Friday, February 19, 2010

Guadañita

"Ja, pedazo de mierda, esa guadaña no corta ni a tu abuela" le grité cuando trató de liquidarme una vez más, "esta vez no te me escapas Policarpio del coño" gritó desesperada mientras lanzaba otro guadañazo que rozaba mi oreja. "Pero bueno guevona me vas a venir a joder en mi propio cuarto?, "yo te jodo donde sea" volvió a gritar mientras quebraba un bombillo con su guadaña. "Te equivocas bicha obsoleta, tienes tiempo tratando de joderme y la que siempre termina huyendo eres tu" repliqué. Ya cansado de la joda que me había montado y arrecho porque me había roto un bombillo me senté en mi cama y tomé una bocanada de aire. Ella se sentó en una silla, se secó el sudor de su frente y me dijo "coño estoy cansada, que peo es joderte a ti", "mira coño e' madre" le dije "vete de aquí y no me ladilles más", "pero es que estas en mi lista guevonzón" me dijo con voz cansada, "déjame ver esa vaina" contesté.

Observando con cuidado pude ver que mi nombre no se encontraba allí, agarré el vaso de agua que tengo en mi mesa de noche y se lo eché encima, con la misma brinqué y la dejé atrapada entre su guadaña y su capa negra. "Por qué me sigues persiguiendo mierda sin oficio, no estoy en la lista" le grité mientras escuchaba el chillido clásico de ella cuando está atrapada. "Es que se han burlado mucho de mí, desde aquel día que te me escapaste por primera vez, tu no sabes lo que es eso Policarpio, soy el hazme reír del más allá". Confieso que me dio un poco de lástima, pero vamos a estar claros quien ha sentido lástima por la Dama de la Guadaña alguna vez?. Aprovechando mi posición ventajosa partí la guadaña en dos y le metí una patada por la boca, le subí la falda larga esa y de paso le subí la pantaleta hasta el ombligo, cargándola por el cogote le di una patada en el trasero mientras le gritaba "no vuelvas por aquí mojona."

Todo empezó el día que me fracturé el tobillo por tercera vez, en la sala de operaciones trataban con afán de componerme mis malogrados huesos y tendones mientras yo sumido en la tranquila y suntuosa paz de la anestesia soñaba con un valle verde lleno de vacas que me hablaban ofreciéndome leche y queso. De pronto en aquella escena de felicidad se apareció de golpe, las vacas salieron corriendo y el pasto se puso marrón, yo todavía con mi pedazo de queso suizo en la mano y el cual no pensaba soltar por nada del mundo analizaba la situación. Mirando a un lado me ví acostado allí, mientras los médicos gritaban y me inyectaban vergas raras. Volví la mirada al frente y sentí el primer guadañazo, "ay coño, pero tu estás loca?, le grité, la muy coqueta se reía y me decía "te ha llegado la hora pendejón". Después de pensarlo dos veces y metiéndole un mordisco más le lancé el pedazo de queso por la cabeza, la mojona sorprendida y aturdida por el taco de queso en el coco rodó por el piso, actuando cual felino en plena caza agarré un tobo lleno de leche y brinqué cayendo en el cuello de la susodicha, la boca se le abrió y le vacié la leche ahogándola mientras le cantaba una gaita irlandesa. Brinqué hacia mi cuerpo y pude escuchar como los doctores gritaban de felicidad, abrí los ojos y el anestesiólogo casi sufre un infarto, mirando al médico le dije "arréglame ese tobillo rápido que me andan buscando" y me dormí de nuevo en los laureles de la mezcla de Morfeo.

Todavía cojeando por mi tobillo reventado, y aún caminando con muletas recibí la noticia que la abuela de un buen amigo había pasado de mundos. Me apersoné en el velorio para cumplir con los respectivos trámites a los que nos sometemos los humanos para cagarnos la existencia un poco más. Desde pequeño me acostumbraron a rezar algo por el difunto así que parado al frente de la caja rezaba de lo más tranquilo cuando se me volvió a aparecer, "dos por uno, que te parece?, me dijo "de una vez te quedas por aquí". Con cuidado y sin poder creer que tenía intenciones de volver a ladillarme le dije "coño pero tu no tienes oficio?, sonriendo y haciendo una especie de movimiento de karate con su guadaña respondió "si claro, tengo mucho que hacer, y entre esas cosas, está llevarte a ti".

