Thursday, January 26, 2006

Me rompió el corazón

Me rompió el corazón, esa frase se la repetía Neblino Jiménez a diario, no solo se la repetía a si mismo, sino a todos los que le rodeaban. Segundos, minutos, horas y días giraban en torno al simple y macabro hecho que a Neblino le habían roto el corazón. Hay que verle la cara a llamarse Neblino y además tener que caminar por la vida con el corazón roto, un momento, que carajo es un corazón roto?. Si se te rompe el corazón pues te jodistes, te meten en una caja y tres metros bajo tierra, al menos eso pensaba yo antes de conocer a Neblino. Esos conceptos metafóricos amorosos nunca fueron de la mano conmigo, pero tengo la leve impresión que Neblino me probaría que a él le partieron su músculo bombeador de sangre por el medio y que nunca pero nunca regresaría de ese limbo adonde lo enviaron.

María Katerina, así se llamaba la causante de la aflicción de Neblino, debo reconocer que en mi despiste eterno tiendo a no fijarme en las cualidades físicas de las personas, por el contrario les veo más allá. Eso me permite establecer en mi mente quien puede ser buena gente o quien no, concepto básico, hasta un tanto idiota, pero que rige las bases de las relaciones humanas. Hay gente buena, hay gente mala, y si que los hay, en esto no existen medias tintas, o buenos o malos, pero nada de medio buenos y medio malos, o eres una mierda o eres buena gente. Me desvío, es que mi mente a veces flota, pero el hecho es que María Katerina era la piedra de tranca en el andar de Neblino, como puede una persona ser el eje de nuestra existencia, no lo se, esa pregunta no la puedo contestar, aunque trataré de aproximarme a una respuesta con la historia de Neblino, el hombre que me corroboró lo estúpidos que podemos ser en materia de sentimientos, o más bien en auto-sadomasoquismo infligido, el dolor no cuesta nada, de hecho ni siquiera lo venden, lo regalan, lo obsequia la vida.

Neblino era mi compañero de trabajo, María Katerina también, aunque en dos planos distintos. Neblino era un especie de alma en pena que pululaba por la oficina, brillante debo decir, pero alma en pena al fin. Por otro lado María Katerina brillaba cual estrella en el firmamento, yo insisto en pensar que ella juraba que estaba buena, ella decía que como se puede estar buena si mides medio metro, te sobra maleta, tienes manos feas y voz chillona. Deben haber sido sus ojos, de un color nunca antes visto, penetrantes sin lugar a dudas, hay miradas que matan, hay otras que dan risa, la de ella creo que llevaba a los humanos a fantasear, me excluyo, yo no pierdo tiempo en pendejadas, yo respiro porque mis pulmones se abren y se contraen solos, pero no me paro a ver ojos lindos ni esas mariqueras. Quizás fue su nariz, perfecta, digna de Hollywood, operada creo yo, natural decía ella. María Katerina era de esa gente que te saludaba si quería, sino estaba de buenas te ignoraba, cosa que a mi no me hace ni cosquillas, pues a las seis de la tarde ya ni me acordaba quien me había saludado o no. Para Neblino las cosas eran distintas, tenía un calendario donde anotaba como lo había tratado María Katerina cada día. El calendario era digno de estudio, detalles, horas, regalos que le había hecho, estados de ánimo y hasta una especie de tabla pitagórica en donde medía las oportunidades de hacer en algún momento a la damicela suya.

En materia de cruzadas amorosas, la gente busca aliados, confidentes, segunderos, lo que sea. Es una necesidad humana tener alguien a quien echarle el cuento de los avances o retrocesos. Ahora bien esa no es mi necesidad, si yo decido atacar lo hago sin usar aliados, voy solo a la guerra, gano o pierdo, no hago preguntas ni llevo cuentas en mi cabeza de que he dicho y que no, simplemente avanzo o me freno de acuerdo a las circunstancias. Neblino, mi buen amigo Neblino, el no era así, los nervios lo hacían presa, se le trababa la lengua, se metía en mi oficina para obtener consejos, cosa que es contraproducente desde cualquier punto de vista pues yo soy yo y él es él, es decir, lo que me resulta a mi no necesariamente le resultará a otro y viceversa. Pero Neblino insistía en que le diera luces para llegar al destino final, para ganar la carrera contra aquello que sentimos y no podemos explicar, contra ese hueco que se forma en el centro del esqueleto y que se infla o desinfla acorde al son que toque la otra persona, el enemigo, pues en eso se convierte, en un enemigo que hay que derrotar para que decida caminar siendo parte del azar, como uno más en nuestro andar.

Hay ciertos puntos dentro de esta historia que nunca logré determinar. Siempre pensé que María Katerina estuvo consciente todo el tiempo que a Neblino le gustaba ella. Ella siempre me dijo que nunca lo vió venir, que ella no tenía ni idea que realmente Neblino sintiera algo por ella más allá que una simple amistad laboral. Las cosas que uno tiene que escuchar, de verdad eso es lo que me hace sonreír a diario, las múltiples interpretaciones que los humanos dan a distintas situaciones, siempre poniéndolas a su merced, bajo su ala, a su conveniencia, nunca vemos que puede ser lo que los demás sientan o piensen, primero nosotros, después si hay tiempo, ellos.

Una parte, de hecho la que más disfruto, de las letanías del jueguito macabro este que pusieron en la Tierra para entretenernos, es cuando la gente empieza a hacer todo tipo de promesas con tal que se le de la movida. Entré a la oficina de Neblino y me encontré con veinte y cuatro velas prendidas a distintos santos, una estatua de Buda y varias estampitas religiosas pegadas al corcho en distintas posiciones. "Que coño es esto Neblino?, le pregunté, "Bueno hermanazo" me dijo "un poquito de ayuda celestial no viene mal, tu sabes un empujoncito pa' que la María K. sea mía", confieso que me tuve que reír, aquel santuario ardiente era para cagarse de la risa, la cosa se puso mejor cuando Neblino nervioso por mis risas se incendió el flux, tuve que echarle agua, para apagar el incendio, la chaqueta del traje a la basura, y algunos documentos importantes hechos cenizas todo por lograr el amor de la difícil María Katerina.

