Saturday, December 23, 2006

Inentendible...

Después de la tormenta viene la calma, para otros. Con su cabello largo, cual poeta arruinado y su barriga de mero se volteó para observar mis pasos, esa era su obsesión, seguirme hasta el fin de todas las eras para hacer lo que él mejor sabía hacer, robar. He conocido dos clases de enemigos, los payasos y los sinceros, la diferencia entre ellos es básica, pero la mezcla los hace peligrosos. Hay situaciones y momentos que debemos aceptar, nos seguirán por siempre, no importa si tratas de esconderte son parte de tu ser, es que tenían que hacer este planeta divertido de alguna manera, entonces inventaron las repeticiones, las repeticiones de lo que llamamos el mal.

El viento toca mi cuerpo, eso puedo sentir, al menos eso me hago creer. Todo se ve distinto desde aquí, la calma ha reemplazado a la duda, la agonía de saber que algo falta por hacer se desvanece cuando entiendes que los ladrones actuaron como lo hicieron pues no saben otra cosa, lo llevan impreso en sus almas, son timadores de nacimiento, rateros por convicción, violadores de la palabra, ingenieros de la maldad, bastiones del odio, guías del desprecio. Ya no debe importar, el entendimiento es la píldora para el descanso eterno, una vez que interiorizas las razones nada te puede detener, es solo cuestión de tiempo, del pasar de las horas para verles caer en su propia trampa.

A lo lejos veo como pasa el tiempo, si es que lo quieren llamar así, desde aquí se puede ver su andar, su dulce y amargo transitar por las vidas ajenas, las cuales no le importan. Es que es distinto acá, se sabe de motivos y quereres, lo desconocido es fácil y lo conocido te acompaña, la claridad alumbra la razón, y no hay quejas para el pobre corazón, descansas en una cama sin sueños frustrados, tus sueños no en vano nacen para vivir a tu lado. No existe la traición ni el dolor, el enemigo camina de frente, no busca agredirte es simplemente diferente.

Me incorporo dentro mi soledad, aquella en donde el silencio me acompaña para nunca traicionarme, la idea que traspasa mi quietud me hace dudar acerca de lo real y lo borroso, simplemente me recuerda que el camino es largo y los enemigos nunca descansan. La historia continuaba como siempre, las paredes blancas que rodeaban mi existencia se mantenían a raya, esperando el momento para actuar, a veces protegiendo, a veces asfixiando. La diferencia entre el sol y la lluvia es solo materia de percepciones, la brillantez de uno puede ser confundida con la opacidad de la otra, como les miramos las dota de matices distintos, es que nunca aprenderemos a darnos cuenta.

Me muevo entre la brisa y la quietud, zozobro entre el llanto y la virtud, resulta difícil estar sin estar, es como esperar sin cambiar. “Señor? Señor?, pregunta el mesonero, subo la mirada y recuerdo donde estoy, no se que hago allí pero estoy, “desea algo de tomar? continúa el hombre vestido de traje, “se siente bien? prosigue, hago una seña de aprobación y pido un vaso de agua, el hombre la sirve de inmediato, y yo la deposito con más velocidad, estoy sudando pero hace frío, estoy rodeado y aún así la soledad es parte del legado, nuevamente trato de procesar que estoy haciendo en ese lugar, es que a veces se me olvida el transcurrir.

Caminando entre la muchedumbre y la algarabía puedo sentir como no están pendientes de sus vidas, pero de las de otros. El ruido es inclemente, el reflejo de las joyas nocturnas se hace latente. Me siento en una mesa en la cual discuten sobre la realidad, es decir, sobre su realidad, observo y escucho, hablan de la bonanza económica del momento, uno que otro hace un comentario sobre las damas de la fiesta, todos ríen, celebran la gracia, y continúan con su tema. Vuelven la mirada hacia mi, me conocen por supuesto, y están esperando mi opinión, les digo algo, lo que quieren escuchar, hablo de factores internos y externos, de causas y consecuencias, de probabilidades y estadísticas, de nuevo otro comentario sobre las damas hace que todos estallen en carcajadas, nunca termino lo que empecé, me paro, hago una reverencia y me despido.

De mesa en mesa voy danzando, buscando razón de todo aquello, aún no se como llegué a este lugar, solo puedo reconocer que hay una alegría sonante. A lo lejos distingo a unos viejos conocidos quienes se asombran al ver mi ser, me hablan de la gran sorpresa de la fiesta, y ponen en duda que yo no supiera nada, me toco el bolsillo del traje de payaso que llevo puesto, mi china ha sido olvidada. Todos tenemos algo que nos hace sentir seguros, hay quienes ponen esa tarea en alguien, distintas maneras de afrontar y en definitiva razones para escapar, para escapar de lo que no podemos evitar.

Tiempo atrás le vi, no se en que dimensión o si fue en el automercado, pero de algún lugar le recuerdo, lleva la misma sonrisa, la cual esconde algo que no desea mostrar, sube la mirada y sigue mis pasos, mi duda entre socializar y salvar aumenta a sus niveles críticos, si tratas te frenan, si no intentas te excluyen. Paso con cuidado y hago un gesto al cual recibo una respuesta, una mirada que vuela junto a una media sonrisa desinteresada, debe ser que muchos atacan, sin conseguir lo que quieren, posiblemente no saben que es todo muy fácil si se sabe como se hace.

Mi objetivo se encuentra a unos cuantos pasos, la puerta de salida de aquel lugar, centro mi mirada en las grandes visagras que adornan la madera, pienso que nada me puede detener, por un segundo olvido que aunque todos sabemos que al final del existir nos vamos a ir debemos transitar para llegar. Aquel olor hace que frene en seco, no solo es el olor es lo que llego a escuchar, se puede hablar por hablar, pero mentir para excusar no goza de perdón ni ahora ni jamás.

En una mesa están todos juntos, sus caras de sorpresa no pueden ocultar, no quieren verme allí, como he podido osar. La voz de la razón se enfrenta a la corneta de la irracionalidad, veo pasar momentos en segundos, siento como aún tratan de llevarse algo. “Pero que descaro” dice uno de ellos, “vamos a llamar al abogado” dice otro de los idiotas sin subir la mirada, los otros siguen con algunos comentarios nada felices, él mas zángano de todos se pone de pie y me ofrece unos golpes, yo espero paciente para simplemente seguir, desde un primer instante mi reacción ha sido el silencio, pues el mismo es eterno, no se compra no se vende y desde del comienzo de todo ha hecho lo que sabe hacer, permanecer callado.

En la tarima todos cantan y bailan, cuando aquel funesto personaje toma el micrófono y anuncia a todo gañote que pretende dirigir unas palabras con motivo de la ocasión. Comienza con las salutaciones de rigor, divaga un poco y luego dispara una confesión que más bien suena a una búsqueda de perdón. “Quisiera me disculpen por esta interrupción en tan magnífica rumba, pero es que el peso de la conciencia no me deja dormir, ni siquiera los tragos que me echado hoy alivian el plomo que habita en mi debilitado disco duro, ciertamente se trató de un robo, y quiero que estas palabras apologéticas lleguen a su destino….le quitan el micrófono y se la llevan entre llantos y murmullos, hay quienes gritan “nos cagaste la fiesta” y otros simplemente “vete no jodas”, yo sonrío, por dentro como suelo hacer, los remordimientos son armas infalibles, a pesar que digan lo contrario.

A lo lejos escucho los gritos propios del momento, esos que inundan el ambiente festivo con su carga de severidad, la conciencia ha acabado con una celebración, a veces ella misma termina con el existir. Me pregunto si esa era la sorpresa de la que hablaban los conocidos, pero no tendría sentido, sigo caminando hacia donde iba, para desaparecer una vez mas, para irme por donde vine, para recordarme que aquí sigo a pesar de todos sus intentos. Ahora comprendo que estaba equivocado, hay tres tipos de enemigos, los payasos, los sinceros y aquellos que yo conocí a las faldas de la montaña…

Friday, October 20, 2006

Invitación


Eran días normales de la historia, de esos que pasan por ti pero no pasamos por ellos. Recuerdo haber despertado cansado, alguna que otra pesadilla me había mantenido en vilo toda la noche, el espectro de los ladrones es difícil de borrar, te queda la idea que siempre estarán allí para acechar, para intentar llevarse algo nuevo, aún sin necesitarlo, simplemente por tomar lo que no les pertenece, solo para marcar tu alma con su símbolo de putrefacción.

Todavía con los rastros de una noche mala, y con algunas preguntas sin responder me dirigí a la cocina en donde conversé un rato con mis padres, de la nada y del todo, de cómo ellos veían mi futuro, de cómo a mi no me interesaba el mismo, de aquello que la gente habla, a sabiendas que las cosas tomarán su camino sin mucho que podamos hacer. Me siento al frente de mi computador, quizás esperando encontrar las razones, consciente que no va a suceder, y allí lo veo, aquel correo electrónico con aquella invitación.

No me extraña, la gente sigue su vida normal mientras yo vivo la mía, es la normalidad latente dentro del sinfín de dolores que acaparan a la humanidad. Es una fiesta, como otras, ni mas ni menos, de disfraces, algo así creo recordar, algunos aún recuerdan que existo, no se si por maldad o por curiosidad, o quizás por algún rastro de bondad. Me quedo viendo aquellas letras que me dicen algo, que no son más que parte de un conjunto de relaciones que unen a los habitantes, a veces se me olvida que la gente se relaciona.

Ciertamente es importante para mi estar allí, hay cosas que no debo decir, a veces ni atreverme a pensar, y de pensarlas debo resguardarlas, lejos de aquello que han llamado el dulce existir. Suena el teléfono, a veces quiero que solo sean llamadas para mi hermano, o que simplemente equivoquen el número, no se si llaman por esperanza o por costumbre mas bien. A lo lejos escucho su voz, hay cosas que trascienden el tiempo, que se mueven en el espacio para recordarnos que lo que hacemos hoy nos perseguirá mañana.

Me habla de lo cotidiano, me recuerda que respiro. Estoy siguiendo la conversación, mi mente vuela, puedo hablar de lo mundano y pensar en lo sublime, si solo supieran de que se trata todo esto. Todos tenemos pretensiones, objetivos, motivos. Ella quiere verme, y yo debo seguir, pero mi mente procesa rápido y la compañía no estaría fuera de orden, a veces necesito acercarme, sentir lo sentido, admirar lo corriente, buscar mil razones, andar en su paso, mirar la esperanza, dejarme llevar.

El momento es perfecto, le hablo de la invitación, ella desea acompañarme, para eso me ha hablado. Afinamos los detalles, es que les gusta tener el control total del futuro, sin saber que la relación entre el tiempo y los acontecimientos se mueve a un ritmo distinto a nuestros deseos, si es que se mueve en realidad. La buscaré esa noche, jugaré el juego humano una vez más, la lejanía trae consigo muchas cosas, protección y soledad, hay que saber balancearles so pena de nunca darles su lugar inmediato.

Me estoy preparando, para muchos un rito lleno de experiencias pasadas, para mi un andar en lo andado, el vacío de lo ya experimentado, de lo antes pisado, del sudor derramado. Estoy listo, eso creo, de vez en cuando hay que asomarse, reservar un puesto en primera fila, mirar la realidad, sentir la humanidad. Doy tiempo al tiempo para que pase, leo unas cosas y ordeno en mi mente mis ideas procesadas, entiendo que hay momentos para todo, que hay cosas que llegan, tarde o temprano y que una vez encontradas las enfrentas o serán tu pasado.

Algo me dice que revise de nuevo, y efectivamente allí está, se trata de otro correo electrónico, esta vez en donde me retiran la invitación, piden disculpas, indican que ha sido un error, que han dado un paso en falso, que no debí haber sido invitado, que mi presencia no es necesaria, que no soy bienvenido, que siga, que siga solo por mi camino. Estudio aquel papel con detenimiento, alguna razón debe haber, invitado por error o retirado por conveniencia, en realidad la gente no ha entendido que no necesito reverencias.

Me apego a mi plan y me lanzo a la noche, Lairene, así se llama, me espera tranquila, buscando su oportunidad, moviendo las piezas. Ella habla de aquello que fue y no pudo ser, yo sabía de antemano por donde esperar, sus ojos de color raro me miran fugaces, me traen recuerdos enterrados por siglos, ahuyentados de las sensaciones, dominados por la fuerza de la razón, escondidos en un cofre, en donde guardo la realidad del estar. Le indico que ha habido un cambio de planes, me han retirado la invitación, Lairene hace preguntas, ella siempre pregunta por todo.

Quiere saber, pero yo no tengo intenciones de responder, yo se porqué me han obviado son esas cosas, tonterías del pasado. En este caso no importa el lugar, no para ella, simplemente se conforma con poder realizar. Mi mente está dividida, yo se lo que quiero pero no entiendo de sentimientos encontrados y mucho menos despedazados, nos sentamos a la luz de la noche, esa que han dejado de ver, aquella que ilumina el camino de aquellos que lejanos estamos, la guía de los que al mar hemos sido lanzados.

