Friday, February 03, 2006

Baúl

En uno de esos días monótonos decidí abrir un cajón en donde guardaba recuerdos. Confieso que llevaba más de diez años sin abrirle, quizás por temor a encontrar ciertos olores que me trasladaran a tiempos pasados, tiempos de grandes hazañas, tiempos dorados. Hay golpes físicos, que sanan en la medida de su gravedad, hay otros etéreos que no tienen solución, se aprende a vivir con ellos o se sufre de por vida. Dentro del baúl, y como suele suceder en ese tipo de almacenes personales, había un sin fin de elementos variados que recolecté a lo largo del tiempo, de un tiempo que no existe pero que hace mella en nuestras almas, que nos recuerda con su pasar silente que no somos infinitos, más bien que simplemente somos un pedacito.

Me armé de valor, lo pensé nuevamente, di vueltas en círculo en mi desordenado cubículo, volví a tomar fuerzas y lo abrí. Hay sensaciones que no se pueden describir, pues no pertenecen al manual de sentires humanos, no las ha descubierto nadie, y de haber sido destapadas pues cada una lleva un sabor distinto pues así somos, diferentes, lo que para mi es verde o huele jazmín, para el otro puede ser azul y oler a rosas. Pero no es tan simple, quizás trato de poner en idioma humano aquello que solo entienden las almas, y si lo humanos tenemos almas por qué no las entendemos?, creo se nos olvida que somos más que carne y hueso, nos llenamos del exterior cuando la realidad es que valemos dentro.

Supuse que mi mente iba a volar con una rapidez inigualable, de hecho lo hizo, soy así, libre y sin ataduras, soy un superhéroe más. No quise hurgar mucho, al frente mío estaba un viejo libro, uno que me presentaron como obsequio en una de mis tantas batallas libradas, su vieja y empolvada carátula pedía a gritos limpieza, sus hojas desgastadas por la vida se llenaban de sabiduría con el pasar de un segundo. Tomo el libro en mis manos y lo desempolvo, cierro el cajón, he encontrado lo que he venido a buscar, me pongo cómodo en mi gastada silla de madera, sonrío pues me acuerdo de aquellos días, un sorbo de Coca-Cola me pasa frío, abro la primera página, allí una dedicatoria simple, "para mi amigo Policarpio, sueña!, Nabor Semprún".

Nabor murió hace unos años atrás, la noticia me llegó en una carta sucia y remojada, es la cadena a que estamos atados, nunca posible de librar, es el precio que tenemos que pagar por existir en este lugar. Eso me hace revivir dolores extraños, con delicadeza pongo el libro a un lado, suena el teléfono, es una amiga, una de esas que ve que su vida se escapa y no llega su príncipe azul, ese día no tengo paciencia, le recuerdo que no llevo capa ni tengo un caballo blanco, su insistencia me fastidia, pero eso lo guardo para mi, el herir no es caballeroso, menos a una dama, me marea con sus cotidianeidades, yo le sigo la corriente, finalmente me dice que tiene una fiesta esa noche, no desea ir sola, es mal visto en sociedad, según sus palabras, lo pide como un favor, ella sabe que los favores son mi fuerte, se aprovecha y acepto.

Antes de salir de la casa, meto el libro de Nabor en mi bolsillo, en mi carro con Alerón a mi lado me paseo por Caracas, dando tiempo a que mi amiga se acicale. Llego a su casa, debo entrar, saludar a sus padres quienes insisten en frente de ella que yo soy el hombre ideal, me da pena por mi amiga, para demostrar que no soy tan ideal me meto el dedo en la nariz, la jurungo hasta el fondo. Los padres de mi amiga se retuercen de la risa, para ellos hasta mi manera de sacarme los mocos es ideal, no entiendo si es que se quieren liberar de ella, o simplemente que temen que la sociedad les pregunte por su hija solterona, solterona a los treinta años, que absurdo ese concepto. Melissa, así se llama mi amiga, aparece radiante, ella hace lo posible por captar mi atención, varias veces le he dicho que yo claramente no soy la opción.