Otro día pasé por la oficina de Neblino y me lo encontré haciendo barras y abdominales, el pobre sudaba como un cochino, al sorprenderlo así y guindado como un vampiro para maximizar el ejercicio sobre el músculo se cayó de espalda dándose un carajazo monumental. Lo tuve que cargar hasta la clínica para que lo revisaran completito, calmantes, dolor, y no más ejercicio en al menos tres meses. Recuerdo cuando pasamos por al lado de la oficina de María Katerina y Neblino iba adolorido y doblado, ella se paró y preguntó que había sucedido, Neblino de alguna manera oculta e irracional estaba molesto pues atribuía su caída a María K., como solía decirle el propio Neblino. Yo tuve que hablar, explicar que había pasado, María Katerina como cualquier mujer bromeó y le dijo a Neblino "ay Nebli, haciendo ejercicios, a quien te querrás levantar?, Neblino no contestó, yo por atrás le hice una seña a la dama para que no se molestara. Neblino tenía ahora una lesión permanente en la espalda por la caída aparatosa.

Los días pasan y esas esperas eternas hacen mella en las almas, te carcomen, empiezas a sentir que el tiempo se va y que tu no eres parte de el. El cúmulo de emociones comprimidas por la presión del no saber causa locura, Neblino no se atrevía a preguntar, según su teoría, iba lento pero seguro, con pasos firmes, bien pensados, poco a poco, un sin fin de momentos que se unirían en la hora indicada para entrelazarse y lograr el cometido final. Que grande es la esperanza, de verdad, una de las virtudes, si me permiten llamarla así, más grande los seres humanos es la capacidad de no rendirse en sus anhelos, esa llamarada interna que nos invita a pensar en un futuro mejor, así sepamos que nunca llegará.

Debo admitir que me asustó un poco el día que vi marcado en el calendario de Neblino una fecha con una letra x gigante, la letra x llevaba a su alrededor unos rayos, unas flores, todos hechos a mano por Neblino. Supuse de qué se trataba, es solo que al imaginar las consecuencias por apenas dos segundos me aterré aún más y preferí hacerme el loco. Neblino, tan amable como siempre, me invitó a sentarme, creo que hablamos un rato de la vida, de un negocio que planeaba montar, de su infancia, de sus ritos, sus delirios y sus fantasías. Finalmente salió el nombre fatídico, "me he decidido" me dijo, "voy a declararle mi amor a María K." y suspiró profundamente, yo traté de advertirle de los riesgos y consecuencias de toda aquella campaña pero Neblino había tomado su decisión.

Hasta ese momento yo creía saber todo lo que había pasado por la mente de Neblino en relación a su dulce tormento, estaba equivocado. Neblino se liberó, se abrió y dio paso a una cadena de pensamientos y sentimientos que nunca antes había visto emanar de la boca de un ser humano, de un hombre debo decir, alguna vez escuché a mis amigas sufrir por amor, si es que eso que llaman amor existe en algún rincón del planeta. Una lágrima cayó sobre la mejilla de Neblino, "ves esto?, me dijo, "tu sabes cuantas gotas con sabor a sal han caído por mi cara desde que conocí a María K?, tu lo sabes?, tienes alguna idea?", Neblino prosiguió, "tu te imaginas cuantas noches en vela he pasado a causa de ella?, cuantas fiestas he dejado de asistir, cuantas veces he sentido que mi vida se va por la cañería?", "no, la verdad no Neblino" le dije, "pues mira, te digo, muchas, incontables, innumerables, infinitas, no lo se, tu sabes lo que es el dolor?".

"Bueno" le contesté, "yo se lo que es un dolor de una esguince, de un golpe en la cabeza, de cuando me corté la pierna con el pedal de la bicicleta, eso si duele Neblino", "no, no, tu no sabes nada" gritó enfurecido, "tu no sabes lo que significa que te duela en un lugar que no sabes donde es, que no hay remedio, no hay suturas, no hay solución". Prosiguió, "sabes lo que es poner tu vida en la línea, estar dispuesto a morir, por alguien, lo sabes?, "bueno Neblino" le respondí, "yo se de muchas cosas, pero quizás de eso tu sabes más", el hombre endemoniado, poseído me contaba de su tristeza, de su andar sin destino, su cabeza abajo, su dolor eterno, su escasez de sonrisas, su olvidar de la risa, sus acciones perpetuas, su amor, su amor sin protesta.

Enamorarse solo es deleznable, al menos para los otros, yo no se de eso. Mi razón domina mi sentir, es así como puedo existir, como vivo, donde crezco, es el pan de mi seguir. Para Neblino su existencia reposaba sobre otra persona, sobre otro ser humano, con virtudes y defectos, pero que no se había dado a la tarea de indagar sobre cuales eran las consecuencias de ese nexo fantasioso que Neblino había creado en su mente. Claro estamos, nadie debe pagar porque a otro se le ocurre enamorarse de uno, eso es problema de la otra persona, acaso lo es?, quizás por un principio no escrito en las reglas inexistentes del jueguito macabro, pues, debemos interesarnos por el sentir del otro ser, caridad?, nada de eso, quizás curiosidad, aún más es posible que hasta para estudiar la posibilidad del chance escondido que puede estar por llegar.

Neblino llegó vestido con su mejor traje, afeitado al ras, colonia en mano, creo que hasta se había blanqueado los dientes, cortado el cabello bañado tres veces. Pasó por mi oficina, simplemente sonrío, llevaba las manos en los bolsillos, su sonrisa parecía estar dominada de pasión y locura, esa sonrisa que tiene vicios de dolor por donde se le mire. Sin que nadie me viera me escondí perfectamente posicionado para ver el espectáculo, en primera fila, aquello era digno de jugar al espía. Neblino salió de su oficina con una carretilla, es que en las manos no le cabían los obsequios, se adentró en la oficina de María Katerina y soltó un discurso que no pretendo repetir acá por honor a su memoria. Sacó un ramo de rosas rojas, tres cajas de bombones finos, se arrodilló, mostró un anillo, creo que lloró en algún momento, luego sacó otro ramo de rosas, se volvió a arrodillar, cantó unos boleros con guitarra y todo, ofreció casa, hijos, viajes, seguridad, estabilidad y por sobre todo amor, eso fue lo que ofreció Neblino en realidad.