A mi lado una viejita que pensaba que yo estaba hablando solo y además diciendo groserías me mando a callar a la vez que me decía insolente y mal educado. Nuevamente y esta vez llevándome a la vieja que me había armado el peo por el medio me lanzó un guadañazo, con habilidad agarré una corona de flores y se la puse de salvavidas a la Dama de la Oscuridad, atrapada y arrecha quedó parada allí, de esta forma le metí un empujón a la caja con la difunta adentro que espachurró a la bicha esta, acercándome le pedí disculpas a la muerta, y le volví a decir a la mojona que no me ladillara más. El peo en el velorio era máximo y la gente no entendía nada, yo agarré a la viejita que me había llevado por el medio, la abracé mientras le decía "calma, calma, su amiga esta mejor que nosotros", la gente pensó que la viejita se había trastocado y le había dado por lanzar coronas y tumbar la caja de la difunta.

Cansado por los últimos acontecimientos de mi ajetreada vida me tomé unas vacaciones en Cancún. Unos días de playa, sol, relajación y tiempo para leer no me venían nada mal. Acostado en mi silla de extensión, tomando Coca-Cola y leyendo a Bela Esterhazy subí la mirada para ver parado al frente mío a una mexicanita con cara de Lucerito. "Hola cuate" me dijo, "que onda guey", "nomás, estas solito aquí?,. Frotándome los ojos los cuales se me irritaron de inmediato por los restos de crema protectora logré contestar "Hola que tal?, si estoy solo, que se te ofrece?, "órale manito, estás como tenso venezolano, no quieres subirte conmigo a hacer un poco de para-sailing?, yo todavía recuperándome de la crema en los ojos accedí y en cuestión de minutos estaba subido en aquel bicho jalado por una lancha, se trataba de un parapente especial, en donde se podían sentar dos personas, y la vista con la compañía hacían del paseo una aventura entretenida. Fijando la mirada en el horizonte pude ver como un punto negro se acercaba a toda mecha hacia mi, "coño no puede ser" pensé, "la mojona otra vez", sin mucho chance de nada ví como cortó algunas de las cuerdas del parapente, la pobre mexicanita cayó al mar desde una altura considerable y la balurda cagada de la risa me gritó "guevón pa' donde vas a correr ahora?

Confieso que sentí que ese era mi final, ya me imaginaba a la gente diciendo "de bolas el Policarpio ese, subido en un parapente, con una mexicana, se mató como un pendejo, quien lo manda, bla, bla, bla, bla". La lancha al ver que la mexicana había caído desde las alturas comenzaba a dar la vuelta para rescatarla, con menos velocidad y por ende menos altura constaté que ese sería mi único chance, aprovechando el primer viraje me solté las amarras que me sostenían y me lancé al agua, mi tobillo pidió perdón con el carajazo y mi alma entera se estremeció, la Loquita de la Guadaña no pensaba dejarme escapar y se lanzó sobre mi en pleno mar, la muy idiota no se dio cuenta que ese traje negro mojado pesa más que mondongo en el estómago y comenzó a hundirse sin remedio, me dio cosa y me quité el salvavidas y se lo di, los mexicanos de la lancha arrechos no entendían la razón por la cual me quitaba el salvavidas y simplemente lo echaba a un lado, pasaron por allí y me rescataron no sin antes armarme un peo por quitarme el salvavidas y hacerme mil preguntas sobre lo que había pasado.

Sentado en una arepera en Caracas, disfrutaba de una reina pepiada con unos amigos, como siempre hablando tonterías de la existencia casual de los seres humanos. Entró por la puerta y se me sentó al lado, yo hacía que no la veía, ella afilaba su guadaña con un aparatito extraño. Yo seguía conversando tranquilamente, hasta que ladillado me volteé y le dije "mira coño, tu no piensas dejarme en paz?, vamos a hacer una vaina cómete unas arepitas, yo te las voy a pedir, y luego me llevas pues". Asintió con la cabeza y siguió afilando su guadaña, le pedí unas arepitas de chorizo Carupanero y de pulpo, la Dama de Negro comió como nunca en su vida, justo cuando me dijo "bueno ahora si, estás lista?, escuché un ruidito extraño, me miró y de un brinco salió corriendo para el baño no sin antes llevarse un servilletero de la mesa. Aprovechando la situación me despedí de mis amigos alegando cansancio y la volví a burlar una vez más.

