Wednesday, November 03, 2010

Arco y flechas

Saboreaba una fantástica Coca-Cola de la cosecha del año '97, pensaba y pensaba como siempre había hecho desde mi niñez, desde aquel día en que mi madre me preguntó "que quieres ser cuando seas grande?, y yo respondí "filósofo", por supuesto causando que todos rieran a carcajadas pensando que había escuchado aquella locura en alguna comiquita en la tele. Pensaba en el bien y el mal, en aquello que me hacía reir y en como mi racionalidad dominaba mis pasos a lo largo de mi existencia. La vida no es más que un conjunto de pasados y futuros unidos por una línea fina a la que llamamos presente. En el presente nos movemos por apenas segundos, es el puente para pasar de lo que vivimos a lo que estamos por vivir, subiendo la mirada al cielo en busca de esas respuestas que nunca llegan lo vi pasar.

Confieso que sentí una variedad de sentimientos no usuales para un ser racional y frío como yo, por años me había preguntado el por qué de esos enamoramientos infelices y sin sentido que abundaban en las vidas de los seres que pueblan el planeta este circular donde vivimos. Pues allí lo entendí todo, cuando frente a mi pasó el guevón ese, el rechoncho, infeliz, tarado y feo con cojones gordito con alas cargando su arco y flecha. A claro no lo sabían?, es que existe el maricón, de Cupido les estoy hablando, el sin oficio ese que se dedica a clavarle flechas en el trasero a los seres vivientes, si porque ni puntería tiene para clavarlas en el corazón porque es miope y no utiliza lentes.

Por un segundo dudé si efectivamente lo había visto o no, por si acaso me cubrí mis posaderas con una coraza de acero inoxidable que me había diseñado un científico amigo para evitar enamoramientos pendejos o imposibles. Déjenme contarles un poco, resulta que el gordito alado ese no es más que un rebelde angelito que fue despedido del cielo por robarse unas alas doradas cuando en realidad debería usar plateadas, el muy maricón no conforme con eso se birló el arco y flecha que se usaba para enamorar a la gente, eso sí, bien usado y no para escoñetarle la existencia a todos los infelices que andan por ahí jodidos por un "amor" traicionero. Pues el idiota sin destino este se dedicó a flechar a cuanto imbécil se encuentra causando el caos total en que se encuentran las relaciones humanas en estos días del siglo XXI.

Miré mi fría Coca-Cola que estaba exquisita y pensé por unos segundos que hacer, organicé mis pensamientos y recordé a todos mis amigos y amigas que habían llorado lágrimas de sangre a causa de sus amores imposibles. Pasaron por mi exhausta mente todas aquellas veces en que algún plan se había jodido a causa de las actitudes mongoloides de Cupido en su venganza infinita por acabar con la raza humana jugando con su debilidad más grande, el amor. Es que no se han dado cuenta todavía que cuando las cosas van bien en el jueguito diabólico todo nos parece rosa?, y por ende cuando van mal vemos feas hasta a nuestras propias madres?. Tomé la decisión de inmediato, voy a joder al gordito infeliz este a toda costa, o por lo menos lo voy a amedrentar para que deje de joder a las almas buenas que no merecen llevar a cuesta una cruz de terror a causa de un enamoramiento sin sentido y destino.

Corriendo hacia mi cuarto tropecé con mi padre quien de inmediato me recomendó en tono de advertencia no cometer ninguna locura de la cual luego me pudiera arrepentir. Claro es que él ya había visto esa mirada en mis ojos anteriormente, pidiendo permiso a la vez que le lanzaba un beso de despedida seguí mi camino al cuarto, con rapidez me vestí y busqué unos lentes especiales para ver ángeles que había comprado en una feria de ociosos en Berlín. Me los coloqué, me puse mi franela blanca que aún exhibía algunas manchas de sangre a pesar del agua oxigenada que mi madre le había echado para tratar de blanquearlas y salí a la calle a tratar de pescar al ángel del amor.

