Thursday, October 20, 2005

Clodomiro

El hospital estaba situado en el tope de una montaña, era un edificio viejo, casi ancestral, sus paredes de loza verde le brindaban una especie de calma que podía transformarse en una visión espeluznante con el brillo de las luces de neón, médicos y enfermeras iban y venían, pacientes y familiares rondaban sus pasillos, en la emergencia se escuchaban las sirenas de las ambulancias y los gritos característicos de los que allí laboraban, el estado de alerta y la tensión se podían sentir a lo largo de aquellos cubículos en donde seres humanos se debatían entre la vida y la muerte, un piso más abajo se encontraba la morgue, en ese espacio limpio, pulcro, reluciente y lleno de historias trabajaba Clodomiro Montoya.

Clodomiro había egresado de la facultad de medicina años antes y a diferencia de la creencia entre los médicos del hospital que simplemente tenía que tratar con cadáveres pues si le ponía una mano a alguien vivo lo enviaba de un solo golpe al otro mundo, creencia por demás basada en chismes de pasillo, se había dedicado a la patología forense por vocación propia, siempre pensó que así como había unos que se dedicaban a traerlos al mundo, otros a curarlos tenía que haber uno que los revisara por última vez para enviarlos a su viaje por la eternidad.

Un médico ejemplar con estudios en el exterior, abnegado esposo, padre de familia y honorable miembro de la sociedad Clodomiro llevaba una vida como cualquier otra, realizaba todas las actividades que el tiempo le permitía y disfrutaba cada minuto de las clases que impartía en la universidad, clases que siempre terminaba con una frase que era conocida por todos los estudiantes de medicina "Gracias por escuchar a este viejo y recuerden que siempre hay alguien viendo como nos portamos."

Sobre una de la mesas de aluminio reposaba el cuerpo de un viejito, Armando Ramirez era su nombre, Clodomiro con cuidado realizaba la autopsia para cumplir con el paso de ley correspondiente, como siempre hacía miro hacia los lados para cerciorarse que nadie se encontraba en los predios, con precisión de cirujano cortó el corazón del viejito lo colocó en una lonchera de Spider-Man que había usado desde tiempos inmemoriales y procedió a cerrar el cadáver, una vez listo lo metió en la cava y cerró la puerta.

Caminando con su loncherita la cual era la burla de todos los empleados del hospital se dirigió a los laboratorios del mismo, con cautela sacó el corazón y lo colocó en una tabla en donde realizó diversos cortes con una velocidad impresionante, sin pensarlo dos veces procedió a colocar uno por uno los cortes bajo el microscopio y a tomar nota. "Que interesante" se dijo a si mismo "el señor Ramirez amó solo a su esposa, ni un desliz, nada, increíble de verdad", Clodomiro Montoya sabía un secreto que nadie más conocía, en los corazones de los humanos quedaban tallados de forma inequívoca todos los amores que se habían tenido en la vida, uno por uno, esculpidos de manera perfecta y mostrando la calidad de ese amor, se limpió los lentes y revisó una vez más, "nada, este hombre está limpio" se dijo mientras arrojaba los restos del corazón a la basura y hacía ciertas anotaciones.

Bajó por el ascensor y entró a un cuarto en donde unas personas recogían sus pertenencias, se acercó a una dama de avanzada edad que se veía golpeada por la reciente pérdida, se presentó y le dijo "señora Ramirez sepa usted que su esposo la quiso de verdad verdad sin reparos ni engaños" la señora apenas alcanzó a subir la mirada cuando ya Clodomiro se había retirado del cuarto. En el sótano y con la misma precisión de siempre Clodomiro practicaba la autopsia a un hombre de mediana edad, después de realizar los procedimientos de rigor y sin que nadie lo viera cortó el corazón de aquel individuo, nuevamente a la loncherita de Spider-Man y corriendo hacia el laboratorio, con cuidado observó los cortes que había hecho y se dijo "coño este tipo se pegó a media Caracas, que bárbaro, y aquí puedo ver claramente sus dos grandes amores y lo más arrecho es que son hermanas."

