es noche y no pide perdón, al sentir su presencia mi alma tembló, sus ojos brillaban con gran resplandor, peludo y rechoncho, con cara de malo, me atacó sin piedad haciendo uso del arma letal, un momento de oscuridad. Sin mucho pensarlo disparé mi china, golpe certero a la frente, algunas plumillas volaron cansadas, el pecho al suelo, subí la mirada, el monstruo no estaba, sentí un consuelo.

De pie salí de mi cuarto, el pequeño estar guardaba un secreto, allí descansaba sutil y parada. La vi de reojo, cual guardia de plomo, aún apagada causaba estragos, prendió una pequeña luz pero no le di chance, disparé sin mediar palabras en un solo instante. Sentí el crujir de mi infalible garbanzo, sus huesos frágiles se partieron con el impacto. Acto seguido enfilé hacia el pasillo, largo corredor de buenos recuerdos, fotos pasadas adornaban sus paredes, mi vista centrada en el mismo destino, un paso, dos pasos, divisé un movimiento sin lugar a dudas la noche y sus cuentos.

Sigiloso caminé por la milla gloriosa, asustado pues aquel movimiento mi corazón paralizó. Saliendo del baño su sombra asechaba, mi china conmigo y siempre preparada. Mi sed era mucha, mi miedo mayor, el camino es largo y solo es peor. Sin mucho pensar disparé violentamente, un leve chillido sonó estridente, algunas palabras en un idioma extraño logré escuchar, sin lugar a dudas un monstruo menos al cual enfrentar. De nuevo al piso, pues nunca se sabe si un monstruo vengativo habita en tu casa, pasados los ruidos y despejado el camino seguí mi destino, y pensar pasar todo esto por un simple olvido.

A un lado miré y allí muy tranquilos esperaban por mi, cuatro círculos, ojos más bien, brillando en la noche, placidamente descansaban en el aire, flotando, levitando. El miedo hizo mella y pensé en regresar, pero en la mitad de la nada no podía gritar, cansado y sudando libré otra batalla en mi guerra nocturna. Chinazo al primero, chinazo al segundo, un ruido muy seco sonó un segundo, tercer garbanzo surcando el tiempo, y el cuarto caía a manos mías en un dos por tres. Mi mano metí en la bolsita plástica donde llevaba mis garbanzos, conté con cuidado mis municiones, todavía llevaba esperanza circular, el agua esperaba a mi dulce paladar.

Bajé la escalera difusa y confusa, mi casa es así, por supuesto que yo no la construí. Sorpresa mayor, un ruido macabro, el amo del tiempo tocó su sonido, un monstruo erguido de números redondos, flechas apuntando con sentido las horas. La mirada coloqué sobre mis pies, pensé que eso era todo y que perdería otra vez. Busqué en lo más profundo de mi ser, una razón para seguir, para combatir y no dejarme morir. Chinazo al reflejo, directo al centro, sonidos extraños, el monstruo está muerto.

Poco a poco me acercaba a mi precioso tesoro. Sin sombra no hay luz, pensé aquel día, unos pasos más y divisé la jarra con agua. Llené el vaso que había olvidado, bebí de inmediato, sin miedo aparente, lo volví a llenar para poder escapar, a mi cuarto, al calor de mi cobija, a sudar nuevamente y esperar por el día. El vaso en una mano, la china en la otra, en la mano de la china una botella de Coca Cola, es que no podía faltar, cerré mis ojos y corrí sin parar, no soy vampiro, ni tengo radar, no se como hice, quizás la memoria, quizás solo suerte, o el principio de muchas historias.

Mi andar fue preciso, apenas tocando el piso, soñé con hazañas, peleas libradas, en un minuto se entiende la nada, de noche y muy solo acepté mi misión, comprobé que la vida se vive un momento, un salto, un brinco, el tiempo paré. Al entrar a mi cuarto otro monstruo enfrenté, el vaso de agua cayó hacia el piso, sentado en mi cama estaba el condenado, felpudo animal, furioso y rabioso, no pude pensar, chinazo inmediato lo voló de mi cama, mi hermano un ojo abrió en su sueño, me vio de reojo, de nuevo a lo suyo.

Sentado en mi cama tomaba la Coca Cola, orgulloso de haber logrado la hazaña aunque el vaso de agua había terminado el piso. Había cruzado mi casa de lado a lado, como un hombre consagrado, los clásicos monstruos había vencido, hoy en día aún no los olvido. El sueño finalmente hizo de las suyas, me entregué en sus brazos, rendido y cansado, soñé con mi vida, soñé con el todo, soñé con la nada, sin lugar a dudas mi vida empezaba.

A la mañana siguiente desperté algo tarde, no había colegio, ni nada que hacer. Me estiré y agradecí que la luz del día se había apoderado nuevamente de mi existencia, salí de mi cuarto buscando razones, la cara de mis padres detuvo mi andar. Me hicieron una seña, “Policarpio, ven aquí” dijo, mi padre en tono fuerte, en la cama de ellos vi dos peluches, destrozados, llenos de plumas, sin vida y desechos, un Mickey Mouse, un Pato Donald, igualmente cuatro platos de la vajilla del matrimonio de mis padres hechos añicos, el reloj de la escalera se adornaba de resortes y sus agujas estaban dobladas, la aspiradora acusaba el dolor de un garbanzo duro, el plástico retorcido, el sucio en la alfombra. Reconozco que no pude contener la risa al ver a mi tío con un ojo morado, el era la sombra que salía del baño, muy mal encarado me miraba esperando que pidiera disculpas, yo por mi parte sudaba de nuevo.

“Bueno, pues este año, no hay regalos de cumpleaños” dijo mi madre, “el dinero que estaba destinado para eso se usará en reparar las cosas rotas”. Aquello me dolió en el fondo de mi alma, yo solo combatía en una noche de terror con monstruos de las sombras, pero como explicarle eso a tres adultos que no podían saber de mis miedos de niño. Mi hazaña se había vuelto una cagada en un segundo, perdí mis regalos, mis padres molestos, mi tío encabronado, quien lo hubiera pensado.

Cuando se tienen nueve años hay cosas que no se comprenden, simplemente hay que dejarlas seguir, después de todo batallar con monstruos inocuos y sombras de fantasía es parte de la niñez, al menos de la mía. Mi cumpleaños llegó, apagué las velas sin un solo regalo, mi padre me llamó cuando todos se habían ido, sacó de una caja un bello cachorro. Algunas palabras dijo, la verdad no recuerdo, los niños son niños y ciertas lecciones deben aprender. Mi padre entendió que aquel canino me acompañaría y me daría confianza para superar ciertos miedos, hoy miro atrás y entiendo su línea de pensamiento, confieso que en aquel momento no lo entendí, pero igual seguí.

De noche de nuevo y con sed palpitante, esta vez “Alerón” pequeño y brincón a mi lado recorrió el camino hacia la cocina. No iba por agua, simplemente a tocar la nevera para como prueba auto-impuesta, llegué a la misma, la abrí de par en par, no resistí la tentación, saqué una Coca Cola y comencé a tomar, le di un poco a “Alerón”, caminé hasta mi cuarto y de nuevo a soñar...

Thursday, December 15, 2005

Tonterías

Estaba sentado en su gran sillón, entre nubes y destellos, algunas notas musicales hacían el ambiente, la barba colgaba sobre su pecho, la túnica impecable le protegía del viento, escribía con pasión, líneas y líneas, párrafos gigantes, en un papel que nunca termina. Sus ojos inspirados brillaban, de vez en cuando murmuraba algún comentario para si mismo, miraba al infinito, sorbía de una taza celestial, bajaba la mirada, su pluma ágil y eterna llenaba de tinta el universo, letras, palabras, frases, oraciones, todas en conjunto marcaban el compás que hemos de seguir, el baile que hemos de bailar. De pronto sintió un golpe, dos seres alados jugueteaban y chocaron, la pluma se movió, la tinta una vida manchó, así escrito quedó.

El olor a tierra húmeda penetraba sus fosas nasales, recorría su interior y llegaba al estómago en donde podía recordar que llevaba días sin comer. Una rata quizás, un pedazo de alguna hoja desconocida o simplemente alimentarse con el sueño de aquellos días pasados. Sintió la bota gigante en su espalda, la misma lo aprisionaba contra el suelo, sus ojos veían el mundo de manera horizontal, un lenguaje desconocido para él, escuchaba gritos que le hacían entender que el final estaba cerca, el dolor se había ido, no era más que un deseo reprimido.

La espera se hace eterna, que lo acaben de hacer, pedía a gritos silenciosos su agobiada mente. Raúl Marcano Díaz, vió sus primeros rayos de luz en el valle, las faldas de la montaña lo arrullaron desde pequeño, como todos creció, dio ese paso hacia ese mundo que todos desean pero que una vez en el detestan a muerte. Una graduación, otra más, una vida normal, una novia a quien querer, el orgullo de sus padres, una senda que seguir, el camino es largo pero firme, con pasos seguros el rumbo estaba corregido, una boda, una casa, un trabajo y unos hijos, la felicidad en la puerta pero el no sabía que la misma estaba abierta.

Todas las mañanas salía a su trabajo, confiado, tranquilo, exitoso, el ejemplo de aquel que es, un beso en la frente a cada hijo, uno a Lolita en su comisura labial, feliz andaba por las calles, los saludos de rigor, el sentarse en su silla, dos llamadas, tres llamadas, una pantalla que controlaba a precisión, una charla sin sentido, un almuerzo de negocios. De vuelta al lugar, el trabajo es esencial, conversaciones para quemar el tiempo, una mirada por la ventana, una llamada de seguridad, viendo aquellas fotos como se puede sentir la soledad, la esperanza de la noche, del final de la jornada, llegar a casa, la cena servida que más puede pedirse.

La luz siempre sale por el Este, nuevamente a la rutina de este andar tan clandestino, el rito cumplido, tranquilo y sereno, camino de siempre, camino o destino. Llamó a Lolita, la contestadora del celular lo recibió fríamente, "Hola te has comunicado con Lolita, en este momento no te puedo atender, por favor deja tu mensaje y te devolveré la llamada lo antes posible", "Hola Loli, nada solo llamaba para saludar, tu sabes tonterías mías, un beso, nos vemos luego". La duda sembrada, es peor que la nada, desconfianza a granel, es solo su mente jugándole tretas, estará en el gimnasio, automercado, llevando a los niños o simplemente viviendo su vida.

Raúl continuó con su mañana normal, con dudas, pero normal al fin, al mediodía volvió a llamar, la voz de su esposa al otro lado confirmó que solo era su mente, que no era más que un demente, "este trabajo me va a matar, hasta me ha puesto a dudar", se dijo Raúl, la tarde serena ahoga las penas, pasó por la floristería y rosas compró, a su amada la sorprendió, risas y juegos, no causan revuelo, la mesa servida, los niños corrían, miradas auténticas de esas que hablan, y luego a rendir lo que se debe exigir.

Los días pasaron, la vida es así, son días que pasan, que el viento se lleva, no es larga la espera, es solo un suspiro, por esto Raúl encontró a lo que vino. Se detuvo en una panadería, compró algunas cosas que hacían falta en la casa, recordó que los niños se habían ido ese fin de semana a casa de la abuela. El momento perfecto, detalles intactos, cumpliendo su deber, hay cosas que hay que hacer. Llegó a su casa, silente y contento, una nueva rutina quemó unos minutos, subió sigiloso las escaleras, el corazón latía con ritmo veloz, llevaba en la mano una botella bien fría y adentro la emoción de un chiquillo.

Abrió la puerta del dormitorio, "mi amor, aquí estoy", sus palabras se perdieron, murieron opacadas por gritos de aquellos, Lolita y su amigo disfrutaban del ritmo, Raúl sorprendido lloraba por dentro. "Raúl que haces tu aquí?, demandó Lolita, "no ibas a trabajar hasta tarde?, las palabras hay veces no pueden salir, se quedan trabadas en nuestro sentir, soltó la botella rompiendo en el piso, salió de esa casa para nunca volver, el pasado es penoso, es pasado pisado, recuerdos, olores, voces, lugares, situaciones, nos siguen de cerca, la vida es un viaje dirían algunos, destino implacable comentan los sabios, Raúl no entendía por qué tanto agravio.

Deambuló en su existencia, con mucha paciencia, a casa de nuevo, sus padres albergan, preguntas sin respuestas, noches en vela, conversaciones circundantes, volviendo a lo mismo, "eso es terrorismo" gritaba el padre "que dices Antonio?, gritaba la madre, Raúl en el medio sufría en silencio, que sabían este par de viejos de dolores internos. Renuncia al trabajo, el andar es borroso, no quiere salir no puede vivir, le falta el oxígeno que era Lolita, todavía no aprendemos que somos humanos, por eso fallamos, respiramos por otro, error muy costoso.

Sin nada que perder, sin nada que hacer, oscuros rincones que matan pasiones, venganza soluble, las opciones se cierran, el dolor hace mella, Raúl desespera, valor recupera, se lanza a los montes sin mucho reproche. Algunos amigos estaban metidos, de un tiempo atrás, un grupo misterio, unido y con rabia se echó a pelear es que nadie sabía que en el país una guerra estaba por comenzar. La tranquilidad puede ser desesperante, así se hacen los caminantes, hay héroes desconocidos, nunca retribuidos, su historia interesa si sale a la luz, sino un nombre grabado en la piedra, es que esta vida es dura y traviesa.