Me cuesta un trabajo terrible convencer a Alerón que se mueva a la parte de atrás del carro, este perro es testarudo, finalmente lo convenzo y paseo por Caracas, con princesa a mi lado, y un perro alborotado, llego al sitio de la fiesta, me estaciono y nos bajamos. Alerón le ha soltado el moño a Melissa, ella quiere asesinar a mi perro, ahora es ella quien no quiere entrar a la fiesta, pero su cabello se ve mejor todo suelto, la convenzo de que es así, ella cree en mi persona, finalmente entramos. Una recepción como cualquier otra, llena de opulencia y superficialidades, yo pongo cara de idiota y sonrío por doquier, me confundo entre la gente, me mimetizo, mantengo el contacto con la mirada de Melissa, ella necesita saber que estoy ahí, de pronto me aburro, una vieja habla de sus cirugías plásticas, otro de sus acciones en la bolsa, carros nuevos y viajes, me disculpo vuelvo a mirar a mi amiga, ella sonríe, de un brinco me meto detrás del bar, de allí me voy a la mesa más alejada, me escondo bajo de ella, me suelto la corbata, y saco el libro de Nabor.

Comienzo a leer, el capítulo número cinco, es el que más me gusta, esta historia no la viví pero quisiera compartirla. Paso las dos primeras páginas del capítulo, es que me las se de memoria, llego al punto que quiero leer, me concentro, ya no escucho la música, las voces se diluyen con las letras del viejo libro. Melissa debe estar buscándome por todos lados, confieso disfrutar su desesperación, no es maldad, es simplemente que ella como muchos no ha aprendido a valerse por si sola, no confía en sus capacidades, se menosprecia sin saberlo. Vuelvo a poner mi atención en el libro, Melissa puede esperar, que baile, o hable de modas o cualquier cosa, yo fijo la mirada en esas letras borrosas y me traslado.

"Eran días como todos, la humanidad no había cambiado, se debatían entre la realidad y lo esperado, siempre buscando ese punto anhelado en donde la paz y la tranquilidad reinaran desde tiempos pasados. El futuro se veía algo incierto, es esa habilidad que tenemos para preocuparnos por el mañana sin saber siquiera que va a pasar hoy, dudas inmensas invaden nuestros seres, y no sabemos por donde comenzar, créanme es difícil dar un paso si estamos mirando donde vamos a dar los otros diez que nos faltan. Un joven entró a la tienda, llevaba una pequeña bolsa azul, de terciopelo, con una cinta dorada amarrada en su punta. Me la entregó y la clasifiqué de inmediato, me muevo hacia la caja registradora y saco unas monedas, se las entrego, en su cara se ve la decepción del momento, yo solo hago mi trabajo."

"Si tan solo creyéramos un poco más en nosotros pues nos sería más fácil creer en los demás, es solo que nos enseñan a tener miedo desde pequeños, en pocos años somos una enredadera de de temores que nos limitan por doquier. Algunos los superan, otros viven inmersos en ellos a lo largo de su existencia, los arrastran y los siembran, los distribuyen a la entera raza humana, nos discapacitamos a diario, frenamos ante cualquier situación que no hemos enfrentado, nos escondemos, en una madriguera sin salida, en la oscuridad, los rayos del sol se vuelven el enemigo, no crecemos, no seguimos, sin lugar a dudas nos volvemos mezquinos."