En otro piso del hospital dos mujeres discutían airadamente, Clodomiro se excusó por interrumpir la acalorada discusión y les dijo "ustedes son hermanas?, las féminas respondieron "y como sabe usted?, "bueno" dijo Clodomiro, "eso no viene al caso, simplemente quería comentarles que ustedes fueron importantes en la vida de Jesús Albarrán, el las quiso mucho" y se retiró, las dos hermanas se agarraron por las greñas mientras una le gritaba a la otra "yo sabía que tu te echabas a Chuíto."

Clodomiro caminó lentamente saludando a varias personas que le pasaban a su lado, se sirvió una taza de café y bajó nuevamente a su oficina en donde con tranquilidad anotó cierta información en su agenda, una agenda nada particular si se tomaba en cuenta que allí estaba retratada la verdad acerca de miles de seres humanos y sus distintos amores a lo largo de su andar por este planeta. Sonó el teléfono y le informaron a Clodomiro que un nuevo paciente estaba siendo bajado a la morgue, se trataba de una mujer, la cual se había quemado en un accidente automovilístico ocurrido hacia pocos instantes. Clodomiro pensó "bueno pero pobre mujer, quemada y la ley idiota de este país requiere que se la haga una autopsia, ya sabemos como murió de todas maneras."

En cuestión de minutos Clodomiro estaba frente al chamuscado cadáver, con cuidado logró extraer lo poco que quedaba de corazón y lo guardó en la lonchera, llamó a su asistente para que terminara de realizar lo que faltaba por hacer y se fue a cumplir su rito preferido. Silbando y moviendo la lonchera de Spider-Man de un lado a otro como un niño chiquito recorrió el hospital hasta llegar a los laboratorios en donde habló por un momento con algunos empleados para luego sentarse frente al instrumento que revelaría algo de esta pobre mujer.

Con mucho cuidado por el estado en que se encontraba el corazón Clodomiro colocó los distintos cortes bajo el lente investigador, al ver el primer amor anotó en un papel, "Ricardo Paéz", siguió al otro corte y pudo ver "Joao Ferreira", aquí Clodomiro dudó y dijo "coño estos nombres me parecen conocidos, nada debe ser que estoy cansado", miró otro corte y leyó "Angel Sequeira", "coño que es esto? pensó, volvió a mirar y leyó "Pedro Marquez", aquí un rayo de hielo recorrió todo su cuerpo, todo empezó a tomar forma "Ricardo Paéz es el carajo que da clases de tennis en el club", "Joao Ferreira es el portugués del abasto cerca de la casa", "ay coño que es esto" se decía Clodomiro, "Angel Sequeira es el mejor amigo de mi hijo Julián", "esto no puede ser", "y Pedro Marquez está suturando el cadáver de esta señora allá abajo en la morgue", sudando frío y temblando Clodomiro descolgó el teléfono y llamó a emergencias, "si por favor me podrían dar el nombre de la señora que falleció debido a las quemaduras en el accidente automovilístico?, del otro lado del teléfono contestaron "déjeme ver, porque todas las pertenencias estaban en mal estado, aja, aquí hay un papel que dice Cristina Pelaez de Montoya", Clodomiro soltó el teléfono y sintió como su mundo se nublaba, con desespero buscó los otros cortes de corazón y no encontró lo que buscaba, Clodomiro no encontró su propio nombre en el corazón de su esposa…

Tuesday, October 18, 2005

Publicista

Me encontraba mirando por la ventana de mi cuarto cuando cansado y hastiado de la monotonía clásica que envuelve la vida de los seres humanos decidí salir a caminar, a ver mi ciudad que tanto tiempo tenía sin recorrer, me vestí con mis blue jeans y mi franela blanca, la misma con que usualmente atacaba las noches de la capital palpitante, la misma que había sido testigo de mis peripecias y andanzas en aquella época cuando la vida pasaba con la rapidez de un cohete camino a un planeta lejano en otra galaxia.

