Mentira: dícese de aquella vaina que inventamos para joder a media humanidad sin darnos cuenta que nos estamos auto-empalando.
Leopoldo Mendivi Otero nació en el seno de una familia pudiente de la Caracas palpitante. Su infancia como cualquiera dentro de su medio transcurrió sin problemas y llena de diversión. Mendivi siempre fue flojo o eso hacía creer a sus semejantes, botado de varios colegios terminó estudiando en un liceo militar en un país del norte del hemisferio. Con el pelo al rape y más flaco que nunca comenzó a estudiar en la Universidad de Iowa la carrera de Ingeniería Agrónoma. Realmente nunca nadie entendió de donde carajo le había salido a Leopoldo el amor por el campo pero su padre lo complació pagando sus estudios con tal que el alocado muchacho no jodiera en Caracas más de lo debido.
Mendivi pasó sin pena ni gloria por la universidad. Estudiante mediocre y sin muchos deseos de superación se pasaba las tardes en una granja a las afueras del campus universitario en donde conversaba largas horas con un viejo con sombrero que sembraba maíz y papas, además de agarrar para fiesta a la catirita hija del viejo con quien se mantenía a tono en cuestiones de relaciones amorosas. Luego de deambular en el norte por varios meses y no conseguir ni un trabajo de medio tiempo regresó a Caracas y sin muchos pretextos le indicó a su padre que el quería dedicarse a la siembra de hortalizas, granos y demás actividades del campo. Su último día en Iowa lo pasó con el viejo granjero y su hija, el viejo al despedirse entregó un sobre con unas semillas en su interior a Leopoldo, le entregó un pequeño tubérculo e hizo que lo comiera, le dio un abrazo y se alejó adentrándose en los campos sembrados de maíz.
Después de los típicos sermones y llantos maternos por la decisión de Leopoldito, su padre acaudalado pero sin ánimos de seguir remando contra la corriente perdió todas las esperanzas de poder meter al muchacho en el negocio familiar. Ladillado de las vainas de aquel muchacho decidió comprarle un terruño en el Estado Apure y contrató dos ingenieros agrónomos, un psiquiatra, tres capataces, quince peones y dos cocineras para que cuidaran y ayudaran a Leopoldo a perseguir su sueño. En cuestión de pocos meses y con todo ese tren de ayudantes Leopoldito tenía montada una hacienda fantástica que ya empezaba a rendir sus frutos.
Una bella siembra de maíz criollo y otra de lechozas deslumbraban en el bello paisaje llanero. Tractores iban y venían, el sonido de los sistemas de riego de alta tecnología surcaban el aire cual sinfonía compuesta por un maestro. Patillas y naranjas, papas y cebollas eran algunos de los productos que se habían sembrado y que eran consentidos a diario para lograr la máxima capacidad de producción posible. Sin lugar a dudas con los contactos de la familia y las técnicas de primera utilizadas allí la inversión del padre de Leopoldo pronto daría frutos, y mientras Leopoldo estuviera escondido en Apure las cosas en Caracas fluían con facilidad.
Todas las noches antes de dormirse Leopoldo entraba a un cuartico que se encontraba al lado de su habitación. Allí con cuidado y a solas estudiaba con dedicación y recelo unas pequeñas plantas, más bien retoños que sobresalían en unos potecitos marrones perfectamente alineados y que se encontraban clasificados en "blancas", "simpaticonas" y "mortíferas". Unas goticas de agua y algo de abono seguían el proceso, unas cuantas anotaciones en una libreta y una sonrisa al final de la laboriosa jornada.
En el pequeño cuarto dentro de la residencia principal de la hacienda Leopoldo estaba sentado observando unos pequeños retoños. La puerta sonó y Mendivi realizó unas anotaciones con rapidez y escondió la libreta en una gaveta a la cual le pasó llave de inmediato. Se aproximó a la puerta y la abrió, una de las cocineras le traía la cena que tomó en sus manos y volvió a trancar la puerta. Mordiendo un trozo de pan Leopoldo gritó por dentro "carajo lo conseguí, el viejo tenía razón, logré sembrar la primera mentira en tierra venezolana", "ahora si que nadie me puede joder, es solo cuestión de buscarse la gente que quiera comprarlas". Leopoldito no solo gozó a la catira hija del viejo, sin decirle nada a nadie se dedicó a estudiar uno de los secretos más guardados de la Vía Láctea, la siembra de mentiras, las mentiras no son fáciles de decir, mucho menos construir, y que mejor solución que una mentira que crezca en la tierra y que se pueda echar para lograr su fin a la perfección.
A la mañana siguiente Leopoldo desenterró la primera mentira, con cuidado la limpió quitándole la tierra, allí en su mano reposaba la bella mentirita blanca que serviría para probar si efectivamente se trataba de mentiras viables. Con sumo cuidado se dirigió a la oficina de uno de los ingenieros agrónomos que le ayudaban en las labores de la hacienda y que había insistido hasta el cansancio en preguntar acerca de que se trataba todo aquel experimento secreto. Leopoldo se metió la mentira en la boca y la masticó, un sabor extraño inundó sus papilas gustativas pero siguió su camino, parado al frente del ingeniero le dijo "Oye Carlos, ya te puedo decir de que se trata el experimento, no es más que unos bonsáis enanos que tienen poderes curativos y que he estado trabajando en ellos desde la universidad, pero es algo privado y bueno quisiera respeto y discreción", el ingeniero quien había dudado por meses sobre aquel experimento se limitó a sonreír y a decir "ya me estaba asustando, ahora si me quedo tranquilo Leopoldo". Leopoldo quien no había planeado nada de aquello quedo sorprendido por la facilidad con que la mentira había salido de su boca, igualmente la cara de convencimiento en el ingeniero le reafirmaba que el viejo aquel en Iowa tenía razón, la verdad causa estragos, la mentira los olvida.