"Tocó la puerta, era un señor de avanzada edad, en su mano, una bolsita, de tul roja, con un lazo plateado, sonrío y la entregó. Miró la vitrina, con cautela sopesó su decisión, evaluó, y pidió una pequeña bolsita de color naranja. En la balanza coloqué las dos bolsitas, la naranja era más pesada, el anciano sacó de su bolsillo otra pequeña bolsa color turquesa, la colocó en la balanza y todo se equilibró, tomó su bolsita color naranja y se despidió. Aquel hombre llevaba tristeza en sus ojos, el cambio era algo necesario, o quizás producto del cansancio que determina el existir. De inmediato entró un niño, llevaba una bolsa grande de color marrón, parecía de cuero, pero no lo era, apenas llegaba al mostrador, se elevó en sus talones, y colocó la bolsa en el vidrio, señaló una bolsa felpuda, de tamaño normal, igualmente colocó unas monedas sobre el vidrio, le entregué la bolsa felpuda, tomé la bolsa entregada por el infante y me retiré a tomar mi almuerzo".

"Están en todos lados, no distingue de edades, todos los llevamos, se convierten en parte integral de nuestro ser. Si solo tuviéramos el necesario valor para sacarles de su envoltura, si solo pudiéramos imaginarles por segundos, tan solo unos segundos, les haríamos nacer, quizás hasta crecer. Hay quienes los viven, hay quienes los lloran, hay otros que los guardan, los atesoran, los coartan, los alaban, los molestan, los describen, los pintan, los escriben, los comparten, pero viven en un mundo paralelo, muy tranquilos, sopesados, sin dueño real, ni título que entregar, pero por sobre todo nunca mueren."

"Caminó aburrido, arrastrando sus pies, con la mirada abajo, sus ropas no eran claras, sus mejillas algo mojadas. Se detuvo al cruzar la puerta, parecía meditando, observaba a todos lados, aceptó su condena y se dirigió al mostrador. De su bolsillo sacó una pequeña y artesanal bolsita, con dibujos estampados, la miró, la levantó en su mano, le dio un último adiós, me la entregó, la coloqué en la balanza y la misma se hundió, saqué una cuenta rápida y no supe que hacer, le ofrecí toda la tienda, todas las bolsitas y las monedas allí encontradas. El hombre con mirada fuerte levantó su mano en señal que no deseaba nada a cambio, se volteó y desapareció".

"Ser el director de una tienda de empeño de sueños no es tarea fácil, la gente entra y sale, desean que sus sueños sean pagados por cuanto valen, a veces protestan, a veces se alegran, es un riesgo que toman, yo simplemente soy el instrumento entre el mundo de los sueños y la realidad, nada más que eso, otras personas se llevan tus sueños y los viven por ti, perdón los viven por ellos, el tuyo lo dejaste aquí, en mi tienda, en la tienda de todos, lo perdiste, y es posible que al volver ya no se encuentre, son decisiones que se toman, que marcan nuestro andar, yo vuelvo y repito, solo sirvo mi misión, yo no doy, yo no quito, solo entrego y recibo, soy un simple peón de la mente humana, un intermediario de la razón."

Cierro el libro, y es entonces cuando recuerdo como murió Nabor, aquel hombre de mirada fuerte le asesinó, al ver su sueño hecho realidad, pero en carne de otros. Aquel individuo entregó aquel día su anhelo, el deseo de vender al mundo, al planeta, con humanos, con el bien y con el mal, con tristezas y alegrías, con desastres y logros. Otro compró ese sueño, más bien quizás simplemente lo cambió, o lo robó, eso nunca se sabrá pues Nabor no está para contarlo. Salgo de abajo de la mesa, la fiesta sigue en pleno esplendor, doy unas vueltas, vuelto a establecer contacto con los ojos de Melissa, no ha notado mi ausencia, me sonríe, me le acerco y le pregunto "oye Meli cual es tu sueño?, ella me mira extrañada, mi pregunta no tiene sentido, ni bases, ni motivos, ni está hecha en el momento adecuado, en el lugar equivocado, ella no sabe que decir, ella como otros ha dejado sus sueños en una casa de empeño de sueños y por eso no los puede realizar, son de otros y ella los anhela, es que no se ha dado cuenta que les ha dejado ir, que en una bolsita los metió y los dio en adopción.