A pesar del tiempo que tenía sin patear la calle no me costó acostumbrarme a la misma, caminé un rato y me subí al metro para bajarme en el majestuoso Boulevard de Sabana Grande, debo reconocer que la primera impresión al ver aquel desastre en que se había convertido el otrora reluciente y palpitante boulevard me impactó, una mezcla explosiva de suciedad, individuos sin destino, vendedores ambulantes, humo, olores fétidos, mendigos, niños haciendo malabarismos, rateros, personajes con la mirada perdida y un mar de hormigas que caminaban religiosamente a su trabajo.

Recostado en una silla de un establecimiento pensaba en como había sido posible esa transformación, sin lugar a dudas este cuadro dantesco era un reflejo claro y genuino de la realidad abrumadora que pesaba sobre las espaldas de los habitantes de aquella ciudad, recordé con nostalgia aquellos días en que caminaba por aquel paseo de ladrillos simplemente buscando el aroma de un nuevo día, el renacer de las esperanzas y la ilusión de lo desconocido. Disfrutaba mi Coca-Cola bien fría, si pues no todos le suministramos al cuerpo su dosis de cafeína de la misma manera, cuando pude ver como hacía su entrada triunfal, serena y segura de si misma caminó hacia la caja registradora y compró su café con cachito de jamón, esa fue la primera y última vez en mi largo andar por este mundo que ví a Irama Calígena.

Intentando recobrar mis sentidos noté como con disimulo se sentó en la mesa frente a mi, con marcialidad colocó su café y su cachito de jamón en la mesa, tomó el periódico y comenzó a leer mientras degustaba su desayuno. Yo con mi estilo bandera característico la miraba fijamente haciéndole saber que efectivamente me llamaba la atención y que no perdería la oportunidad de decirle así fuera unas líneas de galán de panadería, entre tanto mirar y mirar cual niño chiquito fue cuando pude ver que entre la bota que llevaba puesta y su pantalón de tela se hallaba el estuche de una pistola, y según me enseñó mi tío Gregorio usualmente estuche de pistola tiene pistola adentro.

A pesar del susto inicial esto hizo a la misteriosa dama aún más interesante, después de todo mi paseo por la ciudad parecía tornarse interesante, Irama con cautela bajaba su periódico para vistearme de vez en cuando, yo simplemente mantenía una sonrisa perenne en la cara para evitar que en una de sus miradas fugaces me fuera a pillar con cara de fiscal de tránsito, en una de las miradas no pude aguantar y le dije "que tal?, te puedo acompañar?, Irama sin dudar ni un segundo respondió "claro, como no, siéntate aquí."

"Ay coño" pensé, "mujer con pistola, ojos grandes, llamativos, sonrisa perfecta y segura de si misma, ahora si que el día se acomodó", con cuidado de no rozarle los pies no fuera a ser que un tiro saliera disparado me senté y dije calmadamente "Hola, mi nombre es Policarpio, soy escritor de profesión, poeta sin oficio y transeúnte del planeta", ella sonrió y me dijo "Irama Calígena, publicista, ocupada de sol a sol y desayunandito por aquí."

No pudimos ocultar las risas, esas que salen sin forzarlas, esas que inevitablemente te ponen a volar la imaginación y a decirte a ti mismo "en que peo me metí yo por gusto", si aunque no lo crean esas cosas pasan y usualmente pasan para recordarte que eres humano y que no te salva nadie. Conversamos un rato de las típicas tonterías que conversan dos almas que se acaban de encontrar, una que otra mirada, y poco a poco el tiempo fue pasando, de pronto Irama me dijo "me tengo que ir, de verdad que has hecho mi día mas agradable, gracias", se levantó de su silla y se volteó, por un segundo pensé que se iba a ir tan fácil como llegó pero Irama miró nuevamente como esperando mi reacción, yo en mi perdición lunática solo alcancé a decir, "para que carajo un publicista tiene una pistola en la pierna?

