Wednesday, August 25, 2010

Igualdad

La mayoría de las veces no comprendemos la razón de las cosas, hay otras que tienen razón, podemos también no querer comprenderlas o simplemente es que hay momentos donde es mejor no buscar una explicación. Eran días iguales de la historia, de esos donde todo se ve de un mismo color y los recuerdos se visten de seda, de esas horas donde el pasado pesa y el futuro reduce. Los alrededores aún jugaban su juego de siempre, el que nunca jugué por mas que intentaron hacerme, el cual de una u otra manera esquivé.

Intentaba olvidar acostado en mi cuarto, no puedo distinguir cual de ellos, quizás las cuatro paredes blancas o pudiera ser que aquellas de colores distintivos. A lo lejos escuchaba la voz sempiterna de mi madre, me invitaba a salir de lo lejano, hacía su labor, cuidar y querer, yo por mi lado huía de todo aquello que no podía interiorizar, callaba y aceptaba, dudaba a veces sobre si había perdonado a los ladrones o si por el contrario aguardaba el instante para hacerles tragar sus miedos, quizás solo estaba esperando pausado el momento adecuado para pisar de nuevo el pavimento.

Sentado en mi cama mi padre discutía sobre la igualdad, no la igualdad humana sino más bien el por qué a mi me daba igual todo aquello. Su visión distinta a la mía me hacía esbozar preguntas cortantes, con paciencia todo se responde y se lleva adelante. Hubo un momento en el que me perdí, mi capa vieja y gastada no cumplía con mis medidas, mi mente cansada y somnolienta apenas me daba ideas, yo todo, conmigo mismo me debatía entre el respiro y el ahogo, las cosas que vi no deseo nadie las vea, los humanos podemos ser muy buenos pero nos esmeramos en ser terribles.

Basta Policarpio!!!, seguir?, para que?, me reía al pensar en lo inútil que resulta arar en el mar, los malos siempre ganan, pero debo confesar que al menos me río. El teléfono sonaba con insistencia, su ruido atorrante retumbaba en las cavidades de mi propio infierno, finalmente alguien le agarró, era para mi, como solía suceder, el mundo esperando por mi, yo esperando por la nada, una mezcla terrible. Después de una conversación extensa y tediosa accedí a tomar el auricular y escuchar la voz del otro lado, me buscaban, no por bien, no por mal, es que existen aquellos que se preocupan o que te necesitan.

Era imposible olvidar aquel evento, como dejar pasar la oportunidad, el gran Hotel Montaña reabría sus puertas, con bombos y platillos, y por cierto a mi me daba igual. Arrastrando mis pies como suelo hacer pero con un agregado de fastidio perenne me dirigí al baño, pasarían por mi a las nueve de la noche, una vez más me secuestrarían mis amigos. Vestido de payaso, perdón con traje y corbata quise decir, estaba parado en la puerta de mi hogar, aquel que me vio crecer desde mis días de superhéroe hasta aquellos penosos de no saber que hacía aquí.

Tranquilo y sereno debajo de aquel árbol que vio esfumarse mis grandes sueños pensaba como habían logrado convencerme para salir de mi cueva, una gama de invitaciones a salvar al planeta surcaban el aire pero siempre recordándome que detrás de cualquier acto de bondad hay varios descontentos y dolores, esperando tranquilos para hacer de las suyas, hay gente de gente, con sus poses y categorías, con intereses y virtudes, con defectos e ilusiones pero ningunos tan malos y tan podridos como…la corneta del carro me hizo desviar mi atención, me subí y recibí las respectivas salutaciones, ellos decían este sería un magno evento.

Hasta el funicular que nos llevaría al tope de la montaña tenía nombre, “Latronis” pude leer y me acomodé dentro de aquel carrito sostenido por una guaya. La ciudad se veía tranquila y mansa, no podía sentir ni frío ni calor, las luces se fueron alejando, mis acompañantes bromeaban y se divertían, como siempre habían llevado a alguna incauta con la esperanza que yo la entretuviera y le metiera un cuento, si uno de esos que solía contar, y que me perdonen los sufridos. Con mi sonrisa de falsedad la ayudé a bajarse del funicular para desaparecer de inmediato sin darle chance a nada.

Antes que todo debo reconocer que habían realizado un gran trabajo, el hotel se mostraba a plenitud, la gran gala estaba por comenzar, desde mi lugar observaba a aquella dama buscándome, me reía, para adentro, nunca he podido evitar reírme cuando veo la desesperación de los que no saben esperar o quizás solo buscar. Todo tipo de personajes embalsamaban aquel lujoso salón, la sociedad en su máximo esplendor, bandidos de cuello blanco, pobres de solemnidad, maletines vacíos, frentes en alto, la medida perfecta para el inicio esperado, el número elegido para la realización de la obra.

Inerte desde siempre, nunca pertenecí, no es culpa de nadie, es que soy así. Con disimulo me acerqué a la puerta para irme de aquel lugar pero mi mala costumbre de hablar con porteros y guardias de seguridad me llevó a quedarme un rato mas, un rato que me permitió ver con desagrado la lista de invitados, y no por sus nombres pero por el número, seis, seis, no podía leer el tercer número hasta que finalmente lo vi, otro seis, insignificante en otros momentos pero tratándose de una fiesta tirada por la ventana por el diablo mismo no me quedó otra opción que seguir hablando con el portero hasta que el pobre hombre se cansó de mis historias y se excusó para ir al baño, mis dudas de siempre, irme o quedarme, y así fue como le vi.

