Friday, February 17, 2006

Todo sigue igual

A veces cuando pienso en la humanidad me decepciono. De inmediato recuerdo que pertenezco a ella, entonces no la juzgo, pues como yo debe soportar todos los embates que supone el existir. Debemos escoger, pues, si nos escondemos de todo y no arriesgamos o simplemente nos lanzamos a las vivencias que pueden darte vida, sin nunca olvidar que podrían quitártela también. Aquellos fueron días confusos, eso debo admitir, por momentos no los logro encuadrar en mi infalible memoria, se me muestran como cuadros abstractos que desean tomar forma pero temen ser descubiertos.

Estaba sentado como siempre en el techo de mi casa, pensando en lo distinto que vemos las cosas con el simple pasar de las horas, lo que queríamos una semana atrás no es lo mismo que deseamos hoy día, el movimiento es parte del cambio, el cambio trae consecuencias, las causas son distintas pero el individuo permanece igual, o quizás no, hasta el sol de hoy no lo he podido responder. Siempre llevamos ese deseo intrínseco de volver al pasado, para acomodar lo que no pudimos arreglar, para no tropezar igual que cada día, es posible que solo debido a que no aceptamos que se fue.

Como siempre hago al sentirme triste me lanzo a la calle a caminar, usualmente a un parque donde juegan niños, ellos me recuerdan lo que un día fui, y que se no volverá, pero que disfruté al máximo a pesar de estar consciente que algún día llegaría la hora de enfrentar al mal purificado. Sonríen felices, es que todavía no saben de dolores ni melancolías, las cosas simples les llenan, los persigo, ellos gozan un mundo mientras me gritan que soy un monstruo que les quiere atrapar, quizás en eso me he convertido, en un monstruo, es que he visto muchas cosas, demasiada injusticia para mi gusto.

Ese día pareciera que nada podrá levantar mis ánimos, me canso fácilmente y me siento. Una pequeña niña se me acerca y me ofrece la mitad de su helado, se ensucia las manos mientras lo parte, la verdad es que no tengo hambre, pero acepto su generosidad, se limpia sus manos en mi pantalón, luego se echa a reír cuando ve el desastre que ha hecho, hablo con ella, un rato, de las letras que ha aprendido en el colegio, de los muchachitos que la fastidian, me dice que se quiere pintar los labios y su mamá no la deja, me echo a reír, la pequeña me roba una sonrisa, si ella supiera lo que debe enfrentar cuando crezca.

Me levanto y me voy, me escondo tras unos árboles, últimamente he estado así, abstraído, pensativo, me protejo de algo, pero no se de que se trata. Hay quien piensa que ser superhéroe es un pasatiempo como cualquier otro, no saben que a diario vemos de cerca el terror en los ojos, la lucha de poderes, nuestros valores son cuestionados por minuto, la tentación nace en nuestras venas, la maldad encarnecida, la violencia supina, y el dolor humano a la máxima potencia, que no es más que la vitamina de aquellos que usan el mismo como bastón para apoyar sus torcidas vidas.

A lo largo del tiempo he ganado muchos amigos, pero la cuenta de enemigos se desborda, me hace sentir bien que no le gusto a todo el mundo, sino sería muy aburrido, pero hay gente de gente. Hay batallas que se que volverán a mi vida, en algún momento, hay cosas que se que ellos no saben, pero los caminos están construidos con bifurcaciones para alejar, y para luego acercar, hay batallas que han quedado divididas, tarde o temprano me enfrentaré de nuevo a viejos demonios que no han saldado sus cuentas, me evitarán, pero los encontraré de alguna u otra forma.

Regresando a mi casa y distraído como siempre tropecé con una alcantarilla abierta, el resultado un hueco en mi rodilla. Sangrando seguí mi camino al hospital, entré a la emergencia y me senté en una silla a esperar que alguien se apiadara de mi. Así fue como conocí a Tina Garcilazo, la única alma caritativa entre la multitud de personas que se acercó y procedió a limpiar mi herida con suavidad y delicadeza, finalmente convenció a un médico para que cosiera mi rodilla, después de indicarme que debía andar con más cuidado se levantó y se retiró, perdiéndose entre la gente que pululaba en el hospital.