Conversamos, hay tantas cosas que aclarar, al menos eso dice ella. Nos entendemos, una señal clara que horas han transcurrido, días eternos, meses solitarios, años sin nombre. Una sonrisa me hace volar, a aquellos días en que solía jugar, hay situaciones que debo configurar, el pasado vuelve silente, envolvente, sin huellas visibles, ataca al presente. Como le explico, como explicar aquello que no tiene cabida en el manual ya inventado, la simpleza del mundo ha sido olvidada, lo necesario para cuadrar siempre está al frente, nuestras narices huelen pero no saben de mirar, es así como aquel nombre retumba en mi mente, debo actuar y rápidamente.

Ella me mira disgustada, no puede creer que tenga que correr, es solo un reflejo de lo que ha sucedido, no entiende como puede ser que esté todo perdido. Prometo volver, pero en dos lugares al mismo tiempo no puedo estar, ella quiere que la lleve conmigo, pero si es que supiera que hay jugadas del destino. A toda prisa, como un loco, corro por las calles y avenidas, puedo escuchar su llanto a lo lejos, el miedo de pensar que he decidido escapar, si solamente supieran que hay que confiar, creer en lo desconocido y dejarse llevar.

Ahora me acuerdo que se trata de una fiesta de disfraces, yo no llevo ninguno, quizás solo la máscara de mi largo caminar. Entro desesperado por la puerta, mi presencia no es bienvenida, pero hay cosas que debo hacer así me cueste la vida. La primera cara que veo es alguien que viste de diabla, de inmediato reconozco su acento, es Tribeke, la noruega sin destino, me detiene y hace preguntas, quiere saber que hago allí si soy solo un intruso despreciable, mi mirada busca otros horizontes, trato de ser amable y explicar con motivos fundados mi osadía de estar allí, finalmente y cansado le agarro el tridente que lleva en su mano y lo lanzo al otro lado de la sala, su mirada de odio me causa gracia, pero su vida ordenada necesita el todo, sin tridente no está disfrazada, me deja por fin, se siente burlada.

Una finlandesa me rodea, de nuevo me miran feo, ahora me da por reírme y es que al verle disfrazada de traficante de drogas no puedo hacer otra cosa. Su novio se acerca y me ofrece unos golpes, yo sigo riendo y le doy la mano, el hombre desconcertado mira al techo, yo de un salto sigo mi trecho, gordita y gozona aparece la inca rabiosa, me mira de lado y me detalla buscando deseos, de nuevo me dicen que no debo estar allí y es cuando veo al Ojú, ese viejo animal gitano, que se encuentra en una jaula haciendo su clásico chirrido, me dirijo a contemplarle, y finalmente a lo lejos puedo mirarle.

Mis miedos florecen, delante de ella está aquel monstruo pedante, le dicen “El Doctorcito” y es muy arrogante. Todo cuadra en segundos, su nombre en el correo electrónico, aquel demoníaco ser se lleva a su paso la vida palpitante. Me acerco, las miradas se clavan sobre mi, aquel siniestro hombre y ella, María Gracia, es ese su nombre. La furia de este personaje se pierde de vista, él piensa que he venido a quitarle su presa, a cambiar el destino, a moverle el sentido. María Gracia me observa con odio en sus ojos, si ella supiera que en mi mundo no hay eso, que crezco del bien y no daño consciente.

“El Doctorcito” que además muy poco original va disfrazado de médico, me invita a salir por la puerta, me ofrece miserias y penas eternas, molesto y salido de sus cables toma el estetoscopio en una mano y comienza a batirlo en el aire haciendo que retroceda hacia la puerta, sus gritos y alaridos se escuchan por doquier, hay gente que baila, otros que beben, algunos conversan jugando a la vida. Ha llegado la hora, hay momentos en que debemos aceptar lo que nos viene, hay tiempos en donde no queda mas remedio que actuar.

Mi china en mi mano, el garbanzo a la frente y aquel mastodonte de conocimientos cae a la tierra, ante el asombro y disgusto de los presentes, muchos ofrecen aniquilarme, se ensañan en mi contra, me curan con roña. María Gracia observa al hombre caído, todavía lleva el trago en su mano, aquel que le ha servido “El Doctorcito”, se me para al frente y me dice que no quiere verme nunca más, que desaparezca, que vuele a tierras lejanas, que no vuelva a su andar. Yo asiento con la cabeza, he aprendido a obedecer, pero no sin antes tomar su trago y echarlo en el piso, el cual se derrite de inmediato, el vodka derramado, un lindo trago de vodka con ácido muriático, ante la mirada atónita de los presentes, ahora entienden porque estaba allí, y tratan de disculparse, no saben donde resguardarse.

Me volteo y acepto, espero que entiendan, estar o no estar no es importante, es solo cuestión de saber cuando hay que estar, yo se por donde vengo y hacia donde voy, mi paso no lleva un ritmo cadente, es simplemente mi manera, así sea inclemente. Afuera hace frío, eso creo recordar, me dispongo a caminar, solo como siempre, cuando veo su sombra, luego su ser, es la misma mirada de años atrás, le tomo de la mano y sigo con mi andar…

Thursday, October 05, 2006

Seré

Me despierto de un brinco, salto en la cama buscando escapar del sueño, es solo quizás que escapo de una realidad latente. Solo puedo combinar partes de lo que mi mente procesaba, la veo a lo lejos, sonriente, con una sonrisa falsa, el dolor le agobia, el peso de la mentira falsiforme la invita a autocomplacerse, a darse razones para justificar el robo, los ladrones perduran en mis sueños, es solo otra de las realidades grisáceas que no se pueden borrar, que te persiguen por siempre, que te acostumbras a llevar por doquier, que a pesar de su poder destructivo tienes que caminar sorteando su invitación a desplomarte.

Ahora, al incorporarme entiendo que era solo otro proceso del subconsciente, uno de esos que te quitan el sueño aunque te encuentres durmiendo, de aquellos que pertenecen a la biblioteca de los miedos, en donde te aferras a las sábanas con la esperanza que te salven de aquellas abominables figuras, de esa mezcla de olores putrefactos que solo una camada de rateros puede emitir, ciertamente recuerdo que me ofrecían un mundo nuevo, las maravillas del poder, la tristeza de ser un peón, la soledad que ese conjunto de seres mefistofélicos te hacen sentir al rodearte.

Ha llegado el día, ese que mis padres han esperado por años, finalmente me han curado, o eso piensan todos ellos, es el momento de salir al mundo de los humanos, a la extensa gama de juegos encontrados, en donde hay que ganar o perder y donde simplemente olvidaron que es mejor andar a un lado que por encima o por abajo. Aún con el terror que produce el simple hecho de soñar con seres despreciables, me disfrazo, esta vez no como en mi infancia con mi capa, llevo un traje de payaso, con corbata y pantalones de fina tela, mi madre me mira orgullosa, yo sonrío, no quiero que sepa que simplemente esto lo hago por darles una satisfacción.

Avanzo a mi paso, miro alrededor, el olor de esa flor que cae de aquel árbol me recuerda mi infancia, a lo lejos veo la puerta de entrada, el boquete hacia la realidad, es un túnel negro, sin luces, que espera silente para tragarte hacia sus dominios. Me dirijo a la recepción, sentada puedo ver a esta mujer que con desparpajo se pinta las uñas, a un lado la cajetilla de cigarros, y en conjunto toda una gama de tristezas y frustraciones la hacen un espectáculo a la desgracia. Saludo, de buena manera, apenas alza la mirada, el peso de su vida no le permite mirar directo a los ojos, sin hacer muchas preguntas me entrega un carnet, de visitante, ni siquiera pregunta a que he venido, como siempre estoy solo en un lugar desconocido, solitario es la verdad.

Encuentro maneras, me muevo hacia donde me esperan, finalmente soy recibido por una mujer, regordeta, con ojos claros y poca clase, me mira de arriba abajo, a leguas se puede ver que busca un tesoro perdido. Me indica que me dará un tour de las instalaciones, y comienza a hablar, repite como un loro algo que no me interesa, mezcla su discurso con problemas personales que tampoco me interesan, ella habla y yo observo, lleva un anillo en su mano derecha, y ahora habla de su marido, un cantante de rancheras o algo así, de como no lo soporta, de como quisiera una vida distinta, de su infelicidad eterna por no poder bajar esos kilos que la hacen ver como una ballena azul. Yo educadamente voy respondiendo a lo que considero debo, el tour se acerca a su final, he estrechado varias manos, he visto un sin fin de miradas, todas con la misma expresión, odas al aburrimiento.

Pasa por mi lado, hace un gesto con la cabeza, sigue de largo sin detener su andar, antes de cruzar a la derecha voltea de nuevo, yo no he dejado de mirarle, creo que deja ir una sonrisa, el mundo está lleno de ellas, es solo que nunca sabremos si son sinceras o no. La mujer del tour se despide, me deja en manos de otra dama, esta vez dentro del departamento al que me han asignado, ésta me dirige a mi oficina, me pide que me sienta cómodo, se da la vuelta y se despide. Estoy sentado viendo un ramo de flores, lo han traído para darme la bienvenida, subo la mirada y está parada allí, se presenta, en pocas palabras deja claro que ella manda, es muy blanca, casi transparente, de ojos claros, y personalidad perversa, eso se puede ver sin conocerla.

Me da algunas indicaciones, me pide que la acompañe a conocer al Presidente, “el manda más” dice tratando de ser graciosa, pero su gracia se ha quedado en donde la fabricaron, yo sonrío para no causar molestias, en cuestión de minutos estoy sentado frente a aquel hombre calvo, con mirada profunda, de maldad, llena de sed por el poder, de destrucción feroz. Me agradece haber aceptado el trabajo, sus palabras gozan de la mentira de la altura, la mujer se encuentra allí y hace algunas preguntas, sin sentido, solo por molestar, simplemente para impresionar, buscan envolverme, en realidad nunca me conocerán.

Sentado en un escritorio me entregan miles de papeles, al mirarlos simplemente recuerdo como me quejaba en mi niñez cuando algo contenía muchas “letras”, sin pensar resuelvo, tomo acción y encamino aquel mastodonte de errores hacia un mundo nuevo. Mi estómago me recuerda que debo depositarle de vez en cuando, me levanto y me dirijo a la cafetería, ordeno algo del menú, me siento en una mesa, alejado como siempre, en donde nadie me pueda ver. Siento una sombra aproximarse, es la misma sonrisa de un tiempo atrás, se excusa y pide permiso para sentarse, yo accedo con un gesto de mi mano, hay cosas que nunca cambiarán.

Se presenta, su nombre no logro recordar hoy en día, será posible que nunca lo dijo?, ella habla y yo escucho, demuestra lo que tiene, lo que lleva, no es su culpa, su mundo le ha enseñado a relucir, sus ojos brillan con el pasar de sus palabras, sus gestos demuestran el interés en lo desconocido, su discurso se alimenta del dolor de las experiencias pasadas, su búsqueda es eterna, delicada, minuciosa y lleva un destino fijo. Ahora quiere saber de mi, como le explico que no se que hago allí, que soy un superhéroe sin capa, que mi vida no gira en torno a mi, que ellos quieren proteger su individualidad y yo por el contrario me muevo en pro de la humanidad.

Yo puedo hablar, alimentar su deseo de saber, de intentar conocer, eso hago, con tranquilidad y pausa, ella me mira dudando de aquello que cuento, es mi historia y no pretendo cambiarla, las mentiras son parte de la vida, las verdades nos la hacen vivir. Ella sonríe, juguetea con su cabello, es algo ondulado, simplemente se vende sin querer, intenta lo que hacen todas, busca, busca ese halo de estabilidad que le permita discernir entre la noche y el día. Me interrumpe y me dice que realmente tengo una imaginación extensa, dice algo de como le he hecho el almuerzo agradable, comenta que no se conocen “locos” como yo en un día cualquiera, ella no cree en mi historia, es que no la han enseñado a creer.

Bajo el tono de mi conversa, me limito a decir lo que se quiere escuchar, me centro en sus ojos, algo amarillentos, puedo oler su perfume, es una mezcla rara, no puedo distinguir si es su piel o una fragancia extraña. Entre dimes y diretes ella me pregunta que planes tengo para el fin de semana, es lunes, de aquí hasta ese momento pueden pasar tantas cosas, mi respuesta no es la que espera escuchar, se excusa y dice “perdón, no sabía que tenías novia”, ella asume algo que no es, no está acostumbrada a que le rechacen, yo me limito a esbozar una sonrisa, luego de una pausa le digo “ya veremos, la paciencia es una virtud que tarda en desarrollarse.”

En una tarima que se encuentra al fondo de la cafetería se abren unas cortinas, allí aparece el Presidente, quien según me cuenta la dama que me acompaña va a dar su discurso de principio de semana. El hombre de mirada farsante se acomoda su corbata y su traje, mira a todos lados y saluda con sus aires de grandeza, comienza a hablar de la productividad de la compañía, de sus ires y venires, se encuentra escoltado por la mujer regordeta y por la otra de ojos claros, ellas atentas aplauden la información que sale de la boca de aquel discípulo de lo oscuro. El discurso toma una dirección inesperada, el hombre se torna profundo y conciso, ahora habla de como solo las almas buenas podrán guiar a la corporación por una senda de éxitos.