Las guerras son tontas, la verdad no lo se, pregunten o callen, si quieren debatan, a mi la verdad me parece una lata, Raúl combatió, peleó y sufrió, sin nunca olvidar su triste caminar, pasado tenemos, pasado llevamos, es solo una carga que sigue los pasos, en muchos retazos, podemos contar historias de hombres que solo soñaban a la par. Fueron duros los años, no pasan en vano, recuerdos impresos, te doblan las manos, un muerto en vida, transeúnte per se, el hombre ideal para la misión final, de todas maneras que importa perder a la momia Raúl que no sabe ni quien es él.

El dolor sin remedio se hace mayor, el crece y crece y no tiene mentor, se sufre de día, de noche también, recursos negados te han atrapado, puedes seguir, es cierto, es verdad, pero nunca, más nunca serás lo que fuiste, error del pasado te cubre por siempre, error, que error? si solo sufriste. Lanzado al ataque cumplió su deber, el hombre sin alma ese mismo era él, hastiado de todo se sentó a silbar una canción que de niño solía cantar, la luna iluminaba las verdes montañas, la soledad hacía presa a cualquier alimaña, el frío de un rifle en la nuca lo hizo temblar, es que esta vez Raúl no podrás escapar.

"Hazlo, hazlo ya" pedía Raúl, la bota encima buscaba razones, acabar con la vida no tiene perdón, concepto humano, impuesto por quien?, es solo que a veces entender tranquiliza, el ruido detonante caló en sus oídos, la bota asustada gritaba sin más, un ruido mas sordo atravesó sus sentidos, la bala, la vida, es una desgracia.

Afuera de si, veía el espectáculo, su cuerpo yacía inerte y sangrando, Raúl, caminando se fue acercando a la línea muy fina entre el estar y el no estar, no podía pensar, su mente librada, de todo dolor, simplemente se escapaba, enfrente de él estaba sentado, pidiendo disculpas por el manchón en su vida, errores hacemos, aquí y allá, no me pregunten porque lo sé, pero es la pura verdad…

Tuesday, December 13, 2005

El Bufo del Terror

Mi perro "Alerón" lamió mi mano, fiel como siempre, ya estaba viejo el pobre, lo tenía que ayudar a subir las escaleras, aquel gigante blanco y negro era ahora un gigante desinflado, sentados allí conversamos como siempre, de nuestra soledad, de nuestros anhelos, de la vida humana y la de perros, le regalé un chocolate aunque el veterinario decía que el azúcar aceleraría su caída, es que no podía verle triste, "pues bien Alerón de algo tenemos que morir" le dije mientras le metí un pedazo de Savoy en su boca, el siempre agradecido lo tomó, y me dio la pata confirmando que nuestra amistad traspasaba los límites de lo humano, pues claro, el era perro, yo humano, bueno superhéroe, a veces ya ni se que digo. La luna iluminaba el valle, el valle en que crecí, el valle en donde viví para contar mi historia.

Le hice una seña a "Alerón" quien de inmediato se puso en pie, bajamos del techo y salí a caminar, a caminar las tristezas, a soñar con el pasado. El canino me miró feo, estaba muy golpeado para una larga caminata, me subí al carro, a mi lado mi copiloto, un perro, dimos vueltas hasta que el hambre nos sorprendió, el circo de los hermanos Petit-Flourin estaba en Caracas en aquellos, días, nunca me han gustado los circos, me parecen empresas del dolor y la tristeza, pero el lugar ofrecía comida y espacio para caminar, estacioné el vehículo y prometí a "Alerón" que le compraría algodón de azúcar, si de azúcar, es que este perro amaba el azúcar.

El ambiente festivo se palpaba en la gente, familias enteras, parejas recientes, uno que otro viejo solitario recordando su juventud, diversas atracciones hacían del lugar un éxito, este no era un circo común, era de alta tecnología, una carpa gigante, diversidad de animales, múltiples espectáculos y toda una gama de diversos juegos para entretener al público presente. Le compré el dulce a mi perro, yo compré una Coca-Cola y unos manís, me senté a ver pasar la gente, a pensar, a tratar de dilucidar aquello que nunca comprendí.

José Félix Lepervanche Simons, nació en Caracas, con toda su vida resuelta desde pequeño, la arepa debajo del brazo, en pocas palabras, su vida sin gusto ni sazón transcurrió en el anonimato de un personaje tímido y abusado por sus compañeritos de clase. Desde niño sufrió los embates de la maldad humana, burlas y golpes, humillación y decepción. Sus padres ocupados de sus vidas de alta sociedad nunca le miraron, pensaron que con juguetes y viajes lograrían hacerle un hombre hecho y derecho. José Félix se reveló y en uno de sus viajes a Francia se unió al afamado circo Petit-Flourin, de niño sifrino en Venezuela a payaso de circo, eso si, en el mejor circo del mundo.

Cansado del constante ataque de las damicelas que pululaban por el circo decidí comprar unos boletos y entrar a ver la función principal, a si, es que no lo saben?, si quieren que las mujeres se les acerquen cómprense un perro, pongan cara de tristeza y todas vendrán a saludar al perro, y a usted, luego hable bolserías, alguna caerá, por el perro o por usted, que más da no?. Después de convencer al taquillero para que me dejara entrar con "Alerón" me senté en un puesto algo incómodo, cerca del lugar por donde salían los personajes del circo, mi perro educado y saboreando su algodón de azúcar me miraba feliz por haberle traído a lo que sería su última función de circo.

La función comenzó con unos caballos blancos que hacían piruetas, luego unos elefantes, trapecistas, equilibristas, unos monos saltarines, payasos alegres y tristes, bailarinas, la mujer con barba, el gigante negro, el escapista retorcido, el mago "Gibran" y la bala humana, entre otros, entretuvieron a los presentes durante más de dos horas. Finalmente llegó la hora del acto final, el Bufo del Terror, que no era otro que José Félix, el hábil malabarista, payaso, trapecista, contorsionista, cantante e infeliz bufo deleitó a los presentes con su increíble show, ayudado por "Las Bufetinas", unas bellas francesas, que servían al Maestro de la Maldad.

El último acto envolvía a un pequeño que el Bufo del Terror tomaba del público presente, fuego y plumas, lentejuelas y brillo, magia, desapariciones y un sin fin de actos y elementos que marcaban la pauta de aquel espectáculo. Mirando con atención pude ver desde mi puesto, nada bueno por cierto, como en el último acto de magia se llevaban al pequeño niñito por la puerta de entrada de los participantes del circo. En un principio confieso que pensé que luego se lo retornarían a sus padres pero "Alerón" mirándome fijamente me dio la corazonada que aquello no estaba bien.

Con cautela esperé a que la carpa se vaciara en preparación para la segunda función, escondido tras bastidores miraba con atención, caminando como si no fuera conmigo me dirigí al cuarto de utilería, en cuestión de segundos estaba vestido de payaso, a "Alerón" le coloqué unos cachos de diablo, una capa roja y parecía el "perro diablo". Seguí hurgando hasta que llegué a una casa rodante muy moderna que estaba estacionada en los predios del circo. Con cuidado y sigiloso, dentro de lo que estar vestido de payaso me permitía busqué unas cajas de madera y las coloqué debajo de una ventana que se encontraba sin persianas, al asomarme mi estómago dio un brinco, en una mesa de operaciones, acostado, estaba el niñito que habían tomado del público, unos médicos realizaban una incisión, sin lugar a dudas, este circo, además de entretener, se dedicaba al tráfico de órganos. A veces tenemos que sacrificar ciertas cosas en la vida, esta vez se trataba de un pequeño de unos 4 años, la vida es así, eso lo aprendí hace años, mi plan requería unos minutos de estudio.

La segunda función estaba por comenzar, dejé a "Alerón" escondido y me trepé a lo más alto de la carpa, guindado en una barra de metal, observaba, en un bolsillo mi china, en el otro, los garbanzos. Salieron nuevamente los caballos, a quienes decidí no joder por el cariño que les tengo, de seguido un domador de elefantes y tigres realizaba su acto, cuando el hombre trató de golpear al tigre con su látigo le metí un chinazo en la cabeza al tigre, que reaccionando le quitó la mano de un zarpazo al gordo aquel, gente gritaba, y el caos reinó por unos minutos, pero el show debía continuar. Luego salieron a la pista unos trapecistas quienes deleitaban con sus hazañas desafiando las alturas, en el preciso momento del salto mortal, disparé mi china, mortal lo volví, tres trapecistas volaron sin control, dos de ellos aterrizaron en la malla protectora, el otro no corrió con suerte y se estrelló contra un letrero que anunciaba el circo.

La gente comenzaba a pitar, dos errores garrafales en el mejor circo del mundo, el maestro de ceremonias pidió disculpas e indicó que garantizaba que nada más sucedería. La mujer con barba apareció, un chinazo a al frente y uno a la barba acabaron con la farsa, era un hombre maquillado, el chinazo en la frente tumbó la peluca, el de la barba se llevó la barba postiza. Los abucheos no se hicieron esperar, el público impaciente pedía a gritos que le devolvieran el dinero, en un intento por confundir salieron a la pista El Bufo del Terror y sus "Bufetinas", realizaban todo tipo de actos, la bala humana se les unió, al salir despedido del cañón le disparé, el hombre cayó en medio de la tribuna principal, causando el caos de inmediato. El Bufo intentó una vez más de consumar su acto final, pidió al público calma y tomó "prestada" una bella niñita de unos 5 años, aquí y con velocidad me bajé desde allá arriba, recogí a "Alerón" y me coloqué estratégicamente para sorprender al Bufo del Terror.

El Payaso enfermizo caminaba a toda prisa con la niñita, sin pensarlo le metí un chinazo en un ojo, cayó al suelo, brincando agarré a la pequeña y la subí encima de "Alerón", mi perro, salió trotando con su jinete encima. Justo cuando iba a desenmascarar al bufo un payaso cómplice me golpeó por mi espalda, un payaso chino, en mi existencia nunca había visto tal espejismo, es que se ve de todo en esta vida, el chino, payaso además, era hábil en el Kung-Fu, lo noté al ver su posición de "La Palma Maldita", se abalanzó sobre mi, ese día agradecí a mi padre por haberme obligado a practicar "Ninjutsu" por años, recordando una técnica ancestral me quité, el payaso chino, y yo vestido de payaso también nos enfrascamos en una dura lucha, golpes, gritos y varios brincos siguieron el paso, pude ver como José Félix huía hacia la casa rodante, de pronto encontré mi china de nuevo, disparé, directo a los genitales, el payaso chino se retorció, me le tiré encima y lo ahogué con mi peluca.

Corriendo tras los pasos del Bufo del Terror, choqué con "Abedinje", el gigante africano, el monstruo me alzó con una mano, mientras me estrangulaba, mi china cayó al piso, sentí como mi vida se extinguía sin poder controlarlo. De pronto el gigante se dobló, me soltó, al subir la mirada la vi parada allí, una de las "Bufetinas" con un palo de madera, la mujer me gritó "il est allé à la roue de Ferris" confieso no haber entendido un carajo, gracias a Dios que ella señaló hacia la rueda del amor, y seguí corriendo tras el bufo, esta vez, con la "Bufetina" atrás mío.

La gente que visitaba el parque no entendía de que se trataba aquella carrera, pensarían que era un acto para entretenerlos. El Bufo del Terror se subió en una de las casetitas, yo en otra, junto a mi, Marie, pues su nombre lo llevaba en el pecho. El Bufo gritaba improperios en mi contra y hasta los zapatos se quitó y los tiró. De pronto pude ver como la casetita en donde iba el bufo prendía una especie de motores, "no puede ser", pensé, "la jodida vaina es una navecita", me quité el traje de payaso y lo lancé hacia el tubo de escape, por suerte acerté y el bufo salió disparado en ese momento, volteó y me hizo la seña del indio, pero la alegría le duro poco pues la navecita cayó desplomada hacia una fuente que estaba situada en el medio del parque.

Esperando que la idiota rueda del amor diera la vuelta para poderme bajar la "Bufetina" me dijo "embrassez-moi, prenez-moi, vous sont mon héros", nuevamente no entendí, extendí mi mano y se la di, diciendo "Policarpio, encantado", la mujer dijo entonces "Je t'aime, Policarpe, je veux être à vous", seguía yo sin entender, finalmente llegamos al piso y corrí hacia la fuente, el Bufo del Terror se trataba de recuperar del carajazo y me miraba con ojos de furia. El lugar estaba vuelto un desastre, el caos se había apoderado del público presente.