Giró nuevamente hacia la puerta pues al parecer no se sintió cómoda con mi pregunta, esta vez la detuve y le dije "no quise incomodarte es solo que vi la pistola y me llamó la atención", Irama con voz suave y firme me dijo "ya la vistes ahora tengo que matarte", mi risa quedó helada cuando pude notar que Irama no se reía en lo más mínimo, ahora fui yo el que trató de caminar hacia la puerta pero la mirada penetrante de Irama hizo que me quedara en el sitio, "bueno Policarpio, la verdad me caes bien, solo hay una forma que no te mate, me tienes que ayudar", "pero ayudar a que? Contesté, "pues bien yo de publicista tengo lo que tu tienes de bailarín de ballet, soy espía, de una organización secreta, y ahora tu eres mío", sus palabras calaron en lo más profundo de mi ser solo alcancé a pensar "coño yo no aprendo, tienes que quedarte en tu casa tranquilo, cada vez que sales te metes en un peo distinto."

En cuestión de segundos Irama me tomó del brazo y me llevó hacia un carro que tenía estacionado en medio de aquel caos, nos subimos y me tendió un pedazo de tela, "póntelo en los ojos, no puedes ver a donde vamos", en el reproductor se podían escuchar las notas de alguna canción de "The Cure" que ahora no puedo recordar, yo obedecí y en cuestión de pocos minutos estábamos bajándonos del carro, caminé todavía con la venda en mis ojos hasta que Irama me sentó en una silla, "te puedes quitar la venda" me dijo, el lugar era una especie de galpón no muy grande, con un escritorio, una lámpara y unos armarios, "bienvenido a mi oficina, espero sea de tu agrado" dijo Irama mientras sonreía sarcásticamente, me entregó una pistola y un chaleco antibalas y me dijo, "vas a fingir que eres mi esposo, amante, novio, pareja, lo que más te guste, sin preguntas, simplemente tienes que hacer lo que te diga"

La travesía nuevamente en el carro fue tediosa debido al tráfico reinante en la ciudad, finalmente llegamos a un conocido hotel capitalino, adentro en uno de sus salones había una convención de publicistas, Irama caminó con calma y presentó sus credenciales para que nos dejaran entrar, en el salón reinaba el bullicio de muchas personas hablando al mismo tiempo, caminamos mientras Irama me presentaba a todos sus "colegas" hasta llegar a una mesa en donde tomamos asiento. Pasado un tiempo un representante de la Cámara de Publicistas subió al estrado y tomó la palabra, comenzó a dar su discurso acerca de la importancia de los medios de comunicación en conjunto con la publicidad, Irama me susurró al oído "en un minuto lo liquido, ese es el objetivo de esta misión, al parecer este individuo es el Rey de la Publicidad Engañosa y se me ha encomendado desaparecerlo de la faz de la Tierra", "coño" pensé yo "van a matar al viejo ese hablador de mierda."

Inmediatamente y sin mediar palabras sacó su pistola y accionó el gatillo, el viejo cayó hacia un lado mientras los gritos y el caos se apoderaron del lugar, en medio de ese peo agarré a Irama y la besé, alcancé a escuchar a un tipo que decía "carajo estos si que se aman porque en medio de este zafarrancho se caen a besos", Irama un tanto sorprendida por mi beso me pegó una cachetada y me volvió a besar, a todas estas la gente corría desesperada y la gritería era ensordecedora, sin decir nada me jaló y corrimos junto con las otras personas, nos subimos al carro y nos fuimos del lugar, no dijimos nada en el camino, Irama estacionó su carro enfrente de la misma panadería donde todo había comenzado, me pidió la pistola y me dijo "el chaleco anti-balas te lo regalo, para que te acuerdes de mi" y me abrió la puerta del carro.