Me incorporo en la silla, y le presto atención, un ser lleno de odio como este calvo personaje no puede hablar de esto sin tener un objetivo macabro. Se arregla sus lentes y sonríe, la mujer regordeta le entrega unos papeles, el lee por unos segundos y luego dice “que comience la función”. Desde la parte inferior de la tarima sale una especie de altar, no puedo dar crédito a lo que mis ojos observan, los allí reunidos se emocionan al ver como el Presidente se coloca una capa negra con rastros de sangre, sus ojos brillan, los ojos de sus acompañantes hacen lo mismo, la fiesta está por comenzar, la hora del sacrificio ha entrado en su lugar.

“Oh Satán! grita el viejo ahora endemoniado, “Oh Belcebú, a quien rindo pleitesía, indícanos a quien debemos inmolar en tu nombre Oh sagrado”. En un principio quiero correr, luego me da por reírme, la dama que me acompaña en la mesa no me mira a los ojos, se encuentra sumida en una especie de pánico placentero que en realidad asusta. El Presidente lleva en una mano un bastón, en la otra un timón de barco, y en la cadena que usa como correa se puede ver una daga que tiene unas letras que no logro distinguir, ahora grita “Oh tu Demonio que guías mi vida a quien deseas para complacerte”, sin mediar palabras toma el bastón y señala hacia la mesa en donde estoy sentado, sin poder reaccionar unos hombres con características de enfermeros de hospital nos toman por los brazos y nos suben a la tarima.

“Mis dulces discípulos” dice el viejo calvo, el Presidente para otros, “quien de ustedes nos entregará su alma para deleitar a mi Padre Lucifer?, quien será?, ahora suelta el bastón y toma el timón de barco que tiene una especie de punta, el hombre en su delirio prende un tabaco y comienza a mover el timón, de pronto se detiene frente a mi, y grita con odio “Tu, tu, tu, Policarpio, eres el elegido”, la cafetería ruge en gritos y aplausos, yo por mi parte solo puedo recordar aquellos días en que corría libremente con mi capa, en aquella época donde entendí lo que era, donde acepté mi misión.

El hombre le entrega la daga a la dama que me acompañaba a almorzar y le dice “tu tendrás el honor, tu eres la que debe sacar el alma de este discípulo para alimentar a mi todopoderoso guía Luzbel”. Ella me mira, sus ojos reflejan sentimientos encontrados, su vida pasa delante de la mía, mi vida sigue su curso normal. Los hombres con apariencia de enfermeros me sientan en el altar, allí estoy yo, viendo como todo esto sucede sin saber el porqué, pero hace tiempo dejé de preguntar, es solo cuestión de actuar, actuar y aceptar. Me vienen a la mente los ladrones, a quienes prometí que podrían llevarse todo menos mi alma, es una promesa que debo cumplir, sino como puedo mirarme al espejo por el resto de mi existir.

La dama está parada detrás mío, levanta la daga y hace un movimiento fuerte, la misma en vez de ir a parar a mi nuca, se entierra en su estómago, escucho un gemido de dolor, escucho al Presidente gritar algo que no entiendo, la regordeta corre despavorida, pero mi china ya está en mis manos, y un garbanzo en la parte trasera de su coco la hace caer, la mujer de ojos claros se abalanza sobre mi, al igual que hacen los tipos que me han llevado allí, chinazos precisos eliminan a los “enfermeros”, pero la mujer de ojos claros logra alcanzarme con sus manos, sus uñas pútridas se clavan en mi cara, siento como la carne se queda pegada, entiendo que las cicatrices son canciones sin letra que se encumbran en nuestras almas para siempre acompañar a la orquesta de nuestro andar.

Su fuerza no es total, sin pensarlo y sin hacer uso de mi fuerza le recuerdo con mis palabras que todo su poder está basado en la mentira, que la materia desaparece mientras lo intocable perdura en la eternidad, que llevarse lo ajeno te alimenta en el momento pero luego solo te queda el intento, mirando fijamente a sus ojos derrotados me volteo pues en ese momento entiendo que mi enemigo ha descansado y ella rendida ante la verdad no puede hacer otra cosa que sentarse a llorar.

Me muevo con velocidad, puedo ver al Presidente huyendo, haciendo lo que sabe hacer, me quito la corbata, uso la misma para detener la sangre que brota de aquella dama, la cargo y salgo corriendo de aquel infierno, ella va perdiendo la conciencia, ha puesto en juego su vida por la mía, me muevo rápidamente con su cuerpo lánguido en mis brazos, su aliento pierde fuerza, sus ojos miran al vacío de la inmensidad de aquella mañana, yo no detengo mi paso, no puedo, le debo mi existir, entro por la puerta de emergencias, en una camilla depongo su ser, es la última vez que le veo, estamos en este mundo y todo puede suceder.

El médico sale y me entrega la corbata ensangrentada, me informa que la situación es complicada pero que debe estabilizarse, vuelvo a respirar por primera vez en horas, quieren saber cual es mi relación con la dama, no es ninguna, y eso no lo entienden, trato de explicar que ha pasado, y me muestran el camino hacia el pabellón psiquiátrico, no esta vez, no lo puedo permitir, escapo, dejando atrás a aquella dama, dejando una parte de mi todo guardada en ese ser, mientras avanzo pienso en todo aquello que he tenido que dejar, que simplemente me han hecho desechar.

Muestro mi ser en mi casa, mi madre ha escuchado la noticia en la televisión, mi corbata ensangrentada le pongo en su mano, ella lleva un pedazo de tela viejo en su otra mano, es mi capa, la capa que usé, me la entrega y sus palabras me dan a entender que finalmente ha aceptado lo que soy, yo por mi parte siempre lo he sabido, superhéroe incomprendido, un humano con misión o simplemente uno más…

Sunday, September 24, 2006

Repetir

“Vuelve!, regresa Policarpio, te ordenamos que regreses, demasiado desbalance has causado, retorna de inmediato, es acaso que no extrañas?, es acaso que no sientes?, donde te has escondido?, da la cara, solo queremos una parte que nos faltó por llevarnos, tu alma triste paladín. Ven de nuevo, aquí te esperamos para tratar de partirte poco a poco. La muerte te queda corta, tu estás solo y los que podrían defenderte han sido aniquilados.” Siento que mi cuerpo está tenso, casi tieso podría decir, mis manos dormidas y mi franela sudada, abro finalmente los ojos, es otro de esos sueños, uno más en donde me desposeen, en donde intentar llevarme, otro en el cual logro escapar al sentir la realidad en mi piel, y allí sonrío, no me queda otra pues liberarse de la suciedad no tiene precio.

Allí me quedo estático, viendo las sombras a las cuales ya no temo pues son parte de mi existir, me cercioro que es solamente un juego en mi mente, que no se trata de algo factible, que simplemente debo levantarme, lavarme la cara y mirarme al espejo, los ladrones solo pueden aparecer en mis sueños, es que nunca han existido. Me incorporo y siento como las gotas de sudor corren por mi espalda, a veces creo que siento su respiración engañosa cerca de la mía, por momentos dudo, dudo de mi mismo, pero ya para ese momento es tarde, no hay tiempo para dudas, la ciudad se mueve constante, la maldad se encuentra suelta, atenta a cualquier resbalón, jugando, escondida en las esquinas, esperando, en su eterna espera del perdón.

A lo lejos escucho un grito que pide auxilio, me levanto hacia mi ventana para darme cuenta que nadie llama a un superhéroe desterrado, el pasado es la realidad de la tristeza. Mi almohada da muestras de la batalla, mi sudor la baña por doquier, librar batallas con ojos cerrados, es que cuantas veces el planeta puede ser despiadado?. Prendo la luz de la mesa de noche para escuchar la queja de mi hermano, el comprende que mi existencia está marcada pero su vida tiene derecho a no ser perturbada. Me hace una seña rogando que apague la luz, mis ojos demuestran el miedo propio de una noche de esas, él también ha sido alcanzado por la asquerosidad de los insultos, por la intrusión agobiante de una desquiciada constante, ahora comprende de nuevo que soy su sangre, cierra sus ojos y perdona la necesidad de la luz brillante.

Es jueves, eso creo recordar, el aparato del juego maligno se pone en marcha, sin pensarlo mucho me lanzo a la calle, aún mi conciencia no me permite olvidar que mientras pasen los segundos en algún lugar del universo un ser humano pide a gritos justicia, la mía, la de ellos, pero nunca la poderosa. Hace frío esa noche en el valle, quizás es la manera de recordarnos que necesitamos el calor, es solo un pensamiento que cruza mi mente, quizás es el recuerdo de aquello que no fue. Mi perro Alerón me acompaña, fiel a sus principios, en su mundo no hay cabida para traiciones, si solo supiera que pasa en el mío. Finalmente decido bajarme en una plaza, no se como he llegado allí, es Diciembre y un pino adornado me llama la atención, me recuerda que los ladrones iniciaron su plan apertrechándose en la vulnerabilidad de ese mes, aprovechando que la sorpresa siempre lleva las de ganar.

Me pasa por delante un heladero, es un viejo calvo, con mirada perdida, con su carrito lleno de promesas para niños, la campanita atrae a los infantes quienes después de obtener su premio se acercan para jugar con Alerón, el gigante de dos colores se regocija con la capacidad inmensa que tienen los pequeñuelos para compartir, me hacen preguntas, simples y directas, de esas que comprendo y que se contestar, más bien que deseo contestar, sus sonrisas me trasladan a un tiempo distinto y entonces comienzo a hablar, de seguro ellos no van a juzgar mi historia, escucharán para luego irse a sus casas, para continuar con su camino, simplemente para nunca olvidar que las cosas toman su puesto, y que nadie se puede llevar nuestro lugar en el universo.

Mi vida apenas comenzaba, es decir, mi vida después de haber sido como ustedes, le digo al grupo que me mira con atención, al decirles que soy un superhéroe se les ilumina la cara, no preguntan si les estoy mintiendo o trato de timarlos, simplemente aceptan que hay cabida para todo. Era una noche muy clara, y debí haberme quedado en mi casa, pero como siempre decidí darle una oportunidad a la humanidad, o quizás ella me la brindaba a mi. La insistencia de mis amigos me hizo ir a aquel lugar, para ese entonces no había sido robado, todavía quedaba en mi la esperanza de encontrar el camino. Dentro de aquel local las cosas se movían a toda prisa, los humanos no han comprendido que el juego del terror se debe jugar con paciencia y no con insistencia.

Era un lugar distinto debo reconocer, un bar con un jardín al fondo en el cual había aparatos de diversiones, juegos para obtener algún premio y hasta una pista para patinar sobre hielo. El grupo con el que salí aquella noche todavía se sorprendía de mi presencia, a veces pienso que algunos me temían, otros desconfiaban y los que mis aliados eran simplemente no se preocupaban. Estaba sentado en un banquillo, solo, todos se habían dispersado, pensaba en todo aquello que no se debe pensar, en esas cosas que te pueden resquebrajar. La ví pasar, esa es la historia de las vidas, siempre vemos pasar a quien no nos corresponde, pero es que sino las viéramos pasar entonces donde estaría nuestro punto para comparar.

Iba sonriendo, acompañada de un muñeco de torta, de esos impensables de la genética humana, ella juraba que tenía el mundo a sus pies, lo que no sabía es que el mundo te puede parar de cabeza en un dos por tres. Mi mirada se perdió al ritmo de sus pasos, mi cuerpo se lanzó a verle, es que en aquella época todavía creía en ciertas cosas, no era difícil soñar con el futuro. Caminaban agarrados de las manos, yo por mi parte me sentía como un bribón que persigue botines, ocultos para las sensaciones humanas, pero latentes para los fantasmas. Su destino era claro, el teatro situado al final de aquel hermoso jardín, en donde una obra empezaría en pocos instantes, en donde su vida cambiaría para siempre.

Dudé por momentos entrar al recinto, nunca me han gustado las obras de teatro, me aburren, si quieren actuar que lo hagan en la vida real, y que sus intenciones sean sinceras, pero he de respetar, algo que me costó lograr aceptar. Sentado a una fila de aquella pareja veía como sus rulos amarillentos se movían con el aire, su risa aún puedo recordar, su llanto me acompaña en mi largo caminar. Se abrieron las cortinas para dar paso a una dulce damicela que lloraba por la desdicha de haber perdido a su amado, o eso creo recordar, el dolor reflejado en su cara hacía a todos delirar, aplausos muy fuertes su actuación podía generar, mi mirada seguía centrada en aquella dama a la cual no podía dejar ir, sin ser mía o de nadie, simplemente en mi fantasía estaba allí para resguardarle.

Los minutos pasaban cuando de pronto las cortinas se cerraron, una voz invitó a subir al escenario a los sentados en los asientos mencionados, como siempre y con mi marca genética para no poder escapar el desastre, en cuestión de segundos estaba yo en el escenario, con la dama de rulos, su novio muñeco de torta y otra mujer que me miraba como pensando que se había sacado la lotería, ciertamente ella no sabía que yo estaba mas cerca del manicomio que de su desesperación por ser consentida. Nos explicaron que tendríamos que participar en la obra, yo de verdad pensaba en la razón por la cual esas cosas me suceden a mi, por seguir a aquella dama, por buscar lo que no se me ha perdido, por soñar en un futuro, por haber existido.