Me paré al frente de José Félix y le dije "se acabó tu treta, maldito, traficando órganos de infantes, pena te debería dar". El herido bufo gruñó y sacó una pistola de su bolsillo, accionó el gatillo, yo solo alcancé a ver una sombra blanca y negra que se interpuso entre mi humanidad y la bala. "Alerón" me había salvado, a todas estas la "Bufetina" le había tumbado la pistola al bufo de una patada y lo mantenía a raya. De un brinco me abalancé sobre "Alerón" quien con ojos tristes aullaba en su dolor, lo cargué y corrí a mi carro, "Alerón" me jalaba hacia otro lado, me guió hasta la niña que había salvado minutos antes, la tomé en mis brazos y los monté a todos en mi carro.

En la emergencia veterinaria hicieron todo lo posible, el veterinario salió y me dio una palmada en el hombro, "Alerón" expiró a las 12:31 de la noche, mi fiel gran danés, por largos 14 años, vestido con capa roja y cachos en la cabeza había dejado de existir. Ese día comprendí lo que valen los amigos, los de verdad, aquel canino murió por salvarme y eso nunca lo olvidaré. La pequeña niñita no entendía mis lágrimas, por suerte tenía una carterita en donde estaba la dirección de su casa, la llevé y la dejé allí, a lo lejos vi como sus padres la abrazaban.

En mi casa, abrí la maleta del carro, allí reposaba "Alerón", fui al jardín y lo enterré con la promesa de tenerle siempre presente. Escuché un ruido, por momentos creí que estaba allí, solo creí...

Monday, December 12, 2005

Cuentico de Cuna

Ignacio Pérez Valdivieso nació en Maracay, en el seno de una familia adinerada y conocida a lo largo de la geografía del país. Vago pero curioso Ignacio dio tumbos en la escuela, finalmente cuando se graduó de bachiller le indicó a su padre que deseaba la herencia en vida pues el no pensaba ni estudiar ni trabajar sabiendo que el viejo tenía esa cuenta acaudalada en el banco. En un principio su padre lo mandó a lavarse el culo, pero ante la amenaza de no volverlos a visitar más, Ignacio se salió con la suya, su padre hizo un traspaso gigante a la cuenta del muchacho de diez y ocho años. Ignacio se despidió e inició un viaje por el mundo, buscando no se que, la nada, el todo, o simplemente jugando a niño malcriado al que nunca le dieron un buen carajazo por el cogote.

Paseó y bonchó, la vida de un artista llevaba el párvulo, viajes, cenas, carros, lujos, mujeres, despilfarro e inconsciencia. Lo que viene fácil se va fácil, suena bobo, pero es así, no los repiten pero lo obviamos, es la simple naturaleza humana de poner cagadas a diestra y a siniestra para luego lamentarse del error. En aquella época Ignacio vivía en Londres, tenía una novia en París, otra en Munich, su tren de vida no había bajado, a sus padres nunca había visitado, y es que ni siquiera una ola gigante lo hubiera parado. Mi error, disculpen, es que a veces quisiera regresar en el tiempo y cambiar las cosas, pero eso he aceptado no se puede. A Ignacio lo paró una de sus aventuras, es que me duele contar esta historia, una de las tantas que vi en el planeta azul, una más entre las otras, entre las gaviotas que van al mar.

Se paró al frente del cajero automático y trató de sacar 20 Euros, el cajero se los negó, indignado entró a la oficina del banco y armó un escándalo. A los pocos minutos salió el gerente, Ignacio no podía creer lo que escuchaba, una de sus tantas novias, una italiana, había retirado todos los fondos, de alguna manera había obtenido la autorización y simplemente se llevó el dinero, legalmente, por supuesto, ilegal a los ojos de Ignacio, quizás en una pea, quien sabe, Ignacio hablo de más, de seguro no había aprendido a callar. Salió cabizbajo, sin un centavo, sin saber que hacer, sin valor para pedir ayuda, con la estima en el suelo y la vergüenza entablillada.

Llegó a su apartamento, se sentó en el sofá y contempló la solución de los cobardes, no lo hizo, encendió el televisor, un hombre de aspecto extraño vendía enciclopedias, buscaba vendedores, prometía imposibles e invitaba a llamarle. Ignacio aturdido tomó el teléfono, marcó y habló, subido en su carro deportivo llegó al lugar, se bajó y entró. En una silla el mismo hombrecillo de la propaganda televisiva le esperaba, sonrío amablemente y conversó. Los minutos se hicieron horas, Ignacio miraba con atención, procesaba la información sin emitir opinión, se estrecharon las manos y se despidieron, para siempre, tal cual como decía el contrato.

Vendió su carro y compró un pasaje a Caracas, su equipaje, unos libros, su conciencia, destruida. Con suerte corrió y alguien se apiadó de él para llevarle desde La Guaira a Caracas, una señora bien vestida y perfumada, no la típica persona que le daría un aventón a un cualquiera, quizás la ropa de Ignacio la engaño, ropa cara, sin lugar a dudas. La mujer preguntó que donde quería que lo dejara, Ignacio respondió que en cualquier lugar, allí le dijo que era vendedor de enciclopedias, que si quería una, la mujer no estaba interesada en las enciclopedias, en nada la verdad, su vida había perdido el sentido. Lo llevó a su casa, le ofreció un café, la mansión fría y solitaria, Ignacio insistió en mostrarle los libros, la mujer accedió.

Tomando el pesado libro, forrado en cuero marrón, Ignacio habló de las bondades de aquella compilación de conocimientos, la mujer abrió la primera página y leyó con atención, sus manos comenzaron a temblar, "quien eres tu?, gritó aterrorizada, Ignacio no comprendía, al subir la mirada, en la escalera, apareció el esposo de la mujer, con otra, jugueteando felices, las miradas se cruzaron, el hombre sacó una pistola de su bata de casa, accionó el gatillo y mató en seco a su esposa. Ignacio tomó el libro y corrió, el hombre nunca le disparó, al parecer nunca lo vió.

Asustado y temblando abrió la primera página de la enciclopedia, las letras en un principio se cruzaron, borrosas, sin rumbo, alcanzó a leer, "Alejandra Fortul asesinada por su marido"…, no pudo leer más, Ignacio no sabía el nombre de la mujer, pero en su mente estaba claro ahora, cerró el libro con fuerza y trató de botarlo, pero no lo pudo hacer, corrió desesperado, llovía a cántaros, sin parar siguió y siguió hasta llegar a una casa en donde tocó el timbre. Las puertas se abrieron, una dama le hizo pasar, después de secarse y tomar manzanilla caliente, la mujer le ofreció sentarse en la sala, su marido también se acercó, Ignacio todavía llevaba el libro consigo, la mujer le pidió verlo, él se lo entregó, sonó el teléfono, el marido contestó, la mujer leía el libro, la expresión del marido cambió, la mujer lloraba alarmada, el marido la abrazó, Ignacio tomó el libro y apenas pudo leer "muere en accidente de tránsito Jesús Daniel Almandoz"….

Nuevamente corrió, la pareja ni siquiera le miró, confundido y aturdido, lloraba cansado, el libro a su lado, perdido y sin rumbo buscó cobija bajo un puente, algunos lateros lo recibieron, durmió poco, el sol salió e Ignacio despertó. Nuevamente comenzó a caminar, sin saber que esperar, se subió a un autobús, se sentó al lado de un muchacho joven, el libro es sus manos, el curioso muchacho lo instó a prestárselo, abrió el mismo y comenzó a leer, sudando y pálido se paró de su asiento "detengan el autobús, detengan el autobús" gritó al vacío, el chofer maniobraba, el golpe esperaba, hierro retorcido, gasolina por doquier, vidrios rotos y sirenas, una multitud morbosa disfrutaba del show, el libro decía "mueren veinte y dos personas en choque de autobús"….

Ignacio salió despavorido, ileso, el libro a su lado, frustrado y sin ganas, deambuló por la capital, buscando respuestas, no se atrevía a abrir el libro, no entendía que sucedía. Sintió hambre, entró a una arepera, la sorpresa no se hizo esperar, unos amigos de su juventud comían allí, al verlo en aquel estado corrieron a ayudarle. Preguntas sin respuestas, Ignacio no hablaba, devoraba una arepa de carne mechada, sus amigos no entendían de que se trataba, uno de ellos tomó el libro, Ignacio apenas subió la mirada, el muchacho dijo en tono de burla "aquí dice que esta arepera explo…. Se oyó el carajazo, las arepas volaban, las sillas se quemaban, el fuego arrasaba, Ignacio comía, gritos y caos, el olor a quemado, el local devastado.

Ignacio corriendo nuevamente por la calle, el libro a su lado, entró en una iglesia buscando respuestas, el silencio, figuras de guardia, no es una tienda donde se puede comprar, respuestas si hay, en el tiempo, es solo esperar, pues suelen llegar. Sentado en un banquito se le acercó un cura, la cara de Ignacio hablaba sin emitir sonidos. Conversaron un rato, Ignacio atareado, el cura templado, Ignacio volteó a un lado, distraído por un ruido, el cura tomó el libro y lo abrió, agarrándose el pecho cayó desplomado, Ignacio leía "en su propia iglesia cayó tendido el Padre Morelia a causa de"…..

Despavorido Ignacio caminaba a paso rápido, llegó hasta un parque, se sentó en la grama, el libro a su lado, un mendigo se le acercó y le pidió ayuda, Ignacio no la tenía, el mendigo agresivo tomó el libro, arrancó una página de golpe, del cielo nublado un rayo perdido chamuscó al mendigo, allí acostado reposaba el mendigo, en la página suelta, "mendigo muerto a causa de descarga eléctrica"…., Ignacio corriendo sin fuerzas ni vida buscaba respuestas que nunca vendrían, se paró en un puente y sopesó el devenir, pero él no saltó, el libro lanzó, esparcidas abajo volaban las páginas, Ignacio cansado volvía a casa.

Valiéndose de sus instintos se subió a un autobús, una viejita hablaba de sus nietos, Ignacio ignoraba, la vieja continuaba hablando, Ignacio pensaba, la vieja no se podía callar, Ignacio soñaba. Entró a su casa, sus padres lloraban, Ignacio perdido y acabado ni siquiera hablaba. Su madre anunció que alguien lo había estado buscando, que le habían dejado un regalo, le entregó algo envuelto, Ignacio lo abrió, adentro un libro esperaba tranquilo, una hoja suelta cayó en sus piernas, "el hijo asesina a sus familiares"…Ignacio cansado, sin fuerzas y agobiado subió a su cuarto, acostado en su cama miraba hacia el cielo, cumplir el deseo?, o revelar el secreto?, bajó la escalera, sus padres le esperaban, tomó una pistola, y sintió una punzada atravesarle, el grito de la madre, el horror del padre, atrás de Ignacio, su hermano Andrés le había matado, acto seguido acabó con sus padres, tomó el libro y salió de la casa, son cosas que pasan…

Friday, December 09, 2005

El Condor

Veía mi vida pasar, fue una época de esas donde mis amigos no andaban bien, distintos dolores provocados por las del sexo opuesto los tenían cabizbajos, es que no hemos aprendido a no hacernos daño, es simplemente que nos bañamos en el orgullo, es un jueguito complicado, sin reglas ni árbitros, solo dos que quieren ganar la partida. Como siempre los apoyé para salir de las garras de la depresión, es solo cuestión de tocar fondo, rebotar y salir a flote. Yo, como decía, miraba lo que sucedía a mi alrededor, leía "El Concepto de la Angustia" de mi maestro Kierkegaard y escuchaba la música que calmaba mi existencialismo.

El día apenas empezaba, abrí mi correo electrónico y leí con atención una nota que me enviaba un amigo, un amigo al cual tenía tiempo sin ver, un amigo que se encontraba en problemas. Pedía ayuda, sus letras tenían esa carga de desesperación propia de los hombres bajo presión. La historia es algo larga, pero debo dar algunos detalles para que entiendan, con cuidado saqué una cajita que guardaba bajo llave debajo de mi cama, allí estaba la hojilla, la hojilla que había usado el Condor Rojas, ex arquero de la selección de fútbol Chilena para cortarse una ceja, en un último intento por clasificar al Mundial mientras jugaban con los brasileros. Por favor no me pregunten como llegó a mis manos, hay cosas que puedo decir y otras no. Guardé la hojilla en una bolsita y algunas horas más tarde aterrizaba en el Comodoro Arturo Merino Benítez International Airport.

Reconozco que tenía tiempo sin venir a Chile, en el taxi hacia el Parque O'Higgins pensaba en como debía armar el plan para rescatar a Covarrubias, Lucas Covarrubias, mi amigo de grandes batallas. Le pagué al taxista y busqué un árbol en donde Lucas me decía encontraría la primera pista. Guardado en un sobre hermético saqué una pequeña nota, escrita a mano, por Lucas, allí me indicaba que debía trasladarme lo antes posible a Farellones, un complejo hotelero de ski en donde lograría encontrar otra pista, Lucas pedía perdón por lo engorroso del asunto pero no existía otra forma humana de hacerlo, la misión requería cuidado extremo, un paso en falso y Covarrubias moriría sin poder celebrar un nuevo triunfo del Colo-Colo.

