Thursday, October 05, 2006

Seré

Me despierto de un brinco, salto en la cama buscando escapar del sueño, es solo quizás que escapo de una realidad latente. Solo puedo combinar partes de lo que mi mente procesaba, la veo a lo lejos, sonriente, con una sonrisa falsa, el dolor le agobia, el peso de la mentira falsiforme la invita a autocomplacerse, a darse razones para justificar el robo, los ladrones perduran en mis sueños, es solo otra de las realidades grisáceas que no se pueden borrar, que te persiguen por siempre, que te acostumbras a llevar por doquier, que a pesar de su poder destructivo tienes que caminar sorteando su invitación a desplomarte.

Ahora, al incorporarme entiendo que era solo otro proceso del subconsciente, uno de esos que te quitan el sueño aunque te encuentres durmiendo, de aquellos que pertenecen a la biblioteca de los miedos, en donde te aferras a las sábanas con la esperanza que te salven de aquellas abominables figuras, de esa mezcla de olores putrefactos que solo una camada de rateros puede emitir, ciertamente recuerdo que me ofrecían un mundo nuevo, las maravillas del poder, la tristeza de ser un peón, la soledad que ese conjunto de seres mefistofélicos te hacen sentir al rodearte.

Ha llegado el día, ese que mis padres han esperado por años, finalmente me han curado, o eso piensan todos ellos, es el momento de salir al mundo de los humanos, a la extensa gama de juegos encontrados, en donde hay que ganar o perder y donde simplemente olvidaron que es mejor andar a un lado que por encima o por abajo. Aún con el terror que produce el simple hecho de soñar con seres despreciables, me disfrazo, esta vez no como en mi infancia con mi capa, llevo un traje de payaso, con corbata y pantalones de fina tela, mi madre me mira orgullosa, yo sonrío, no quiero que sepa que simplemente esto lo hago por darles una satisfacción.

Avanzo a mi paso, miro alrededor, el olor de esa flor que cae de aquel árbol me recuerda mi infancia, a lo lejos veo la puerta de entrada, el boquete hacia la realidad, es un túnel negro, sin luces, que espera silente para tragarte hacia sus dominios. Me dirijo a la recepción, sentada puedo ver a esta mujer que con desparpajo se pinta las uñas, a un lado la cajetilla de cigarros, y en conjunto toda una gama de tristezas y frustraciones la hacen un espectáculo a la desgracia. Saludo, de buena manera, apenas alza la mirada, el peso de su vida no le permite mirar directo a los ojos, sin hacer muchas preguntas me entrega un carnet, de visitante, ni siquiera pregunta a que he venido, como siempre estoy solo en un lugar desconocido, solitario es la verdad.

Encuentro maneras, me muevo hacia donde me esperan, finalmente soy recibido por una mujer, regordeta, con ojos claros y poca clase, me mira de arriba abajo, a leguas se puede ver que busca un tesoro perdido. Me indica que me dará un tour de las instalaciones, y comienza a hablar, repite como un loro algo que no me interesa, mezcla su discurso con problemas personales que tampoco me interesan, ella habla y yo observo, lleva un anillo en su mano derecha, y ahora habla de su marido, un cantante de rancheras o algo así, de como no lo soporta, de como quisiera una vida distinta, de su infelicidad eterna por no poder bajar esos kilos que la hacen ver como una ballena azul. Yo educadamente voy respondiendo a lo que considero debo, el tour se acerca a su final, he estrechado varias manos, he visto un sin fin de miradas, todas con la misma expresión, odas al aburrimiento.

Pasa por mi lado, hace un gesto con la cabeza, sigue de largo sin detener su andar, antes de cruzar a la derecha voltea de nuevo, yo no he dejado de mirarle, creo que deja ir una sonrisa, el mundo está lleno de ellas, es solo que nunca sabremos si son sinceras o no. La mujer del tour se despide, me deja en manos de otra dama, esta vez dentro del departamento al que me han asignado, ésta me dirige a mi oficina, me pide que me sienta cómodo, se da la vuelta y se despide. Estoy sentado viendo un ramo de flores, lo han traído para darme la bienvenida, subo la mirada y está parada allí, se presenta, en pocas palabras deja claro que ella manda, es muy blanca, casi transparente, de ojos claros, y personalidad perversa, eso se puede ver sin conocerla.

Me da algunas indicaciones, me pide que la acompañe a conocer al Presidente, “el manda más” dice tratando de ser graciosa, pero su gracia se ha quedado en donde la fabricaron, yo sonrío para no causar molestias, en cuestión de minutos estoy sentado frente a aquel hombre calvo, con mirada profunda, de maldad, llena de sed por el poder, de destrucción feroz. Me agradece haber aceptado el trabajo, sus palabras gozan de la mentira de la altura, la mujer se encuentra allí y hace algunas preguntas, sin sentido, solo por molestar, simplemente para impresionar, buscan envolverme, en realidad nunca me conocerán.