Para ese momento las cortinas se abrieron, creo que nos habían dado unas instrucciones acerca de lo que debíamos hacer, yo como siempre distraído y sin prestar atención a lo que no me interesa no sabía como proceder. El público gozaba de la presencia de los “no actores”, creo que mi cara de desubicado les alegraba su existir, la obra continuaba andando es que muchas veces no nos damos cuenta que el mundo no espera por nuestros pasos. Confieso que no le había prestado atención a la obra, solo se que unos guardias con lanzas nos mantenían prisioneros, cuando de pronto uno de ellos enterró la lanza en el pecho del muñeco de torta quien cayó vencido ante la punta de metal.

Por supuesto que todos pensaban que el pobre hombre estaba actuando, mi sorpresa sobrevino cuando vi su sangre derramando, su acompañante, aquella dama por la cual yo estaba subido en una tarima en donde al parecer se tomaban el teatro demasiado en serio sonreía pensando que todo estaba preparado, la expresión en blanco de los ojos de aquel hombre cuando lo vinieron a recoger me heló mi interior, allí algo extraño sucedía, y sinceramente averiguarlo no quería. La dama me miró y sonrió complacida por la buena actuación de su pareja, es que ella no tenía la más mínima idea que la realidad llega y simplemente balancea.

El ruido estruendoso de las puertas del teatro hizo que todos subieran las miradas, los actores se dispersaron dando paso a un siniestro hombre calvo, con mirada perdida que subió a la tarima. Tomó la palabra y dijo a los presentes, “acaban de presenciar algo nunca antes visto, se trata del teatro de la realidad en donde todo sucede y no es mas que la verdad”. Con la misma y sonriendo de manera macabra dijo “que siga la función, la muerte nos acerca, la vida nos une”. En ese momento de pánico algunos gritaban, otros lloraban, y yo jugando al prisionero en una tarima solo podía imaginar que mi última aventura terminaría en ese preciso instante, por momentos quise pensar que se trataba de una broma, pero al ver una guillotina que salía de utilería supe que mi destino era morir decapitado en aquel macabro teatro, en donde mi realidad era igual a la de todos, donde mi humanidad parecía encarnecerse.

Los actores que no eran más que secuaces de aquella retorcida banda de aniquiladores sonreían al ver nuestras caras de terror, el público inerte se aferraba a sus sillas, aún recuerdo la mirada de aquella dama, con sus ojos miel de abeja, con la esperanza que algo sucediera. Colocaron a la otra mujer en la guillotina, dos verdugos bien vestidos se acercaron y después de pedir al público que disfrutaran del espectáculo se dispusieron a bajar la hojilla afilada. En ese momento mi mano se movió hacia el bolsillo trasero de mi pantalón, mi china siempre lista disparó el primer garbanzo a la frente de un verdugo, al mismo instante disparé un segundo al ojo del otro verdugo, por suerte el público que todavía no sabía si se trataba de una broma o de la triste realidad se subió al escenario para ayudarme en mi cruzada, los actores corrían para no ser linchados, y yo disfrutaba del caos, como siempre, en el desorden encuentro razones, motivos y hasta me veo a mi mismo reflejado.

Con rapidez saqué a la mujer de la guillotina, ella trató de aferrarse a mi persona, pero yo con suavidad y destreza me moví no sin antes decirle que olvidara su pensamiento, tomé de la mano a la bella dama de rulos amarillos, y salí disparado hacia la parte trasera de la tarima, el público enardecido se encargaba de los actores quienes por querer jugar a la realidad ahora enfrentaban a una distinta, a una realidad que ellos mismos habían creado. La dama me preguntó por su muñeco de torta, yo solo pude hacer una seña con mi cabeza que le reiteraba que efectivamente había pasado a otro plano, corriendo nos topamos de frente con el viejo que había hecho el anuncio, quien al vernos salió despavorido, de un chinazo lo tumbé y al acercarme pude ver su expresión de insanidad, sus deseos de poder, su pasión por destruir.

Algo atontado todavía pude amarrarlo para que si en algún momento las autoridades llegaban pudieran apresarlo, es solo que aquel día supe que personajes así me perseguirían toda la vida, que lo que vemos una vez se repite a menudo. En las afueras del teatro las personas no daban cuenta de lo que acaba de suceder, la multitud de personas que salían del teatro pululaban el sitio con la historia apenas vivida, a lo lejos escuchaba las sirenas, de cerca podía escuchar el miedo. “Betina, ese es mi nombre, y el tuyo?, yo que aún sostenía su mano quise decirle que la había seguido hasta el teatro, quise contarle mi cuento, prometerle el infinito, pero callado me quedé, hace tiempo que prefiero callar, el dolor no es realmente un manjar.

Ella quien esperaba al menos obtener mi nombre no soltaba mi mano, yo ni corto ni perezoso me acerqué y le miré, con sutileza cerré sus ojos, solté su mano y me largué. En mi lejanía no volteé a mirar, pues realmente no sabía como podía reaccionar, apenas aprendía, por instantes empezaba a comprender lo que me sucedía, olvidar es solo una manera de vivir una vida. Los niños me miraban con atención, creo que no comprendían aquella historia, pero al menos allí sentados estaban, haciéndome compañía en una noche de esas, en aquella noche donde entendí que mi vida se repetía…

Friday, August 11, 2006

Pobre Niña Rica...





Pierina Carolina Piñeiro Gómez nació en los meses centrales del año 1978, así creo recordar, pues cada vez que pienso en esta historia mi infalible memoria parece resquebrajar. Hay quienes mantienen que los seres humanos nacen buenos o malos, otros difieren diciendo que es lo que los rodea lo que les hace ser unas cagadas o unas monjas de la caridad. Yo simplemente pienso que cada quien sabe que es lo que está bien y que es lo que está mal, y si bien es cierto que las circunstancias pueden jugar un papel importante, todos los que aquí habitamos y por mas poca conciencia que tengamos estamos al tanto de si estamos caminando por la senda correcta o por el contrario nos estamos defecando en la madre de los demás.

Pierina, si es que me desvío a veces, la linda muchachita abrió sus ojos a un mundo lleno de injusticias, que ella no había construido, pero del cual ahora formaba parte. A veces hay gente que se dedica a hacer justicia, o lo que ellos piensan es justo. Cuenta la historia que a Pierina sus acaudalados padres le enseñaron lo que era la justicia, y por eso siguiendo al pie de la letra los consejos de tan dotados seres ella hizo justicia. Pierina era hija de un ladrón afamado, no ladrón de carros, ni atracador de viejas, simplemente de esos ladrones que pululan el planeta, uno más de esos. Su madre, una vieja sin destino pero con todo el poder que el dinero podía comprar era un asalto a la razón de cualquier ser pensante, pero a fin de cuentas era su madre.

Creció teniéndolo todo, si es que podemos darle a la definición de tener todo un matiz que implique que no pasaste trabajo de ningún tipo, puesto que siempre nos falta algo, y usualmente la fuerza arrolladora de las posesiones no puede comprar ese pequeño detalle. Esta historia no es divertida, mucho menos entretenida, es solo un reflejo de aquello que fue, de cómo en un dos por tres te cambia el existir, no es mas que darse cuenta que hacen falta muchas cosas para aprender a vivir. Artes distintas se van aprendiendo a lo largo de todos los momentos, algunas duraderas otras perecederas, y otras capaces de mover la tierra entera, si Pierina pudiera volar en el tiempo cambiaría solo una cosa, su existencia digo yo pues la verdad es muy penosa.

Luego de una aventura pasajera en la cual aprendió los placeres de estar libre el poder de su ascendencia le hizo regresar, voluntades encontradas, a la jaula encerrada. Parece mentira, pero aún los más poderosos en este mundo necesitan una llave que les permita abrir el cofre, encontrarla no es tan fácil, es solo que una vez en sus manos, pues se llevan por enfrente a todo, incluyendo al ser humano. Pierina estaba consciente que era un títere de sus padres, pero vendió una promesa a cambio de volar, de irse lejos para nunca regresar. Sus deseos escuchados, pues sin mucho esfuerzo consiguió lo que quería, una visa para un sueño, un pasaje a la hipocresía.

En aquella iglesia y con el Altísimo como testigo, Pierina sellaba su destino, una vida lejos del agobio incesante de unos padres intolerables, un sueño esquivo hecho realidad, conseguir lo que se quiere a toda costa y sin mirar, es que somos lo que somos y no vamos a cambiar. Ya me extrañaba a mi que viniendo de una estirpe de bandidos Pierina no hubiera tenido una agenda oculta para avivarle los sentidos, una vez obtenido el trofeo lo que venía era una cortina de humo, un vaivén en alta mar, ver los días pasar hasta que llegara el momento de alzar las velas y nunca más mirar atrás.

Como todo en este planeta, siempre hay una caída, esa piedra en el zapato que nos fastidia el existir. Engañando como le habían enseñado ya tenía su preciado, pero es que el poder no ha entendido que su fuerza arrolladora puede con todo lo que está a su paso pero no con la voluntad del ser humano. A Pierina poco a poco le fueron haciendo ver que en la vida la materia viene y va pero hay cosas por encima, son sublimes, intocables, y por ende entrañables. La lucha interna no se hizo esperar, es que a donde pertenezco le escuchaba preguntar, es acaso que el vacío es bandera de mi seguir o por el contrario aquello que no puedo ver pero que siento en mi andar es el ancla de mi vida es el todo es estar.

Hago un alto en la historia y me pregunto que sentirá Pierina, humanamente no lo puedo saber pues no he estado allí, que será de aquellos sueños y de su venganza al caminar. Su transporte nuevo llenará sus horas ciertas o por el contrario agobiará su recordar. Sus mentiras a su lado o quizás en el pasado, de que ha servido destruir si al final te han dejado ir. Lo que tienes no es tuyo, de eso puedes estar seguro, agárralo con fuerza pues el viento soplará y sin darte cuenta el futuro que planeaste desaparecerá. Yo no se si allá piensan o recuerdan es solo que hay momentos en que quisiera saber si el odio que llevabas se ha ido al trascender.

Sin ninguna explicación y con visa en la mano Pierina decidió ponerle fin al legado, hizo gracia y morisqueta le salió, puedes tener todo el poder pero aquí hay quienes no se dejan joder. Contenta y feliz por haber diseñado un plan para aplacar lo indomitable regresó por el camino que le había enseñado su madre. De haber sabido Pierina que hay almas incomprables sin lugar a dudas que caso omiso hubiera hecho a las ordenanzas de sus padres, pero así es este planeta no sabemos ni siquiera cuando tendremos que dejarle, mucho menos si estamos o somos algo imaginable.

Un tiempo transcurrido y segura de haber logrado su trazado Pierina se regocijaba de haber amedrentado al ser de su lado, con poder todo se logra pensaba para ella, equivocada estaría pues la mente vuela alto, mas allá de las fronteras, de las trampas de sus padres, es que Pierina no sabía que la libertad no es domable. Esbozando un segundo plan para salirle al paso a la asonada del culpable, inquirieron a la justicia para borrar lo desagradable, lo correcto es una cosa lo sinverguenza es ya otra, el robar está penado no aquí abajo como creen, despojar sin compasión no es amigo del perdón.

Lograr lo que había siempre anhelado le costó solo unos años de desagrado, la permanencia es efímera la maldad es constante, para Pierina vengarse era sumamente importante. Despojando poco a poco de todas sus posesiones Pierina reía al compás de los bemoles, es muy fácil hacer justicia cuando se miente al contrincante. Después de haber obtenido su visa del futuro el desecho estaba listo a la orden y no es todo, pues no es solo un bocado de la torta que se quiere, es llevarse cantidad sin pensar en si se hiere, destruir, romper también, la decencia se desvanece en segundos si te escudas en otros para complacer tus malas obras.

Pierina hizo lo que tenía que hacer, no se le podía pedir otra cosa, complació a sus padres y a ella misma. Robar, es un término suave, para lo que realmente hizo Pierina, pero así me han contado la historia, robar al prójimo, aún a sabiendas que no está bien. La conciencia pesa, y sobretodo en las noches, cuando la cabeza encuentra la almohada, cuando el silencio se acostumbra a acompañarte. Caminando sigilosamente hacia el baño y siguiendo las instrucciones de un prestidigitador del futuro se encaminó a la bañera llena de agua de rosas, con pétalos que adornaban el ambiente, lentamente entró a la misma para seguir con su vida. A veces olvidamos lo que somos en el fondo, puede ser que lo ocultemos, o que simplemente lo camuflamos, pero quien a hierro mata a hierro muere, así el jabón hizo que Pierina volara para caer en aquella cama de rosas, en donde su sangre se confundió con los pétalos para volverse uno, para hacer justicia…

Friday, August 04, 2006

Difuntos


Todo empezó una calurosa noche, de esas en las cuales debes quedarte en tu casa y simplemente dejar que las horas pasen, todo empezó aquella noche en que bajé del puesto en donde me había escondido para llevarme a mi mismo y lidiar con lo incompresible del andar humano. Desde ese primer día en donde veo todo aquello se que ese es mi destino, que he de morir allí, que hay situaciones que aún a sabiendas que atentarán contra nuestras fibras vamos a tener que enfrentarlas, o no?, sería mejor huir, esconderse, refugiarse bajo las sábanas, evitar lo inevitable. Hay días en que me reclamo a mi mismo haber dado el paso con conocimiento de causas, hay otros en que acepto que soy un ser humano.