Otro taxi y la vista del Hotel Posada Farellones apareció ante mis ojos, el lugar es impresionante, moderno y lujoso, adentro me registré y de inmediato tomé mi equipo para esquiar, subiendo hacia La Parva me acordé que tenía unos diez años sin esquiar salvo la vez que me tiré con los esquís de nieve en una calle en Maracaibo para escapar de una banda de traficantes de órganos y terminé clavado contra un autobús perdiendo cuatro dientes, los cuales mi padre gentilmente repuso, pero que me cobró por su trabajo pues ya no aguantaba una trastada más de las mías. Con pinta de esquiador pero sin técnica alguna me fui a la pista más dificultosa, allí en algún lugar, encontraría la pista que me podría llevar al paradero de Lucas y a entender que carajo debía hacer con aquella hojilla de mierda.

Nunca antes me había lanzado por una bajada tan empinada, tomé velocidad en menos de lo que canta un gallo, el viento golpeaba mi frente, comencé a rezar de inmediato, mis sentidos me decían que me iba a partir la vida si no lograba frenar. Me llevé al primer esquiador por el medio quien a lo lejos escuché gritar "puta po weon, conchetumadre", allí empecé a reirme sin parar y me llevé a par de viejas que no sabía que estaban haciendo en esa pista tan peligrosa, cada vez aceleraba más, ya viendo que mi vida corría peligro invoqué a San Gerson, patrono de los esquiadores abandonados, unos árboles, mucha nieve, el frío y el carajazo, caí de boca, comí nieve, pino, tierra y hasta asusté a unos conejos que corrían libremente por la nieve, después de cerciorarme que estaba sano y salvo me paré, solté los esquís y me lancé sobre mis posaderas hasta llegar al árbol donde encontré la otra tarjetita.

Inicialmente y con mi cuerpo escoñetado pensé en desistir de la aventura, pero los amigos están para algo y sino quien nos va a salvar?, finalmente y con el culo mojado entendí de que se trataba aquello, el Condor Rojas tenía un comprador para la hojilla, al parecer un mercenario coleccionista de objetos raros, el Condor estaba sin dinero y desde aquellos días sabía que Covarrubias era quien tenía en su poder la famosita hojilla, lo había localizado y Covarrubias le había dicho que no se la entregaría por nada del mundo, Lucas todavía no perdonaba al Condor por su trampa, después de una fuerte discusión el Condor y su compinche Iván Zamorano capturaron a Lucas y se lo llevaron a la municipalidad de Las Condes, en donde en una casa se llevaría a cabo el intercambio de la hojilla por el dinero.

Con un dolor terrible en mi espalda bajé hasta el hotel, me cambié y de nuevo hacia Santiago, al frente del Palacio de la Moneda hice algunas llamadas a unos números que me indicaba Lucas en su nota, pero sin ningún aval, nadie quería ayudar a Lucas, era yo solo contra la vida, situación que no me incomodaba, desde niño así fue. Había un pequeño detalle, Lucas me explicaba en su nota que la venta de la hojilla tendría lugar como parte de una fastuosa recepción, en su nota decía textualmente "Poli, ya se que debes haber venido solo, búscate una mina de buena presencia, educada e inteligente, sino no te dejarán entrar a la recepción." Confieso que me provocó matar a Lucas, es más, llamar al Condor Rojas, soltarle una trompetilla y decirle que lo aniquilara, donde carajo iba a conseguir yo una mujer en Chile donde no conozco a nadie, y además que quisiera venir conmigo a una fiesta misteriosa.

"Alguien tendrá que caer" me dije, caminando por el Museo de Santiago Casa Colorada me di cuenta que me seguían, aceleré el paso y traté de no voltear, guardé la hojilla en mi media y aceleré aún más el paso. Casi corriendo vi una cabellera roja, sin pensarlo me acerqué y la tomé por el brazo, "pucha, me querís robar o que? gritó la muchacha, yo sin darle chance a que escapara la agarré más fuerte y le dije "luego te explico, por favor tienes que salvarme", la dama aún asustada me siguió la corriente, salimos del museo y todavía los monigotes estaban tras nosotros. Le dije "a la cuenta de tres vamos a correr", la pobre muchacha no entendía nada pero a nadie le viene mal un poco de aventura en sus vidas y creo que ella se la jugó de esa manera.

Corriendo como unos desaforados, ella gritaba y yo me reía, los monigotes nos perseguían, llegamos a un callejón sin salida, le hice la pata de gallina y la lancé hacia el otro lado, después brinqué yo. Caímos en un pipote de basura, de esos gigantes, los dos hediondos, la pobre mujer que estaba vestida toda arreglada ahora parecía una pordiosera, yo me limité a levantar mi mano y estrechar la de ella, "Policarpio" dije, "Verushka Ruan", dijo ella, y así como por arte de magia y con basura por todos lados conocí a Verushka.

Con lujo de detalles le expliqué lo que sucedía, mientras ella tomaba vino Concha y Toro y yo Coca-Cola, ella no se mostraba muy segura de acompañarme en mi aventura, sus ojos claros brillaban con temor, después de hablar con ella por más de tres horas, la convencí, eso si me costó entregarle mi reloj de piñata, que siempre llevaba puesto, un reloj de plástico que siempre marcaba las tres de la tarde y que había agarrado en una piñata cuando niño y más nunca me lo había quitado, me recordaba que el tiempo no existe, y que es solo una invención para hacer nuestras vidas más complicadas. Me despedí de mi reloj y se lo entregué a Verushka, ella lo guardó y creo que aún lo conserva.

Me fui al hotel y quedé en verme con Verushka en el barrio Bellavista, descansando en mi cama recordaba anécdotas del pasado, muchas de ellas envolvían a Lucas, quien en algún momento perteneció a la Liga de Superhéroes, para luego retirarse por el amor a una mujer, que luego lo traicionó y bueno, no voy a seguir con esto, esa es otra historia. Vestido de traje esperaba a Verushka temeroso que no fuera a aparecer, de pronto se bajó de un taxi una mujer espectacular, era ella, vestida de traje largo, negro o rojo, hoy en día no recuerdo, "aquí estoy pó" me dijo "tu eres un gallo con poder de convencimiento Policarpio, chucha que si no?, yo algo apenado por sus comentarios la tomé de la mano y nos fuimos a la casa en donde se llevaría a cabo la transacción.

Al entrar a la mansión noté un ambiente festivo de inmediato, bebidas alcohólicas y comidas exóticas, la música acompañaba las conversaciones de la gente y uno que otro personaje conocido pululaba en el lugar. Tomé a Verushka por su espalda y la saqué a la pista de baile, el escote en su vestido me permitía colocar mi mano sobre su piel tersa y olorosa, de vuelta en vuelta me acercaba a la cocina y en una de esas y de un brinco caí dentro de la misma. Algunos mesoneros miraron extrañados, les dije que nosotros éramos de la Asociación Chilena de Control de Calidad de Fiestas, los hombres nunca habían escuchado hablar de ellas pero siguieron sus labores, con cuidado atravesé la cocina y llegué a un corredor que atravesaba la casa, de allí hacia una puerta de madera, entré y allí conseguí a Lucas, flaco y descolorido.

Covarrubias saltó de la emoción a pesar de las pocas fuerzas que tenía, "puta, chucha, pó guevan Policarpio, estás igualito gallo" dijo mientras me abrazaba, "y la mina quien es?, "la señorita Ruan" le dije, "Ah Poli, yo sabía que no me ibas a fallar, tenís la hojilla?, saqué la oxidada hojilla de mi bolsillo y se la entregué. Lucas me explicó que iban a realizar una subasta pero que todo estaba arreglado para que el comprador de objetos raros se la llevara, luego me pidió otro favor, el cual a pesar de la cara que puso Verushka no pude resistir decir que no, yo nací loco y así debía morir.

En la sala de la mansión me senté al lado de Marcelo "Chino" Ríos y lo felicité por sus logros en el tennis, haciendo uso de unos bigotes falsos y una peluca pasaba desapercibido en aquel gigante salón. En el podio apareció el Condor Rojas, algo viejo la verdad, y mostró la hojilla a todos los presentes quienes aplaudieron fervorosamente. Se inició la subasta y las paletas subían y bajaban sin cesar, yo cada vez que podía subía la mía y seguía en la pugna. Verushka me preguntó que si sabía lo que estaba haciendo a lo que respondí que no pero que todo era parte del plan. El mercenario coleccionista me empezaba a mirar feo, de pronto El Condor dijo "un millón de dólares, quien dice un millón?, yo con cara de poker levanté la paleta, el coleccionista miraba feo al Condor, el Condor me miraba a mi feo también, yo sonreía, Verushka respiraba con rapidez, el Condor bajó el martillo y dijo "vendido al señor de los bigotes, con la bella dama a su lado."

Al acercarme al podio, acompañado de Verushka la gente había formado una algarabía, el Condor me entregó la hojilla y me dijo "tiene el dinero en efectivo no?, yo le respondí que si, que en el carro tenía un maletín. Aquí y con la velocidad de un rayo salió Lucas de la cocina acompañado de los mesoneros que al enterarse que el Condor pretendía subastar la hojilla negra se habían puesto del lado de Lucas, la batalla empezó de inmediato, sillas volaban, comida regada, insultos, gritos, caos y terror. Tomé de la mano a Verushka no sin antes arrancarle la peluca a Zamorano, a si?, es que no sabían que ese no es su cabello?, no, no, es una peluca la que usa Ivancito, y salí corriendo aprovechando la confusión del momento. En el desorden miré a Lucas y le lancé la hojilla, un pequeño saludo con las manos confirmó que mi misión había terminado por ese día.

Afuera estaba frío, Verushka temblaba, me quité la chaqueta y se la coloqué en sus hombros, caminamos un rato sin cruzar palabras, finalmente ella me dijo "no nos vamos a ver más no?, confieso que a veces y aunque muchos lo duden me provoca salir del retiro, pero mi función está por encima del bien y el mal, es sublime, como mi propia existencia, aún así y humanamente la besé con fuerza para recordarme que alguna vez sentí también, luego y mientras Verushka mantenía sus ojos cerrados besé su frente y escapé. La pude ver a lo lejos, buscándome, una lágrima recorría su mejilla y otra quitaba yo de mi ojo derecho. Lucas tiene la hojilla, yo tengo la peluca de Zamorano, Verushka tiene mi reloj de piñata y mi lágrima la guardo en el bolsillo de mi traje…..

Thursday, December 08, 2005

Carta de Amor # 2

Caracas, 4 de Marzo de 1996


Hola como estás?, sinceramente saludo pues mi madre me halaba las orejas de niño si no lo hacía, en los últimos minutos nunca supe si saludar o no ya que todo era malinterpretado de alguna forma u otra. Escribo pues desde niño aprendí a defenderme con las letras, desde que le tiraba por la cabeza a todo el mundo un libro con el que aprendí el abecedario, las letras pues, desde siempre me han protegido. Las palabras se las lleva el viento o quizás se quedan en la cera de los oídos pero no tienen tanta fuerza como algo escrito y que deja constancia de lo que dijimos en algún momento del tiempo, donde existimos, o al menos eso creemos.

Aún recuerdo aquella madrugada, el sol dormía tranquilo, desde niños nos enseñan a temerle a lo oscuro, pero tu y yo desafiamos aquello, confiamos en nuestras sombras, en un espectro que se levantaba a lo lejos, sin poder vernos creímos en nuestra esencia, olvidamos a veces que desde adentro se ve todo mejor, es que no lo vemos, lo sentimos, lo que miramos puede venir distorsionado por un reflejo causado por cualquier movimiento ajeno a nuestras voluntades, y si así fue, una unión de voluntades la que hizo que sin querer nos tocáramos sin tocarnos en aquella oscura vía, en el negro se conoce a la gente, es la luz quien encandila.

El tiempo pasa, los rayos de sol hicieron acto de presencia, en el horizonte y en nuestro interior, las figuras tenebrosas y sombrías fueron desapareciendo, el haber confiado en la oscuridad nos dio el impulso para mostrar algo más de si, tu rostro, el mío, tomaron forma, esa forma que no se puede cambiar ni ocultar a la luz, esa mezcla de calor y frío que trae la mañana consigo permite el estudio ulterior, la serenidad de las horas matutinas nos forman la visión, la energía de lo nuevo, el poder de lo inexplorado, la razón de nuestro andar, curiosidad la llaman algunos, el destino otros, yo simplemente la línea a seguir que es parte de nuestro existir.

La luz del mediodía nos quemaba con fuerza, es ese momento estelar, donde se alcanza la máxima expresión, donde se culmina de entender lo que nos está pasando y a plena luz te metes de lleno en una aventura, en un camino lleno de esperanzas, de promesas, de ilusiones, finalmente te crees que gustas lo que ves, se te olvida que los ojos no tienen sentimientos, ellos cumplen su función, no se puede pretender, pero igual te invitas para hacerlo, disfrutas, flotas, en el centro vuelan las mariposas, un concepto errado pero afamado, ya uno es dos y se ahuyentan los pesares.

El tiempo pasa, no me gusta repetir, pero es parte del sentir, llenos de la luz caminas por la senda, no te pueden detener, un pequeño alto para luego proseguir, es un sueño, no es verdad, lo imaginas y se va, lazos fuertes muy unidos, la confianza ha nacido, para que usar el interior si es más fácil lo que vemos, un abrazo, una sonrisa, siempre en medio de la prisa, y el sol ya va bajando con estruendo descansando, nuevas sombras aparecen, es acaso que se crece?, lo casual de la tarde es un triste atardecer, es naranja y es muy rojo, eso creo, no recuerdo esto muy bien, la antesala de la noche esperaba por mi ser.

