Monday, January 10, 2011

Melchor

Al Monje Loco lo conocí en una rumba, si en aquella época en donde todavía salía a fiestas a ver como se estaba moviendo el ambiente macabro de las relaciones humanas, quien estaba ganando aquella malvada batalla?, hombres? mujeres?, nadie en realidad sabría decirlo. Melchor Capodimonte era su nombre, yo pedía en el bar una Coca-Cola ante la mirada atónita del barman cuando Melchor pidió un "sombrero", "Kahlua con Ponche Crema" dijo como para reafirmar que era lo que quería. Sin mediar palabras me abrazó y se guindó a llorar. Mis instintos machistas me hicieron retirarlo mientras le decía "no jodas guevón tu estas loco?, pero al verlo a los ojos entendí que el dolor se había apoderado irremediablemente de aquella alma en pena y no me quedó más remedio que prestarle mi hombro para que llorara. Después de sollozar un buen rato y de cagarme la camisa con mocos, me dijo "coño, no tengo como pagarte, te cagué la camisa, que vaina, que mierda soy, que débil". Yo la verdad después de haber asimilado que hay que estar bien jodido para tratar de rascarse a punta de Kahlua con Ponche Crema le dije "no te preocupes pana, tengo otras, es solo una camisa."

"No puedo más, no puedo más, mi corazón no es de goma, es que no puede ser", para mi estaba claro que el pobre Melchor estaba jodido por algún culito de los tantos que ahogan la existencia de los hombres. "Mira chamo" le dije "yo tengo un tratado escrito de todas esas vergas, lamentablemente no hay solución, simplemente te duele y no venden nada en la farmacia para que se te quite, el tiempo ayuda, pero no borra, es solo cuestión de tomar decisiones de vida". Capodimonte me miró y me dijo "y de que se tratan esas decisiones de vida?, "mira loquillo" le contesté "eso no es así tan fácil, tu estas golpeado hoy, abatido, no estás pensando claro, mejor te explico otro día", "no, no coño, me tienes que decir hoy por favor" me dijo Melchor mientras se me guindaba a la camisa otra vez, "bueno, bueno loco, está bien pero no me le arranques los botones a la camisa, con los mocos es suficiente".

Le hice una seña a mis panas que no entendían de que se trataba aquel carajo que se me guindaba encima y cargué con Melchor hasta mi poderoso Chevette. Aquel en donde en alguna oportunidad habían paseado bellas damicelas caraqueñas pero que en ese momento solo se usaba para llevarme y traerme en mi andar lúgubre pero feliz. "Melchor Capodimonte pana" me dijo, "Melchor Capodimonte, jodido, escoñetado". "Verga pana que pena" prosiguió "yo te saqué de la fiesta, seguro tenías tu culito allá adentro, no se tu control, tu entuque, tu jevita, tu mamita, que pena de verdad", "mira Melchor, yo no tengo un coño, de vaina y me tengo a mi mismo", le contesté "hace tiempo me retiré, después de documentar una a una todas mis historias, un día así como el que estas viviendo tu hoy me miré al espejo y me dediqué a otras cosas, no digo que de vez en cuando no le haga una maldad a alguna diabloterita, pero en general mi vida necesita paz y no hay vaina más complicada que un animal que sangra por cinco días y no se muere."

Melchor explicó con lujo de detalles su última desventura, nada nuevo para mis oídos la verdad, otra simple historia de esas que se escuchan por doquier, una vieja historia que ya había documentado en mi cuaderno empastado. "Lee ahí" le dije, los ojos de Melchor se aguaron al ver como su historia ya me había pasado a mi, simplemente otros nombres, otros lugares, unas cuantas groserías distintas, pero el mismo resultado. "Y que hago ahora?, me dijo "que le hago a este hueco?, "mira Melchor, el hueco se cierra, todo dependerá de cómo tu lidies con tu cicatriz, hay los que se ponen vengativos, hay los que se esconden, hay los que se dedican a darse más carajazos para ver cual les duele más y así un sin fin de opciones que copan la escena de las relaciones humanas." "Ellas por otro lado" proseguí "lloran sin parar, se levantan y le pican el ojo a cualquier guevón y ya eres historia, nosotros cargamos con cruces de por vida, ellas se cagan de la risa, de alguna forma nos tenía que joder el universo, es un planeta hecho para los hombres, pues por ahí nos agarraron, pero bueno Melchor tu solito puedes tomar tu decisión."