Afuera del hospital esperé, pensando en todo como siempre, en que las situaciones se presentan por razones obvias pero que siempre le estamos buscando soluciones complicadas por el hecho de no aceptar que la vida es más constante y predecible de lo que parece. Finalmente salió por la puerta del hospital, me acerqué y le entregué una rosa que había tomado prestada de un jardín, sin decir ninguna palabra hice una reverencia de agradecimiento por haber tenido la gentileza de acercarse a mi cuando mi rodilla sangraba, si ella no lo hubiera hecho quizás seguiría en el hospital, la bondad se encuentra, es solo que la maldad tiene ojos color miel.

No pude quitarme su rostro de mi mente, no me quedó otra que seguirle para verle, ella caminó pausadamente y llegó a un pre-escolar. Pensé que se trataba de su hijo, su cara de angustia se esbozó de inmediato, el llanto la hizo presa, la desesperación rondaba en el ambiente. Me paré a su lado y ella me abrazó, procedió a explicarme que se trataba de su hermanito, al parecer había sido raptado por una banda de maestras inescrupulosas que habían decidido llevarse a cinco pequeñuelos con fines desconocidos, me miró y me dijo que debía ayudarle, sus padres de viaje, regresarían a la mañana siguiente. A ella le habían encomendado ser el guardián del infante, su desolación era abismal.

Mi rodilla dolía, creo que otras cosas también, adonde se habrían podido llevar a los pequeños?, de que se trataba todo esto?. Hice algunas llamadas sin lograr obtener información precisa sobre el asunto, un informante que a veces me ayudaba me dio ciertas luces, habló de Maria Luisa Salvatierra, cruel mujer, malvado pedazo de carne. Según me contó esta descorazonada transeúnte del planeta había amenazado varios meses atrás con llevarse varias almas puras en venganza por haber sido víctima de los hombres, su odio eterno, lo iba a pagar con cinco infantes a los cuales no los dejaría desarrollarse para poder herir a las mujeres en su adultez.

“Menuda cretinada”, pensé para mi, “eliminar pequeños para que al crecer no puedan hacer de las suyas”. Me quedé callado para no preocupar a Tina, le dije que íbamos a resolver el asunto, que todo era cuestión de tener un poco de calma, que debía creer en mi, que para eso estaba allí, que para eso estamos los superhéroes. Ella sin entender de que hablaba pero poseída por la angustia me dijo que sus padres me pagarían, que me darían todo con tal que rescatara sano y salvo al querubín de la familia. Sonriendo le informé que yo no cobro por salvar, que está en mi, que de eso me alimento, que allí crezco, me hago, me multiplico, no hay que darme nada a cambio, quizás algo de gratitud, pero eso nunca lo digo, me lo reservo.

Había un solo lugar donde la macabra Maria Luisa y sus secuaces podían haber llevado a los niñitos engañados, un lugar donde se quedarían tranquilos hasta ser dormidos para siempre, enviados de golpe a la eternidad. Se trataba de una especie de parque de diversiones, feria de comida, sala de juegos, un espacio para divertirse. Allí los pequeñuelos se sentirían tranquilos y acompañados por sus maestras, nunca sospecharían que su fin se acercaba. Subido en mi carro, con mi perro Alerón a mi lado y Tina casi en trance en la parte de atrás me comía los pedazos de asfalto para llegar con rapidez al lugar siniestro.

Le pedí a Tina que me esperara afuera, pues las maestras del mal le conocían, yo simplemente era un don nadie más dentro de la masa que se entretenía. Caminé tratando de localizar al grupo de niños, sin aval, no les veía por ninguna parte, pregunté y nadie supo responderme. La vida tiene momentos donde la desesperación nos domina, sino somos capaces de sentarnos a pensar por siquiera dos minutos y armar el rompecabezas en nuestras mentes las decisiones que tomamos usualmente descansan tres metros bajo tierra. Me compré una Coca-Cola y me puse a jugar algún video juego, mi mente voló con la gracia de los dibujos animados, pensé como podía pensar una mente siniestra como la de Maria Luisa, por unos minutos sentí lo que es ser de los malos.

La casa embrujada del local era famosa por sus trucos que asustaban y por los personajes que eran humanos disfrazados. Haciendo uso de mi poder de convencimiento me logré disfrazar de diablo, con cachos, tridente, cola, y por momentos creo que llegué a sentir el olor a azufre. Aprovechando el momento asusté a varias parejitas de noviecitos que utilizaban la casa del terror para hacer de las suyas, mi tridente de plástico servía de ente abusador que les cortaba la nota en que se encontraban sumidos, pero no me podía distraer, los pequeños eran mi prioridad.