Sentado en mi oficina y llorando a moco tendido no entendía que había podido salir mal, la carretilla llena de corotos estaba a mi lado, yo me comía los bombones que de paso estaban muy sabrosos. Dejé que el pobre y abatido hombre se desahogara, me explicara desde treinta y tres puntos de vista distintos la profundidad de su discurso y como él pensaba que no podía haber fracasado, luego se volteaba y me decía con más de ochenta teorías la razón por la cual las cosas se habían ido a la mierda. Ese día no trabajé, me limité a escuchar al hombre caído en desgracia, al ave herida, a un niño llorando por la partida. Finalmente Neblino, y luego de nueve cajas de kleenex, me pidió un favor, un favor algo extraño por demás, pero favor al fin.

Solo me bastó entregarle un papel a María Katerina con la letra de "don't get me wrong" por Pretenders y pelarle el diente una vez para que cayera rendida a mis pies. Si, así tan fácil como lo leen, es que a veces las cosas son tan simples en el planeta y nos complicamos demasiado. En su oficina la moví de un lado a otro, cerciorándome que no se olvidara nunca de aquello, que soñara, que creyera, que viviera, que quisiera. Minutos pasaron, el tiempo parado, palabras al aire, promesas eternas, si ella hubiera sabido que en mi domina la razón, nunca hubiera dejado que le rompiera el corazón…

Wednesday, January 25, 2006

Razones

Cuando estoy solo y sin oficio me da por buscar razones, entonces siempre, solo y sin oficio, ese soy yo, me la paso hurgando, metiendo la cabeza donde no debo, siempre y desde pequeño busqué el por qué de las cosas. No con esto digo que sea preguntón, para nada, más bien soy serio y callado, no del tipo antipático, quizás más tímido de lo que parezco. El hecho es que para mi mente algo fría y racional necesito obtener respuestas a cosas que no las tienen. Menuda tarea, preguntarme cretinadas que no tienen lógica humana y yo cual perro fiel persigo sus razones que en realidad no existen hasta llevarme a la locura, respuestas que no deben llegar, preguntas que están para ensalzar, causas y consecuencias de un andar, es que nunca pero nunca entendí la razón de este caminar.

Redactaba alguna idea alocada en mi ordenador cuando entró a mi cuarto, dio varias vueltas moviendo sus alas, creo que se encontraba inspeccionando mi bunker antes de posarse sobre la pantalla en donde trataba de escribir uno de los tantos cuentos que viví. El Yigüirro, es que así se llama el pájaro, por demás está decir, ave Costarricense. Claro, todos se preguntan que hace un ave Costarricense en mi cuarto en Caracas, confieso que yo también lo hice al verlo, de hecho me costó identificarlo como tal, y hasta le lancé un zapato el cual esquivó hábilmente alzando vuelo y posándose sobre mi cabeza. Finalmente y después de darme cuenta que el ave era un pajarraco amigo, noté como en su pata derecha traía un mensaje, un pequeño pedazo de papel, una nota que demandaba mi presencia.

Inmediatamente tomé la nota de su pata, el pájaro parecía atormentado, asustado, cansado también por el largo viaje. “Porqué no pudo escribir una nota normal y corriente” me dije a mi mismo cuando la observé, esas cosas en clave no me gustan, me distraen y termino siempre haciendo lo que no debo. "Mátame a estañazos, que quiero morir lentamente", de seguido decía "perro que come huevos, ni quemándole el hocico". "Que carajo significa esto?" pensé, mi hermano que se paseaba por mi cuarto buscando que le diera el teléfono de alguna dama para invitar a salir, leyó la nota y se echó a reír, obtuvo el número y se largó. Reconozco que no me puedo quedar tranquilo, "usa el cerebro Policarpio" repetía en mi interior, de pronto comprendí que esos dichos simplemente estaban allí para cuando llegara a Costa Rica, el Yigüirro era la primera clave para saber que hasta la bella nación Centro-Americana debía trasladarme y quizás un indicio para más tarde en mi odisea.

Saliendo por la puerta de mi casa, mi perro "Alerón" detectó que me iba, el pequeño mastodonte se abalanzó sobre mi para no dejarme ir. En el suelo y con sus patas encima mío me di cuenta que la nota tenía una palabra en su parte de atrás, como podía ser tan distraído para no mirar la parte trasera de la hoja, "Heredia", eso decía, nada más. Luego de quitarme al canino de encima le metí un grito a mi hermano para que hiciera una búsqueda rápida en el Atlas, a los pocos segundos me confirmó que Heredia era una provincia Costarricense. Al menos ya sabía hacia donde debía ir, siempre es bueno saber algo, aunque sea mínimo, la ignorancia es el fracaso de los pueblos, sabiendo se crece, se arman destinos, se lucha en justicia, se abren caminos. Después de engañar a "Alerón" para que me dejase ir, tomé el taxi que me llevó al aeropuerto, un vuelo de TACA hasta San José en donde al tocar tierra recordé que el "venado cola blanca" era famoso por sus poderes de agilizar la mente humana, es decir, una sopa de pelos de la cola del venado, traía consigo efectos inimaginables sobre la capacidad de desarrollar el cerebro más allá de los límites normales.