Volví a subir al pobre Melchor que apenas podía caminar a mi vehículo y lo dejé en su casa, le estreché su mano y le dije lo mismo que me había dicho mi maestro el día que me rescató de un despecho reventador "suerte" y me fui. De regreso a mi casa donde me esperaban mi gran danés arlequín y mi loro sin patas, pensaba como siempre pendejadas mientras las notas de "I wanna be sedated" de Ramones retumbaban en mis tímpanos. Pobre Melchor, que jodido está, pero bueno yo no puedo andar de salvador de todas las almas en pena del planeta, le prenderé una vela a San Flavio, de quien dice la historia rebotó con todas las mujeres que intentó conquistar hasta que se suicidó y el Altísimo lo perdonó concediéndole la vida eterna porque no había habido personaje con tan mala leche en la historia de la humanidad.

Sentado en el techo de mi hogar, recordaba mi vida pasada, esa en donde asaltaba la ciudad en busca de la sensación única e inigualable que produce la flotadura. Como siempre llegaba a la misma conclusión, la flotadura se disipa y te deja más vacío que bandeja de suspiros en la puerta de un colegio, ahí empiezan los peos y la destrucción paulatina, claro está si llegas a ese punto porque puede ser que aparezca el clásico "billete mata galán" y te jodan antes, o simplemente toda una gama de situaciones infelices que se mezclan para joderte la existencia, sino te agarra el chingo te agarra el sin nariz, así son las cosas aquí.

A la mañana siguiente y como todos los días de mi vida subía Sabas Nieves, si para creerme el mojón de encontrarme con la naturaleza y eso, vamos a estar claros a quien coño le importa la naturaleza si lo que llevas adentro es un tumulto de escoñetamiento generalizado, por suerte y en mi caso ya yo había pasado por allí entonces ya me estaba creyendo el mojón de la naturaleza, la salud, el pato y la guacharaca. En plena subida del diablo y a golpe de 6 de la mañana me saltó de los matorrales, llevaba un sobretodo marrón con capucha y una cuerda amarrada a la cintura, con mi habilidad y mi entrenamiento lo esquivé y justo cuando le iba a soltar el primer coñazo, se quitó la capucha y gritó "no me jodas Policarpio, soy yo, Melchor, te acuerdas?, "pero bueno pedazo de mierda como me asustas así, ya te iba a aplastar la nariz" le dije, "mira chamo, por favor me tienes que ayudar" dijo Melchor, "estuve pensando y bueno esta es mi decisión de vida", "que coño?, meterte a monje y asustar a infelices subiendo Sabas Nieves? repliqué, "no, no, Policarpio, me voy a volver un personaje misterioso, que no me puedan ver la cara, a ver si así las carajitas dejan de joderme, que te parece la idea?.

"La verdad Melchor" le dije "en mi vida había visto una vaina más ridícula que esta, pero vamos a hacer algo, déjame llegar arriba y voy a tratar de pensar en como buscarle una solución a tu peo". "Gracias maestro" me dijo el adolorido y golpeado ser humano, "mira, mira, nada de maestro, conocido y me pesas guevón" le respondí. Melchor se puso su capucha y salió corriendo perdiéndose en los caminos de la montaña. Yo seguí mi ruta hacia arriba mientras entre una mezcla de risas y pena me acordaba del loquito este vestido de monje tratando de buscarle una solución a sus problemas amorosos. Descansando después de mi jornada de ejercicios y después de invitar a salir a cuatro muchachas a las cuales iba a dejar embarcadas nada más por joder, comencé a estudiar como se le podía sacar provecho a la vestimenta de Melchor en haras de conseguir su meta, que no lo siguieran jodiendo las mujeres. Mi maestro años atrás me había pasado la misión de ayudar a las almas podridas por culpa de las mujeres, y sin lugar a dudas Melchor era una de ellas, el asunto está en que yo no puedo tomar decisiones por él, si Melchor quiere vestirse así pues yo solo puedo darle luces para de alguna u otra forma consiga el éxito esperado.

Sentado con Melchor al frente vestido de monje, lo bautizé, "pareces un monje loco" le dije, "pero bueno Melchor, que es lo que quieres hacer exactamente? pregunté, Capodimonte me explicó que el estaba convencido que no podía vivir sin su amada Ana Elisa, que tenía que recuperarla a toda costa. Yo seguía sin entender pues hacía dos noches lo habían mandado a freír monos, confieso que intenté persuadirlo diciéndole que aquí nadie se muere por nadie y que al final lo vería como un recuerdo de un pasado muy lejano. Melchor insistió en que moriría de mengua si no recuperaba a su ya ex novia y que yo debía ayudarlo. Capodimonte se quitó el traje de monje y me lo entregó y me dijo "yo no puedo Policarpio, tu tienes que convencer a Ana Elisa de volver conmigo, te tienes que hacer pasar por mi persona, recuperarla y luego entregármela", "no, no, ya va, tienes fiebre?, le dije, "que es esta vaina Melchor?, el hombre se arrodilló y me dijo "por favor, por favor", "párate coño que si mi mamá te ve así va a pensar que me metí a sadomasoquista y tengo una esclava vestida de monje en mi cuarto" le dije, "no me paro hasta que no aceptes ayudarme" sentenció.