Abrí los ojos al compás del ruido de la respiración de esas voces que siempre me acompañaron, esas voces que te recuerdan que hay gente que nunca te abandonará. A los pies de mi cama, un periódico, como todos, con un titular, es solo que esta vez llevaba un mensaje claro. Una centella enviada para recordarme el porqué de mi estadía, todos los mundos, cualquier galaxia, tiempo o espacio poseen un equilibrio, hay quienes juegan con los buenos, otros defienden a los malos, un gran grupo solo observa, plácidamente, la manera como se mueven las fichas, en la búsqueda infinita de regocijarse al enterarse del veredicto final entre los que luchamos por el bien y los que propagan el mal por doquier.

La anciana del vicio, el ladrón de almas y la mentirosa traslúcida habían escapado, eso decía el titular, esa realidad hizo que brincara de la cama, el trío enfermizo vendría a buscarme, con su clásica sed de venganza, esta vez para una batalla final. Los superhéroes siempre creamos enemigos a lo largo de nuestras vidas, corrijo, ellos son creados en la fábrica de mierdas desechables del universo, es solo que usualmente tienen larga vida y todo el poder magnánimo del dolor humano para inyectar gasolina a sus deseos de destrucción. Enemigos de vieja data, mercaderes del mal, capitanes de la irracionalidad, monumentos al terror natural, eso eran, el trío asqueroso, son uno, son todos, y muy belicosos.

Estoy sentado en una silla, solo llevo una lista, siempre me han gustado las listas, más aún cuando contienen elementos para defenderme. Vienen uno a uno, esperan su turno revolcándose en la mierda de su existir. Recuerdo como me han hecho saber que el mal se canaliza fácilmente, el bien es solo cuestión de algunos. Yo se a que han venido, ellos saben porqué estoy allí, es solo que hay momentos en los cuales preferiría haberme escondido, pero allí me doy cuenta que alguien debe prestarse para recordarles a los bandidos que no están solos en el universo, que habemos quienes no nos doblegamos ante tanta maldad junta.

Siento el viento clásico que solo hacen las brujas cuando se acercan a toda velocidad en sus escobas malolientes, bazofia andante, pedazo de hiel, cerebro ausente en todo su ser. “Mi nombre, exijo me llames por mi nombre” dice la vetusta escaramuza, yo observo cada movimiento que hace con detenimiento, “sabes porque estoy aquí?, pregunta la vieja podrida, no me deja contestar y prosigue “quiero todo, todo de ti, llevármelo, para esconderlo en el basurero de mis sueños, para destruir tu andar.”

Hago el intento de hablar pero no me lo permite, enciende un tabaco oloroso, y despide su fétido humo hacia mi cara, grita con desesperación al ver que no llama mi atención, “porqué no te doblegas?,” vuelve a gritar mientras clava sus amarillentas y putrefactas uñas en mi cachete. “Para que has venido?, logro decir, “ya te lo dije” grita la viciosa. “Podrías decirme para que has venido? repito nuevamente, “mi nombre, quiero que me llames por mi nombre, que digo, quiero todo, todo, eso creo, mi nombre” grita desconcertada la anciana, vuelve a atacar con gritos aguerridos “todo, todo, debo llevarme todo, lo que no es mío pero me pertenece, lo que es tuyo pero no mereces tener”. “Vuelvo a preguntarte, para que has venido? le digo, ya la enfermiza y descerebrada solo balbucea que quiere la llamen por su nombre, el cual desconozco, le miro a sus ojos tristes y acabados, solo alcanzo a decirle “vuela lejos y no vuelvas, en mi mundo no hay cabida para el odio de tu nombre.”

Estoy sentado en una silla, solo llevo una lista, siempre me han gustado las listas, más aún cuando contienen elementos para entretenerme. Escucho los pasos falsiformes del ladrón, a veces rápido, a veces sigiloso, pero nunca mostrando su verdadero caminar. Saca cuentas a toda prisa pues no puede perder, acaso sabe lo que es ganar?, me insulta mientras sonríe, su odio se ve reflejado en su mirada vengativa. Saca unas monedas de su bolsillo, me pregunta en tono burlón, “cuanto vales?, me limito a mirarle, no respondo, aún no, “cuanto cuesta tu alma Policarpio?, vuelve a preguntar el ladrón, no obtiene mi respuesta, “cuanto cuesta comprarte Policarpio?, cuanto por ser el dueño de tu existir?, yo tengo muchas monedas como ves, cuanto vales amiguito?" continúa diciendo en tono asqueroso, convencido que seré uno más de sus secuaces, otra alma comprada por su poder.

Me saco una moneda de mi bolsillo, la última que me queda, se la entrego, el ladrón se regocija de tener una moneda más en sus arcas, ahora me dice, “la quieres?, quieres la moneda?, te la devuelvo pero si vendes tu alma, a mi persona, mi avaricia es ilimitada, soy una cagada, pero cagada con monedas, te vendes Policarpio?”. Contemplo aquel espectáculo doloroso, aquel pobre espíritu frente a mi, midiendo en monedas, buscando comprarme. Me pregunta si tengo más monedas para darle, revisa las suyas y las cuenta de nuevo, tiene una nueva se siente mejor, tener más es su condición, pisar y humillar es su diversión, le miro a los ojos y digo tranquilo “te olvidas imbécil que las urnas no tienen bolsillo, me quitas ahora, te llevas después, es solo que tu infelicidad límites no tiene, por más que trates siempre sabrás que nunca pudiste usar tus monedas en pro de llevarme”.

Estoy sentado en una silla, solo llevo una lista, siempre me han gustado las listas, más aún cuando contienen elementos para hacerme feliz. Escucho la voz de la mentirosa traslúcida, engañosa, tenebrosa, llena de elementos que ella sabe se alejan de la verdad pero que debe evocar con el fin de dañar. Es un títere manipulable, un peón a las órdenes de la cochinada. Ha crecido en la venganza, ha usurpado la esperanza, ha movido la balanza, ha molestado al que al final tocará la danza. Aparece de pronto, para amenazarme, su alimento constante, “Policarpio he venido a robarte, quitarte, desposeerte, todo he de llevarme, mi fuerza es directamente proporcional a la materia que tenga, adentro vacía, por fuera hermosa, dame tus cosas insolente paladín, no puedo arriesgarme en caso de sobrevivir.”

“Tómalo todo sucia piltrafa” alcanzo a decir, “llévalo lejos, muy lejos de mi, mío no ha sido pues no crezco de la posesión, mi espíritu crece en otra dimensión, tu necesidad palpitante por lo inanimado ha hecho sin dudas que me escape de tu sudoroso lado”. “Mutuo acuerdo has engañado, no me esperaba menos soldado, el plan con cuidado has desarrollado, la trampa mortal has querido poner, sin darte cuenta te has pisado el papel, tu truco vencido sobre ti caerá, no esperes venganza pues no llegará, lo mío era tuyo, lo tuyo del diablo, doy gracias al cielo de no verte más, yo espero tranquilo, sin mucho afán, pasado es pasado y así quedará.”

Estoy en el novenario, en el noveno rito, el último, la despedida a los difuntos que se han ido, pido una vez más por sus almas putrefactas, sonrío en mi interior al saber que no están. Finalmente venzo al sueño y despierto, ha sido una pesadilla, no podía ser de otra manera, en el mundo de los humanos no existen seres tan macabros, aunque debo confesar que yo los conocí. Solo me quedó sonreír pues la mentirosa traslúcida, el ladrón de almas y la anciana del vicio han permanecido en el olvido, al menos, en el olvido de la realidad, desde que comprendí que la justicia humana es de todos pero la divina es de quien la espera con paciencia…

Friday, July 21, 2006

Universitas Mefistofelias

La vida tiene sus cosas, nosotros también las tenemos. El caminar tiene defectos, nosotros también los tenemos. Todo se ordena poco a poco, con el pasar de las horas, y si no se ordena pues el remedio no ha sido inventado. Pasaban los días al igual que siempre, yo simplemente seguía las coordenadas que la voluntad superior imponía sobre mi andar torcido, mientras unos pierden el tiempo, otros juegan a creer que lo esquivan, pero el amo de todo pasa, dejando huellas, marcando, y recordándonos que vamos y no venimos aunque muchos difieran en esto.

“Policarpio, Policarpio”, gritaba mi madre, yo apenas abría los ojos ante una nueva mañana, los ladrones se habían llevado cosas materiales, pero nunca mi dignidad. “Hijo, te acuerdas que tienes que pasar hoy por la universidad”, yo de un brinco me paré exaltado, hace tiempo ya había salido de la universidad, estaría metido en otra de mis pesadillas concurrentes o de que se trataba esto. Mi madre asomada en la puerta de mi cuarto, y sonriendo al ver mi cara de susto, se limitó a decirme, “no, no es a tu universidad, es a la otra, te acuerdas?.

Mi mente apenas volviendo en si, comprendió que debía pasar por aquella universidad para recoger un certificado, una simple medida burocrática de esas que imponen, de esas que simplemente inyectan vida a seres como yo. Luego de estirarme, saludar a mi perro y recordarle a mi loro que no podía ser tan grosero como su amo me vestí de manera casual para dirigirme al recinto de estudios. Al pisar la calle, me di cuenta nuevamente que el mundo no espera por nadie, es solo que debemos decidir si jugar o no, es solo que a veces la vida se nos muestra oculta cuando tienes enemigos por doquier.

Al llegar a la majestuosa casa de enseñanza me dirigí de inmediato a las oficinas centrales. En los jardines espaciosos los estudiantes reían y se movían en la danza de la irresponsabilidad. Algunos caminaban cargando libros, otros repasaban apuntes de última hora, otros y con paso lento disfrutaban de una mirada de esas para el recuerdo, como siempre habían los que simplemente pululaban en busca de obtener conocimientos por ósmosis. Recuerdo era un viernes, se podía sentir en el ambiente que las almas que allí habitaban esperaban con recelo la libertad de dos días de descanso.

Mi curiosidad es infinita, quizás es parte del ocio, o no se que razón pueda darle ahorita. En mi andar hacia donde tenía que ir escuché unas voces provenientes de un salón de clases, asomado por la ventana pude ver a un profesor calvo, con cara de banquero bandido que impartía sus conocimientos. Aprovechando el desorden reinante en esa universidad abrí la puerta con disimulo y me senté en un pupitre al fondo del salón. El impartidor de conocimientos no perdonó mi entrada tardía, y sin pensarlo formuló una pregunta, “a ver, usted, el que llegó tarde, como podemos probar la realización investigativa macro-anual de la tasa cambiaria en materia de balanzas de pagos?

“Coño”, pensé para mi mismo, “quien me manda a meterme aquí”. Después de aclarar mi garganta contesté “pues mire profesor, de acuerdo a la teoría de McCloud todo depende la variabilidad de la inmersión retroactiva del producto interno bruto, ahora bien, Rodríguez Alcázar opina que varía según la volatilidad de la paridad puntual de los mercados anexos, pero yo, pues mire yo pienso que todo está en ser como usted, un ladrón de cuello blanco”. El hombre quien no daba crédito a lo que escuchaba me miraba enfurecido, sin pensarlo dijo a sus alumnos “este debe ser otro loquito que no tiene nada que hacer con su vida y que estudia tres carreras a la vez mientras aprovecha para alimentarse en los comedores gratuitos de la universidad”. El hombre con capa de hierro continuó con su clase sin siquiera pedirme que me retirara.

Al voltear la mirada me encontré con aquellos ojos amarillos, color extraño para un iris, pero existente como todo en la naturaleza. Sonrió, en un principio, luego volvió a su cara de pocos amigos, ella quería reírse por mi osadía pero su ego interno no le permitía actuar así. La clase prosiguió su curso, sin darme cuenta estaba rodeado por un grupo numeroso que sin dar cuenta de lo que el profesor decía hablaban sin parar de la reunión del grupo para más tarde, yo me limitaba a mirarles con cuidado, mientras hacía garabatos en un papel, hablaban en clave, mi vida es un acertijo, por ende, me apasionan las cosas por resolver.

De pronto, y sin aviso, la dama de ojos amarillos me pasó un papel que decía, “la UCV es del pueblo…”, yo simplemente y acordándome de un viejo cantar que repetían en mi casa escribí “no de la policía”. La mujer de inmediato sonrío, y me devolvió la nota asegurándome que ese día las cosas se iban a poner interesantes. Yo no tenía ni la más mínima idea de que hablaba ella, yo simplemente y como suelo hacer seguí la corriente de lo que me presenta el día a día. Una última nota decía “un placer tenerlo por aquí Doctor Exterminio”, yo me limité a asentir con la cabeza, pero yo de exterminador no tengo nada conocido.

La clase llegó a su término, el profesor se me acercó y con cuidado para que nadie le escuchara me susurró que no volviera por ahí pues podía arruinar su reputación, él y yo sabíamos que era un asaltante de carretas, el hombre me mostró una pistola que llevaba en la cintura, yo le hice una seña garantizándole que nunca más me vería por allí. Seguí al grupo que hablaba de la reunión famosa, se acercaban y me daban la mano y hacían reverencias, sin lugar a dudas esta gente estaba equivocada, pero yo les seguía su juego agradeciendo los gestos y alabanzas para conmigo.