Una noche estrellada, te soltaste sin saber, como puede acontecer, sin ya mucho que decir caminamos unos pasos, la realidad se posa sobre el alma y esta no sabe que hacer, lo oscuro nos da miedo, no he entendido el por qué, viendo a un lado, viendo al otro, debe ser que nuevamente el silencio quiere entrar, en la noche no se ve, los sentidos deben tomar posesión, pero es que tu al parecer querías encender, no lo entiendes?, yo tampoco, es la nada y lo es todo, es simplemente el fin, el desahogo, no miramos hacia atrás, la noche ha hecho de la suya, destruyendo en su pasar aquello que nunca podré olvidar.

No entendiste?, ya no importa, ahora me despido pues mi madre me halaba las orejas si no lo hacía cuando era niño, adiós, era solo para decir que te vayas a la mierda…

Te quiere,


Policarpio

Tuesday, December 06, 2005

Cuento

Mirando al techo en mi oficina en donde pegaba bolitas de moco tratando de hacer figuras de Navidad finalmente logré dibujar un ángel, a su lado una estrella y la cara de San Nicolás adornaban mi espacio de trabajo. Después de finalizar mi última obra maestra hecha con polvo acumulado en mi nariz, me di cuenta una vez más que mis niveles de adrenalina descendían a niveles insospechados, el aburrimiento me estaba haciendo presa de sus garras poderosas y la idea de seguir protegiendo las marcas y patentes de unos cuantos imbéciles no me hacía ninguna gracia. "Policarpio te estás haciendo daño" me dije a mi mismo "tienes que cambiar esto y pronto, de lo contrario vas a terminar otra vez en el manicomio."

Abrí mi cuenta de correos electrónicos y busqué la carpeta de "correos para venganza", allí guardaba todos los correos con invitaciones de esas que la gente hace por hacer pero que realmente no sienten en el fondo de sus seres. "A ver a quien voy a joder? me pregunté, un amigo de la infancia me había escrito unos meses atrás, Ramón Manuel, ahora vivía en Las Palmas, Gran Canarias, y tenía un pequeño negocio de turismo el cual le permitía vivir bien y disfrutar de una existencia pacífica. Sin pensarlo le envié un correo electrónico en el cual le hacia saber que llegaría en dos días, simplemente no le di chance de decir que no, voy y al carajo, así que me tendrá que aguantar.

Ramón Manuel me recibió con agrado y algo sorprendido por mi repentina visita, después de explicarle que estaba haciendo pelotitas de moco, Ramón me abrazó y me dijo "bienvenido Policarpio, mi casa es tu casa". Me dio una vuelta por las calles de la ciudad y finalmente paramos en su pequeña oficina en donde organizaba viajes a los turistas alemanes e ingleses que pululaban en la isla. Allí hablamos de nuestros días pasados, de nuestros anhelos, sueños y fracasos, el tomaba vino, yo Coca-Cola, en plena conversación pude ver un anuncio clasificado en el periódico, buscaban un piloto para un Twin Otter, de inmediato se me prendió el bombillo y puse en práctica mi plan 1B-75.

Tratando en un principio de ocultar mis intenciones con rapidez busqué un lugar donde comprar un uniforme de piloto y otras cosas más que me harían falta. En pocas horas tenía una hoja de vida hecha y pesar que mi experiencia de vuelo se limitaba a unas avionetitas este era mi oportunidad o nunca volvería a tener el chance de probar mi fibra como aviador comercial. Para algo tenían que servir mis horas en el simulador de vuelo en la PC, varias novias me habían dejado a causa de mi manía por volar a toda hora y estaba por probar que valía más la pena, las novias o el simulador de vuelo. Vestido de piloto me presenté en la compañía Air Canarias, conversé con el dueño, un español amable y jovial, de la vieja guardia y un tanto loquete como yo, el hombre estaba desesperado y simplemente después de escucharme hablar tan convincentemente y revisar mi currículo y papeles en regla me dijo que si podía agarrar el avión esa misma tarde y llevar a unos turistas hasta Lanzarote. Le estreché la mano y le dije "tiene usted a su nuevo comandante."

A golpe de mediodía Ramón me llevó disfrazado de piloto al aeropuerto, él me miraba como diciendo pobre loco este, pero me deseó buena suerte y simplemente que le avisara cuando estuviera de vuelta. Caminando por el terminal me dirigí a la puerta de embarque, saludé a los turistas y me dispuse a entrar al avión, con siglas EC-4382. En la cabina pude ver un cabello largo, en principio me dije "coño pero si estos mojones no tienen aeromoza" y entré a ocupar mi puesto de comandante. Sentada a mi derecha estaba Marta, Marta Valcerón, mi copiloto, según me contó, ella había decidido iniciar la aventura de su vida. Se había armado del valor suficiente, rompió con las cadenas que la ataban y se marchó a cumplir su sueño de volar, al escuchar mi acento dijo "a pero voy a tener el honor de volar con el sudaquita", en un principio pensé en mentarle la madre pero la idea de tener a una mujer copiloto sin yo ser realmente piloto me tenía algo inquieto así que preferí callar.

Los pasajeros abordaron el avión de hélices y se sentaron cómodos. Yo con cara de seriedad y con voz responsable leía las distintas listas de procedimientos, Marta ocupada con sus labores sonreía cada vez que yo decía alguna de mis locuras. Luego de obtener la debida autorización coloqué el avión en la cabecera de la pista, aceleré los poderosos motores y al aire. Después de superar los primeros ochocientos pies me sentí tranquilo, mi copiloto me seguía mirando como si le debiera dinero o le gustara, dinero no le debía a menos que fuera hija de la española que tenía una librería en Caracas y que nunca le había pagado unos 35 libros de filosofía, de modo que debía gustarle, pero este no era momento para andar con esas estupideces. El piloto automático se encargó de navegar el resto del viaje, yo en el ínterin hablaba pendejadas con Marta de la nada y del todo, averiguando como siempre de las vidas ajenas, no era más que la búsqueda infinita de la razón de mi existir. Finalmente aterricé en Lanzarote en donde comenzaría una de las tantas aventuras por las que tuve que pasar a lo largo de mi vida de superhéroe.

Los pasajeros se bajaron y yo con cara de seriedad los despedía en la puerta del avión. En media hora estaban montados los otros pasajeros, dos de ellos de aspecto raro debo confesar, pero yo en mi emoción por estar volando, además de tener a la copiloto del año a mi lado no pensaba más allá de mis narices. "Mira gallega" le dije "esta manga la vuelas tu", Marta contestó "pues joder tío que no soy gallega, pero bueno que me ha gustao la idea de volar esta manga así que te perdono lo de gallega". Después de persignarme por que Martica iba a volar el avión cerré los ojos e imploré a San Elvio que me ayudara, en pocos segundos estábamos en el aire con destino a Las Palmas, ya fastidiado de la forma como me miraba Marta la miré con ojos profundos; ella, hizo lo mismo. Y un cálido abrazo habló por boca de ambos. En el aire se sentía la excitación del momento, el anhelo de libertad q el momento les brindaba. La besé para que nunca lo olvidara; ella, me correspondió. El sincero y largo beso nos provocó un agradable calor que ansiaba las manos del otro. A una altura de ocho mil pies nos entregamos en los brazos del desate. Y así, entre besos, caricias y miradas de complicidad, nos amamos acompasadamente.

Mi vida está llena de jodidas situaciones, una peor que la otra, desde que tengo uso de razón he estado metido en robos, explosiones, accidentes, balaceras y demás pruebas constantes para mi existir. Justo cuando me divertía más con mi copiloto la puerta de la cabina se abrió de golpe, un hombre armado, con cara de marroquí huérfano me gritó que se trataba de un secuestro. "Coño de la madre" pensé "yo estaba tirando bolas de moco al techo y ahora estoy secuestrado en el medio del océano". "Somos el Grupo de Liberación Marroquí, y esta aeronave ahora nos pertenece, cambie el rumbo de inmediato hacia Casablanca" demandó el poco amigable y arrecho árabe. "Mira marroquí" le dije "esta vaina no tiene gasolina para llegar a Casablanca así que me dices que quieres hacer?, el secuestrador aún más violento y en un perfecto castellano me dijo que no me creía y debía volar hacia donde el quisiera so pena de matar a mi copiloto en el acto. Miré a mi copiloto y pensé “coño no, no me la vayas a matar todavía”.

En la parte de atrás otro secuestrador insultaba a unos turistas alemanes, los hacía cantar piezas de cuna en alemán y quitarse la ropa. Después de avisar a las autoridades que nos encontrábamos secuestrados, desvié la aeronave hacia Casablanca, Marta estaba muy nerviosa y yo sinceramente pensé que iba a llegar mi final a manos de un loco fanático que simplemente parecía estar haciendo aquello por joder. Me puse a conversar con el secuestrador ante la mirada atónita de Marta, le contaba que una parte de mi ascendencia era árabe y que me a mi no me había dado por volar al planeta en pedazos, aunque ganas no me faltaban pero había decidido que los humanos se destruyeran solos, que efectivamente mi locura era infinita pero sin hacerle daño a los demás, le ofrecí montar un negocio en Caracas de alfombras persas y cacharros marroquíes o un restaurant para comer cordero con cuscus. El secuestrador no podía creer mi tranquilidad y hasta por momentos se emocionaba y me hablaba de las ideas que tenía él para su futuro, luego recuperaba su hostilidad habitual y colocaba su pistola en la sien de mi copiloto gritando “al-ham dulila, al-ham dulila” mientras la pobre muchacha aterrada mostraba algunas lágrimas.

“Por favor Hamed, no nos vayas a hacer nada, mira que yo tengo un perro gran danés que se muere si yo no regreso” le dije, “mi nombre no es Hamed, es Azedine” respondió el malo de la partida, de seguido nos dijo “en serio tienes un gran danés?, no lo puedo creer, yo tengo uno, es negro y se llama ‘Kicham’, “el mío es arlequín y se llama ‘Alerón’, y como te digo se muere sino me vuelve a ver, tu crees que Alá te perdonaría si mi perro no me vuelve a ver?, el pobre marroquí ahora estaba más confundido que el día en que yo ingresé al servicio militar por órdenes de mi padre quien ya no me soportaba en la casa, volteaba a todos lados y decía frases en árabe a su compañero “Hassan” quien continuaba torturando a los alemanes con cigarros prendidos y lamentos musulmanes.

Entre los artefactos que había comprado en el pueblo estaba una inyectadora, la cual había llenado con desinfectante de pocetas, el marroquí seguía discutiendo fuertemente con su compañero cuando saqué la inyectadora y se la clavé en la pierna, el hombre mirándome a los ojos solo alcanzó a entregarme una foto de su perro y cayó rendido. Del tiro brinqué de mi asiento agarrando un pote de pimienta negra que también había adquirido en Las Palmas, mi copiloto pálida y sin voz se tapaba la boca para no gritar, me paré atrás del otro secuestrador y le grité “al halum mustafa khalid” lo cual hasta donde yo se no significa un carajo, al voltearse le eché la pimienta en los ojos y le tumbé la pistola de una patada la cual agarró un alemán que le gritó de inmediato “frieren sie Marokkaner ein oder ich töte sie”, nuevamente no entendí un carajo pero el alemán parecía confiado en lo que hacía, el secuestrador rascándose los ojos y llorando se arrodilló y pidió clemencia, lo amarramos con la ropa interior de los alemanes y volví a la cabina.

En la cabina Marta me abrazó y me dijo “joder tío que eres mi héroe, mi superhéroe, ahora como coño me olvido de ti?, su voz ronca y atractiva penetró ciertas fibras que se habían mantenido durmientes por años en mi ser, al principio me asusté, después lo dejé ser, mirándola me limité a decir “el olvido no es más que la razón débil de los que no luchan por lo que quieren” y sonreí mostrando solo la mitad de mis dientes. Sobrevolando el Teide, bello volcán en territorio español, decidí incinerar al par de secuestradores, abrí la puerta del avión y solté el par de malandros esos hacía el vacío, un viejo alemán que no me entendió que pasaba también saltó al vacío perdiéndose en la lava incandescente a pesar que traté de detenerlo con todas mis fuerzas.

Aterrizando en Las Palmas todos los noticieros del país y las autoridades locales nos esperaban, sin decirle nada a nadie salté del avión en el primer “taxi-way” que encontré, a lo lejos vi como Marta llevó la aeronave a puerto seguro y fue invadida por la prensa. En la noche escondido en un hotel veía el noticiero que hablaba de un misterioso piloto que había salvado a sus pasajeros para luego desaparecer sin dejar rastros, ellos simplemente no entendían que yo no en ese momento no podía revelar mi identidad. Con la oscuridad como aliada me desplacé al amplio lugar lleno de palomas y con una fuente en el medio, allí me despedí para refugiarme en el anonimato.