Sentado en un escritorio me entregan miles de papeles, al mirarlos simplemente recuerdo como me quejaba en mi niñez cuando algo contenía muchas “letras”, sin pensar resuelvo, tomo acción y encamino aquel mastodonte de errores hacia un mundo nuevo. Mi estómago me recuerda que debo depositarle de vez en cuando, me levanto y me dirijo a la cafetería, ordeno algo del menú, me siento en una mesa, alejado como siempre, en donde nadie me pueda ver. Siento una sombra aproximarse, es la misma sonrisa de un tiempo atrás, se excusa y pide permiso para sentarse, yo accedo con un gesto de mi mano, hay cosas que nunca cambiarán.

Se presenta, su nombre no logro recordar hoy en día, será posible que nunca lo dijo?, ella habla y yo escucho, demuestra lo que tiene, lo que lleva, no es su culpa, su mundo le ha enseñado a relucir, sus ojos brillan con el pasar de sus palabras, sus gestos demuestran el interés en lo desconocido, su discurso se alimenta del dolor de las experiencias pasadas, su búsqueda es eterna, delicada, minuciosa y lleva un destino fijo. Ahora quiere saber de mi, como le explico que no se que hago allí, que soy un superhéroe sin capa, que mi vida no gira en torno a mi, que ellos quieren proteger su individualidad y yo por el contrario me muevo en pro de la humanidad.

Yo puedo hablar, alimentar su deseo de saber, de intentar conocer, eso hago, con tranquilidad y pausa, ella me mira dudando de aquello que cuento, es mi historia y no pretendo cambiarla, las mentiras son parte de la vida, las verdades nos la hacen vivir. Ella sonríe, juguetea con su cabello, es algo ondulado, simplemente se vende sin querer, intenta lo que hacen todas, busca, busca ese halo de estabilidad que le permita discernir entre la noche y el día. Me interrumpe y me dice que realmente tengo una imaginación extensa, dice algo de como le he hecho el almuerzo agradable, comenta que no se conocen “locos” como yo en un día cualquiera, ella no cree en mi historia, es que no la han enseñado a creer.

Bajo el tono de mi conversa, me limito a decir lo que se quiere escuchar, me centro en sus ojos, algo amarillentos, puedo oler su perfume, es una mezcla rara, no puedo distinguir si es su piel o una fragancia extraña. Entre dimes y diretes ella me pregunta que planes tengo para el fin de semana, es lunes, de aquí hasta ese momento pueden pasar tantas cosas, mi respuesta no es la que espera escuchar, se excusa y dice “perdón, no sabía que tenías novia”, ella asume algo que no es, no está acostumbrada a que le rechacen, yo me limito a esbozar una sonrisa, luego de una pausa le digo “ya veremos, la paciencia es una virtud que tarda en desarrollarse.”

En una tarima que se encuentra al fondo de la cafetería se abren unas cortinas, allí aparece el Presidente, quien según me cuenta la dama que me acompaña va a dar su discurso de principio de semana. El hombre de mirada farsante se acomoda su corbata y su traje, mira a todos lados y saluda con sus aires de grandeza, comienza a hablar de la productividad de la compañía, de sus ires y venires, se encuentra escoltado por la mujer regordeta y por la otra de ojos claros, ellas atentas aplauden la información que sale de la boca de aquel discípulo de lo oscuro. El discurso toma una dirección inesperada, el hombre se torna profundo y conciso, ahora habla de como solo las almas buenas podrán guiar a la corporación por una senda de éxitos.

Me incorporo en la silla, y le presto atención, un ser lleno de odio como este calvo personaje no puede hablar de esto sin tener un objetivo macabro. Se arregla sus lentes y sonríe, la mujer regordeta le entrega unos papeles, el lee por unos segundos y luego dice “que comience la función”. Desde la parte inferior de la tarima sale una especie de altar, no puedo dar crédito a lo que mis ojos observan, los allí reunidos se emocionan al ver como el Presidente se coloca una capa negra con rastros de sangre, sus ojos brillan, los ojos de sus acompañantes hacen lo mismo, la fiesta está por comenzar, la hora del sacrificio ha entrado en su lugar.