Sentados en un círculo en uno de los jardines de la universidad el grupo de cinco individuos, dos mujeres y tres hombres afinaban los detalles del evento que se llevaría a cabo esa noche. Yo no comprendía nada y me limitaba a soltar frases como “si que nos vamos a divertir”, “el mundo está trastornado” y “la vida es una sola” a lo cual los cinco estudiantes respondían con un fuerte “si señor”. Al pasar un rato los individuos se pararon y decidieron retirarse para volverse a encontrar al atardecer en el Aula Magna, la muchacha de los ojos amarillos me dijo que ella me acompañaría hasta ese momento que podíamos hacer lo que yo quisiera.

Sin pensarlo mucho la invité a comer, fuera del recinto universitario, ella hablaba de sus cosas y su vida, como si me conociera desde siempre, yo simplemente reservado me limitaba a mirarle fijamente. “Hemos esperado mucho para este día, de verdad es un honor tenerte aquí” decía la fémina, Lisa, ese era su nombre. Hablamos por horas, esperando el atardecer, ella a veces esperaba una respuesta de parte mía que simplemente no podía llegar, pero siempre le daba la vuelta y pensaba que yo era tan humilde como se lo habían descrito. Confieso que estuve a punto de acabar con la farsa e irme a mi casa, pero a veces solo a veces siento que debo hacer mi tarea.

“Y eso que tu no estudiaste aquí en esta universidad?, preguntó Lisa, yo sin saber que decir le eché la culpa a una máquina lectora de exámenes de admisión que gracias a su desperfecto había arruinado mi puntuación haciendo que terminara en una universidad distinta. “No te creo”, dijo ella, “tu debes ser de esos clasistas”, yo sin inmutarme por aquel comentario me limité a contestarle que sus ojos tenían la mezcla más espectacular de colores que había visto en mi existencia, ella sorprendida se limitó a sonrojarse, y del tiro olvidó su comentario incisivo.

Parados frente al Aula Magna y con el sol desapareciendo en el horizonte nos encontrábamos en espera de la señal. La señal que yo no sabía que era pero señal al fin, de pronto una bandera roja se apreció a lo lejos, cerca de un edificio en donde quedaba la escuela de medicina, hacia allá nos movimos rápidamente, a veces pienso que debería quedarme en mi casa y no meterme con nadie. En la facultad de medicina nos recibió una dama de facciones delicadas, ella sin mirar a los otros se me acercó y me extendió la mano, “un placer tenerlo aquí, que el exterminio comience”.

En ese momento recordé viejas historias que hablaban de laboratorios secretos en aquella universidad en donde experimentaban con humanos. La verdad no quise darle vuelo a mi imaginación para no levantar sospechas, pero las gotas de sudor me rodaban por el cuerpo. Subidos en un ascensor nos movimos hacia uno de los sótanos, al abrirse las puertas sentí el olor a eter penetrar mis entrañas, al llevarme la mano a mi bolsillo trasero pude notar como mi china no me acompañaba, después de unos pasos más y unas cuantas introducciones entramos al fastuoso laboratorio.

Adentro había cinco estudiantes de cada carrera, todos llevaban batas blancas y un emblema cocido a las mismas que no pude distinguir de inmediato. Luego de un rato en donde se afinaban detalles, un individuo de barba y cabellos largos se subió a una especie de podio que había en el lugar. “Muy buenas noches”, dijo “estamos reunidos aquí para llevar a cabo nuestro plan de tomar posesión de las instalaciones universitarias para finalmente hacer que el gobierno ceda y todos nos podamos graduar en un año de cualquier carrera, eso de estudiar cinco años es una lata, por eso hemos invitado al Doctor Exterminio a quien le damos un gran aplauso”.

Los aplausos hicieron que me levantara de la silla, algunas féminas gritaban “cásate conmigo”, otras lloraban y se desmayaban, y los hombres gritaban a todo gañote que finalmente tomarían por asalto la universidad. El hombre subido al podio pidió calma y cordura y sin esperar ni un minuto más ordenó que trajeran la carnada viva. Mis ojos no podían creer al ver a un profesor o profesora de cada una de las carreras atados a unas camillas y con cara de susto eterno. Pude distinguir al profesor que me había amenazado horas antes y la verdad que por él no sentí lástima en ese instante.

“Doctor Exterminio”, dijo el moderador, “pase adelante y por favor cumpla con su misión”. Yo sin saber que carajo debía hacer me subí al podio y proferí unas palabras mientras pensaba como hacer para escapar de aquella locura. “Buenas noches, estimados camaradas” les dije, “como ven, una cosa es querer, la otra poder, pero al mezclarse estas logramos cosas inimaginables, somos capaces de obtener lo que deseamos, y hoy pues, vengo a ayudarles para poner fin con el maltrato a que son sometidos los estudiantes de esta magnífica casa de estudios, queremos graduandos en un año y clases solo dos días a la semana”.

El laboratorio rugía, todos aplaudían eufóricos, y yo simplemente seguía sin hallarle solución a aquel honor a la demencia. Se me acercó un tipo que cargaba una sierra eléctrica y haciendo una reverencia me la entregó. Yo ni corto ni perezoso la puse a andar y cada vez que la aceleraba los pobladores del lugar gritaban con más fuerza, me fui acercando a cada uno de los profesores quienes me miraban aterrados, por último me paré enfrente del profesor de economía a quien en tono muy bajo le dije, “no se como coño vamos a salir de esta”. Con la misma le metí un sierrazo al hombre que cortó su chaqueta, luego le corté el cinturón que traía ante la mirada confusa del villano. Así fui poco a poco cortando las ataduras de los profesores mientras gritaba “para que sufran más perros inclementes”.

Sin pensarlo solté la sierra hacia donde estaban sentados los estudiantes, tomé la pistola con que había sido amenazado y comencé a echar tiros. Los estudiantes que pensaban que esto era parte del show gritaban con alaridos propios de película de terror, luego de crear el caos pues decidí disparar hacia unos potes llenos de órganos humanos disecados, les indiqué a los profesores que debíamos escapar, tomando un fósforo lo lancé hacia el líquido derramado que se prendió en fuego al instante, aquel cuadro de horror no tenía pies ni cabeza y aunque dudaban de todo el show los estudiantes seguían el juego.

Disparé unas dos veces más, y dándoles la orden de correr, iniciamos la escapada por una puerta que pude divisar, ya los estudiantes no estaba felices pues estaba liberando a sus cautivos profesores y tendrían que volver a clases y estudiar como cualquier persona normal sus cinco años de carrera. El fuego hizo mella y el laboratorio empezó a explotar, ahora los gritos de euforia eran de furia y terror, una vez que me cercioré que todos los profesores estaban afuera me dispuse a cerrar la puerta, pero me acordé de aquellos ojos amarillos y no los pude dejar atrás a pesar de ir en contra de mi ser el salvar a la maldad.

En medio de la confusión me dirigí hacia Lisa y tomándola del brazo la saqué de aquel lugar, al principio ella se negaba pero luego comprendió que de quedarse allí moriría achicharrada. Corriendo por los jardines de aquel lugar los profesores huían mientras se escuchaban explosiones a lo lejos, el ladrón corría a la par mía y en ese ínterin le devolví su pistola mientras el hombre me pedía disculpas por haberme amenazado. Finalmente llegué a un lugar que parecía seguro, allí Lisa aún sorprendida, y con lágrimas en sus ojos me preguntó porqué me había devuelto a salvarle.

Yo simplemente la miré fijamente, esperé unos segundos, ella se acercó mientras de su boca salía la palabra “gracias”. En ese momento se escuchó otra explosión, ella volteó siguiendo el sonido, cuando miró de nuevo hacia mi cara se encontró el vacío…

Monday, July 17, 2006

Un día de esos...

Estoy lejos, como siempre he estado, como he podido manejar la maldad del mundo en que me lanzaron hace tiempo atrás. Todos buscamos maneras, formas, para seguir adelante, es que no nos hemos dado cuenta que se vive hacia delante, el atrás allí se queda, plasmado y seco en un cuadro que no podemos volver a pintar, en decisiones que nos persiguen hasta que pasemos de un plano a otro. Ahora me acuerdo, sentado solo entre las cuatro paredes blancas, las fechas ya no significan nada para mi, aunque en mi mente mantenga el calendario, esperando pausado, el día en que volveré.

El recuerdo que viene a mi es uno de esos tantos que tuve que vivir, los recuerdos se viven, eso dicen algunos, o simplemente vivimos para crear recuerdos, en fin entre recuerdos y recuerdos llego al día aquel, un día como otros en mi triste andar, pero que no significa que sea un día gris para todos en su simple caminar. Estoy acostado en mi cama, al ras del piso, mientras más bajo mejor duermo, tapado hasta el cuello, solo por costumbre desde niño, no vaya a ser que Drácula decida alimentarse conmigo. Escucho el teléfono sonar, no puedo distinguir si es un sueño o en realidad alguien llama buscando encontrarme.

Decido atender, algo en mi confusa mente me dice que debo hacerlo, aquel día, no es un día común, pero no logro descifrarlo. A lo lejos escucho la voz de un viejo amigo, el legendario Atanasio Pérez Batonni, sus palabras entrecortadas me llaman a pararme de la cama, salir a enfrentarme con el día a día, moverme hacia la verdad de nuestra realidad. Trato de hacer caso omiso a lo que dice, intento confundirle, le recuerdo los peligros de acercarse, por su parte Atanasio no piensa ceder esa noche, pasará por mi para no aparecer solo en la gran fiesta del año, el cumpleaños de Elisabetta Umann, conocida como la “Princesita”.

Teorizo sobre varios minutos sobre la poca importancia de ir solo o no a una fiesta, Atanasio no se inmuta, su misión es sacarme de mi casa, considera él que tengo mucho tiempo en el retiro, olvidado por las multitudes, agobiado por la existencia. Mi franela blanca y mi jean azul esperan ansiosos de lanzarse a la calle, mi madre quien recelosa vigila mi condena auto impuesta se asoma a la puerta del cuarto, es la primera vez en meses que el teléfono ha sonado menos de diez veces, por ende, que lo he contestado, ella sabe que la veo de reojo, cuelgo el auricular y me levanto, me visto, mi china al bolsillo, mi pena a los hombros.

En el carro Atanasio habla de las cosas que han sucedido, mientras he permanecido alejado, me quiere poner al día, aunque realmente no me interesa. Le advierto que estoy yendo por el honor a la amistad que le debo, no por querer hacerlo, pero por aquellas cosas que tenemos que hacer y que conllevan un deber ulterior. Mi presencia en ese lugar no será bien vista por muchos, para otros será un trago dulce que reafirma que habemos algunos que no desesperamos con la nada, me preparo, a medida que las ruedas se comen el asfalto, hay fechas que no debemos olvidar por más que nuestro interior solo sienta un pesar.

Llegamos al lugar, la majestuosa casa de viste de gala para aquella ocasión magna, la gente comienza a llegar, al ver mi figura puedo notar como los murmullos empiezan a subir, el tono se baja, la presión se siente. Ya dentro siento la necesidad del líquido, que no emborracha, simplemente Coca-Cola, uno de los mesoneros me mira raro cuando no pido whiskey o vodka, mueve la cabeza en señal de condescendencia, me sirve el vaso repleto, sonríe y se pierde en la noche. Atanasio trata de hacerme señas para que me acerque a un grupo, gente que me conoce, o eso piensan ellos. Yo saludo a lo lejos haciendo una seña que les hace pensar que ya voy, sin pensarlo me esfumo, me mezclo entre la multitud, y voy viendo, recordando, diciéndome a mi mismo que nada ha cambiado y que el juego tiene solo una regla, querer jugarlo.

A veces sabemos donde nos metemos, por momentos solo vamos engañados, hay tiempos donde conocemos a que vamos, distintos de los que vamos por obligación. La música a todo volumen me aturdía, las miradas recelosas de algunos, las miradas de búsqueda, de aceptación, de negación, todas ellas formaban el conjunto perfecto para la validez de la noche. Bailaban, conversaban, se podía ver la alegría y la tristeza en esa lucha por ganarle a la otra, en ese andar característico de los seres humanos. Sentado en una escalera, yo esperaba a que el tiempo pasara, simplemente eso hacía.

Allí solo mi imaginación vuela hacia tiempos inmemoriales, cuando corría libremente con mi capa persiguiendo enemigos de mentira, enemigos que por más prodigiosa que fuera mi mente simplemente no eran capaces de derrotarme a pesar de tenerme contra las cuerdas cada vez que les enfrentaba. Un sorbo de Coca-Cola pasa hacia mi estómago, aún agarro el vaso con mis dos manos, creo que nunca quise crecer, más bien habemos algunos que no estamos para eso, es solo que las horas pasan e inevitablemente nos volvemos adultos.

Siento unos pasos que provienen de arriba, en las escaleras en donde estoy sentado, algo me dice que no debo voltear, algo me anuncia que aquella noche apenas está por comenzar. Sin subir la mirada veo varios pares de zapatos pasar, la voz inconfundible de Luigi Luca Halconzini me hace helar la sangre. Por suerte no me toman en cuenta, él y sus secuaces siguen de largo, no entiendo que pueden buscar allí, pero es que el juego que juegan los humanos no nací para entender. La fiesta ha alcanzado nivel, los que suerte han tenido ya gozan del placer, otros tristes se ven por doquier.