Me sonrío, Melissa hace lo mismo, ella cree que su sueño está parado frente a ella, me retiro y me voy, no soy sueño, no soy nada, soy uno más, con defectos y virtudes. Salgo de la fiesta y me meto la mano en el bolsillo, allí llevo una pequeña bolsita de fieltro verde, la saco, la miro, me vuelvo a reír, Alerón ladra desde el carro, y me vuelvo a repetir, es que nunca he dejado de soñar, y el mío ahí guardado espera por su tiempo, por su hora, por su día, muy tranquilo y paciente, es solo cuestión de que yo esté presente…

Monday, January 30, 2006

Siempre

Siempre estoy allí de alguna u otra forma, hay cosas que no vemos pero sentimos, hay otras que vemos y no las sentimos. No se puede juzgar sin aprender a entender, no podremos descansar sino sabemos soñar. Hay juegos con reglas, otros sin ellas, algunos regidos por árbitros corrompidos otros balanceados como la espada de la justicia. El sol a veces brilla, a veces lo tapan las nubes, ahí permanece, salvo cuando se va a dormir, a dormir en nuestros ojos cerrados, pero a calentar en otros estados. La simpleza y complejidad de las manos, lo olvidamos siempre, un arma letal o una suave caricia, las llevamos pero no nos maravillamos de su excelsa perfección.

Al llover nos mojamos, salvo que estemos bajo techo, se dice muy fácil pero encontrar refugio en días lluviosos puede ser laborioso. Si cuentas tus pasos te llaman pichirre si en cambio no piensas en ello te acusarán de despistado. Hay reyes sin trono, hay otros lujosos, hay mendigos capaces y otros fugaces. El blanco traspasa, el negro detiene, o es simplemente acaso que su mezcla confunde. Hay días de días, noches de noches, pero entonces donde guardamos aquellos que nos dan en la torre?, sin duda es un cuento, un dulce cantar, lloramos, reímos y nos vemos pasar, verdades y mentiras nos llenan nuestras vidas, equilibran el arte, comparten lo que algunos le llaman desastre, existir es difícil, vivir es un sueño y por más grandes que nos sintamos siempre seremos pequeños.

Como combates aquello que tus ojos no pueden mirar, y no hablo de dolores internos a causa de fallos en el juego macabro, más bien me refiero a seres traslúcidos que atrapan sin tocar, que pululan sin cesar, que buscan y buscan razones constantes para escapar de su agonía martirizante. Mi vida estaba calmada, encontrar una ruta no es fácil pero llega, según recuerdo el mal no se estaba canalizando en su forma habitual, los humanos habían aprendido a respetarse un poco más, miento, es una idea que quise creer, simplemente cansados y hastiados de tantos desengaños, la raza planetaria estaba en tregua. Mis días pasaban sin tocarme, serenos, pausados, sin emociones grandes o desilusiones tremendas, nos cansamos de la estabilidad pero detestamos los tiempos movidos, inconformes?, eso creo, así somos.

Salí a la hora de almuerzo y no regresé, al trabajo quiero decir. Me paseé por las sucias calles y avenidas de la ciudad, algo me decía que la calma reinante tenía un causante, pensé como siempre en muchos caminos, en tantos destinos posibles de hallar. Cuando me siento algo solo me siento en un parque, en el cual juegan los niños, pequeños por demás está decir, los miro correr, gritar y saltar, ellos todavía no conocen la palabra libertad. No puedo evitarlo, me pongo a jugar, sus madres adultas no entienden mi actuar, me miran recelosas, pero se acostumbran y optan por no mirar, un guardián desconocido los ha venido a visitar. Me encontraba jugando, cuando vi a esta niñita, flaquita y con lentes, parada solita.