Rayos, creo que ese es el símil adecuado, una tormenta frente a mi, como actuar?, un cuento, ese fue mi primer pensamiento, y de golpe me acerqué. Creo que hasta le tropecé, tenía tiempo sin actuar, me presenté como pude, será que todo te da igual triste paladín?, será Policarpio?, mi mente me azuzaba con pensamientos irracionales, o serán los mas racionales que yo puedo tener, no lo se, no lo quise averiguar, sus ojos, una mirada para perderse, no me creerían, pero así es.

Entonces ella quería escaparse, a eso le enseñaron, “no se habla con extraños mija” decía su mamá, pero como dejarle ir, no sería digno de un indulto, imposible de sobrevivir. En ese instante la orquesta iniciaba su toque especial, yo no me acordaba de bailar pero siempre supe que al verla tenía que intentar. En medio de la gente y de su ínfimo pasar hablaba de aquel juego, de su comienzo y su final, de cómo ella ganaba fuera lo que fuera. Yo me reía al escuchar, recordando el pasado, viviendo el presente y soñando en el futuro, juego que nunca jugué y no pienso caer, pues no se trata de jugar quizás es mas bien de compenetrar.

Nunca pensé que se relajaría pero lo hizo con el pasar de los minutos, ella sola empezó a hablar, de lo cómico que resultaba conocer “desconocidos”, como sus amigas hablaban de historias que terminaban bien y que en definitiva cada quien encuentra si sabe buscar, la espera tiene que terminar. Hizo un alto en sus pasos para dar entrada a la racionalidad, un conjunto de pensamientos acerca de que hacer, como serían las cosas, que nos conviene o no en un momento dado no está dictado por la razón, es solo un cuento, de esos que solía echar, pero con el ingrediente de la verdad, aunado a la importancia del asunto y por supuesto con la realidad que supone aceptar a un loco con planeta propio y olvidado por aquel en el que vive.

“Equivocado no puedo estar" dije con voz pausada, “con cada segundo que siento pasar, sin lugar a dudas podemos darle vueltas y tratar de comprender, pero es que no se trata de un todo, de la nada, ni de esto ni de aquello, creo solo que radica en la capacidad infinita del querer, que se transforma en poder, y con esto el hacer, y poco a poco afianzando lo que tiene que suceder, son muchos los sueños con que todos empezamos, y cuantos de ellos nos acompañan al sentirnos terminados, pero si llevamos muy adentro aquel que siempre anhelamos podemos estar seguros que ha valido la pena y por eso nos encontramos”.

Un minuto mas tarde en el podio que estaba a la derecha de aquel salón se subió aquel hombre amado por muchos, temido por otros e irrespetado por mi, valemos adentro no afuera te informo bandido eterno. Con su mirada penetrante y con voz tenebrosa anunció con una calma pasmosa que habíamos sido invitados, invitados para robarnos, él y sus secuaces de siempre nos quitarían todo aquello que tuviera valor, pero de inmediato y como siempre mi mente no deja de pensar, a que valor se refería?, pues perder mi traje de payaso sería bienvenido pero hay cosas que por mas que nos de igual el planeta no estamos dispuestos a perder y sería bueno contarles que sus ojos amarillos me han hecho de nuevo creer.

Rápidamente la partida de bandidos se colocaba delante de cada quien para despojarle sin pasión, infligiendo el dolor, recordando la traición, quitando poco a poco la materia y el perdón, la posesión y la misión, un trueno de hielo recorrió mi interior al ver que el ladrón y sus amigos habían descubierto que monedas van y vienen pero un sueño es invaluable, de a poco iban dejando a los invitados inertes y febriles, sin nada afuera, con menos adentro, sin pensar se llevaban el todo y la nada, quizás era aquello lo que yo esperaba.

Intenté buscar mi china pero no la había traído, mis instintos de huir florecieron al pasar, es muy fácil correr y dejar pero como podría explicarme a mi mismo que la espalda había dado a el tesoro mas buscado, hay perdones de perdones, y si esta vez me fallaba a mi mismo mi descanso buscado sería solo un tormento explicado. Su voz me hizo voltear, con calma y tranquila me hizo recordar, un pasado lejano donde corría con capa en busca de un sueño, aquel mundo que siempre busqué, lo bueno sobre lo malo, la risa sobre el llanto, como magia, como aquellos actos imposibles que solía realizar, desaparecieron frente a mi el ladrón y sus secuaces, para nunca mas volverles a ver, ni siquiera en una fiesta de disfraces.

Como se abren las nubes al pasar la tormenta pude ver a lo lejos aquello que me rodeaba, el sentido se lo damos nosotros, esa es una de las razones que me costó comprender, pero no debemos descansar pues tarde o temprano se debe llegar. Todos tenemos un lugar, pequeño o grande, solo tenemos que encontrarle, si la búsqueda es cuesta arriba hay que seguir pues no solo nos hacemos sino que encontramos la medida.

Hoy miro atrás, quizás fue aquel mismo día, una noche u otro sol, y en aquella montaña pude decir “sin duda que tu entiendes mas a este mundo y sus criaturas, yo por mi parte te estaré agradecido eternamente por devolverme las ganas de vivir…