Con la misma rapidez que había llegado se fue sin decir adiós, allí parado solo en pleno Boulevard de Sabana Grande me vi sosteniendo un chaleco anti-balas y un hueco más para mi existencia, miré hacia lo alto buscando una respuesta que no llegó, baje la mirada y sonreí como siempre hago cuando no entiendo las jugadas ingeniosas de la vida, caminé hacia el metro y volví a mi casa a guardar el chaleco anti-balas en el closet y a enterrar mi sentir en un papel.

A veces sentado en mi ventana recuerdo esta historia, voy al closet y veo el chaleco anti-balas y no me queda otra que sonreir, a veces sentado en mi ventana recuerdo a Irama y mi mente se traslada a aquel intenso día, suena el teléfono y contesto "Hola Policarpio" dice la voz, "te sientes con ganas de matar a alguien?, petrificado contesto "ni de vaina yo tengo de asesino lo que tu tienes de ser humano"….

Monday, October 17, 2005

El Experimento

Sentado frente a un libro de Soren Kierkegaard decidí que me había fastidiado de Karen Marshall y Mary Lloyd, mi mente poco convencional y por demás ociosa desde que descubrí que el planeta no es más que un chiste mal contado se movía a gran velocidad tratando de buscar una manera para deshacerme de Karen y Mary, solo que tenía que tratarse de algo poco convencional, elocuente, peligroso y que permitiese de alguna manera recaudar datos para la base de información sobre relaciones humanas y sus desbandes que había mantenido desde que di el paso hacia la malévola cuando mi mamá harta de los sonidos del Super Nintendo lo lanzó por la ventana partiéndose en mil pedazos.

Solté el libro pues tenía que planear la manera idónea para sacar de mi lúgubre existencia a ese par de seres que me habían hecho compañía en esos momentos donde mi humanidad se hacía latente y fastidiosa y necesitaba relacionarme con mis congéneres. Hubiera sido más fácil usar la técnica de los 15 años que no es otra que agarrar el teléfono, marcar e inventar cualquier excusa sacada del sombrero de un mago, trancar y sentirse liberado por el peso que acabas de eliminar de tus hombros, también pude haber salido por separado, de manera civilizada a un café o algún establecimiento público y simplemente usar la excusa R-37 que no es otra que la famosa "estoy confundido y no puedo seguir con esto", igualmente pude haberle echado la culpa al trabajo, a mi perro y loros, a mi madre o simplemente ser un patán más y con sinceridad decir que no me calaba más ese calamar.

La vida no es fácil, entonces yo como estudioso empedernido y buen seguidor de esa premisa decidí hacerme las cosas más difíciles y por supuesto con ese elemento de maldad intrínseca que todos llevamos en nuestras células hacerle las cosas cuesta arriba también a Karen y Mary. Tomé el teléfono e hice una reservación en un establecimiento de moda en la ciudad, una mesa para dos con todos los alicientes de una cena romántica de película, por igual llamé a Karen y Mary y les dije que debíamos salir a cenar pues tenía que conversar algo importante con ellas, las cité con 15 minutos de diferencia, a las más puntual de ellas le di el honor de estar sentada en la mesa para cuando la otra hiciera acto de presencia, después de relajarlas y decirles que todo estaba bien pues las dos preguntaron si pasaba algo malo me senté nuevamente tranquilo a esperar que las horas pasaran hasta el momento indicado.

Con calma y paciencia me acicalé para estar presentable y después de despedirme de mi perro y loros comencé a caminar hacia el afamado restaurant en donde llevaría a cabo lo que me había dado por llamar "experimento". En mi camino me topé con los personajes clásicos de la ciudad, un pequeño niño lloraba pues su madre no le quería comprar un juego de video, pedí permiso a su procreadora y se lo compré limitándome a decirle, "déjelo ser señora, algún día el caminará estas calles en una misión como la mía y créame esto no es juego de niños", la señora sorprendida se limitó a dar las gracias por el regalo mientras el niñito se abrazaba a mi pierna diciendo "gracias papá", yo me limité a darle una palmadita en su cabeza y continué hacia el restaurant, saludé a los mendigos de la cuadra y pensé en todas las consecuencias que mi experimento podría tener, después de una rápida evaluación de pros y contras me limité a autocomplacerme con una respuesta de esas que anulan cualquier intento de la razón y la conciencia por detener un acto sin pies ni cabeza.

