Wednesday, January 25, 2006

Razones

Cuando estoy solo y sin oficio me da por buscar razones, entonces siempre, solo y sin oficio, ese soy yo, me la paso hurgando, metiendo la cabeza donde no debo, siempre y desde pequeño busqué el por qué de las cosas. No con esto digo que sea preguntón, para nada, más bien soy serio y callado, no del tipo antipático, quizás más tímido de lo que parezco. El hecho es que para mi mente algo fría y racional necesito obtener respuestas a cosas que no las tienen. Menuda tarea, preguntarme cretinadas que no tienen lógica humana y yo cual perro fiel persigo sus razones que en realidad no existen hasta llevarme a la locura, respuestas que no deben llegar, preguntas que están para ensalzar, causas y consecuencias de un andar, es que nunca pero nunca entendí la razón de este caminar.

Redactaba alguna idea alocada en mi ordenador cuando entró a mi cuarto, dio varias vueltas moviendo sus alas, creo que se encontraba inspeccionando mi bunker antes de posarse sobre la pantalla en donde trataba de escribir uno de los tantos cuentos que viví. El Yigüirro, es que así se llama el pájaro, por demás está decir, ave Costarricense. Claro, todos se preguntan que hace un ave Costarricense en mi cuarto en Caracas, confieso que yo también lo hice al verlo, de hecho me costó identificarlo como tal, y hasta le lancé un zapato el cual esquivó hábilmente alzando vuelo y posándose sobre mi cabeza. Finalmente y después de darme cuenta que el ave era un pajarraco amigo, noté como en su pata derecha traía un mensaje, un pequeño pedazo de papel, una nota que demandaba mi presencia.

Inmediatamente tomé la nota de su pata, el pájaro parecía atormentado, asustado, cansado también por el largo viaje. “Porqué no pudo escribir una nota normal y corriente” me dije a mi mismo cuando la observé, esas cosas en clave no me gustan, me distraen y termino siempre haciendo lo que no debo. "Mátame a estañazos, que quiero morir lentamente", de seguido decía "perro que come huevos, ni quemándole el hocico". "Que carajo significa esto?" pensé, mi hermano que se paseaba por mi cuarto buscando que le diera el teléfono de alguna dama para invitar a salir, leyó la nota y se echó a reír, obtuvo el número y se largó. Reconozco que no me puedo quedar tranquilo, "usa el cerebro Policarpio" repetía en mi interior, de pronto comprendí que esos dichos simplemente estaban allí para cuando llegara a Costa Rica, el Yigüirro era la primera clave para saber que hasta la bella nación Centro-Americana debía trasladarme y quizás un indicio para más tarde en mi odisea.

Saliendo por la puerta de mi casa, mi perro "Alerón" detectó que me iba, el pequeño mastodonte se abalanzó sobre mi para no dejarme ir. En el suelo y con sus patas encima mío me di cuenta que la nota tenía una palabra en su parte de atrás, como podía ser tan distraído para no mirar la parte trasera de la hoja, "Heredia", eso decía, nada más. Luego de quitarme al canino de encima le metí un grito a mi hermano para que hiciera una búsqueda rápida en el Atlas, a los pocos segundos me confirmó que Heredia era una provincia Costarricense. Al menos ya sabía hacia donde debía ir, siempre es bueno saber algo, aunque sea mínimo, la ignorancia es el fracaso de los pueblos, sabiendo se crece, se arman destinos, se lucha en justicia, se abren caminos. Después de engañar a "Alerón" para que me dejase ir, tomé el taxi que me llevó al aeropuerto, un vuelo de TACA hasta San José en donde al tocar tierra recordé que el "venado cola blanca" era famoso por sus poderes de agilizar la mente humana, es decir, una sopa de pelos de la cola del venado, traía consigo efectos inimaginables sobre la capacidad de desarrollar el cerebro más allá de los límites normales.

Tan pronto salí del aeropuerto liberé al Yigüirro, el cual había cargado escondido en mi camisa todo el viaje, el ave se había cagado en mi y en el avión varias veces hizo sus ruidos propios provocando que la aeromoza se me acercara. Yo poniendo cara de pájaro trataba de imitar el sonido para que no sospecharan que llevaba un animal en mi bolsillo. Todo en la vida tiene un comienzo y un fin, este era el principio, el nacer de una aventura más, no se el por qué, pero siempre asocié los comienzos a la esperanza y los finales a la reflexión, cosas mías, tonterías de mi mente. Lo interesante del existir radica en el descubrir, lo que no sabemos y estamos por aprender o lo que conocemos y podemos comprender, todo esto fabrica una base de sendas y oportunidades que deben ser transitadas en la búsqueda infinita de las razones, que en definitiva son respuestas al clamor de nuestra curiosidad, nutrientes para nuestras almas que desean liberarse de los miedos y dudas que persiguen nuestras vidas.