Tan pronto salí del aeropuerto liberé al Yigüirro, el cual había cargado escondido en mi camisa todo el viaje, el ave se había cagado en mi y en el avión varias veces hizo sus ruidos propios provocando que la aeromoza se me acercara. Yo poniendo cara de pájaro trataba de imitar el sonido para que no sospecharan que llevaba un animal en mi bolsillo. Todo en la vida tiene un comienzo y un fin, este era el principio, el nacer de una aventura más, no se el por qué, pero siempre asocié los comienzos a la esperanza y los finales a la reflexión, cosas mías, tonterías de mi mente. Lo interesante del existir radica en el descubrir, lo que no sabemos y estamos por aprender o lo que conocemos y podemos comprender, todo esto fabrica una base de sendas y oportunidades que deben ser transitadas en la búsqueda infinita de las razones, que en definitiva son respuestas al clamor de nuestra curiosidad, nutrientes para nuestras almas que desean liberarse de los miedos y dudas que persiguen nuestras vidas.

Irazú, así se llama uno de los volcanes más importantes de Costa Rica, por allí decidí pasar antes de dirigirme a Heredia, un viejo amigo radicaba en las faldas de la montaña del hueco humeante con la esperanza que al hacer erupción lo sepultara en ese lugar. Arribé al lugar en horas nocturnas, Abel, mi amigo no sabía de mi llegada, al verme comenzó a reír, la risa se transformó en lágrimas cuando recordó que la última vez que habíamos actuado juntos las cosas no habían salido del todo bien, pero eso es otra historia y después de consolarle nos sentamos a hablar bajo un árbol de Guanacaste. Le mostré la nota y Abel se mostró cauteloso ante la misma, el mensaje no era claro, podría tratarse de una trampa para capturarme. Abel no estaba en condiciones de acompañarme, su nivel de heroísmo había decaído con el pasar de los años y no pensaba correr riesgos ni poner en peligro mi existencia debido a su falta de práctica.

Bello fue el amanecer a las faldas del volcán, me despedí de mi viejo amigo y me encaminé hacia la provincia. Al parecer la persona que deseaba mi ayuda estaba en peligro de muerte, lenta, pero muerte al fin, igualmente no veía el sentido de un perro que no comiera huevos sin quemarse su hocico, por supuesto, esta frase debía significar otra cosa, o quizás solo era un artilugio para confundirme. El paseo en autobús me llevó por paisajes inigualables, como siempre me puse a hablar con una viejita que se sentó al lado mío en un intento de saber que podía estar pasando en Heredia. La dama de cabellos grises me habló de su tierra, de sus costumbres, de sus anhelos, de su familia, yo la escuchaba con atención, haciendo preguntas tontas e inofensivas. Por último decidí preguntarle como estaban las cosas en Heredia, la viejita suspiró y volteó los ojos, algo le incomodaba, trató de cambiar el tema, balbuceó algunas palabras y no me habló en el resto del trayecto. Al bajarse del autobús, se colocó al frente de mi ventana, en el sucio vidrio escribió "979" y desapareció.

El día estaba bastante caliente, al bajarme y sin comprender el por qué de esos números decidí comer algo antes de seguir con mi travesía. En el local me tomaba una Coca-Cola muy fría, acompañada de la sopa de pelos de cola de "venado cola blanca" cuando escuché que la radio decía "97.9 la estación del momento, Costa Rica es de nosotros". En un primer instante no capté pero gracias al cielo y la inmediata acción de la sopa conservo una agilidad mental poderosa y sin pensarlo dos veces tomé un taxi hacia los predios de la estación de radio. El taxista, algo inquisidor, me preguntaba la razón de mi visita, yo cauteloso le hablé que era un venezolano productor de programas de radio y venía a hacer algunas consultas, el hombre dudoso continuaba su interrogatorio tal cual detective de Scotland Yard, a mi no me gustan los taxistas, me parecen de alquiler como sus madres, y menos uno que se crea investigador privado. Cansado ante la insistencia del as del volante decidí bajarme del carro, pagué y pregunté por donde seguir hasta la estación de radio.

La vida nos pone ante situaciones que hay sortear día a día, acertijos los llamaba de pequeño. En la puerta de la emisora, un perro guardián se encontraba al lado de un guardia que parecía estar muy fuertemente armado para cuidar una simple estación, en la otra esquina vi un abasto en donde me introduje y compré un huevo. Me acerqué a la puerta y saludé, el hombre nada amigable me preguntó que hacía en los predios de la radio, yo me saqué el huevo del bolsillo y se lo di al perro. El guardia de inmediato y con un cambio de semblante me dijo "perro no come huevo", yo contesté " ni quemándole el hocico", una sonrisa de oreja a oreja se esbozó en la cara del hombre de armas y me dijo "bienvenido a la 97.9, pase, pase señor, que tenga un buen día".

La clave era esa, un huevo, un perro, que se yo, el hecho es que adentro estaba. En la recepción me atendió una dama muy amable, yo inventando historias le convencí que tenía que hablar con algún locutor para una tesis que estaba haciendo como parte de mi doctorado en la industria radiofónica. Me dio un pase y me dijo que fuera al piso cuatro, yo me subí al ascensor y en el primer piso me bajé. Con cuidado y con cara de paisano me recorrí el primer piso sin encontrar indicios de alguna situación extraña, el segundo piso pasó de largo y el tercero no trajo mayores consecuencias. Al bajar en el cuarto piso sentí un escalofrío, de esos que atraviesan tu alma. Varias cabinas de locución con sus respectivos locutores adentro daban la impresión de estar todo en orden, me acerqué a una de ellas en donde la vi sentada con sus audífonos y su micrófono delante, en la pared la foto de un Yigüirro.

Abrí la puerta y la mujer quedó helada, sus ojos me miraron fijamente, se quitó los audífonos y me abrazó. "Sabía que vendrías", confieso que en mi vida había visto a la dama en cuestión, ella después de decir su nombre, Bel Leguirre, me explicó que dentro de la estación no había desconocidos y yo era el único con cara de perdido así que tenía que ser el hombre que había recibido el mensaje del ave mensajera. Luego de lograr quitármela de encima pues permanecía guindada cual koala recién nacido, le pedí por favor me explicara que estaba sucediendo allí. De pronto se abrió la puerta y tuve que tirarme al suelo, abajo del escritorio, un hombre con voz de maldad le dijo a Bel "todo bien?, me pareció escuchar que conversabas con alguien, vamos, vamos, a trabajar, hay mucho que hacer".