Cayó en el piso, se veía flaca, sin lugar a dudas la gastroenteritis que agarró por las arepas le había dado duro, allí sin guadaña, tratando de sacarse la pantaleta metida hasta el fondo y con ojos vidriosos bajó la cabeza y se limitó a decirme "Policarpio has vencido a la muerte."….

Tuesday, February 16, 2010

Día

En esta historia que ahora me permiten contar, más bien que he decidido yo contar hay un sin fin de elementos que he tratado de dilucidar, de entender a lo largo de mi extenso andar. El universo se equilibra, y no lo hace a destajo, hay razones, desconocidas para nosotros, perfectamente calculadas en la mente de los sabios. Todos pasamos por tiempos buenos y malos, aún los superhéroes, las pueden llamar de miles de maneras, pruebas, obstáculos, otros le dicen vida, hay quien las llama experiencias, yo confieso no saber que nombre ponerle, a veces no se como llamar a mi propio existir.

Aquella mañana desperté y supe que era hora de enfrentarme a mi mismo, el humano, el superhéroe, a mi mezcla, la cual no pedí, la cual me fue entregada en un día como hoy, cuando llegué a la Tierra, cuando aprendí la diferencia entre reír y sentir. Aceptar la verdad es duro pero entendible, aceptar la mentira es duro e indescifrable, mi transcurrir había gozado de horas y horas de perseguir a la nada, haciendo el bien ciertamente, pero en busca de un fantasma que nunca encontré, que se me hacía esquivo con el pasar de los días, todos tenemos momentos de rebelión.

Aquella mañana desperté y un dolor extraño recorrió mi cuerpo, el humano, el superhéroe, un lado mío lo evitó, el otro lo absorbió. Decisiones hemos de tomar que son solo los puentes que construimos al caminar, la mayoría se hacen en el aire, son parte de un sueño que se desvanece una vez que hemos cruzado, al mirar atrás solo queda una estela traslúcida que juguetea con las nubes, la cual nos indica que al otro lado no podemos volver, que está hecho, que has jugado, que la vida has marcado, que el tiempo ha pasado y tu sigues, sigues, sigues allá estampado.

Aquella mañana desperté y no supe donde estaba, el humano, el superhéroe, solos venimos, solos nos vamos, ficciones que utilizamos para buscar las razones, pero en definitiva uno somos, individuos, solitarios, en un viaje sin destino, el cual vamos haciendo a medida que tropezamos una y otra vez. Desarrollamos algo que llaman paciencia, que no es más que una píldora contra el dolor, que simplemente nos seda ante lo que no podemos comprender.

Aquella mañana desperté y me ví verde, el humano, el superhéroe, apenas un pichón, sin ninguna madurez y por ende debatiéndome entre lo que se debe hacer y lo que no puede ser. Entendí que mi cuerpo había crecido pero mi mente apenas gateaba, el hecho de pensar todavía en ese brillo distante me confirmó que debía ascender, el saber que mis batallas habían dañado, que mi eterna lucha se había llevado seres por el medio, sin detenerme a meditar sobre las consecuencias inmediatas del poder que tienen las palabras para herir, allí prometí contar, lo sucedido, pero esta vez sin arrastrar.

Aquella mañana desperté y mis voces internas ya no estaban, el humano, el superhéroe, por un momento me sentí solo, pero es que la hora debe llegar, el viento sopla con fuerza y mis velas debo izar. Comprendí que si ganamos hemos perdido y si perdimos hemos herido, si perdono se ensancha mi alma y con una mirada se aprende una vida. Mis dudas despejadas estaban, mi postura enderezaba, sigo aquí, sin esperar, aquí sigo, conmigo mismo, he aprendido a aceptar que el cambio trae rastros indelebles para el alma, he ahí un dulce dilema, permanezco o me muevo.

Aquella mañana desperté, como hice muchas veces, el humano, el superhéroe, para mi un día cualquiera, para otros el día que llegué a la Tierra. Me miré al espejo y pude ver al mismo de siempre, con su pena a cuestas, pero feliz de estar allí, con su misma sonrisa de niño, sus recuerdos intactos, y aprendiendo a olvidar. Mi maestro cansado como estaba, se acercó y me abrazó, con su voz siempre calmada me dijo “La vida es una tragedia para los que sienten, y una comedia para los que piensan”, luego se retiró y más nunca le vi, el siguió su camino, yo el mío, y es así que por mi parte pienso, por eso me río cada vez que pienso en este lugar que caí…