Marta se dedicó a vivir, a extrañar dicen por ahí, pero encontró refugio en su trabajo. Años después en una extraña plaza la volví a ver, aquella era la misma plaza en donde una noche de Diciembre el destino los había unido para siempre.....

Monday, December 05, 2005

En otra isla

Muy deprimido caminaba por alguna avenida capitalina, como me puede suceder esto a mi?, no es justo, que decepción, con mis manos en los bolsillos y la mirada perdida unos rayos de sol calentaban mi cuero cabelludo, horror, terror, dolor, quien ha visto algo así, no te preocupes Policarpio lo superarás, me decía a mi mismo mientras me daba palmaditas en mi espalda. Deambulé por la ciudad por un rato, un tiempo no constante, sin ideas racionales, con mi mente fijada en una idea cierta y palpable, como coño habían podido aumentar el precio de la Coca-Cola?

Igualito como siempre y otra vez en mi cuarto las notas de "So lonely" por The Police me hacían compañía, "Alerón" mi perro fiel pedía a gritos cariño, el loro repetía alguna grosería que le había enseñado y yo sumido en mi tristeza lanzaba una pelota contra la pared. Me levanté y me miré al espejo, unas calcomanías viejas de mi niñez aún lo adornaban, demostrando que la goma con que las hicieron era más resistente que mi propia existencia. Las mismas preguntas, las mismas respuestas, repetido, viejo, gastado, nada nuevo la verdad, lo mismo de siempre, la vida simplemente pasando y yo mirando.

La vida de superhéroe por momentos hace mella, metí dos franelas y un traje de baño en un morral y me lancé hasta Maiquetía, de allí un avión con destino a La Isla, a la bella Margarita, a descansar, a disfrutar del sol, del agua de mar, tomar coco frío y respirar el aire marino para limpiar mis pulmones agobiados por el smog de la capital. Sentado sobre una toalla, con el ruido de las olas del mar disfrutaba yo de un delicioso siete potencias, de pronto un ruido ensordecedor irrumpió en mis oídos, "que es esto?, me pregunté, al mirar hacia un lado vi como en la calle y a toda mecha pasaba una moto poderosísima, su piloto vestía ropas de Harley Davidson, en aquel calor algo incomprensible para mi pensamiento lineal. Me paré y caminé hacia donde se había estacionado el misterioso personaje, de pronto y al quitarse el casco me di cuenta que se trataba de una dama, una dama en moto y que iba a comprar unas empanadas a la playa.

A pesar que el ruido había perturbado mi tranquilidad continué mi camino hacia la extraña dama, ella muy tranquila pedía empanadas de cazón para llevar y parecía no inmutarse por nada. En el tarantín de las empanadas pedí una simplemente con la finalidad de joder al parque y ver de que se trataba aquel personaje vestido así en aquel calor, cuando la dama fue a pagar me adelanté y dije "yo le invito las empanadas, eso si me debe decir que carajo hace usted vestida así en este calor?, la mujer recelosa pagó y ni siquiera me contestó, me echo una mirada de arriba a abajo se colocó su casco y se fue haciendo ruido en aquella máquina infernal.

Gustosamente descansaba en la habitación del hotel donde me hospedaba cuando viendo la televisión escuché que una famosa locutora de la isla había desaparecido unas horas atrás. Traté de no hacerle caso a la historia pero mi curiosidad y mi pacto con la humanidad dominaron mi cerebro, al parecer había desvanecido de un momento a otro, nunca llegó para hacer su show de farándula y entretenimiento a la estación de radio, su moto había aparecido en un pueblo llamado Juan Griego, pero de ella no existía ningún rastro. Por un momento intenté de olvidar el asunto pero a los dos minutos me encontraba en el lobby del hotel haciendo preguntas a ver si alguien sabía algo. Según entendí la conocida locutora venía denunciando la presencia de un grupo de holandeses en la isla que se dedicaban al tráfico ilegal de sustancias prohibidas, “Lami, Lami Cabagnes se llama la locutora” me dijo el empleado del hotel. "Coño Policarpio, pensé "estás de vacaciones, no te las vayas a joder, además esa mujer con ese nombre más raro, anda a saber tu en que anda."

Racionalidad, esa palabra me acompañado toda mi vida, sin lugar a dudas no era racional no joderme las vacaciones porque la pobre mujer tuviera un nombre raro, alquilé un carrito y me embalé a buscar a la misteriosa dama. Mi primer punto de búsqueda fue Puerto Cruz, una playa en donde los surfistas se reunían a practicar su deporte, beber caña y meterse sus alucinógenos. Con mi wet suit puesto y con la vida aprisionada por el mismo empecé a correr olas, los locales me miraban con recelo, algunos turistas simplemente ni me miraban, y yo seguía tratando de pararme en aquella tabla poseída por Neptuno. Finalmente pasó lo que tenía que pasar, me llevé por el medio a un surfista, nos dimos un carajazo bestial, y después de tragar agua y haber partido la tabla estaba acostado en la arena rodeado de surfistas arrechos que me querían matar. Les metí un cuento, les dije que era detective y que estaba buscando a Lami, los surfistas de inmediato camabiaron cara y se mostraron colaboradores pues Lami, al parecer, era una especie de semi-diosa en la isla con su voz ronca y sus programas entretenidos.

Otro grupo de surfistas observaba a lo lejos, "los holandeses" me dijo uno de los locales, en ese momento supe que eso era todo lo que tenía que saber, me despedí y les regalé el wet suit, caminé por la playa hasta llegar a un grupo de holandesas que esperaban por sus surfistas en la orilla, me presenté y les di mi dirección de correo electrónico para ver si querían hablar por ahí e invitarme a Ámsterdam en algún momento, ellas sonrieron y prometieron escribirme. En cuestión de segundos tenía a los holandeses mirándome con cara de pocos amigos, les dije que era vendedor de cera para tablas y tintes de pelo, y que estaba buscando clientes, les ofrecí unos precios irresistibles, eso si, tendrían que acompañarme al depósito en donde guardaba los productos.

Se subieron al carro conmigo tres holandeses, quienes hablaban felizmente en inglés conmigo y se preguntaban como carajo lo había aprendido tan bien, los mareé con unos cuentos de cuando surfeaba en Australia y de mi batalla a muerte con un tiburón blanco llamado “Ian”. Cuando los surfistas se habían relajado aceleré el carro a velocidades inesperadas, los holandeses al principio se reían, luego gritaban, después lloraban, "ahora me dicen no jodas, donde está Lami, donde está la locutora no jodas o nos matamos pal carajo los cuatro" gritaba yo mientras aceleraba a más de 180 km/h en la peligrosa autopista de la isla, los tipos no soltaban prenda y ya a 220 km/h y rodando por el canal contrario uno de ellos me gritó que me parara que el iba a confesar todo.

Sin pensarlo mucho reduje la velocidad pero para que quedara constancia que estoy loco de bola me metí contra un kioskito que vendía cocadas y escoñeté todo lo que tenían en el, con el carro en la arena y los holandeses golpeados por el carajazo me dispuse a hacerlos hablar, eso si primero tuve que quitarles unos dólares para dárselos al margariteño al que le había reventado su puesto de ventas. Los holandeses se gritaban entre ellos en su idioma, dos de ellos salieron corriendo y no pude detenerlos pero le hice una zancadilla al otro y me le lancé encima, le metí un puñado de arena en la boca y se la hice tragar, luego lo arrastré hasta el kioskito destrozado en donde metiéndole la mano en una batidora que todavía prendía lo hice hablar acerca de Lami mientras lo amenazaba también con amarrarlo por 3 meses comiendo chocolate y cochino asado para que perdiera los abdominales que tenía marcados.

El infeliz surfista confesó que el sabía que a Lami la iban a sacrificar en un acto surfista, un acto antiguo y salvaje, realizado para alabar a los Dioses del Surf, en la noche en La Restinga, otra playa de la isla, ahora el no sabía nada de estupefacientes ni alucinógenos, le metí otro puñado de arena en la boca y le di una patada en la boca del estómago. Le dije al margariteño que los holandeses me habían secuestrado y que este era el que venía manejando el carro, el vendedor lo agarró a palos también y yo me fui corriendo a buscar transporte para Porlamar.

Sin decirle nada a nadie pues de informar a las autoridades venezolanas seguramente Lami saldría sin vida por la actuación mediocre de las mismas, me armé con los clásicos materiales que necesita un loquito como yo para causar el caos, luego pasé por el hotel y alquilé otro carro mientras les informaba que había sido atracado por unos holandeses que me habían dejado botado en la carretera. Pasé por la 4D y me comí un helado de Nutella, con calma manejé hasta La Restinga y estudié el lugar a fondo para poder salvar a la famosa locutora. Leyéndome un periódico viejo que encontré dentro de la basura esperé a que llegaran los surfistas para realizar el sacrificio.

Comenzaron a llegar a golpe de 6 de la tarde, prendieron una fogata y clavaban sus tablas haciendo una especie de camino. Apareció un Jeep en donde traían a la locutora, cual sería mi sorpresa al ver que era la dama vestida de Harley Davidson que me había mirado feo en la mañana. La verdad me provocó pintarme el pelo, poner cara de holandés y quemarla viva también pero eso me habría marcado de por vida y no podría cargar con eso en mi conciencia. Unos 20 surfistas y sus mujeres bebían y celebraban, armaron una especie de altar con bamboo y allí colocaron a Lami, se escuchaban risas macabras y cánticos desconocidos.

Un carro misterioso llegó de pronto, del mismo se bajó el jefe de la policía del Estado Nueva Esparta y empezó a repartir alucinógenos a todos los surfistas, allí agradecí a mi ángel de la guarda que no se me había ocurrido avisarle a la policía porque de seguro Lami quedaría carbonizada cual chicharrón piche. El silencio se apoderó del lugar, todos los surfistas se colocaron en perfecta formación y el jefe de la policía ahora vestido con wet suit y una peluca amarilla se plantó al frente de la capilla crematoria que habían construido para Lami. Unos rezos prosiguieron y comenzaron a bañar a Lami con anis y ron, la pobre mujer con la boca tapada y vestida de guerrera de la carretera no la estaba pasando bien.

En ese momento comenzó a surtir efecto mi plan, aparecieron 5 muchachitos, vendedores de empanadas y maíz a los cuales les había pagado para que distrajeran a los surfistas mientras yo podía actuar. Los surfistas y el jefe de la policía trataban de ahuyentar a los niños que insistían en venderles unas empanadas y unos maíces cocidos. Pude ver como la tensión se estaba apoderando del ambiente pero el jefe de la policía y los surfistas usando la fuerza amarraron a los pobres niñitos y los pusieron al lado de Lami. “Carajo” pensé “no solo van a quemar a Lami sino a los chamos estos también”, sin perder ni un segundo pasé a la segunda etapa de mi plan. Prendiendo el carro que alquilé en fuego lo lancé por una ladera que daba a la playa, el carrito, ya el segundo que le escoñetaba a la empresa de alquiler agarró velocidad y explotó justo como lo había calculado unos metros antes de donde los macabros surfistas realizaban su sacrificio.

Mientras la atención se posaba sobre el carro en llamas, prendí unos fuegos artificiales que había comprado y que comenzaron a iluminar el cielo, la confusión reinó entre los surfistas quienes no sabían para donde mirar. Aquí prendí un radio reproductor con una musiquita que siempre llevaba para casos así y que me había grabado mi amigo Atanasio, una mezcla de Thrash Metal con Dark Metal, en ese momento los nervios y el caos se habían apoderado de la situación, corriendo por la arena con dos antorchas encendidas, un antifaz del zorro y una franela Rip Curl para no perder la nota surfista me paré al frente de la banda de traficantes.

Tengo que reconocer que en esos momentos de tensión me da por reírme, los surfistas no entendían de que se trataba todo y el jefe de la policía huía en su potente auto deportivo pensando que se trataba de un atentado perpetrado por el Cartel de Medellín. Algunos surfistas ante aquel espectáculo corrían y se lanzaban al agua con sus tablas, pues pensaban que le había llegado su hora, finalmente quedaron los tres anormales a los cuales había hecho sufrir la aventura en el carro. Tomando mi china y mojando un garbanzo en gasolina, para luego pasarlo por la antorcha disparé el primer garbanzo de fuego en la historia de la humanidad, el mismo le pegó en la franela a uno de los surfistas incendiándose al momento, otro de ellos al ver esto optó por correr hacia el agua y el último quien no era otro que al que le había metido la arena en la boca se abalanzó hacia mi con toda su fuerza.

Del golpe me arrancó el antifaz del zorro y al verme se arrechó más aún, trató de meterme arena en la boca pero con habilidad logré darle con la liga de la china en la cara pues no pude cargar el garbanzo, el holandés se retorció y le volví a echar arena en la boca, el hombre sin poder hablar se arrodilló y pidió clemencia. Me acerqué a los niñitos quienes no estaban muy contentos por haber terminado amarrados y casi chamuscados, les regalé mi china y prometí que la locutora los llevaría a su programa para que cantaran algo.