Escondido en ese hueco y sin saber que pasaba asomé mi cabeza, Bel se sentó en su silla y con mucha sutileza me explicó de que se trataba aquello. Los Caballeros de la Guaria Morada, así se hacían llamar, una banda de inescrupulosos Costarricenses que se aprovechaban de una nueva tecnología desarrollada por ellos en donde las ondas de la radio al ser escuchadas por los radioescuchas les hacían volverse adictos a una nueva droga, igualmente manufacturada en la estación. La droga se llamaba "Alajuela" y debía su nombre a una planta que crecía en esa región de Costa Rica, la misma era totalmente adictiva y causaba estragos en la población joven de la pacífica y próspera nación. Bel me dijo que los locutores como ella eran obligados por estos mercaderes del mal a crear programas de interés para jóvenes con lo cual las ondas podían ser enviadas a través de sus oídos y por ende tornándose adictos a la "Alajuela".

Tomé a Bel de la mano, y le dije que teníamos que salir de allí, de inmediato. Salimos del estudio y me dirigí al techo del edificio, allí comencé a balancearme en las antenas logrando que se partieran una a una, Bel me miraba atónita pero al poco tiempo comenzó a ayudarme. "Pronto nos van a descubrir" me dijo la interesante Tica, yo estaba poseído en mi tarea de destruir las antenas, de hecho le había agarrado el truco a la cosa y me balanceaba cual infante mientras entonaba canciones de kinder. Después de tumbar alrededor de doce antenas me acerqué a la más peligrosa, la que emitía las ondas que causaban la adicción, saqué mi china y disparé un garbanzo, otro, otro más, y nada, la misma estaba hecha con algún material infranqueable, una especie de aleación nunca antes vista. La antena comenzó a moverse, me saqué la franela y la lancé haciendo que la misma se trabara, un chirrido estremeció mis oídos y un poquito de humo se despidió desde el motor de la antena, aprovechando que estaba estática le tumbé de un zapatazo la punta de la misma, otro zapatazo al centro de la misma hizo que soltara unas chispas, Bel se quitó sus zapatos de tacones, con fuerza lancé cada zapato que se clavaron como lanzas en la esfera de la antena, después de todo el material no era tan resistente, en ese instante lo que no sabía si iban a resistir eran nuestras vidas.

Abel, mi amigo, apareció en el techo, fuertemente armado, "suelta la china Policarpio" me gritó. Yo no comprendía nada de aquello, "pero Abel, que haces, te volviste loco? logré decir, Bel me miró y me dijo "tu conoces a este individuo?, el es de los cabecillas, de los magnates de la droga". Abel se acercó y golpeó a Bel en su cara, la pobre dama cayó al piso y yo sin poder hacer nada, la ayudé a levantarse, unas lágrimas caían de sus ojos, el cachete rojo mostraba el duro golpe recibido. "Vamos, caminen, par de idiotas" dijo Abel, creo que no hay nada peor en el planeta que un superhéroe corrompido, aquellos que defendemos el bien sin lugar a dudas podemos ser muy malos en el otro bando. Adentro del edificio nos esperaban los otros líderes de la banda, entre ellos el taxista que tantas preguntas me había hecho. Nos amarraron fuertemente, espalda con espalda, nos metieron dentro de un estudio de grabación, otros locutores nos miraban con sus ojos perdidos, sin lugar a dudas poseídos por los efectos de la "Alajuela".

Entró un matón a sueldo al estudio, se le veía en su cara, portaba un machete tamaño casa. "Los voy a cortar en pedacitos" dijo y soltó una carcajada, “poco a poco, una muerte lenta para ustedes, les extirparé órgano por órgano y me los comeré”. Para ese momento y gracias a mi entrenamiento ninja, que debo agradecer realmente a mi padre que me llevaba a patadas desde que tenía seis años al dojo había logrado desalojar mi cuerpo físico y estar parado atrás del matón. El hombre levantó el machete y me golpeó en la cabeza con el mango del mismo, desde afuera no entendía el dolor ni la razón de la expresión de mi cara, no le permití una más al bandido, desde mi estado espiritual y con la fuerza de la mente dominé su mano, el próximo machetazo que iba dirigido hacia Bel se volvió contra el hombre que se auto-cortó la femoral. El sangrero parecía un río, volví a mi caparazón y me dolió la vida, el cachazo en la cabeza me había dejado aturdido y tardé en saber donde estaba, luego vi sus ojos, los ojos más profundos que he alcanzado a ver en mi existencia.

Salimos del estudio después de desatarnos, subí al techo y recuperé mi china, en el ínterin Bel se dedicó a sacar a sus amigos locutores del trance en que se encontraban, como lo hizo, es un misterio para mi hasta el día de hoy. China en mano me dirigí al cuarto donde estaban los monigotes reposando, contaban el dinero de las ganancias, bebían vodka con limón. Con cuidado bajé hasta la entrada en donde el guardia con el perro me despidieron amablemente, a pesar de preguntarme la razón de andar sin franela, me hice el loco y seguí mi camino. Crucé la calle y compré unas botellas de Coca-Cola, las vacié mientras lloraba por desperdiciar aquel preciado líquido, también adquirí unas botellas de kerosene, las introduje dentro las botellas de vidrio y con la ayuda de mi pantalón les creé una mecha. Me devolví a la estación, sin franela, sin pantalones, sin zapatos, el guardia ya no estaba, me apresuré y llegué al cuarto piso en donde los bandidos habían capturado a Bel y se disponían a eliminarla del planeta.

Saqué mi china y disparé a la frente de Abel, de inmediato prendí la primera bomba casera y la lancé. Crear el caos es la manera más fácil de salir de aprietos, la confusión hace mella en las mentes inferiores, un nuevo chinazo puso fuera de combate a otro maleante, otra bomba, las llamas comenzaban a hacer de las suyas, los otros bandidos huyeron por la retaguardia, solo logré alcanzar a uno con un garbanzo incendiado, lo prendí vivo, y se quemó sin más remedio. Me acerqué a Abel y sentí lástima por el otrora superhéroe convertido en hampón, me miró algo perdido por el garbanzazo en la frente y pidió clemencia.