Brincando el muro de mi casa corrí por el medio de la calle tratando de seguir la ruta que había seguido el regordete, en cuestión de segundos lo divisé preparando su arco y flecha para joder a alguien por ahí. Fue fácil verlo con la ayuda de mis lentes y además con el peso que lleva el infeliz no es capaz de volar a más de 5km/h. Con cuidado me escondí atrás de un árbol y en ese momento vi que la víctima era una vecinita de la cuadra a la cual le tenía una arrechera mágica por todas las veces que no había aceptado salir conmigo. Dudé en ayudarla, sentimientos cruzados me invadieron, pero esta lucha épica era superior a cualquier sentimiento mundano y tétrico que pudiera llevar adentro, se trataba de joder a Cupido.

El ángel rechoncho tomó su arco, y yo tomé mi china, cargada con un garbanzo viejo, que estaba más duro que el estómago de mi vecina. Cupido se acomodó y sonriente colocó una flecha en su arco, justo cuando iba a disparar le metí un chinazo en la frente que lo hizo volar y mover sus alas con desesperación mientras la flecha iba a parar a la acera paralela, mi vecina ni cuenta se dio de lo que sucedía pero el angelito molesto por aquella perturbación recuperó el vuelo y trató de disparar nuevamente. Una vez más le metí un chinazo, esta vez en un ala, la flecha voló sin rumbo y el regordete cayó al piso. Allí me le paré enfrente y le dije "gordo maldito, tu crees que puedes seguir jodiendo al planeta a tu antojo? el ángel caído mirándome con ojos de furia respondió "coño Policarpio, me temía que tu pudieras acabar con mi misión aquí en Venezuela, pero no lo permitiré!!!!, con la misma me echó una especie de polvos pica pica que me lanzaron en una de rascarme todo el cuerpo por varios minutos, el querubín voló cagado de la risa y se me perdió a la vista, solo alcancé a escuchar cuando disparó la flecha esta vez acertando en plena nalga de mi vecina.

Todavía rascándome corrí hacia mi vecina que se trababa de subir en su vehículo, pudiendo ver la flecha que ella no veía, se la quité de la nalga de un tirón, ella no se lo tomó muy bien y me lanzó una cachetada mientras gritaba "sádico Policarpio, ahora tratas de agarrarme mis nalgas", yo todavía rascándome logré esquivar el piñazo y opté por quedarme calificado como sádico que tratar de explicarle a ella lo que había sucedido. En mi casa nuevamente, estaba convencido que Cupido seguiría jodiendo gente por ahí, eso no lo podía permitir y me lancé a uno de sus lugares preferidos, las discotecas, en donde entre el alcohol y el humo el rechoncho hace de las suyas acabando con la sanidad de cualquier humano decente que solo quiere encontrar a alguien para pasar el resto de sus días.

Vestido de gala me subí a mi carro y me embalé a recorrer varias discotecas capitalinas, sabía que de alguna manera u otra me encontraría con el querubín de la maldad. El ruido clásico de las discos me aturde, el olor a cigarro me hace vomitar y la razón oculta por la cual los humanos están en ellas me hace meditar. Con cuidado me confundí entre la gente tratando de pasar desapercibido, algunos me reconocían y saludaban sorprendidos de verme allí, yo hacía un gesto de saludo y seguía en mi búsqueda furtiva. De pronto lo vi sentadito en una de las repisas del bar, se estaba echando un palo de Vodka, y sonreía al mirar una lista que supuse era de sus víctimas, me acerqué con cuidado y me senté en la barra pidiendo agua fría, el regordete no notaba mi presencia pues vestido de flux y corbata no parecía el Policarpio usual.