"Esta bien Melchor" contesté, "que carajo es lo que tengo que hacer?, Capodimonte procedió a exponer su plan, esa noche había una fiesta en casa de Ana Elisa, yo iría vestido de monje, y le diría a su ex novia que era él y que estaba vestido así pues no quería mostrar mi cara hinchada por el llanto, trataría de recuperarla y de alguna forma devolver la vida al pobre Melchor. Vestido de monje, usando la colonia de Melchor que me hacía estornudar, sus zapatos que me quedaban grandes y convencido de que si era descubierto tendría que mudarme para Altagracia de Orituco me subí al carro en donde Melchor llevaba también otro disfraz de monje.

Entré a la fiesta en donde de inmediato se escuchaban risas y comentarios nada agradables, viendo una foto de Ana Elisa la identifiqué de inmediato, lo que no sabía yo era que el carajo que estaba al lado de ella y por el cual había dejado a Melchor medía 2 metros y pesaba 110 kilos. Sigilosamente me moví entre los presentes y me metí en la cocina para echarme un palo de Coca-Cola para calmar los nervios, allí los padres de Ana Elisa sentados en la mesa vigilaban que los invitados estuvieran a gusto en la fiesta, "quien eres tu?, me dijo el papá, "Melchor, señor Izquierdo", "Melchor, pero que haces aquí, yo creía que…, "si, si, Ana Elisa me dejó pero he venido a recuperarla, usted sabe, el amor", la mamá dijo "pero que es ese traje muchacho, tu estás loco?, "no, no, señora Izquierdo, bueno loco de amor, por su hija", me invitaron a sentarme y me dieron mi Coca-Cola, allí comencé a hablar mierda como los buenos, por supuesto sin dejar ver mi cara, comencé por mis planes, de los planes que tenía para Ana Elisa, todo esto mezclado con mis viajes a Constantinopla y mi pasión por la apicultura, los padres encantados que no entendían como Melchor había pasado de ser un infeliz inseguro a aquel hombre seguro y encantador me miraban embelezados. Me paré y les dije "bueno discúlpenme, debo recuperar a su hija", la mamá me dijo "suerte, mi amor y ten cuidado que el tipo ese con que esta saliendo es bien grande", el padre solo me puso una mano en mi hombro y dijo "carajo, este es el palo de hombre que yo quiero para mi hija."

En el salón de la casa todos bailaban con las notas de Billy Idol, poco a poco y dando brinquitos en donde perdí uno de los zapatos por quedarme grandes me le puse al lado a Ana Elisa quien no sabía quien coño era el loco vestido de monje en su fiesta. De pronto me le acerqué y le agarré la mano dándole la cédula de identidad de Melchor, Ana Elisa la miró y se puso roja como un tomate, a todas estas el gigante seguía bailando en su nota, sin que se diera cuenta me le acerqué y le clavé 25 alfileres en la nalga, la bestia aquella chilló cual marmota herida, y yo aprovechando la confusión agarré a Ana Elisa y me la llevé para afuera de la casa.

"Pero Melchi" me dijo "tu estas loco?, que es esto?, lo nuestro terminó", "y además que haces metido en esa capucha?,", "Ana Elisa, es que tengo los ojos hinchados de llorar, yo no puedo vivir sin ti", allí y cuando la mujer se me iba escapar le solté el clásico discurso que toda mujer quiere escuchar, hablé de casa, hijos, perros, gatos, viajes, joyas y todas las guevonadas que se me vinieron a la mente, Ana Elisa con lágrimas en sus ojos me dijo "yo te amo Melchi", "que tonta fui, me perdonas?, confieso que me provocó cagarle la existencia pero el trabajo de amante subrogado ya me tenía ladillado y le dije "yo también". La llevé al carro en donde Melchor estaba escondido, nos sentamos y no me quedó más remedio que clavarle unos besos para distraerla mientras hacíamos el cambio, con cuidado y después de pedirle que cerrara sus ojos Melchor tomó mi puesto, sin pensarlo salí arrastrado y caminé por la ciudad palpitante recordando mis días de gloria.

Parado enfrente de un carrito de perros a golpe de 3 de la mañana sonó mi celular, una voz llorosa me gritó "coño e' madre por qué no me dijistes que besabas el labio de arriba"……..