Finalmente soy víctima de Atanasio y sus compinches, me atrapan allí en las escaleras, no lo hacen por mal, simplemente buscan socializar. Muchos se preguntan el porqué de no verme la cara por largo tiempo, yo me limito a sonreír y seguir bebiendo Coca-Cola. Reviso con detenimiento las personas que ahora se aglomeran a mi alrededor, finalmente llego a Clara Elena Molleja, quien sonríe agradablemente al verme, yo devuelvo la sonrisa, no me queda más remedio. El truco ha funcionado, Atanasio se mueve hacia sus menesteres y me deja solo con Clara Elena, conocida de vieja data, conocida y me pesa.

Ella hace su movimiento de inmediato, “pensé que más nunca ibas a salir de tu casa, hay Policarpio tu si eres aburrido”. Quieres bailar?, anda si?, no seas malo” dice la susodicha, yo me limito a seguir bebiendo Coca-Cola y ni siquiera contesto. Me acuerdo que no debo ser mal educado y antes que ella se de la media vuelta le digo que mi tobillo está hinchado y por ende no puedo bailar, ella se limita a decir “excusas, Policarpio”. Clara insiste en conversar, mis ojos solo siguen los pasos de Halconzini, respondo cualquier cosa para mantener a Clara contenta pero mi ser está en otro lado.

Se apagan las luces de la casa y con un reflector alumbran hacia la parte de arriba de unas escaleras, allí hace su aparición Elisabetta, la cumpleañera, con su coronita de brillantes que usa cada vez que cumple años, ella sonríe, saluda, con la gracia que la caracteriza, con los mismos ojos que algún día miré. Clara continúa su ataque frontal, yo permanezco de mi lado, en el lugar donde pertenezco, de donde no puedo pasar. Se mueve hacia una mesa con una torta gigante, todos entonan el “cumpleaños feliz”, la torta explota y una tortuga sale de la misma, Elisabetta es amante de las tortugas y morrocoyes, ella la toma en sus brazos y agradece el gesto de aquellos quienes prepararon la fiesta.

Al momento de soplar las velas, unas sirenas comienzan a sonar dentro de la casa, Halconzini y sus amigos, han venido a causar el caos. Luigi Luca, a quien le conocen como “Maccefaccio” sus amigos íntimos se para al frente de la torta y le dice a Elisabetta, “he venido a tomar lo que es mío, así que ríndete a mis pies”, Elisabetta sorprendida al igual que todos los presentes no sabe como reaccionar. “Mira Luigi Luca, que estás haciendo aquí?, hazme el favor y te vas de mi casa”. “Maccefaccio” se ríe y dice “me voy, pero me voy contigo, acéptalo tu nunca has dejado de pensar en mi, ven a mis brazos”.

“Luigi Luca” dice Elisabetta “por favor te pido que te retires, es mi día y no lo vas a arruinar”. A todas estas me he parado de las escaleras, Clara piensa que es por ella, pero le paso por al lado sin mirarle. Camino lentamente hacia la mesa en donde el show se está desarrollando, en segundos estoy allí parado. Elisabetta me ve y dice “ahora si, el dúo dinámico ha venido a acabar con mi fiesta”, en ese momento Luigi Luca me mira feo y se siente incómodo. “Como te atreves Policarpio, como te atreves a venir aquí”, “salgan de inmediato los dos, pajarracos insensatos, váyanse de aquí”. “Maccefaccio” insiste en que el solo se va si Elisabetta vuelve con él, yo estoy parado, esperando como siempre.

El “Maccefaccio” toma a Elisabetta por el brazo, la lleva hacia él, y hace una seña a los que le acompañan. Elisabetta me mira como queriendo insinuar que debo hacer algo, yo simplemente sonrío, hace unos segundos me estaba botando, ahora quiere que la salve. Todos los asistentes a la fiesta están sorprendidos de aquel espectáculo que está sucediendo, ni ellos mismos en sus tretas diarias participan en eventos llenos de surrealismo. Me sigo riendo, “Maccefaccio” quien no es exactamente mi amigo me grita a todo pulmón “desaparece Policarpio, desaparece sino quieres que te haga daño.”

Que sabe “Maccefaccio” de daños, me pregunto, realmente que sabe él lo que es llevar el daño adentro sin solución humana posible, que sabe ese personaje de dolores internos que no se curan con medicamentos de farmacia, que puede saber, que puede saber. Los dos secuaces se han colocado atrás mío, yo sin que nadie se diera cuenta he recogido la tortuga del piso y la mantengo en mi mano. El primer “tortugazo” se lo doy a el que cubre mi flanco izquierdo, pongo la tortuga en la mesa y la china se hace cargo del segundo secuaz, a lo lejos veo a “Maccefaccio” corriendo, arrastrada va Elisabetta quien ha perdido su corona como parte de todo el desastre.

Yo no estoy para perseguir, de eso estoy consciente desde años atrás, pero estoy para equilibrar, cosa que muchos no han entendido pero que simplemente debe pasar. De nuevo tomo la tortuga en mi mano, he descubierto que su caparazón es tan duro como mi coraza contra los humanos. Salgo corriendo hacia la puerta de la casa, Atanasio me mira y sonríe como dejándome saber que le alegra verme de vuelta, Clara Elena grita que me ama y yo simplemente centro mi mirada en la nuca de “Maccefaccio”. Yo no sabía que las tortugas volaban, ese día lo comprobé, con un disparo certero “Maccefaccio” cae al piso y se vuela tres dientes en el ínterin.

Al frenar mi carrera, estoy parado frente a frente con Elisabetta, de mi bolsillo saco un pequeño peluche, es un tigre, se lo pongo en sus manos y me limito a decir “feliz cumpleaños”, ella dice “te acordabas que era mi cumple, no lo puedo creer, tu siempre tan…allí llevo mi dedo a su boca, su labio superior me trae recuerdos al instante, se mueve lentamente hacia mi y cierra los ojos para besar al viento, a lo lejos, desde el lugar a donde pertenezco le miro, ella abraza el pequeño peluche, yo llevo mi cruz a cuestas…

Wednesday, July 12, 2006

Liborio y Agustina

Estoy parado en el borde del techo de mi casa, es tarde en la noche y hace frío. Mi capa se mueve con el viento, mis ojos vigilan con recelo la noche, cuidan, protegen, a eso he venido. Mi madre grita “Policarpio, niño, que haces ahí, te vas a caer, ay Dios mío me vas a matar de un infarto un día de estos”. “Tu padre te está buscando para que veas el juego de baseball con él, bájate de ahí, de inmediato, anda a hacer lo que hacen todos los niños, juega, diviértete, que loquito he traído a la Tierra”. Yo por mi parte hago caso omiso a las palabras preocupadas de mi madre, ni siquiera volteo a verle, solo cuando me carga por la cintura y me baja de mi puesto de guardia, a los cinco años no era tan pesado como ahora.

Ya en el resguardo del hogar estoy sentado al lado de mi padre, observo con detenimiento el juego de pelota, desde que tengo uso de razón me ha apasionado su complejidad. Mi padre con paciencia me explica ciertas cosas que aún no comprendo del juego del diamante, me enseña que la vida quizás se parece a ese “simple” juego, a todos nos llega un turno, cometemos errores, no perdemos hasta que realmente se termina todo, y siempre queda la esperanza que el año siguiente volveremos por más. En ese momento no comprendo muchas cosas, la vida para mí es una capa y una mezcla de sueños que por alguna razón esquiva nunca llegarán a hacerse realidad. Estoy en un trance, el juego está interesante, como siempre, no me muevo de la silla mientras muerdo un pedazo de queso, si, es que siempre me ha gustado comer queso.

Estoy en una ciudad extraña de eso puedo estar seguro, no es el valle que me vió crecer, simplemente es otro lugar, otra época. El tiempo ha pasado, esa es su virtud y su misión, pasar. Si nosotros pasamos por el o por el contrario el pasa por nosotros es otro cantar, hay muchas personas que se matan por vivir y hay otros que deberían de matarse. Abro mis ojos al compás de los rayos del sol, estoy acostado en el piso, duro como la pared que he construido a través del tiempo para evitar ser perforado por la maldad humana. Los ladrones, enemigos de vieja data, se han llevado gran parte de lo que sudé, al parecer ese es su trabajo, quitar per se, obtener lo que no es suyo, destruir una vida, o más, la verdad no he podido descifrarlo.

Me lanzo a la calle, como siempre he hecho cuando la tristeza invade mi ser, pero este día es diferente, será más bien, recuerdo que tengo que hacer algo, casi se me olvida, salgo al paso de la ciudad, al movimiento impuesto por la vida, es allí cuando me vuelvo a encontrar con Liborio y Agustina. Les saludo como siempre he hecho, hay cosas en la vida que se aprenden de siempre, las llevamos adentro, no se pueden explicar. Agustina viene un tanto adormecida, su terror por las alturas es bien conocido, Liborio trae una mancha en su pantalón, antes que le diga algo me advierte que debo respetar a mis mayores y que la mancha es un defecto de fábrica.

Somos humanos, tenemos necesidades, así como algunos estafan y roban por placer hay otros que necesitamos comer. Hablamos, conversamos, ponemos en orden las ideas que la lejanía a veces no permite cuadrar, recordamos viejos tiempos, sonreímos, muy importante, nos burlamos de nuestro propio existir, ellos tienen una misión, yo otra. Al salir del establecimiento de comida Liborio toma dos libros que pesan una tonelada, los agarra de gratis, en un puesto en la calle, no entiendo porqué decide agraviar la carga con aquellos mastodontes, sonrío, a veces no puedo evitarlo al ver las trastadas de Liborio.

Nos subimos a mi carro, ya Alerón no me acompaña, nos encontramos dando vueltas por la ciudad, mirando, viendo, internalizando que la vida pasa a cada instante. Con el transcurrir de los minutos nos vamos quedando callados, es posible que nos entendamos en un lenguaje no escrito, por nadie sabido. De pronto subo la mirada, en el retrovisor veo un espectro malvado, el asco embriagado, la suciedad pululante, la idiotez andante. Mis ojos no lo pueden creer, los ladrones, de nuevo, me persiguen, y esta vez no voy solo. Mantengo la calma para no alarmar a Liborio y Agustina, con sutileza cruzo en una avenida adyacente, ahora se que los ladrones no son han venido por mi sino también por mi sangre.

He podido constatar que viajan en tres vehículos distintos, una escoba para la bruja, un camión blindado para el estafador y un vehículo no identificado, sin placas, oscuro y grotesco en donde se transporta el engendro de los dos anteriores. La razón de viajar separados me hace pensar, será que molestos se encuentran entre ellos y no pueden olvidar, o será que su plan como suelen hacer, es una estrategia macabra y venenosa para acabar con mi ser. Acelero mi carro para recibir la inmediata llamada de atención por parte de Agustina, Liborio parece metido en un trance leyendo unos libros que ni siquiera se de que tratan.

Mi cara muestra de alguna forma la tensión del momento, dulce tormento peligroso intento. Mis enemigos usualmente respetan mi privacidad, esta vez no les importa nada y vienen por más. Detengo el automóvil y decido invitarles a pasear, sin ofrecer oposición acceden y nos bajamos en un espacio abierto, señorial, tranquilo, que majestuoso cuida a la ciudad como un guardián incesante, de algún modo me recuerda a mi mismo, solo que este es de piedra y yo de carne y hueso soy. Caminamos pausados, Liborio y Agustina no están enterados que por los ladrones somos perseguidos y que en cualquier momento pudiera cambiar el destino.

Pedimos a un amable transeúnte que tome una foto de nosotros, para el recuerdo, para el olvido. En el preciso instante cuando el hombre aprieta el botón a toda velocidad y por nuestra retaguardia pasa una escoba volando, con su respectiva bruja encima, con la insensatez palpable. El hombre asustado suelta la cámara y sale corriendo, Liborio quien no ha dejado de cargar los libros se mueve hacia un lado y nervioso enciende un cigarrillo, Agustina despeinada por las hebras de la escoba trata de arreglarse a la vez que me pregunta que es aquello que ha sobrevolado nuestras cabezas, yo simplemente callado y tranquilo espero, espero a que vuelva por más, solo que esta vez mi china no se dejará amedrentar.

La bruja del vicio se embala hacia nosotros nuevamente, a toda velocidad, con su odio brotando por doquier. A escasos metros de nuestras humanidades frena y detiene el vuelo, flota delante de nosotros, su nariz puntiaguda, su sombrero negro, su hebilla reluciente, su olor inclemente. Trata de convencer a Liborio y Agustina de que se encuentran al lado de un ser villano, ellos escuchan y dejan que hable, sin mostrar pruebas de sentimientos, sin dejar de mirar fijamente a la bruja. La bruja habla de la verdad, de su verdad, la que ella manipula a placer, yo observo con mi china preparada, sinceramente no me gusta gastar pólvora en zamuro pero hay veces que hay que tomar acción para no perder la noción. “Yo digo la verdad” grita la bruja con su voz asquerosa, “yo solo digo la verdad” repite de nuevo, el esperpento olvida que Liborio y Agustina me han enseñado a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganar el respeto de los débiles. Su mente podrida y poco pensante se queda dudando sobre su aseveración, comienza a sobrevolarnos con ira y desprecio, se lanza en picada y muy emperifollada, un chinazo a la frente la hace cambiar, su vuelo errante la hace mortal, sin pena ni gloria se estrella en el agua, los patos que habitan aquel pequeño lago salen despavoridos al sentir aquella maldad, bañada y sudada y con escoba robada nos mira por última vez “He venido a robarlos una vez más” profiere la bruja con fortuna con poca razón, sin humildad y por si fuera poco sin dignidad, nosotros tranquilos nos damos la vuelta, el silencio tiene sus ventajas.