Dejé de brincar y me le acerqué, llevaba una bomba color rojo amarrada a su muñeca, en su otro brazo una muñeca desteñida. "Donde está tu mamá?, pregunté, la pequeña señaló hacia un espacio vacío entre los frondosos árboles del parque. No pude ver a nadie y pensé que la infante solo jugaba conmigo, "y por qué no juegas con los otros niñitos? le dije, "es que mi mamá no me deja" contestó, "pero donde está tu madre?, volví a preguntar, "ya le dije señor, allá" y señaló nuevamente al espacio vacío. "Y tu mami sabes que estás aquí?, "si señor, ella siempre está conmigo". Confieso que quedé desconcertado, pero yo trato de seguir el juego de los niños, yo de pequeño me molestaba cuando los adultos me hacían preguntas tontas a mis historias imaginarias, es que los adultos no saben de eso, nunca sabrán.

Señalando hacia el espacio vacío en donde la pequeña insistía que su mamá se encontraba, le dije "ahí no?, allí está tu mamá". La pequeña asintió con la cabeza, la tomé de la mano y caminé hacia donde las otras madres se encontraban sentadas, les pregunté si conocían a la infante o a su madre en su defecto, todas negaron con la cabeza. "Donde vives tu? le pregunté a la niñita, "en mi casa" respondió, "por supuesto donde más" me dije a mi mismo, a veces, solo a veces mi mente se vuelve adulta y pregunto estupideces. Caminamos hacia donde la pequeña insistía se encontraba su madre, un espacio abierto, sin nada, grama y unos árboles, yo la verdad es que no veía nada.

La pequeña levantaba su mano en donde llevaba el globo y me decía que su madre le estaba sosteniendo la misma, aquí reconozco que mi lógica fue desafiada y ya no supe que decir. "Mi mami dice que tu eres un ser bueno, con alma limpia y que debes ayudarme", "ayudarte?" contesté, "si, si, por favor no me dejes sola, mi mami te lo pide". En ese momento comencé a asustarme, no entendía de que se trataba todo aquello, "pero ayudarte a que?" repetí, la niñita se arregló sus lentes, me tomó de la mano y me dijo "sígueme, ya verás". Atravesamos el parque entero, yo y una niña de 4 años, guiado por una infante, unas calles más allá y unos minutos más confundido estaba yo parado al frente de una casa muy vieja, con rasgos de mansión embrujada y una cruz roja en el centro del portón.

"Aquí es" dijo la niña, yo ya me estaba limitando a no preguntar más. Entramos al lugar y pude constatar que se trataba de la escuela de enfermería "José Leocadio Barreto", en el escritorio de información nos recibió una dama muy amable quien al ver a la pequeña se levantó y dijo "hola María Isabel, que haces aquí mi amor?, tu papi está ocupado, y quien es este señor?. La niña le dijo "hola Antonia, no vine a ver a mi papi, mi mami me dijo que le dijera a este señor que me ayudara". La señora no respondió, me miró y me dijo "quien es usted?, que hace con la niña?, "mire señora", le respondí "yo estaba de lo más feliz jugando en el parque y ella me jaló de la mano", al terminar la frase me di cuenta que la cara de la mujer estaba aún más dura, un viejo como yo jugando en el parque?, eso no sonaba coherente. La mujer me dijo, "mire, deje a la niña acá y váyase por favor".

Me volteé y caminé hacia la puerta, los gritos de la niña que insistía en que su madre le pedía que la ayudara retumbaban en el siniestro lugar. Afuera los rayos del sol me encandilaron, me subí al metro y me enrumbé hacia mi casa, sentado allí viendo las caras de las personas mi mente volaba a otros mundos, cada cara una expresión, un mundo dentro de si, un cúmulo de deseos y anhelos, que de por si nunca se cumplirían, pero de eso se trata, de ir y venir, de ver y no ver, de andar sin saber. Sentado en la cocina de mi casa me comía un helado con mi padre, "Alerón" mi perro, estaba sentado al otro lado y también comía helado, no recuerdo de que conversábamos, solo que no podía olvidar los gritos de la niña, mi papá hablaba sin parar, como siempre hace, yo le escuchaba a lo lejos, creo que "Alerón" le hacía más caso, finalmente me paré de la silla y me fui al cuarto, a descansar.