“Oh Satán! grita el viejo ahora endemoniado, “Oh Belcebú, a quien rindo pleitesía, indícanos a quien debemos inmolar en tu nombre Oh sagrado”. En un principio quiero correr, luego me da por reírme, la dama que me acompaña en la mesa no me mira a los ojos, se encuentra sumida en una especie de pánico placentero que en realidad asusta. El Presidente lleva en una mano un bastón, en la otra un timón de barco, y en la cadena que usa como correa se puede ver una daga que tiene unas letras que no logro distinguir, ahora grita “Oh tu Demonio que guías mi vida a quien deseas para complacerte”, sin mediar palabras toma el bastón y señala hacia la mesa en donde estoy sentado, sin poder reaccionar unos hombres con características de enfermeros de hospital nos toman por los brazos y nos suben a la tarima.

“Mis dulces discípulos” dice el viejo calvo, el Presidente para otros, “quien de ustedes nos entregará su alma para deleitar a mi Padre Lucifer?, quien será?, ahora suelta el bastón y toma el timón de barco que tiene una especie de punta, el hombre en su delirio prende un tabaco y comienza a mover el timón, de pronto se detiene frente a mi, y grita con odio “Tu, tu, tu, Policarpio, eres el elegido”, la cafetería ruge en gritos y aplausos, yo por mi parte solo puedo recordar aquellos días en que corría libremente con mi capa, en aquella época donde entendí lo que era, donde acepté mi misión.

El hombre le entrega la daga a la dama que me acompañaba a almorzar y le dice “tu tendrás el honor, tu eres la que debe sacar el alma de este discípulo para alimentar a mi todopoderoso guía Luzbel”. Ella me mira, sus ojos reflejan sentimientos encontrados, su vida pasa delante de la mía, mi vida sigue su curso normal. Los hombres con apariencia de enfermeros me sientan en el altar, allí estoy yo, viendo como todo esto sucede sin saber el porqué, pero hace tiempo dejé de preguntar, es solo cuestión de actuar, actuar y aceptar. Me vienen a la mente los ladrones, a quienes prometí que podrían llevarse todo menos mi alma, es una promesa que debo cumplir, sino como puedo mirarme al espejo por el resto de mi existir.

La dama está parada detrás mío, levanta la daga y hace un movimiento fuerte, la misma en vez de ir a parar a mi nuca, se entierra en su estómago, escucho un gemido de dolor, escucho al Presidente gritar algo que no entiendo, la regordeta corre despavorida, pero mi china ya está en mis manos, y un garbanzo en la parte trasera de su coco la hace caer, la mujer de ojos claros se abalanza sobre mi, al igual que hacen los tipos que me han llevado allí, chinazos precisos eliminan a los “enfermeros”, pero la mujer de ojos claros logra alcanzarme con sus manos, sus uñas pútridas se clavan en mi cara, siento como la carne se queda pegada, entiendo que las cicatrices son canciones sin letra que se encumbran en nuestras almas para siempre acompañar a la orquesta de nuestro andar.

Su fuerza no es total, sin pensarlo y sin hacer uso de mi fuerza le recuerdo con mis palabras que todo su poder está basado en la mentira, que la materia desaparece mientras lo intocable perdura en la eternidad, que llevarse lo ajeno te alimenta en el momento pero luego solo te queda el intento, mirando fijamente a sus ojos derrotados me volteo pues en ese momento entiendo que mi enemigo ha descansado y ella rendida ante la verdad no puede hacer otra cosa que sentarse a llorar.

Me muevo con velocidad, puedo ver al Presidente huyendo, haciendo lo que sabe hacer, me quito la corbata, uso la misma para detener la sangre que brota de aquella dama, la cargo y salgo corriendo de aquel infierno, ella va perdiendo la conciencia, ha puesto en juego su vida por la mía, me muevo rápidamente con su cuerpo lánguido en mis brazos, su aliento pierde fuerza, sus ojos miran al vacío de la inmensidad de aquella mañana, yo no detengo mi paso, no puedo, le debo mi existir, entro por la puerta de emergencias, en una camilla depongo su ser, es la última vez que le veo, estamos en este mundo y todo puede suceder.

El médico sale y me entrega la corbata ensangrentada, me informa que la situación es complicada pero que debe estabilizarse, vuelvo a respirar por primera vez en horas, quieren saber cual es mi relación con la dama, no es ninguna, y eso no lo entienden, trato de explicar que ha pasado, y me muestran el camino hacia el pabellón psiquiátrico, no esta vez, no lo puedo permitir, escapo, dejando atrás a aquella dama, dejando una parte de mi todo guardada en ese ser, mientras avanzo pienso en todo aquello que he tenido que dejar, que simplemente me han hecho desechar.

Muestro mi ser en mi casa, mi madre ha escuchado la noticia en la televisión, mi corbata ensangrentada le pongo en su mano, ella lleva un pedazo de tela viejo en su otra mano, es mi capa, la capa que usé, me la entrega y sus palabras me dan a entender que finalmente ha aceptado lo que soy, yo por mi parte siempre lo he sabido, superhéroe incomprendido, un humano con misión o simplemente uno más…