Irazú, así se llama uno de los volcanes más importantes de Costa Rica, por allí decidí pasar antes de dirigirme a Heredia, un viejo amigo radicaba en las faldas de la montaña del hueco humeante con la esperanza que al hacer erupción lo sepultara en ese lugar. Arribé al lugar en horas nocturnas, Abel, mi amigo no sabía de mi llegada, al verme comenzó a reír, la risa se transformó en lágrimas cuando recordó que la última vez que habíamos actuado juntos las cosas no habían salido del todo bien, pero eso es otra historia y después de consolarle nos sentamos a hablar bajo un árbol de Guanacaste. Le mostré la nota y Abel se mostró cauteloso ante la misma, el mensaje no era claro, podría tratarse de una trampa para capturarme. Abel no estaba en condiciones de acompañarme, su nivel de heroísmo había decaído con el pasar de los años y no pensaba correr riesgos ni poner en peligro mi existencia debido a su falta de práctica.

Bello fue el amanecer a las faldas del volcán, me despedí de mi viejo amigo y me encaminé hacia la provincia. Al parecer la persona que deseaba mi ayuda estaba en peligro de muerte, lenta, pero muerte al fin, igualmente no veía el sentido de un perro que no comiera huevos sin quemarse su hocico, por supuesto, esta frase debía significar otra cosa, o quizás solo era un artilugio para confundirme. El paseo en autobús me llevó por paisajes inigualables, como siempre me puse a hablar con una viejita que se sentó al lado mío en un intento de saber que podía estar pasando en Heredia. La dama de cabellos grises me habló de su tierra, de sus costumbres, de sus anhelos, de su familia, yo la escuchaba con atención, haciendo preguntas tontas e inofensivas. Por último decidí preguntarle como estaban las cosas en Heredia, la viejita suspiró y volteó los ojos, algo le incomodaba, trató de cambiar el tema, balbuceó algunas palabras y no me habló en el resto del trayecto. Al bajarse del autobús, se colocó al frente de mi ventana, en el sucio vidrio escribió "979" y desapareció.

El día estaba bastante caliente, al bajarme y sin comprender el por qué de esos números decidí comer algo antes de seguir con mi travesía. En el local me tomaba una Coca-Cola muy fría, acompañada de la sopa de pelos de cola de "venado cola blanca" cuando escuché que la radio decía "97.9 la estación del momento, Costa Rica es de nosotros". En un primer instante no capté pero gracias al cielo y la inmediata acción de la sopa conservo una agilidad mental poderosa y sin pensarlo dos veces tomé un taxi hacia los predios de la estación de radio. El taxista, algo inquisidor, me preguntaba la razón de mi visita, yo cauteloso le hablé que era un venezolano productor de programas de radio y venía a hacer algunas consultas, el hombre dudoso continuaba su interrogatorio tal cual detective de Scotland Yard, a mi no me gustan los taxistas, me parecen de alquiler como sus madres, y menos uno que se crea investigador privado. Cansado ante la insistencia del as del volante decidí bajarme del carro, pagué y pregunté por donde seguir hasta la estación de radio.

La vida nos pone ante situaciones que hay sortear día a día, acertijos los llamaba de pequeño. En la puerta de la emisora, un perro guardián se encontraba al lado de un guardia que parecía estar muy fuertemente armado para cuidar una simple estación, en la otra esquina vi un abasto en donde me introduje y compré un huevo. Me acerqué a la puerta y saludé, el hombre nada amigable me preguntó que hacía en los predios de la radio, yo me saqué el huevo del bolsillo y se lo di al perro. El guardia de inmediato y con un cambio de semblante me dijo "perro no come huevo", yo contesté " ni quemándole el hocico", una sonrisa de oreja a oreja se esbozó en la cara del hombre de armas y me dijo "bienvenido a la 97.9, pase, pase señor, que tenga un buen día".

La clave era esa, un huevo, un perro, que se yo, el hecho es que adentro estaba. En la recepción me atendió una dama muy amable, yo inventando historias le convencí que tenía que hablar con algún locutor para una tesis que estaba haciendo como parte de mi doctorado en la industria radiofónica. Me dio un pase y me dijo que fuera al piso cuatro, yo me subí al ascensor y en el primer piso me bajé. Con cuidado y con cara de paisano me recorrí el primer piso sin encontrar indicios de alguna situación extraña, el segundo piso pasó de largo y el tercero no trajo mayores consecuencias. Al bajar en el cuarto piso sentí un escalofrío, de esos que atraviesan tu alma. Varias cabinas de locución con sus respectivos locutores adentro daban la impresión de estar todo en orden, me acerqué a una de ellas en donde la vi sentada con sus audífonos y su micrófono delante, en la pared la foto de un Yigüirro.