Anocheció, hacía frío eso recuerdo, salí de mi casa supuestamente para ir al cine con una amiga, nunca llegué, la dejé plantada, ella era bonita así que otro conseguiría, mi presencia no era requerida. Estacioné mi carro al frente de la escuela de enfermería, me bajé y vi sus puertas cerradas. El vigilante me vio husmeando y se acercó, "que desea señor?," me dijo, "disculpe amigo, pero estoy perdido, yo no soy de acá y me dijeron que por aquí había un lugar donde me puede atender un médico", el vigilante me contestó "a claro, se siente mal?, fíjese aquí en la escuela de enfermería funciona el ambulatorio, en donde hay una emergencia y las enfermeras así practican". El hombre abrió la reja y me hizo pasar, "que tiene compadre?" me preguntó, yo le dije "dolor de barriga, pero muy fuerte", "adelante pues, ojalá y se le quite" me dijo el guardián.

Caminé por unos pasillos oscuros y tenebrosos, finalmente pude ver una luz en lo que parecía el final del corredor, me acerqué y escuché ruidos, sonidos de esos del juego macabro, con cuidado pude ver al doctor y a una enfermera en plena faena, yo para joder, abrí la puerta de golpe y me tiré al piso diciendo que me iba a reventar la barriga. En el piso y con los dos tórtolos desnudos y apenados no podía contener la risa, el médico se puso su bata y la enfermera hizo lo propio, se acercaron a mi y dijeron "que le pasa señor?, disculpe de verdad, es que no esperábamos a nadie en estas fechas". Yo seguía fingiendo mi dolor de barriga, cada vez gritaba más y me echaba gases olorosos para confundir, el médico me ayudó a levantarme y me acostó en una camilla, "hay que hacerle exámenes" me dijo, "mire ya creo que me siento mejor" le contesté, deme unas pastillas para el estómago y esperemos un rato, el médico algo extrañado me entregó las pastillas y se sentó en su silla, en donde nuevamente se excusó por el espectáculo que había presenciado.

Me dieron de alta, y en vez de salir por la puerta me escondí en un closet donde guardaban implementos de limpieza. Al día siguiente y vestido con braga de obrero y una escoba en la mano caminaba por la escuela de enfermería. Debo reconocer que no veía nada raro, nada fuera de lo común, estudiantes, algunos doctores, enfermeras, pacientes, aulas de estudio y la biblioteca. Entré a la biblioteca y me senté a leer un libro de anatomía humana, sigilosamente me escondí entre las paredes de libros, finalmente encontré algo que me hizo estremecer, mis fibras se conmovieron, mi ritmo cardíaco se aceleró, en la pared guindada una foto en donde se veía a un grupo de enfermeras, entre ellas, una que cargaba a una niña, la misma pequeña del parque del día anterior.

Tomé el cuadro prestado y me escabullí por una puerta trasera, corrí al parque y para mi alivio la infante estaba allí parada, sola, quizás como hacía todos los días. Al verme sonrío, "mi mami dice que me tienes que ayudar" dijo cuando me acerqué, le mostré la fotografía y la niña no dijo nada, no hubo forma ni manera de hacerla hablar nuevamente. Volví a la escuela de enfermería en donde subí al último piso, el mismo estaba clausurado, o eso querían hacer ver, después de pasar unos escombros y caminar un pasillo muy sucio escuché voces en la lejanía, atrás de la puerta pude captar la conversación de unos médicos que airadamente discutían sobre algo que no podía identificar. Los dejé salir de la oficina y entré a la misma, en la misma había varios expedientes perfectamente ordenados, revisé uno por uno, parecían fichas con diagnósticos variados, solo uno me llamó la atención por encima de los otros, y la razón fue que estaba la foto de la enfermera que cargaba a la niña del parque, no había diagnóstico por ningún lado, unas notas escritas a mano, pero sin mucho sentido, al menos no para mi.