La afamada actriz recogió su mentira para hacerle creer a su público que su carrera no estaba acabada y que regresaría con fuerzas. Se metió la mentira en la boca y se la tragó. Al día siguiente ofrecía una rueda de prensa para enfrentar a la prensa y desmentir todos aquellos rumores que circundaban su exitosa carrera. Con el director de moda a su lado, y a quien le había mentido prometiéndole favores sexuales, mintió nuevamente informando que esta nueva película sería todo un éxito por la calidad del guión y por su promesa de demostrar que no estaba acabada. Calmó todos los dimes y diretes acerca de su adicción a las metadonas diciendo que solo se trataba de una adicción sana a los salvavidas de color verde, los representantes de la prensa embelezados por la manera natural y concisa con que la actriz respondía las preguntas le creyeron catapultándola de nuevo a la fama universal.
Aquel hombre exitoso, amigo de su familia, conocido por todos tenía un pequeño problema, su esposa e hijos sospechaban desde hacía años que el distinguido doctor era un montador de cachos profesional. Después de meterse en su boca y chuparse la mentira por un rato, el doctor se sentó a cenar en la excelsa mesa de su mansión, su esposa e hijos comían tranquilamente cuando el hombre les dirigió unas palabras. "Entiendo que me consideran un mal esposo y mal padre pues nunca estoy en casa, además las habladurías de la gente acerca de mis conductas amorales me tienen ya cansado, yo lo que he hecho es trabajar, por eso llego tarde, los paseos en el yate son para atraer clientes y los viajes de negocios sin el más mínimo placer. Así pues me permito repartirles la herencia en vida, aquí están sus respectivos cheques, disfruten y por favor dejen de juzgarme". Los familiares al ver las exorbitantes cantidades de los cheques comenzaron a llorar, dando las gracias y pidiendo disculpas por haber juzgado al hombre, la esposa se limitó a decir, "disculpa Jorge, yo pensando que andabas por allí y tu trabajando para darnos este regalo."
La muchacha embarazada en una noche de copas contactó a Leopoldo, de alguna manera tendría que mentir para que en su casa no la crucificaran en el patio trasero. Con su vientre rechonchito se sentó en el sofá de su casa y les dio la noticia a sus padres. Con una habilidad magnífica relató como las pastillas habían quedado expuestas al sol mientras paseaba en lancha con sus amigos y las mismas se habían dañado, no era su culpa, en todo caso la del sol, o la del laboratorio que fabricaba esas pastillas, pero nunca su culpa, ella había sido muy responsable y sus padres debían creerle, de esta forma todos abrazados lloraron y prometieron darle su apoyo. En el baño de su casa la muchacha echaba las pastillas por la poceta, la mentira había funcionado.
Un político famoso se acercó a la hacienda y Leopoldo le entregó aquella mentira que le serviría para lograr ganar las elecciones y hundir al país más de lo que estaba. El viejo zorro se comió su mentira y sintió un sabor desagradable en la boca. Parado en la tarima ante el mar de personas comenzó su discurso diciendo "Mi gobierno será una cagada, vamos a desangrar al país para el coño", el infeliz hombre no podía creer lo que salía de su boca, prosiguió "nada de ayuda a los pobres, jódanse, a mamarse un cable cuerda de inútiles", "me pienso pelear con la iglesia y con todas las instituciones decentes de esta tierra de mierda", "tengo planeado pasarle aplanadoras a todos los barrios del carajo esos", "sin lugar a dudas no hay pueblo más idiota que este así que será fácil engañarlos", "hoy por mi y mañana por mi", "voten por mi cuerda de guevones", el hombre quien no podía callarse a pesar de los esfuerzos de todos los jalabolas que lo rodeaban seguía soltando improperios a diestra y siniestra del mojón que era su plan de gobierno y de todos los planes corruptos e ineptos que se habían concebido.
En Apure, sudando y nervioso Leopoldito escuchaba aquel discurso boquiabierto, tomó el teléfono y trató de llamar a su tutor en Iowa, las comunicaciones entre Apure y Iowa no lograron ponerse de acuerdo. Soltó la bocina y se encerró en su pequeño laboratorio, revisó las notas con recelo y no entendía en donde estaba el error, nuevamente y leyó todas las libretas, en la última de ellas encontró la siguiente anotación "esta vaina no sirve para un coño, mojón de ese viejo en Iowa, destruir laboratorio", más abajo encontró la siguiente nota "me he mentido a mi mismo, nada le puedo hacer."
En una granja en Iowa un viejo reía para si mismo mientras decía "que fácil fue mentirle a Leopoldito"……
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6 comments:
Que buen cuento!
excelente!
clap, clap, clap :)
Muy bueno... Lo que más me gusta es el trasfondo que tiene. Aún presentado como ficción, es muy creíble el lugar de procedencia de esas semillas, así como es cierto el efecto que tienen tal y como lo describes.
Vengador:
Te habrás destornillado de la risa cuando escribiste eso de: destruir laboratorio. Yo sí. Pobre Leopoldo mintiéndose a si mismo sobre su propia Mentira. Nos pasa a muchos. Te doy 10 chocolates (y mira que yo con los dulces...)
Ya vendré con calma, espero. Gracias por visitarme y tus palabras. Yo escribo algunas "viñetas"; tus cuentos son más elaborados y bien ambientados hasta dónde te he leído. Creo que el hecho de tener que sentarse ante el PC a leer mirando al frente es lo que hace que uno no se quede tanto como desearía. Me encanta la literatura impresa por poder llevarla conmigo ¡hasta al baño! leo mucho, hasta los envases de dentífrico.
Saludos.
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