Entre Bel y yo sacamos a los locutores del edificio que se quemaba, cargué con Abel hasta la puerta y lo dejé en la acera de enfrente. Yo estoy por encima del bien y del mal, no juzgo, no pongo objeciones, no lo iba a dejar morir, sus razones tendría para haberse cambiado de bando, razones que aún desconozco. Bel se acercó y me dijo que no sabía como agradecerme, me pidió permiso para darme un beso, y sin concedérselo la besé yo sin más ni menos, con sutileza fui quitando mis labios de los suyos, poco a poco, como un fantasma, como lo que soy, una sombra salvadora, un solitario incansable. Cuando abrió sus ojos ya me había ido, lejos, como siempre, solo puedo decir que yo tengo mis razones...

Los 5 hábitos extraños de Dinobat y Policarpio

Buenas, debo decir que no soy adepto a las cadenas, dejando claro eso, me dispongo a contestar esta pues es una especie de enfermedad entre los "bloggeros", igualmente la persona que me instó a hacerla tiene todo mis respetos, así que pedí permiso aquí en el manicomio donde vivo para hablar públicamente de mis manías, hábitos extraños y mañas de niño malcriado. Nota: Los Superhéroes no tenemos manías raras simplemente somos raros.

1) La primera sin lugar a dudas es que me como la uña del dedo gordo de mi mano derecha, solo esa, creo que me recuerda mis días de infancia cuando chupaba dedo y mi padre intentando salvarme de la ortodoncia colocaba sal en el dedo para que me diera asco llevarlo a la boca. En realidad desarrollé un gusto exquisito por la sal.
2) Al caminar en la calle o en cualquier lugar no piso las rayas, grietas y demás, quizás me venga de mis tiempos de jugador de baseball, en donde nunca pise la raya de cal, supersticiones es posible. Se imaginarán que divertido me veo al cruzar por el rayado peatonal, voy dando brincos cual Canguro herido.
3) Tomo Coca-Cola a toda hora, muy fría y con hielo, sirvo poca en el vaso, para que se mantenga helada, la saboreo, y puedo distinguir si es de lata, botella, botellita de vidrio, botellón, de máquina o si algún enemigo trata de envenenarme.
4) Duermo boca arriba, con las manos en mi pecho, uno nunca sabe cuando vendrá la llamada celestial. Una sola almohada, sin sábanas, solo una cobija. Igual la razón de dormir así es para no joder mucho cuando me tengan que meter en la caja, el rigor mortis puede causar posiciones extrañas.
5) Si alguien prende un cigarro al lado mío le pido amablemente que lo apague, si no lo hace me retiro, sea quien sea, familiar, amigo, conocido, extraño o personalidad importante.


"Aclaraciones: las reglas del juego son las siguientes: Titular “Los cinco extraños hábitos de....” (acá su nombre). Elegir luego 5 personas y dejar su nombre linkeado a su blog. Pasar por el blog de esa persona para avisarle de la invitación y que pueda leer sus respuestas. En el post, cada uno/a debe dejar en claro las reglas." Igualmente y estas reglas son las mías pues no se la paso a nadie, el que la quiera hacer pues que se desnude ante el planeta…

Monday, January 23, 2006

Cosas Bonitas

Me miraba, pero creo que realmente veía algo distinto a mi reflejo, sus ojos palidecían con el transcurrir de los segundos, yo trataba, juro que intenté hacer todo lo que estaba en mis manos. Sentía como la fuerza de la mano de Beatriz se extinguía, que le dices a alguien que está dando el salto de un plano a otro en ese preciso instante, se iba, tranquila y serena, como muchos, con un conjunto de sueños y anhelos, con tantos años por vivir. Batalló con su interior para fijar la mirada nuevamente en este lado de acá, suspiró, trató de hablar y no pudo, volvió a suspirar, me apretó con fuerza la mano, la última fuerza, y me dijo "gracias", soltó mi mano, para pasar al sueño eterno, cumpliendo mi promesa le cargué y la llevé a casa de sus padres, tal cual como me había pedido dejé su cuerpo inerte al lado del buzón de correos, la miré por última vez y me alejé, derrotado, el sabor del perder en mis entrañas, un superhéroe abatido, incapaz de salvar al planeta.

Eran tiempos normales de la historia, sin mucho porque alegrarse pero sin mucho porqué llorar. El aceptar hace más fácil el caminar, todo en su medida precisa, mientras más interno en nuestros seres logramos digerir que debemos ser lo suficientemente sabios para diferenciar entre las cosas que podemos cambiar y las que no podemos nuestro existir se balanceará eficientemente. Lo digo como si fuera una tarea simple de aprender, la realidad es otra, usualmente deseamos cambiar lo que no podemos, o quizás no debemos, el deber y el poder, conceptos que usualmente no son discutidos dentro de la misma ensalada. Dicen que es mejor mantener la calma, ver las cosas con una óptica esencialmente pausada, analizar para luego actuar, racionalizar antes de explotar, respirar hondo y meditar, pero como haces eso cuando se apaga frente a ti la luz de un ser, igual a ti, hecho a tu imagen y semejanza.

Acababa de salir de una entrevista de trabajo, me desabrochaba la corbata, me la había tenido que poner, vestirme de payaso, con mi traje, los convencionalismos que tuve que aceptar. Era un edificio moderno, eso creo, grandes ventanales permitían ver a las personas haciendo su trabajo, un concepto inédito, aprobado por algunos, odiado por otros. Ya me iba, camino al ascensor, mala maña la mía de pegar mi nariz en los cristales, y fue como la ví, allí sentada, haciendo sus deberes, ellos no podían ver hacia fuera, para evitar la distracción, me quedé paseando como un guardia, de un lado a otro, esperando a que saliera, conversé con gente que salía del ascensor, conté cuantos bombillos había en el techo, me dije algún chiste para reírme y mantener la moral en alto, y ya les dije que esperé?, que me mantuve por más de cuatro horas, cual león enjaulado, pensando, soñando, buscando palabras que decir.

