Gustavo Ignacio Carrasco Valladares nació en la Maternidad Santiago de León de Caracas de Zamuro a Padre Sierra, fue un niño precoz que dice sus primeras palabras a los 6 meses con lo cual comienza su cadena de habladeras de pendejadas en su intento de confundir a la humanidad, de niño también descubre que leer novelas de vaqueros, ser flojo y mentiroso es más fácil que estudiar, se dedica a fantasear, coleccionar estampillas y molestar a sus hermanos menores, en fin pasa una niñez como la de cualquier otro infante del planeta, llena de irresponsabilidades, llantos, caídas y uno que otro sueño que nunca llegará a su destino.
La vida se mueve hacia adelante y por esto Gustavo Ignacio crece y se dedica a jugar ajedrez y dominó en el Gran Café de Sabana Grande mientras hace creer a todo el mundo que estudia Administración, es descubierto en su casa e inventa una grave enfermedad pidiendo dinero prestado para curarse, se va de farras a Londres y vuelve vestido de Capitán de la "Royal Air Force" con el aliciente que ha sido curado gracias a las aguas del Río Thames, finalmente le llega la hora de la verdad, sus padres no piensan arrimar un chícharo más para mantener a este vago empedernido, su novia le exige que deben casarse pues se le está pasando la edad reglamentaria establecida por la sociedad y por supuesto tiene que darse sus gustos por ende necesita real en el bolsillo, por primera vez en su vida Gustavo Ignacio tiene que salir a trabajar.
Gustavito ayudado por los contactos de su padre consigue un empleo bastante prometedor en un banco muy renombrado, se casa con su amada de juventud y se compra un apartamentito, empiezan a venir los hijos, los problemas en el trabajo salen a flote y el estar casado no es juego de niños, la vida de Gustavito empieza a sufrir los duros golpes que no son otra cosa que la marca de fábrica de la existencia humana, la depresión, el desasociego y la tristeza hacen mella en el alma de Gustavito, la vida no tiene sentido y el mundo no tiene pasiones.
Gustavo Ignacio quiere mandar y dar órdenes en el banco, es despedido, aquí se monta encima otro rollo más para hacer su caminar una montaña difícil de escalar, su esposa demanda dinero para su cuidado y el de los niños, Gustavo pide prestado a sus padres quienes le alcahuetean una vez más a pesar de sus juramentos de más nunca ayudar a semejante vagoneta, el dinero se acaba, sin trabajo la cuenta toca fondo y siguen los problemas, el matrimonio entra en un espiral mortal, los niños siguen viniendo al mundo a pesar de la situación precaria.
Gustavito no sabe como manejarse siendo un irresponsable sin destino en un mundo donde los responsables también sufren, su vida va camino de la locura, de nuevo y con la ayuda de sus padres consigue un empleo, pan para hoy hambre para mañana, resulta difícil enderezar una vida que se ha estructurado bajo premisas falsas y subsidiado con mentiras, el mundo simplemente exige, los hijos, la esposa, la familia, los jefes, los metidos, los salidos, la gente de la parada del autobús, el cartero, los maestros, todos quieren explicaciones y demandan una constancia infalible para que su mundo no sea perturbado por la ineficacia diaria de un ser no apto para la supervivencia.
La vida sigue pasando entre tumbo y tumbo, 6 hijos adornan la destartalada casa, casa pues eso no es hogar, Gustavito fuma y bebe, bebe y fuma, quizás para olvidar, quizás para reafirmar que el siempre hará lo que le da la gana, un nuevo despido lo empotra en su casa, Gustavo no tiene ganas de hacer nada, se levanta una mañana y mientras se toma un whiskey, un café y se fuma 21 cigarros lee un aviso clasificado que le llama la atención, el pequeño cuadrículo dice "Se compran almas, discreción garantizada, pagamos de inmediato, párese en la estación de Metro de Plaza Venezuela y nosotros le reconoceremos."
Gustavo mira por la ventana y solo puede ver el día gris delante de él, sueños destruidos, esperanza regada y tristeza acumulada, se para del sofá, se viste de gala y se va al Metro, llega a Plaza Venezuela, prende su cigarro y se sienta a esperar. De pronto se le acerca un hombre bien vestido, le dice "gracias por venir, simplemente sígame al carro", Gustavo cumple con las instrucciones y se sienta en la parte trasera de un vehículo pulcro, dan unas cuantas vueltas por la ciudad y llegan a un edificio del centro de la ciudad, suben a una oficina totalmente nueva y lo sientan en un cuarto amoblado cual suite de hotel.
Sale un hombre pequeño y se presenta "mi nombre es Julio Lozada, Vice-Presidente de la Compañía Mundial Alma, como su nombre lo dice pues compramos almas de todo tipo, de cualquier especie, dependiendo de nuestras necesidades y bueno tengo entendido que usted cumple con todos los requisitos para el proceso." Gustavo se reclina en la silla y dice "y que hay para mí en todo esto?, Lozada sonríe y responde "así me gustan los candidatos, gente convencida de lo que quiere hacer, sin preguntas ni rodeos bobos, pues para usted hay este maletincito, lleno de billetes verdes, una cantidad que le resolverá su existencia, si es que el dinero resuelve existencias, pero ese es su riesgo, y por eso firmará un contrato donde renunciará a cualquier intento de recobrar su alma.
Gustavo dijo "donde esta la pluma?, Lozada nuevamente riendo le pasó una pluma con un papel, Gustavo firmó de inmediato y Lozada le dijo "acompáñeme por favor". Acostaron a Gustavito en una cama muy cómoda, de pronto una luz cegadora iluminó todo el cuarto, Gustavo sintió como una parte de él se iba en el acto, de seguido entró Lozada y le dijo "listo, la operación ha sido completada, gracias por su amabilidad y buena suerte".
Gustavo salió del edificio y se sentía como un hombre nuevo, fuerte, vigoroso, sin cargas, sin preocupaciones, se metió en un concesionario y se compró un carro nuevo, bajó la ventana del carro, prendió otro cigarro y aceleró a toda mecha, en un semáforo decidió no frenar y se llevó a un frutero que trataba de cruzar la calle, Gustavo solo alcanzó a escuchar cuando alguien gritó "párate desalmado!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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