Una vez sentado en el lujoso restaurant ordené un vaso de agua como siempre acostumbro a hacer y esperé con calma la llegada de Karen, a los pocos minutos apareció radiante la damicela, me levanté de mi silla para saludarla y tomé su abrigo para ponerlo a un lado, la ayudé a acomodarse en la silla y volví a mi lugar. Comenzamos a hablar como siempre, la clásica conversación sin ningún tipo de profundidad o peligrosidad, poco a poco fui desviando la charla hasta llegar a un punto climático, en ese momento y tal cual como lo había planeado logré divisar que Mary hacía su entrada triunfal por la puerta, aquí me saqué del bolsillo una cajita de esas de terciopelo y se la entregué a Karen que de inmediato comenzó a llorar sin haber visto que había adentro de la misma, en el preciso instante en que Karen abrió la cajita Mary se paró con cara de sorpresa al lado de la mesa, "que está pasando aquí? preguntó en tono de demanda, yo confieso que la risa se había apoderado de todo mi ser pues solo podía ver la cara de Karen al darse cuenta que dentro de la cajita de terciopelo había un anillo de piñata en forma de flor con carita sonriente, por supuesto ella esperaba un anillo de diamantes más caro que mi propia existencia y no sabía que decir, la muy original dijo "que está pasando aquí?, a todas estas Mary veía con recelo el anillito de piñata y no sabía si reir o llorar, se miraron a las caras y preguntaron al mismo tiempo "quien eres tu?, las dos como máquinas programadas soltaron un sonoro "la novia de Policarpio", aquí ya me había levantado de la silla y me reía sin compasión, me miraron y dijeron "mejor que tengas una buena explicación para esto?, yo me limité a encogerme de hombros y seguir cagado de la risa.

Como todos los humanos, el par de féminas al ver que yo no reaccionaba como ellas querían pues decidieron voltear el ataque hacia ellas mismas, comenzaron por decirse unas cuantas barbaridades mientras yo era testigo de aquel espectáculo creado por una mente perversa, la mía, el mesonero se acercó queriendo saber que pasaba, yo le hice una seña así como queriendo decir, yo no se que le pasa a este dúo de locas y el hombre se quedó entonces para también ver el show, después de unas cuantas groserías Mary agarró la cajita del anillo y la batió contra el piso aquí Karen le soltó una cachetada sonora y se agarraron cual luchadores de peleas mexicanas de lucha libre, de pronto y como era de esperarse la rabia comprimida se soltó hacia mi persona, Karen me soltó un carterazo que alcanzó a rozarme mi ceja derecha, en este momento me di cuenta que había llegado la hora de escapar, Mary más violenta aún soltó una mano que hábilmente esquivé pero que fue a parar a la mandíbula del infeliz mesonero que rodó por el piso, ya un poco más alejado les dije "ustedes creían que se iban a salir con la suya, sigan con esas mañas de salir con un poco de gente a la misma vez" y me escabullí entre dos mesas para salir a respirar el aire frío de la noche otoñal.

Acostado en mi sofá marqué el número de la casilla de mensajes de mi celular, como supuse iba a pasar había dos mensajes, Karen decía que a pesar de todo debía reconocer que nunca había visto algo tan original, según ella el anillo de piñata era el regalo más bonito que había recibido en su andar, pedía perdón por el carterazo y rogaba que la llamara pues ella solo quería arreglar las cosas y buscar una solución al impasse, ella confiaba que yo la quería y solo era cuestión de ponerse en la misma página, por otro lado Mary en su mensaje gritaba con pasión cuanta grosería había aprendido y la comunicación se cortaba con lo que supongo era el celular estrellándose contra el piso, tranqué mi teléfono y dije para mi mismo "la próxima vez compra un juego de química de niños, dos ratones blancos y no experimentes con humanos."