Apareció de repente, me sorprendió debo confesar, todas mis líneas preconcebidas se esfumaron en un instante, por suerte usé mi habilidad para subirme al mismo ascensor, sonreí, ella devolvió la sonrisa con menos ganas. Nos bajamos, ella caminó hacia un establecimiento de comida, yo hice lo propio, en la cola y detrás de ella, escuchaba el sonido de su olor, si, es que los olores suenan, es solo que no hemos aprendido a entenderlo. Finalmente se volteó y me preguntó "tu me estás siguiendo?, en principio me dió por reírme, pero con cara de seriedad le dije "pues si, yo sigo lo que quiero", ella respondió "confianza uh?, por cierto tienes la corbata mal puesta", me sonrojé, cosa que nunca hago, me arreglé y le dije "pues y ahora?, con mi corbata bien puesta si comes conmigo?, ella me miró con cara de pocos amigos, "yo no como con extraños", "pero es que ya no soy un extraño, paseamos en ascensor y hasta mi corbata mal puesta criticaste", "insistente" dijo ella "pero bueno, al menos agradable, vamos a hacer algo, me acompañas a comer, pero nada de pedir teléfonos ni invitarme a salir, te parece?, accedí, es que como no iba a acceder.

"Beatriz Dorante" me dijo, y extendió su mano, yo hice lo mismo, nos sentamos, yo había olvidado comprar mi comida, es que hay momentos donde pierdo la razón, ese fue uno de ellos. Ella me ofreció la mitad de su sándwich, compartir, otra cosa que se nos ha olvidado a todos, así pues comimos, yo sin decir mucho, a pesar que sabía esa era mi única oportunidad, preferí disfrutar. Beatriz habló de ella, pero a la vez habló del todo, una voz suave y tranquila, sin prisas ni temores, a veces creo que no pasó, que es solo un sueño que tuve en una noche de esas, y que simplemente nunca he podido olvidar, la línea que divide a la realidad de los sueños puede ser muy fina, puede acabar con la existencia pero es capaz de lograr cosas inimaginables.

Mi hora había llegado, el tiempo pasó, Beatriz se levantó y con una sonrisa agradeció que la hubiera acompañado a almorzar. "No acostumbro a almorzar con desconocidos, pero esta ha sido una experiencia distinta" dijo mientras se despedía. Nuevamente la seguí al ascensor, hay momentos donde pienso que ella quería que la siguiera, hay otros donde no estoy tan seguro, usé uno de mis tantos trucos, me escondí atrás de una mata, de una mata de edificio, una especie de palmerita escueta. Las puertas del ascensor se iban a cerrar, y sin más se abrieron nuevamente, ella salió del mismo, y se acercó a la mata, la estudió, hizo como si no me viera, en silencio y con su boca dijo unos números, aún los recuerdo, se volteó y se fue.

Sentado en el techo de mi casa observaba al sol caer, en una mano un vaso de Coca-Cola, en la otra el teléfono, Alerón, mi perro, me lamía aprovechando que mis dos manos estaban ocupadas, del otro lado del teléfono escuché su voz, "sabía que ibas a llamar" me dijo, "entonces si lo sabías porqué estás sonriendo nerviosamente" le dije, esta vez ella fue la que se puso roja, no la vi, pero lo se. Le dije que la pasaba buscando, y ella accedió, en la puerta de aquel edificio en el cual había estado horas antes, estaba parada, esperando, es que siempre estamos esperando algo, así nos metemos la existencia. Se subió en la parte trasera del carro, Alerón, venía como mi copiloto y no permitió que Beatriz se sentara delante por más que traté de convencerle, de esa forma llegamos a un pequeño lugar, en donde conversamos abiertamente.

Entrada ya la noche y con la esperanza en su punto más alto la llevé a su casa, allí me dijo algo que para entonces no entendí, mencionó que si moría pues que la trajera y la dejara al lado del buzón de correos de su casa, así sus padres recibirían la noticia como una carta más, nunca sabemos que vendrá en el correo, nunca sabemos cuando seremos nosotros. Se despidió con un beso en la mejilla, preguntó si me volvería a ver, debe ser que más de una vez la habían usado por una noche para nunca volver. Yo decidí devolver el beso, en la mejilla también, aseguré que si me volvería a ver y que la próxima trataría de engañar a Alerón antes de salir de la casa para que se pudiera sentar en el puesto de adelante. Caminó hacia la entrada de su casa, abrió la puerta, hizo un gesto con su mano y desapareció.

Esa noche no dormí, es que no podía sacar ciertas imágenes de mi mente, hay días que las vuelvo a ver, en cualquier lado, en cualquier rostro, en cualquier situación. A la mañana siguiente me paré detrás de la mata que estaba al frente de los ascensores donde Beatriz trabajaba, la persona que me había entrevistado el día anterior pasó por allí y me vió, quedando mi oportunidad de trabajar allí negadas ipso facto, por supuesto, un loco detrás de una mata, esperando a la nada, pero en ese momento nada me importaba. Llegó al poco tiempo, con dos hombres con mala cara, vestidos de negro, reconozco que no entendí y sin que se dieran cuenta me subí al ascensor con ellos, Beatriz no me saludó, aunque sus ojos brillaron de manera extraña, yo me hice el loco y me bajé en un piso más arriba, por las escaleras llegué a su piso y esperé. Finalmente salieron de la oficina, con cuidado y sigiloso les seguí, en el estacionamiento subieron a Beatriz a un carro, yo me subí al mío, en la autopista mi carrito no podía mantenerse cerca de aquel bólido infernal, por suerte se metieron en la salida de El Rosal, y de allí a un motel, para este momento estaba desconcertado, quizás debería decir decepcionado. Estacioné mi carro, crucé la calle y me introduje en el motel.