Abrí la puerta y la mujer quedó helada, sus ojos me miraron fijamente, se quitó los audífonos y me abrazó. "Sabía que vendrías", confieso que en mi vida había visto a la dama en cuestión, ella después de decir su nombre, Bel Leguirre, me explicó que dentro de la estación no había desconocidos y yo era el único con cara de perdido así que tenía que ser el hombre que había recibido el mensaje del ave mensajera. Luego de lograr quitármela de encima pues permanecía guindada cual koala recién nacido, le pedí por favor me explicara que estaba sucediendo allí. De pronto se abrió la puerta y tuve que tirarme al suelo, abajo del escritorio, un hombre con voz de maldad le dijo a Bel "todo bien?, me pareció escuchar que conversabas con alguien, vamos, vamos, a trabajar, hay mucho que hacer".

Escondido en ese hueco y sin saber que pasaba asomé mi cabeza, Bel se sentó en su silla y con mucha sutileza me explicó de que se trataba aquello. Los Caballeros de la Guaria Morada, así se hacían llamar, una banda de inescrupulosos Costarricenses que se aprovechaban de una nueva tecnología desarrollada por ellos en donde las ondas de la radio al ser escuchadas por los radioescuchas les hacían volverse adictos a una nueva droga, igualmente manufacturada en la estación. La droga se llamaba "Alajuela" y debía su nombre a una planta que crecía en esa región de Costa Rica, la misma era totalmente adictiva y causaba estragos en la población joven de la pacífica y próspera nación. Bel me dijo que los locutores como ella eran obligados por estos mercaderes del mal a crear programas de interés para jóvenes con lo cual las ondas podían ser enviadas a través de sus oídos y por ende tornándose adictos a la "Alajuela".

Tomé a Bel de la mano, y le dije que teníamos que salir de allí, de inmediato. Salimos del estudio y me dirigí al techo del edificio, allí comencé a balancearme en las antenas logrando que se partieran una a una, Bel me miraba atónita pero al poco tiempo comenzó a ayudarme. "Pronto nos van a descubrir" me dijo la interesante Tica, yo estaba poseído en mi tarea de destruir las antenas, de hecho le había agarrado el truco a la cosa y me balanceaba cual infante mientras entonaba canciones de kinder. Después de tumbar alrededor de doce antenas me acerqué a la más peligrosa, la que emitía las ondas que causaban la adicción, saqué mi china y disparé un garbanzo, otro, otro más, y nada, la misma estaba hecha con algún material infranqueable, una especie de aleación nunca antes vista. La antena comenzó a moverse, me saqué la franela y la lancé haciendo que la misma se trabara, un chirrido estremeció mis oídos y un poquito de humo se despidió desde el motor de la antena, aprovechando que estaba estática le tumbé de un zapatazo la punta de la misma, otro zapatazo al centro de la misma hizo que soltara unas chispas, Bel se quitó sus zapatos de tacones, con fuerza lancé cada zapato que se clavaron como lanzas en la esfera de la antena, después de todo el material no era tan resistente, en ese instante lo que no sabía si iban a resistir eran nuestras vidas.

Abel, mi amigo, apareció en el techo, fuertemente armado, "suelta la china Policarpio" me gritó. Yo no comprendía nada de aquello, "pero Abel, que haces, te volviste loco? logré decir, Bel me miró y me dijo "tu conoces a este individuo?, el es de los cabecillas, de los magnates de la droga". Abel se acercó y golpeó a Bel en su cara, la pobre dama cayó al piso y yo sin poder hacer nada, la ayudé a levantarse, unas lágrimas caían de sus ojos, el cachete rojo mostraba el duro golpe recibido. "Vamos, caminen, par de idiotas" dijo Abel, creo que no hay nada peor en el planeta que un superhéroe corrompido, aquellos que defendemos el bien sin lugar a dudas podemos ser muy malos en el otro bando. Adentro del edificio nos esperaban los otros líderes de la banda, entre ellos el taxista que tantas preguntas me había hecho. Nos amarraron fuertemente, espalda con espalda, nos metieron dentro de un estudio de grabación, otros locutores nos miraban con sus ojos perdidos, sin lugar a dudas poseídos por los efectos de la "Alajuela".