Finalmente solté a Lami quien al ver mi cara no sabía para donde agarrar, trató de explicar el por qué de su conducta en la mañana y hasta me dijo por qué llevaba ese traje de motorizada, yo la verdad no la estaba escuchando, su mirada tenía algo, esas cosas que no podemos explicar, extendí mi mano llena de arena y dije “Policarpio y por favor no pidas explicaciones de que hago aquí”, ella trató de darme un beso y simplemente me quité, los dos al unísono dijimos “igual que yo, yo hubiera hecho lo mismo”, le dí una palmadita en la espalda a la altura del hombro y me perdí en la oscuridad de la noche...

Thursday, December 01, 2005

Salsa

Era una tarde clara, la brisa soplaba con gentileza, sentado en el techo de mi casa leía con atención un tratado sobre la diferencia entre los amores platónicos y las vulgares peperas que sufrían los seres humanos, el mismo había sido escrito años antes por Helmut Van Daas, un holandés amigo mío que murió de mengua, acostado en una cama, tapado de pies a cabeza, y todo a causa de una mujer que se negó a quererlo ni siquiera un minuto. Aún recuerdo aquel día cuando Helmut se desvaneció, algunos amigos lo acompañábamos en su lecho, se destapó por primera vez en 12 años y nos entregó una copia de su brillante obra literaria, luego expiró por última vez. Escuché la voz de mi madre informándome que alguien me llamaba por teléfono, lo pensé dos veces, contestar o no?, finalmente descendí de las alturas y agarré el teléfono.

Aló?, dije, "hola Poli, como estás?, "coño", pensé "esta voz la reconozco", "dime Luisa, en que te puedo ayudar?, "mira Polito, esta noche se presenta Efraín Rivera, el padre de la salsa erótica, no tengo con quien ir, me llevas?, "mira Luisa, yo no bebo, no fumo y bailo pegado solo en ocasiones determinantes para mi existencia, tengo como 3 años que no bailo salsa y lo que puedo es pisarte la vida", "anda, anda, Poli, Poli, anda, anda", yo no se que carajo tiene la palabra "anda" que nos hace cometer a los hombres las estupideces más infelices de la historia humana, "ok Luisa, te paso buscando, pero voy de guardaespaldas, te buscas con quien bailar, yo me tomaré unas Coca-Colas viendo al malandro ese cantar, "gracias Poli, eres un sol."

Recostado en un tarantín en donde vendían cerveza y agua mis niveles de Coca-Cola sufrían terriblemente, le lloré al vendedor quien arrecho sacó una botella de dos litros de Coca-Cola que era de él y no estaba a la venta y me regaló un vasito que me mantuvo alerta. La música a todo volumen me aturdía, alguna letra de un hombre y una mujer en sus delirios más profundos salía de la boca de Rivera, yo simplemente observaba al público presente bailar en completo frenesí y sudar la gota gorda en aquel encierro infernal. A la sexta vez que se me acercó alguna fémina a sacarme a bailar y tener que amablemente rehusar la invitación me obstiné al punto que busqué a Luisa y le dije "bueno, me jodistes, dale, bailemos", ella soltando al personaje con que bailaba me agarró de golpe y empezó a dar taconazos como una desesperada. "Ay Poli, yo sabía que no me ibas a dejar solita, lo sabía", "mira Luisa, bailemos, déjame concentrarme, que sino te piso un callo y luego lloras", "yo no tengo callos, atrevido, quisieras tu pisarme", no había terminado de decir eso cuando le estampé mi zapato en el suyo partiéndole el tacón, yo cagado de la risa, Luisa arrecha, se quitó los zapatos y bailamos hasta el amanecer.

Dejé a Luisa en su casa quien trató de ponerse cómica por enésima vez en su vida, la bajé del carro y manejé por las calles y autopistas oscuras de la capital, pensando como siempre en los días de gloria, en aquel pasado lejano, mi razón como siempre dominó mi pensar y en la casa terminé por aterrizar. Subía las escaleras hacia mi cuarto cuando noté que mi madre esperaba por mi, "ay hijo estás bien, gracias a Dios" dijo ella, yo la verdad no entendía nada de aquello y le respondí "si bueno, bien estoy, bien jodido pero acostumbrado", "no, no, tu no sabes nada?, en ese concierto donde estabas, entraron unos hombres fuertemente armados y secuestraron al salsero ese, al parecer el grupo que se adjudica el haber perpetrado el hecho se denominan "Los Salseros Clásicos". De inmediato sonó mi teléfono, era Luisa, llorando, pidiendo a gritos que salvara a Efraín Rivera, la dejé hablando sola y me comuniqué con unos amigos boricuas.

En pocos minutos el panorama estaba claro, los salseros clásicos amargados por los records de ventas de los salseros eróticos habían decidido secuestrar al icono de la salsa erótica con la esperanza de recuperar el status que antes ocupaban dentro del mundo de la música. Luisa llamó nuevamente esta vez quejándose primero por haberla dejado hablando sola y luego suplicando que encontrara a su ídolo, un salsero con un medallón en el pecho peludo de San Bustero, un flux blanco, un sombrero de copa y que además no usaba medias. Volví a dejarla hablando sola y medité acerca de la situación, ciertamente tenía un compromiso por mi condición de superhéroe anónimo, pero por otro lado a mi la salsa y los salseros poco me importaban. Abracé a mi gran danés arlequín quien me miró feo sabiendo que quedaría en manos de mis hermanos menores, el loro dormía y no quise molestarlo, en un dos por tres estaba camino a Maiquetía, de allí a San Juan, Puerto Rico, a mi arribo al Luis Muñoz Marín Internacional me esperaba un viejo amigo boricua, Diego Quiñones, gran percusionista y pacífico por naturaleza.

Después de los saludos de rigor, Diego me explicó el panorama, era un hecho notorio que Rivera había sido secuestrado y las autoridades competentes estaban al tanto y actuando de acuerdo a los procedimientos usuales. Esto me dejaba al margen de la ley, cosa que admito disfrutaba, pero que sin lugar a dudas conllevaba peligros que enfrentar y mucha cautela de mi parte. Diego quien a diferencia mía no es radical para nada no está ni a favor ni en contra de la salsa erótica, el simplemente se preocupa por el bien de la música, el busca el equilibrio. De inmediato me llevó a una tienda en donde compré un flux de seda morado, unos zapatos de "cocolo" y un sombrero con una cinta negra que lo bordeaba, de allí a una joyería en donde me dieron un medallón que tenía a San Edgardo y que por atrás decía Oh Policarpio Salvador de los oprimidos.

Con pinta de salsero y sin poder dejar de reírme por la manera como me veía, Diego me soltó en Vega Baja, lugar donde empezaría mi búsqueda del salsero erótico. Caminando con un tumbao' particular y escuchando pura salsa clásica me paseaba por las calles saludando a la gente y repartiendo dulces a los niños, a los que me preguntaban quien era yo les contestaba que era un salsero puro y que estaba allí buscando talento para firmar con una disquera llamada "Poli's Records", algunos me miraban raro, otros se interesaban, hasta que finalmente di con la persona indicada, un muchacho que al ver mi medallón exclamó "bendito, hay bendito, el Mesías de la salsa", yo la verdad no sabía ni que decir, creo que el bigotito falso que me había puesto lo confundió, el hombre casi arrodillándose ante mi me pidió un autógrafo el cual concedí haciendo un garabato que cualquier niñito de 2 años hubiera superado.

"Luis, Luis Bohórquez para servirle maestro" dijo el hombre, "que lo trae por acá?, "bueno Luis" le contesté "estoy muy preocupado por el secuestro ese de Rivera, mira todos debemos convivir en paz", Luis me miró y me dijo "mire maestro, hay bendito no lo creo que sea usted, pero mire, es que los salseros eróticos nos están destronando, no vendemos nada, estamos sin chavos y las hembras no nos miran". "Bueno Luis" le dije "pero esa no es la manera de resolver los problemas, por cierto tu sabrás donde mantienen capturado a Rivera?, Luis me miró un poco desconfiado pero me dijo "ay bendito maestro, yo no debería decirle, pero está escondido en Humacao", con la misma Luis se volteó y se fue para nunca volver.

Subido en un taxi hacia Humacao el taxista me miraba receloso por el espejo retrovisor hasta que no aguantó y me dijo "maestro es usted?, yo no sabía de quien coño maestro hablaba esta gente pero me estaba empezando a gustar la cosita que me dijeran así y le dije "si, como no?, y le firmé un papel diciéndole "para tus hijos compadre". El taxista insistía en no cobrarme, finalmente aceptó que le diera otro autógrafo para su esposa y se desapareció. El día estaba caluroso en la isla y mi traje no ayudaba, pasé por una bodega y me tomé dos litros de Coca-Cola, el dependiente también me pidió el autógrafo y no me dejó pagar por la Coca-Cola, hablando con él logré sacarle la información de donde estaba atrapado Rivera y sin pensarlo me dirigí hacia allá. Toqué la puerta de una casa abandonada, me abrió un siniestro hombre que al verme comenzó a llorar mientras se persignaba, "está vivo", gritaba "ay bendito, está vivo", finalmente todo se clarificó cuando uno de los personajes de la banda de secuestradores me dijo "maestro Chirinos, no lo puedo creer" y besó mi medallón. De inmediato comenzaron a tocar y a tocar la salsa más pura que nunca había escuchado, sacaban cervezas y ron y yo me limitaba a decirles que mi salud había cambiado y que ahora no podía beber, me miraban sorprendidos pero seguían con la rumba, de pronto salió Ricky Martin de un cuarto, si el mismo, el carajo estaba metido en el secuestro porque Rivera también le estaba tumbando las ventas de sus mariqueras, Ricky me dijo "ay bendito, maestro, por favor toque algo para nosotros."

Tragué grueso y pensé "coño hasta aquí llegué, debí haberle hecho caso a mi madre que siempre quiso que aprendiera a tocar algún instrumento musical", sonriendo para no levantar sospechas me senté al frente de unos timbales, conté hasta tres y comencé a darle coñazos a los tamborcitos del carajo, en un principio me miraron extrañados, pero les dije "vamos coño acompáñenme" y de inmediato todos los salseros tocaban escondiendo el horrible ruido que yo hacía con mis timbales. De un cuarto sacaron a Rivera, y lo sentaron en el piso, mientras lo insultaban y le decían "esto si es salsa, no las vainas que tocas tu", el pobre hombre cabizbajo me miraba con atención, sin lugar a dudas se preguntaba quien carajo era yo. Como supuse a un guevón se le ocurrió gritar "y ahora el solo del maestro", yo mirando pa' todos lados pelaba los dientes y decía "no, no, estoy falta de práctica, ustedes saben" pero los boricuas insistieron hasta que tuve que darle unos carajazos a los timbales, las caras eran un poema, un poema suicida diría yo, finalmente sudado y cansado terminé mi solo de timbales, los salseros gritaron "que viva el maestro!!!!!!!!!!!!!!!!, que viva la salsa."

En la emoción del momento no me di cuenta que el bigotito falso había salido volando, me tapaba la boca para tratar de evitar ser descubierto y me metí en el baño. Mirándome al espejo, vestido de payaso, y sudando la gota gorda me dije "Policarpio, esto tiene que terminar, tu no puedes seguir en estas andanzas", a lo lejos escuché cuando Ricky Martin dijo "matemos a Rivera", "ay coño", me dije a mi mismo, "van a liquidar al pobre hombre", me saqué del bolsillo unos tumbaranchos que siempre llevo conmigo y los eché en la poceta, el carajazo no se hizo esperar, los pedazos de loza volaban por doquier, el agua inundaba aquella casa vieja, los salseros corrían a ver que le había pasado al maestro, otros más cagones huían de la casa pensando que se trataba de la policía. Sin dejarme ver corrí hasta la sala, cargué a Rivera y salí corriendo por una puerta que vi abierta, en la calle bajé a Rivera y empezamos a correr, a todas estas ya algunos salseros se habían dado cuenta del asunto y nos echaban el plomo parejo, tienen que creerme no hay nada peor en el mundo que correr con un flux morado, mientras te echan tiros y en el medio del calor de borinquen, por suerte Diego me había seguido los pasos de cerca y de pronto apareció en su carro, nos subimos como pudimos y escapamos de la banda liderada por Ricky Martin.

En la noche Efraín Rivera ofrecía un concierto gratis en el viejo San Juan, yo sentado tranquilo me tomaba una Coca-Cola, de pronto el cantante dijo "quiero agradecer a Policarpio, sino fuera por el no estaría aquí hoy cantando para ustedes mi bello público, Policarpio por favor súbete a la tarima", con una pena del carajo y todavía vestido de flux morado me subí a la tarima, me lanzaban flores, pantaletas y hasta botellas de Coca-Cola, Efraín me abrazó y comenzó a cantar una nueva canción que recién había compuesto, "Policarpio me salvó, así lo digo yo, Policarpio es un enviado, Policarpio el más amado…..