Noté que había puesto el arco y flechas a un lado, mientras se emborrachaba, el miedo me atacó pues si Cupido sobrio ponía cagadas gigantes, con unos palos encima pues acabaría con la humanidad. En un principio pensé en tomar el arco y flechas y salir corriendo pero eso resultaba peligroso, el monigote este se encontraba sentado en las alturas de una repisa llena de botellas de vidrio. Pude ver como colocó el vaso a un lado y tomó su arma letal, estiró sus alitas y comenzó a volar, dando tumbos por la pea que cargaba se situó convenientemente encima de la pista de baile y se predispuso a lanzar una flecha. Con sutileza me acerqué al infeliz que iba a ser su víctima y le di un empujoncito casual, la flecha pasó de largo y se estrelló contra una silla, el regordete enfurecido me pintó una paloma y volvió a armar su poderoso arco. Allí y con mi vaso de agua en la mano decidí bañarlo, solté toda el agua hacia arriba en un acto propio de borracho de discoteca y le mojé las alas al querubín, el peso se hizo sentir de inmediato y cayó al suelo en donde sin pensarlo dos veces le metí una patada enviándolo de golpe a estrellarse contra una de las cornetas del local.

Me le acerqué y lo agarré por el cuello, "enano de mierda, jodón" le dije "esta vez te voy a liquidar", el pequeño angelito me miraba molesto pero sin poder hacer nada pues sus alas permanecían mojadas, las flechas se habían doblado del carajazo y sus rizos estaban desechos. "Tu has escoñetado a medio planeta Cupido, coño pana, esta bien que ensartes a gente para lograr relaciones estables y sanas pero eso de meterles el veneno a pobres infelices de gente que sabes que no le van a hacer caso no está bien" le dije en voz fuerte y sin soltarle el cuello, sonrío el muy malvado y no me contestó. Lo estrangulé y me lo llevé afuera del local, en el estacionamiento lo amarré con unas cuerdas que tenía en el carro y lo monté al lado mío, lo paseé por toda Caracas mientras lo insultaba y le recordaba lo coño e' madre que era, el regordete no decía nada, hasta que salió de su silencio y me dijo "coño Policarpio, a mi me jodieron, es verdad me robé unas alas doradas, pero eso no era para botarme del cielo, y bueno decidí vengarme pues, le doy a los humanos en donde más les duele, en el corazón", "pero si ni siquiera clavas las flechas ahí ciego de mierda" alcancé a decir, Cupido prosiguió "ese no es peo tuyo, cómprame unos lentes pues, además yo me divierto con mis andanzas."

Reconozco que quería acabar con la existencia del regordete en el instante, luego de lanzar el arco y flecha a un río que atraviesa la capital, el querubín me indicó que tenía hambre. Lo pasé por un carrito de perros calientes y le compré unos, se los tuve que dar en la boca pues no pretendía soltarle las amarras. Cupido comenzaba a pasar la pea y trataba de convencerme que le soltara so pena de meterme un flechazo en algún momento de mi vida de alguna tipa que fuera mi amor platónico y joderme la existencia hasta la eternidad. "No vas a poder meterme un coño guevón, te voy a aniquilar" le decía con rabia, el enanete se reía como si supiera algo que era desconocido para mi persona.

Llegué a mi casa y subí al techo de la misma, construí una pequeña cruz de madera y lo amarré, busqué un hacha y justo cuando le iba a cercenar la cabeza sonó mi celular, contesté y era mi vecina, a la cual le había sacado la flecha horas antes, "hola Policarpio, mira disculpa si fui ruda contigo, me perdonas? no podía creer lo que escuchaba y solo pude decir "si, si no hay problema, no hay nada que perdonar". El regordete se reía a carcajadas y me decía "fíjate, no soy tan malo como piensas, esa mujer que siempre te ha gustado ahora a tus pies", "pero si yo le saqué la flecha", "no, no, mi querido Policarpio, esas bichas tienen efecto instantáneo"

No tuve el corazón para matar al querubín, yo no soy un asesino, loco si, más no un criminal, lo solté y hasta le regalé un arco y flechas que tenía desde cuando era niño, entendí en aquel momento que el balance y el equilibrio que crean seres como Cupido debían tener una razón en el más allá, quise preguntarle pero preferí callar.

Ciertamente ahora estaba a mis pies mi vecina, es solo que sin lugar a dudas amar a Policarpio sería otra de las malas jugadas de Cupido, después de todo yo seguía siendo el mismo, o no?