Entró un matón a sueldo al estudio, se le veía en su cara, portaba un machete tamaño casa. "Los voy a cortar en pedacitos" dijo y soltó una carcajada, “poco a poco, una muerte lenta para ustedes, les extirparé órgano por órgano y me los comeré”. Para ese momento y gracias a mi entrenamiento ninja, que debo agradecer realmente a mi padre que me llevaba a patadas desde que tenía seis años al dojo había logrado desalojar mi cuerpo físico y estar parado atrás del matón. El hombre levantó el machete y me golpeó en la cabeza con el mango del mismo, desde afuera no entendía el dolor ni la razón de la expresión de mi cara, no le permití una más al bandido, desde mi estado espiritual y con la fuerza de la mente dominé su mano, el próximo machetazo que iba dirigido hacia Bel se volvió contra el hombre que se auto-cortó la femoral. El sangrero parecía un río, volví a mi caparazón y me dolió la vida, el cachazo en la cabeza me había dejado aturdido y tardé en saber donde estaba, luego vi sus ojos, los ojos más profundos que he alcanzado a ver en mi existencia.

Salimos del estudio después de desatarnos, subí al techo y recuperé mi china, en el ínterin Bel se dedicó a sacar a sus amigos locutores del trance en que se encontraban, como lo hizo, es un misterio para mi hasta el día de hoy. China en mano me dirigí al cuarto donde estaban los monigotes reposando, contaban el dinero de las ganancias, bebían vodka con limón. Con cuidado bajé hasta la entrada en donde el guardia con el perro me despidieron amablemente, a pesar de preguntarme la razón de andar sin franela, me hice el loco y seguí mi camino. Crucé la calle y compré unas botellas de Coca-Cola, las vacié mientras lloraba por desperdiciar aquel preciado líquido, también adquirí unas botellas de kerosene, las introduje dentro las botellas de vidrio y con la ayuda de mi pantalón les creé una mecha. Me devolví a la estación, sin franela, sin pantalones, sin zapatos, el guardia ya no estaba, me apresuré y llegué al cuarto piso en donde los bandidos habían capturado a Bel y se disponían a eliminarla del planeta.

Saqué mi china y disparé a la frente de Abel, de inmediato prendí la primera bomba casera y la lancé. Crear el caos es la manera más fácil de salir de aprietos, la confusión hace mella en las mentes inferiores, un nuevo chinazo puso fuera de combate a otro maleante, otra bomba, las llamas comenzaban a hacer de las suyas, los otros bandidos huyeron por la retaguardia, solo logré alcanzar a uno con un garbanzo incendiado, lo prendí vivo, y se quemó sin más remedio. Me acerqué a Abel y sentí lástima por el otrora superhéroe convertido en hampón, me miró algo perdido por el garbanzazo en la frente y pidió clemencia.

Entre Bel y yo sacamos a los locutores del edificio que se quemaba, cargué con Abel hasta la puerta y lo dejé en la acera de enfrente. Yo estoy por encima del bien y del mal, no juzgo, no pongo objeciones, no lo iba a dejar morir, sus razones tendría para haberse cambiado de bando, razones que aún desconozco. Bel se acercó y me dijo que no sabía como agradecerme, me pidió permiso para darme un beso, y sin concedérselo la besé yo sin más ni menos, con sutileza fui quitando mis labios de los suyos, poco a poco, como un fantasma, como lo que soy, una sombra salvadora, un solitario incansable. Cuando abrió sus ojos ya me había ido, lejos, como siempre, solo puedo decir que yo tengo mis razones...

8 comments:

akxi said...

Si el mensaje lo hubieran llevado en Carreta... habría sido muy tarde y una giganta te hubiera asustado...

Bien por el Yigüirro!!!

Me imaginé marimbas al final y una guaria morada en el ojal.

Saludos!

sunrisetkila4two said...

Hola Dinobat!!! No importa la cantidad de lineas de tus post, jamas me los pierdo! Estan interesantisimos!

Saludoss desde del west coast!

P.S: si, ya me malacostumbre! ;o)

Cristibel said...

Buuuuuuuuuu... sniff, sniff ¡cómo dejó Policarpio a la Bel botada! Voy a tener que organizarlas a todas, a ver si hacemos caer a Policarpio en nuestras redes... buajajajajajajajajajajajajajaja.

Continuará...

P.D.: ¡Gracias mil por el post!

La Perra de Kenia said...

Vive el sueño americano y luego me lo cuentas chavalote.
Un abrazo de La Perra

Leo Scorpio said...

Bravo!!! Bien por tí Dinobat!!

Tus posts muy interesantes y espero que pronto te des una vuelta por Mexico (creo que aqui hay algo parecido a la estacion de Costa Rica, pero en televisoras....) Si logro descubrir algun indicio te aviso.

Asi sea...

SpA Undercover said...

¿Nunca piensas en quedarte? La naturaleza humana tiene un límite...
Besos

Kaa- said...

Me gustó mucho tu cuento ... te invito a CR! Dale!!!

Beijos,

Kaa-

Lizzy Wurmann G. said...

Me encanta tu blog!!! y gracias por poner un comentario en el mio.