De vuelta en mi casa y vestido todavía de salsero subí las escaleras para llegar a mi cuarto, mi padre y mi madre me esperaban, me abrazaron y me dijeron "bueno hijo si esta es tu vocación y quieres ser salsero, nosotros te apoyamos", yo sonriendo me limité a ponerle el sombrero a mi padre en la cabeza, el medallón a mi madre en el cuello y darle un beso de buenas noches a los dos, sonó mi teléfono y Luisa llamó para agradecerme por mi valentía, una vez más intentó convencerme que debía salir de mi retiro y darme un chance, amablemente le indiqué que yo había asumido mi condición y que debía respetarla, más nunca supe de ella, solo por el periódico cuando leí que se había casado con un prominente banquero, y pensar que todo comenzó bailando…

Wednesday, November 30, 2005

La Liga

Mientras escuchaba uno de los tantos conciertos de Ramones que amenizan mi existencia recibí la noticia, debo admitir que no sabía si revelar su existencia, por muchos años hemos permanecido en el anonimato, haciendo el bien, si aquello que a muchas personas en el planeta se les olvidó hacer, después de pedir permiso a mis colegas me permitieron escribir esta historia, real como mi existencia, mágica como mi vida. La Liga de Superhéroes Ocultos debía reunirse de inmediato para aclarar ciertas situaciones recurrentes que podrían atentar contra la integridad de nuestra institución. El lugar de reunión me pareció lejano, pero un superhéroe no mide distancias, así que a media noche me encontraba sobrevolando el Atlántico, con rumbo a España, específicamente a la ciudad de Valencia, Valentia Edetanorumen, según su nombre de fundación y a orillas del río Turia, lo que estaba por venir solo me podía pasar a mi, es que solo a mi.

A pesar de llegar bastante cansado al aeropuerto "Manises", con mis ojos irritados por la falta de sueño, de inmediato noté como el escudo de la ciudad tiene un vampiro colocado encima de la corona, y no, esta no es una historia de vampiros, es simplemente que más tarde descubriría que ese símbolo tiene una razón de ser, oculta para los habitantes de la ciudad, pero que trasciende los límites de lo humano y lo racional. Aproveché para invitar a salir a unas aeromozas de Iberia las cuales me miraron feo y se limitaron a pasar de largo, seguramente era mi olor después de las ocho horas de vuelo o simplemente que venían amargadas por haber tenido que pasar horas preciosas guindadas a treinta y siete mil pies de altura viendo su vida pasar.

Rumbo al lugar de reunión concilié el sueño en el taxi, en pocos minutos estaba parado al frente del Palau de la Generalitat, sitio donde nos encontraríamos para luego ir a un lugar secreto a conversar de la situación planteada. Reconocí de inmediato a todos los presentes, saludé a viejos amigos que tenía tiempo sin ver, solo una dama de aspecto sutil y ojos violeta escapaba de mi memoria, nunca había visto a esta superhéroe, al menos no en los últimos diez años. Pensativa y tranquila se fumaba un cigarrillo mientras bebía café, me le acerqué y le quité el cigarrillo de la boca diciéndole que se iba a morir antes de tiempo, la extraña mujer me miró y me dijo "sudaca, como te atreves?, cagado de la risa extendí mi mano y me presenté, la mujer sorprendida todavía porque le había quitado de la boca su tabaco extendió la mano y dijo "Halconewitz, Mar, para servirte", "coño que apellido te gastas galleguita" le dije, "no soy gallega para tu información, y mi apellido es mío y no tu problema". Empezamos mal y yo que solo quería salvarla del humo de la muerte.

Tosí por el aire cochino proveniente del cigarrillo, en ese momento un autobús nos recogió y yo para joder me le senté al lado a Halconewitz. Tratando de encender un nuevo cigarrillo le dije "si lo prendes me paro y me voy", la mujer dudó y guardó el mismo en la cajetilla, "por qué te sientas al lado mío?, dijo, "es acaso que te dedicas a perseguir a los fumadores?, sonriendo como siempre hago le dije "no, no, para nada, es solo que nunca te había visto, desde cuando estas en la Liga?. Mar procedió a explicar que realmente no pertenecía a la institución, simplemente era una abogada que habían seleccionado para guiarnos a nuestro lugar de reunión, un lugar secreto, dentro de la Facultad de Derecho de la universidad. Yo más calmado, pues no estaba lidiando con ninguna superhéroe, conversé un rato sin obtener otra respuesta que simples monosílabos propios de las mujeres cuando alguien las molesta.

A una cuadra de la universidad el autobús detuvo su marcha. Nos bajamos y la interesante Mar, quien hacía el papel de guía turística nos llevaba cual rebaño de corderos hacia una puerta oculta en la facultad. Una vez adentro nos condujo a un anfiteatro de aspecto gótico y que llevaba por nombre "Lonja de la Seda", sentados y cómodos nuestra guía dijo "todo suyo el salón, disfruten y bienvenidos a Valencia" desapareciendo por una puerta lateral. Nuestro líder dentro de la Liga tomó la palabra y procedió a explicar algunos aspectos que había que mejorar para poder llevar a cabo nuestra misión a cabalidad. Confieso que suponía que se trataba de algo más importante, pero a medida que el hombre habló me di cuenta que solamente era una de las típicas falsas alarmas para reunirnos y hablar pendejadas hasta el cansancio. Los superhéroes somos muy particulares y si no sentimos la imperiosa necesidad de hacer algo simplemente nos quedamos tranquilos, así pues me di cuenta que la nota alarmante no era más que una cortina de humo para convocar una reunión y poder ver a los viejos amigos.

Mientras todos jodíamos y echábamos los cuentos de nuestras aventuras apareció un viejo de aspecto siniestro por una puerta situada detrás del podio. Tomó el micrófono y dijo "finalmente los tengo aquí, a todos ustedes, super estúpidos, y no pienso dejarlos salir con vida de este recinto". En un primer momento pensé "coño hay que ser idiota para amenazar a veintiún superhéroes con esa vejez encima", por supuesto estaba equivocado, Mar apareció de golpe, esta vez llevaba un abrigo largo, de cuero, su peinado había cambiado y sus ojos reflejaban furia contenida. La dama gritó "jodidos anormales, hasta aquí llegaron" y activó con su mano la salida por los ductos del aire acondicionado de un humo de color verde que de inmediato nos lanzó en un profundo sueño, un sueño lleno de pesadillas aterrorizantes y en donde cada superhéroe soñaba con su peor miedo, el mío, pues todavía no pienso revelarlo, hay cosas que debo callar.

Desperté amarrado, el olor a cigarrillo me hizo abrir los ojos, subí la mirada y allí estaba Mar, fumando, escupiendo su humo transgresor hacia mi cara, con una leve sonrisa me propinó un derechazo a la barbilla, mi franela blanca nuevamente se salpicó de sangre, "a pequeño Policarpio" me dijo "esta vez llegarán a su fin". Noté como el mismo signo del vampiro en el escudo de la ciudad se encontraba estampado en la espalda del sobretodo que llevaba Mar, con el sabor de sangre en mi boca alcancé a preguntarle "y ese vampiro?, la dama se volteó y me dijo "joder sudaquita, tan guapo que eres pequeño, si no fueras superbobo iría contigo a donde quieras, y el vampiro es solo nuestro símbolo, el signo de la Mafia Valenciana, institución por demás legendaria y que se encarga de liquidar a imbéciles como tu".

Cerré mis ojos y mi vida pasó por mi mente, coño no podía morir así, amarrado, en un lugar lejano, a manos de unos desquiciados que ni sabía que existían. Nos trasladaron a la Iglesia de los Santos Juanes, el día, nueve de Octubre, la ciudad estaba de fiesta, eso facilitó el plan macabro de la mafia, todos de juerga, nadie notaría que sucedía allí. Adentro de la iglesia nos metieron en unos confesionarios, el viejo del anfiteatro volvió a aparecer y nos soltó un discurso acerca de cómo podríamos hacer el mundo nuestro si nos uníamos a su podrida sociedad. Nosotros atrapados y jodidos nos reímos al unísono, cualquier cosa antes de servir al mal, el viejo aplaudió y aparecieron unas damas vestidas iguales, cada superhéroe en un confesionario, con una dama, a solas, enfrentando una posible última batalla.

Arrodillado en el cajón de madera se abrió la rejilla que me separaba de mi confesor, Mar, sonriente comenzó a narrar situaciones de mi vida en donde mi mayor miedo había aflorado. Nada agradable encontrarse en esa situación, me concentraba para tratar de evitar escucharla pero su voz, su dulce voz me hacía perderme en las redes de mi miedo. "Por qué haces esto?, grité con voz desesperada, la fémina sin inmutarse continuó hablando sin parar, yo intenté persuadirla que lo que hacía estaba mal y que de alguna u otra forma pagaría por ello, ella hablaba, yo también, atento a los detalles logré ver que sus ojos ya no eran violeta sino verdes, la muchacha poco a poco dejaba de fomentar mi miedo y hablaba de su vida, de sus miedos, de cómo había sido reclutada en la facultad por el viejo loco para pertenecer a la mafia y que no le había quedado otra que unirse so pena de que su padre perdiera su trabajo, un trabajo secreto y bien pagado por demás. Allí me di cuenta que estas pobres damas estaban bajo los efectos de alguna hipnosis macabra que las hacía actuar a la merced del viejo psicópata, Mar iba y venía, sus ojos cambiaban de color, a veces me insultaba, a veces lloraba con dolor, le pedí que me desamarrara y finalmente lo hizo, una vez libre y usando mis técnicas de hablador de mierda logré convencerla de quedarse tranquila, con cautela salí del confesionario y le hice una seña a un amigo húngaro que se encontraba en el confesionario de al lado, arrastrándome por el frío piso de aquella iglesia me situé detrás del viejo, quien reía macabramente mientras se comía un bocadillo de jamón serrano, "jódanlos, jódanlos" gritaba poseído el viejo irreverente.

Me persigné y de brinco arranqué a correr, le metí un cabezazo en la espalda al viejo de mierda partiéndolo en dos, el anciano cayó al piso, agarré el bocadillo y le metí un mordisco, el viejo aún recuperándose y totalmente sorprendido trató de dispararme con una pistola de electricidad, yo solté el bocadillo el cual atrajo la carga eléctrica y se chamuscó al instante, con toda mi arrechara brinqué y le caí encima al viejo, esta vez creo que si le partí algo de verdad pues el vetusto personaje gimió y cerró los ojos con un gesto de dolor propio de las gárgolas heridas. Subí la mirada y de todos los confesionarios salían mis amigos superhéroes, muy bien acompañados por cierto, uno de ellos gritó "solo tu Policarpio, que haríamos sin ti la verdad", de inmediato salimos de aquella iglesia y nos dirigimos a la Estación de la Alameda, Mar caminaba a mi lado, temblaba de frío y de miedo, nos informó que los secuaces del viejo vendrían por nosotros, que había que escapar con rapidez.

Me quité mi franela blanca, se la dí a Mar, se la puso y el frío se esfumó, corriendo por las calles llenas de gente por las fiestas decidimos que era tiempo de separarnos para escapar con facilidad de aquella pesadilla, prometimos vernos pronto en otro lugar y cada superhéroe tomó su camino. Mar que se había tomado la confianza de agarrar mi mano me indicaba la ruta a seguir, de pronto divisó a dos secuaces del viejo que buscaban afanosamente entre la gente, una procesión a San Donís pasaba por allí, agarré una de las tablas de madera en donde el santo era cargado y poniendo acento español inventé que el mismo me había salvado de una gripe feroz y que estaba pagando una promesa.

Caminamos un buen rato, el santo pesaba como él solo, sudoroso y cansado ya no veía el momento de liberarme de aquel armatoste, sentí un pellizco en mi brazo, Mar casi me saca un tajo, los dos secuaces nos habían localizado, solté al santo que se cayó pal carajo, varias viejas me insultaban asegurándome que estaría empavado de por vida, corriendo entre la muchedumbre y con dos mafiosos atrás pensaba porque coño me tenían que pasar esas cosas a mi, porque no podía llevar una vida normal, en paz, sin peos gigantes, como cualquier otro ser humano. La persecución no duró mucho, los mafiosos nos capturaron y nos metieron en un carro negro. La figura del estadio "Mestalla" apareció ante mis ojos, a punta de patadas e insultos nos llevaron al campo de juego, en el medio campo el viejo en una camilla rodeado por cinco secuaces más nos esperaba.

"Imbéciles" nos dijo "sin poder alzar la cabeza y con una expresión de dolor del carajo", "liquídenlos" ordenó. Justo cuando los secuaces iban a sacar sus pistolas 20 hombres de distintas nacionalidades pero con un fin común nos rodearon, los monigotes asustados al ver aquello salieron corriendo dejando al viejo solo y escoñetado. Una voz gritó "Policarpio, te la debíamos" y desaparecieron de inmediato. Mis amigos me habían seguido y nos salvaron de una muerte segura. Mar trató de abrazarme, la quité con delicadeza y coloqué mi dedo índice en sus labios cuando trató de decir algo.

Unos minutos más tarde y en el Puerto de Gandía me subía a un barco que me llevaría de vuelta a Venezuela, si es que no me calaba ni una mirada más de las aeromozas de Iberia. Mar con ojos tristes nuevamente intentó decirme algo, la miré y le dije "sudaca será tu abuela Mar, y los superhéroes no estamos para estas mariqueras, sonreí, la besé fuertemente para que nunca pudiera olvidar y me perdí para siempre, y para los curiosos, efectivamente le dejé mi franela blanca…