El lugar algo oscuro no se prestaba para errores, sigilosamente me moví mientras sudaba con aquella vestimenta roja, buscaba algo que me hiciera sentir que los pequeñuelos estaban cerca. Montado en un pequeño trencito que recorría la mansión del horror posaba mis ojos sobre cada lugar donde podían estar escondidos, di varias vueltas sin encontrar rastro alguno, mi esperanza decaía con el pasar de los minutos. Decidí bajarme y adentrarme hacia una especie de bosque construido con material de utilería, un diablo en el bosque no es lo más común, uno de los empleados que hacía de hombre lobo me indicaba que debía salir de allí e irme al infierno.

Escapando del hombre lobo quien trató de luchar conmigo para mantener el orden en la casa embrujada terminé cayendo al piso, al subir la mirada, un grupo de niñitos se reían de mi, cinco para ser exactos. De inmediato Maria Luisa se me paró al frente y trató de seducirme como supongo hacía con todos los hombres que conocía, ella pensaba que era uno de los empleados del lugar y que simplemente con meterme un cuento chino me iría tranquilamente mientras ella culminaba con su obra trágica. Los niñitos algo asustados por mi disfraz se escondían tras un árbol de anime, Maria Luisa seguía jugando su juego para no levantar sospechas.

No hay nada peor para una mujer que no hacerle caso, en el momento en que sienten que uno ya no está detrás de ellas chillan cual tortuga herida de granada. Esto se aplica también en esos momentos en que intentan atraparlo a uno, mientras más frío se mantengan ellas perderán el control con facilidad. Maria Luisa un tanto desesperada porque yo trataba de jugar con los niños me agarraba la cola de diablo y me decía que por que no jugábamos al diablo y a la diablita, ya algo cansado de aquella burla incansable de la mujer decidí que era hora de ponerle fin a su intento de liquidar a los infantes.

Haciendo uso de mi tridente de plástico la ensarté, bueno el tridente se dobló y realmente no me quedó más remedio que darle una patada por el trasero. Maria Luisa era fuerte, y sus secuaces se abalanzaron sobre mi de inmediato, yo comencé a gritar para crear el caos dentro de la mansión del terror, mis amigos, es decir, el hombre lobo, drácula, frankenstein y otros monstruos corrieron a ayudarme, los niños pensaban que todo se trataba de un juego y reían y lloraban en medio de la confusión. En plena lucha mi careta de diablo cayó al piso y los empleados disfrazados me miraban extrañados al ver mi cara que nunca antes habían procesado, pero igual siguieron luchando con las maestras del mal hasta dejarlas rendidas en el suelo de aquella mansión del miedo.

Me subí al trencito con los cinco niñitos, pero no sin antes tener que combatir una vez más con la malvada Maria Luisa, quien con toda su fuerza me golpeó en la cabeza e hizo que me saliera del carrito. Ella siguió con los infantes, yo apenas recuperándome del golpe logré correr detrás de ellos, y haciendo uso de la cola de plástico logré lanzarla hacia los rieles en donde el trencito quedó detenido de golpe haciendo que Maria Luisa saliera volando y se abriera la frente en dos. Una vez reestablecido el orden me escabullí sin que nadie me viera.

Afuera me acerqué a Tina y sonreí, ella nuevamente insistía en querer pagarme de alguna manera, señalé la sonrisa de su hermanito, esa era mi paga por ese día, el pequeño quien no me reconocía sin mi traje de diablo se encontraba agarrado a la pierna de su hermana. Tina moviéndose hacia mi me besó, el pequeño algo celoso por el hecho me pegó una patada en la espinilla, mientras Tina volteó a reprenderlo yo escapé sin más ni menos, a desaparecerme, a seguir mi camino, mi vía solitaria pero tranquila.

A lo lejos escuché como el pequeño le decía a su hermana “Tina, Tina el diablo nos salvó”, la bella dama mirándole tiernamente y aún con su vestimenta de enfermera le dijo, “no mi amor, un ángel te ha salvado, a veces lo que llevamos por fuera no es lo que sentimos adentro”…