El estafador hace su aparición de inmediato, en su camión blindado en donde guarda su fortuna, en donde lleva una lista con todas las personas a las que ha dañado sin haber pensado. El éxito le ha quitado su humanidad, su odio constante lo hace petulante. Quiere algo de nosotros, pero no lo logra definir, lo tiene todo y no tiene nada, materia gigante espíritu faltante, su avaricia desbordante promete desastres, humano nacido convertido en robot, capaz de destruir sin mucho perdón, enemigo de mis fibras, ladrón de mi sudor, de poca palabra y poca intuición le roba al pobre, esa es su misión. “Sus pertenencias, entréguenmelas de inmediato”, grita el dudoso bandido, “todo, todo lo que llevan encima”, Liborio mira sus libros y puedo ver como no los quiere soltar, Agustina ve con dolor que tendrá que entregar su alianza de años, yo sonrío, pues en el fondo se que una vez me han robado, pero dos es pecado. “Quiero todo” grita de nuevo el estafador, “ustedes fracasados, ustedes desterrados”. “Menudas palabras me dices ahora, si tu viejo asqueroso, ladrón de fortunas, tu ceguera interna por el obtener aquello que no es tuyo pero quieres tener te ha hecho olvidar que como me han enseñado Liborio y Agustina del fracaso renacemos para triunfar”. El estafador se abalanza sobre nosotros, Liborio lo golpea en su calva con los libros, yo simplemente le doy un empujoncito hacia el laguito en donde reposa la bruja, allí mojado nos mira con odio, su vida está llena de rastros golosos, se olvida el farsante que está rodeado de cariños dudosos.

El engendro se acerca, con sueño, con desparpajo, sin gracia y con un cartel que indica que quiere venganza. Sus ojos dan muestra de las noches que ha pasado sin dormir por saberse ratera, por saber que ha dañado usando la mentira, su vida placentera brilla de día para en la oscuridad esconderse a verla pasar. Su ira es perpetua, su dolor palpitante, su alma podrida se muere inclemente, rodeada de gente se encuentra su mente, pobre princesa venida a menos, su vida se opaca sin muchos destellos. “Exitos”, “muchos éxitos para mi”, profiere gritando la pobre mujer, es que nunca le han dicho que el éxito es bueno mientras nunca perdamos nuestra humanidad. “He venido a vengarme” insiste el engendro, “yo no se lo que es la venganza, pero eso deseo hacer”, “las órdenes expresas yo debo cumplir, mi voluntad no importa, solo debo seguir”. La pobre mujer olvida de plano una lección que me han enseñado Liborio y Agustina, “la venganza es señal de bajeza y perdonar no es más que un signo de grandeza” le hago saber. Le miro a los ojos que ahora lloran a cántaros, me digo a mi mismo que perdonada estás, tu odio rampante deberás controlar. Sin pensarlo nos enfrenta, ella ha venido por algo, y se lo quiere llevar, corriendo hacia nosotros resbala con unas gotas que han salpicado del lago cuando la bruja ha caído en el, por los cuatro vientos se encumbra, y luego de pasar por encima de nosotros al lago cae a encontrarse con los demás ladrones, allí mojada, allí mojados, me miran jurando que volverán por mi, tarde o temprano, así olvidando que no vivo por ellos, ni les deseo el mal, simplemente quisiera que aprendieran a perdonar.

Liborio y Agustina me miran asombrados por lo que ha pasado, no puedo creer que aún Liborio esté cargando los libros, que no son más que dos guías telefónicas, sin lugar a dudas ese par de humanos me hacen reír, me han dado de todo sin nunca pedir, me enseñaron a ser lo que soy, les debo sin dudas lo que llevo adentro, pagarles quisiera pero no encuentro con que, me tomaron de la mano cuando los necesité, son clase aparte, únicos per se, no roban ni se vengan, son parte de mi ser, y si, para los que no lo saben Liborio y Agustina no son otros que mis padres…

Friday, June 23, 2006

Mala Leche / La Historia de los Señores

Voy a la cocina y me sirvo un café, ahí recuerdo que no me gusta el producto procesado de la susodicha mata, miro la taza humeante, más bien el líquido que ella contiene, con su color marrón que se difumina haciéndolo ver negro, el calor y la oscuridad me recuerdan una historia pasada y vieja, algo que solían contarme cuando niño. Es una historia guardada, escondida, quizás hasta perdida, es una historia con príncipes y hadas, princesas y malhechores, bandidos y hechiceros, es un relato que contiene sonrisas y terrores, amores y temores, o al menos eso creía yo cuando me relataban aquel cuento, pero es que simplemente se me parece mucho al presente y es por eso que escribo de repente.

Las historias en nuestras mentes se van transformando con los años, al menos eso hicieron las mías, ese cuento con final feliz ya no es lo mismo cuando le aplicas la realidad de la adultez. Por eso, quizás, no quise crecer, aunque al mirarme al espejo veo que el tiempo se ha movido con su paso inclemente, mis ojos ya no reflejan la esperanza de aquellos días cuando soñaba con salvar al planeta. Hurgo en mis corotos del pasado, allí está aquel viejo cuaderno donde dibujaba los cuentos que mi abuela me echaba, no puedo evitar sonreír al ver como mis trazos denotaban mi corta edad, es así como me encuentro con aquella página, en donde una mujer gritaba desconsolada.

“Antonio, Antonio, hay Antonio, hay Antonio, Antoniooooooo”, gritaba aquella mujer desesperada, “me estoy quedando calva, se me cae el cabello, hay Antonio, que es esto, es como si una podadora de grama viniera y se ensañara en contra de mi protección para el coco, hay Antonio, que le hago?”. El hombre fastidiado desde años atrás se fumaba un tabaco pacientemente mientras veía alguna película de vaqueros pasada de moda, la insensatez de aquella bruja sin destino había hecho mella en el insensible viejo. No hacía ningún esfuerzo por atender el llamado de la mujer ahora convertida en vieja intocable desde que su cirujano plástico se había transformado en su peor enemigo cuando le achicó los ojos a un punto donde apenas se distinguía el iris. Si no podemos ver bien como pretendemos aprender a convivir.

“Antonio, donde estás?, cómprame una peluca o aunque sea una bolsa de automercado para ponerme en la cabeza, hay Antonio, se me cae el cabello, Antonio estás ahí?, no te me pierdas en estos momentos de desasociego, hay Antonio, hay Antonio que te hiciste?. Finalmente apareció ante el hombre que seguía aposentado como elefante herido, con el perdón de los elefantes, con una toalla enrollada en la cabeza y nada que cubriera su desgastado, arrugado y podrido cuerpo. El reflejo del paso del tiempo es indiscutible, algunos olvidan que vamos para viejos y sin retorno, quizás por eso perpetran venganzas, o simplemente se desgastan al ver pasar las horas como cucarachas. El hombre quien nunca perdía la calma pegó un brinco al ver a semejante esperpento parado frente a si, “pero bueno Magaly, tu estás loca o te brinca la tiroides?, casi me matas de un susto, ya tu no estás para andar desnuda por la casa”, "además esta peliculita esta muy buena, quítate del medio por favor".

“Hay Antonio, es que se me cae el cabello, me parezco al detective aquel que no me acuerdo el nombre, aquella serie que veíamos cuando éramos personas normales, antes que te llenaras haciendo trampas por doquier, si Antonio aquella época en que todavía veía al mundo como es, en donde no tenía que vengarme del planeta por que son más felices que yo, si Antonio cuando tu me querías y no pensabas en darme de regalo de cumpleaños una parcela en el cementerio". El reposado hombre no emitía palabras, su conciencia pesada y sucia no entendía el porqué de aquel ataque, para él, el mundo estaba compuesto por dos cosas, el dinero y el maltratar a los semejantes a toda costa. “Hay Antonio” seguía la mujer, “yo creo que si no te hubieras estafado a medio planeta mis ojos seguirían intactos, quizás mis pulmones no estarían en este estado pútrido, hay Antonio que nos has hecho a todos nosotros” repetía aquella mujer culpando a su marido por las desgracias que le rodeaban y que su corto cerebro no podía entender.

“Magaly, hazme el favor, no digas esas cosas muy alto, uno nunca sabe quien lo puede estar grabando” profirió lacónicamente el despiadado ‘ser humano’. “Antonio, hay Antonio” decía la mujer mientras prendía su décimo sexto cigarrillo de la mañana, “hay Antonio, se me cae el cabello, y eso no es todo Antonio, hay Antonio que le vamos a hacer”. “Mira Magaly, no se, porque esa quimioterapia es muy cara y de todas formas vas a templar el cacho así que no se”, “es más, yo tu ya no iba más al médico, económicamente hablando no es provechoso el gasto innecesario para combatir células podridas que habitan en tus pulmones”. "Fíjate si yo invierto esos reales que gasto en esa mariquera tuya pues entonces tendría para comprarme tres cajas más de tabacos al año, es que de verdad tu pides más que un cura ciego".

“Antonio, hay Antonio, no es solo eso, es Eleodoro, tu sabes la mujer lo desplumó, si Antonio, le sacó todo, lo dejó en la calle, hay Antonio, a mi nunca me gustó esa mujer, tu sabes de esas corre por el piso, cualquiera, de familia dudosa, hay Antonio se le fue con uno más vivo que él, tu sabes que él es medio corto de mente, hay Antonio, por cierto vamos a tener que modificar el testamento, para dejarle menos a Eleodoro, por idiota, quien lo manda a dejarse robar por esa bicha, hay Antonio, Antonio, me dejaron al muchacho, lo dejaron solo, y con esa cara de bolsa como engancha a otra mujer, dime Antonio, no me dejes hablando sola”, "tu crees que podrías comprarle una esposa?, no se, alguien, lo que sea, aunque sea fea, no importa Antonio, cuanto vale una esposa Antonio?.

El hombre continuaba tratando de mirar la pantalla, los indios habían atrapado al protagonista de la película y estaba en su punto cumbre. “Antonio, te conté que Delia, te conté que Delia está embarazada, hay Antonio, si Antonio, nuestro primer nieto, pero no es de Armando, no Antonio, es de un tipo por ahí Antonio, un tipo que conoció en una de sus peas diarias, hay Antonio, y si el muchacho sale malo?, hay Antonio, es que Delia no se puede quedar quieta, Antonio, esa muchacha, hay Antonio, ahora barrigona y de otro, y Armando la quiere dejar, dice que el no carga sino con sus enanos pero no con carrizito ajeno, hay Antonio que nos está pasando, de que se trata esto Antonio?, si nosotros nunca le hemos hecho daño a nadie Antonio, tan buenos que somos, tan correctos en nuestro proceder, hay Antonio, dime Antonio.

“Mira Antonio, Antonio, no me dices nada, hay Antonio, por favor, di algo”, “pero bueno Magaly, estoy tratando de ver la película, el muchachito va a tener todo, eso es lo que vale aquí, real y más real, no te preocupes que yo le compro sus cosas, tu sabes, todo, eso es, todo lo va a tener”. “Hay Antonio, pero, hay Antonio, el cerebro no me da”, “nunca te dio Magaly, nunca te dio” respondió el amable hombre mientras se acomodaba su cabellera. “Que me dices Antonio, hay Antonio, un nieto Antonio, de hombre distinto al marido de Delia pero nieto al fin, que emoción Antonio, de repente y lo saco a pasear en mi moto vespa, lo monto en una cestita, y lo paseo, hay Antonio me das real para la gasolina de la moto?, ya mismo voy a comprarle unos monitos de recién nacido, hay Antonio, un nieto", decía la mujer mientras tosía la vida.

“Antonio, hay Antonio, y Perlita, Perlita consiguió novio, es calvo como yo, pero parece que le pega Antonio, la cae a carajazos Antonio, pero tiene mucha plata, es millonario, pero le pega Antonio, la deja más abollada que olla de peltre, y bueno Antonio, yo no se si odiarlo o quererlo, hay Antonio, pero tiene un yate Antonio, y su papá varias empresas, hay Antonio pero tira piñazos, y Perlita no se puede defender, un ojo pepudo a la semana Antonio. “Pero Perla no estaba casada con otro?, preguntó Antonio, “hay Antonio ni te acuerdas, a ese lo robaste hace tiempo, tu y tus cosas Antonio, a ese lo tratamos de joder completito, pero chico tu puedes creer?, anda de lo más feliz, es que ese muchacho Antonio, ese muchacho Antonio, te conté que a Perlita le pega el nuevo novio no?.

El último tiro de la película fue echado al aire, los créditos aparecían en la pantalla del televisor, Magaly aguardaba mientras Antonio ahora finalmente la miraba, con su tono clásico dijo “por cierto Magaly, ya hablé con la gente esta que está fabricando urnas de plástico, tu sabes para ahorrarnos unos reales en tu entierro…