El papá de un amigo que estaba haciendo de las suyas me vio, el pobre viejo no sabía que hacer, optó por sacarse unos reales del bolsillo y dármelos, mi conciencia no se compra, los dejé caer al piso, pero le prometí que no diría nada, en realidad eso no era problema mío. Sin perder de vista a Beatriz, continué mi camino, al último piso del motel, a la "suite real", vi como entraban a la misma, me acerqué a la puerta y pegué el oído. Se escuchaban voces, gritos a veces, adentro habían unas ocho personas, pude calcular, debía actuar rápido, al fondo del piso había un cuartito, adentro estaba uno de los botones del motel, saqué un billete del bolsillo y se lo ofrecí a cambio de su disfraz, si, porque esa vaina con sombrerito es un disfraz, el hombre dudó, pero la necesidad puede con todo y tomó mi dinero a cambio de su traje.

Toqué la puerta de la habitación, me abrieron los dos hombres de negro, nada amables por cierto, adentro habían como cuatro muchachas, todas sentadas alrededor de un hombre bien vestido, entre ellas, Beatriz. "Que quieres?, me dijo uno de los hombres de negro, "mire me dijeron que revisara si hay toallas en el baño, usted sabe, todo lo mejor para nuestro cliente estrella", el hombre bien vestido, se levantó y dijo "déjalo pasar". Miré a Beatriz quien no sabía que hacer al verme, seguí hasta el baño y salí diciendo que todo estaba en orden. El hombre bien vestido, me recordaba a alguien, y de pronto todo cuajó, se trataba de Marcos Vargas, el banquero de la trampa, un hombre poderoso, inescrupuloso, que había pisado a media Caracas en su ascenso hacia la fortuna.

Ya me iba, cuando Vargas me dijo "oye botones, y tu no quieres participar en la fiesta?, aquí hay para todos". Dudé, por un momento tuve sentimientos encontrados, pero mi deber es ulterior, y esas muchachas que allí estaban merecían una oportunidad, un empuje para salirse de aquello, para cambiar sus vidas, no las juzgo, nunca juzgo a nadie, es solo que sus ojos me dijeron que no eran felices. "Pues si patrón", le dije a Vargas, "me quedo pues a disfrutar de la fiesta", Beatriz no me quitaba los ojos de encima, Vargas se dio cuenta y me dijo "agarra a esta bichita que no te deja de mirar, esta divina no?, yo me limité a sonreír, una sonrisa falsa, sin lugar a dudas, la tomé de la mano y me paré a esperar que sucedía.

Marcos Vargas me indicó que la cosa era en comunidad, todos allí en la sala, a todas estas los monigotes de negro ya estaban en pelotas, el banquero también. Beatriz alcanzó a decirme "que carajo estás haciendo tu aquí?, yo sin mirarla y con cuidado le dije que no eran momentos de preguntas, más bien de respuestas, que se tranquilizara y siguiera el juego. El revuelo había comenzado, Vargas me indicaba que me quitara el disfraz de botones, yo apenado y no acostumbrado a ese tipo de joditas comencé por quitarme la chaqueta con suma lentitud, aún recuerdo las miradas vacías, de todas ellas, una por una pasean en mis sueños y me reprochan no haberles salvado, se sientan en círculo y lloran desconsoladas, yo simplemente me despierto sudando.

"Que te parece este clubcito de niñas 'bien'" me dijo Vargas, "pura seda, estas son niñas de la sociedad como puedes ver, quien lo iba a pensar no?, tu un botones, disfrutando de este banquete". Allí el asco penetró mis venas, el ser repugnante que tenía al frente me provocó nauseas, miré a Beatriz y le dije "nos vamos de esta mierda, ya, ahora mismo", Vargas dejó de hacer lo que estaba haciendo, al igual que los monigotes y dijo "Ay me salió salvadorcito de la patria el maricón este", refiriéndose a mi por supuesto, lo miré desafiante y le dije "es más, no solo Beatriz, sino que las demás también se vienen conmigo, se acabó esta joda". Las otras muchachas se pararon, de inmediato, así como reforzadas por mi aliento, con una nueva esperanza, se colocaron detrás de mi y se vistieron con rapidez.

Vargas sin entender me dijo "como coño sabes tu el nombre de la perrita esta?, antes de dejarle decir algo más saqué mi china y le disparé sacándole un diente con un poderoso garbanzo. Vargas escupiendo el diente, y los monigotes de negro, desenfundaron unas armas poderosas, y sin mediar palabras comenzaron a disparar. Yo estaba entrenado, las muchachas no, mi brinco me colocó detrás de un sofá, un chinazo, esta vez con una bolita de plomo a la cabeza de uno de los monigotes lo puso fuera de combate, en ese momento Vargas gritó "hay que escapar, nadie puede saber de esta vaina", así el banquero y uno de sus guardaespaldas salieron disparados por la puerta no sin antes echar varios tiros hacia adentro.

Miré a mi alrededor y el cuadro no era bonito, corrí al teléfono y pedí ayuda, me acerqué a Beatriz quien parecía estar bien, las otras muchachas estaban heridas, heridas de muerte. Beatriz me abrazó y comenzó a llorar, nuevamente mis sentimientos se encontraron, "hay que salir de aquí" le dije, ella no quería dejar a sus amigas, lo cual es loable, pero en ese momento había que actuar rápido, al pasar por al lado del monigote Beatriz se detuvo, se agachó y lo besó, un sonido sórdido inundó el cuarto, Beatriz cayó hacia atrás, el líquido rojo brotaba de su abdomen. Un nuevo chinazo, esta vez el centro de la frente desmayó por completo al monigote. Brinqué hacia Beatriz quien se desvanecía entre mis manos, como recuerdo, y ya dije, me miraba, pero ya no estaba allí, me agradeció, aún no se el por qué, eso fue lo último que dijo.

Hay cosas que debo aceptar, hay cosas que no puedo cambiar, hay cosas que no debemos cambiar, hay cosas que puedo cambiar, hoy en día miro atrás y quizás solo pueda esperar…