Miré hacia el techo, buscando respuestas, los bloques de anime, de un techo falso me llamaron la atención, me encaramé en una silla, quité los pedazos de anime y entré a una nueva dimensión. Un laboratorio impecable y perfectamente construido apareció ante mis ojos, lo que pude ver después me heló por completo, todos los pacientes que había visto sus expedientes en la oficina estaban acostados en sus camas, pálidos, quebradizos, ojos cerrados, almas distantes. Caminé sigiloso sin saber de que se trataba aquello, el ruido de la puerta me hizo tirarme al piso y esconderme debajo de una cama. Dos médicos paseaban y hablaban, se detuvieron en la cama en donde me encontraba, uno le dijo al otro "este no se ve bien", el otro le respondió "creo que esta medicina es un fracaso" y siguieron de largo.

De nuevo en pie y sin tener idea que pasaba caminé todo el lugar, solo una cama estaba vacía, me detuve nuevamente sobre cada paciente, ninguno parecía estar consciente, ya me iba cuando un viejito me agarró la mano, "sálveme mijo", me dijo, "yo entré aquí con un dolor de garganta y ahora tengo hepatitis, mono-nucleosis y pare usted de contar, esto es en contra de mi voluntad, ni me di cuenta, cuando desperté estaba aquí, esta gente está experimentando con nosotros". Se abrieron las puertas de mi entendimiento, probaban con humanos, los enfermaban adrede y luego trataban de curarlos con medicina experimental, profesionales de la medicina jugando a ser dioses, ángeles de la muerte laborando tras una bata blanca.

Ayudé al viejito a pararse de la cama, del otro lado vi unas escaleras que daban a un patio, bajé al viejo cargado y lo escondí tras una mata, "espéreme aquí, yo vuelvo por usted". Corrí a una tienda en donde me compré un traje, disfrazado me presenté como inspector del Ministerio de Sanidad, pedí hablar con el director del establecimiento, en pocos minutos estaba sentado frente al doctor Eugenio Parilli. Me dio un tour de las instalaciones, muy amable y educado, al llevarme al patio le dije si podíamos caminar para conversar ciertas cosas, lo llevé hasta el árbol donde había escondido al anciano, ahí al verlo, exclamé "que es esto?, que está pasando aquí?, el médico visiblemente nervioso, comenzó a tratar de dar explicaciones, el viejo al verle comenzó a respirar con dificultad, el doctor se metió la mano en el bolsillo y sacó una navaja, sin darse cuenta recibió un garbanzo en la frente, mi china es más rápida que una navaja, en el piso me le tiré encima y lo dejé fuera de combate, coloqué la navaja entre la tierra y su ojo, de manera que cuando despertara se enterrara la misma y sufriera por sus actos corruptos.

Adentro del hospital me dirigí a la sala de médicos, sin pensar pateé la puerta y comencé a disparar chinazos a diestra y a siniestra, algunos médicos huyeron, otros cayeron abatidos, la sorpresa los dejó sin muchas opciones, finalmente capturé al mismo médico que me había atendido la noche anterior, el galeno asustado pedía perdón y me preguntaba quien era yo, sin decirle nada me lo llevé hasta la biblioteca, lo paré frente a la foto donde aparecía la niñita, quien es esa?, el hombre llorando me respondió que era su hija, y la que la cargaba su madre y esposa de el, difunta esposa para ser más claros. El mismo se había encargado de matarla, cuando ella se negó a participar en los experimentos diabólicos, ella enfermó muy grave, se salió de control y había fallecido unas semanas antes. Afuera del sitio y con las autoridades pertinentes observaba como se llevaban detenidos a los médicos macabros, los pacientes eran trasladados a otras instituciones. Recogí al viejito en el jardín aprovechando la confusión y lo dejé en una ambulancia, el hombre visiblemente debilitado me agradeció, yo simplemente asentí con la cabeza y me despedí.

En el parque me comía un helado, con la niñita, "mi mami dice que muchas gracias, que ya puede descansar en paz". Reconozco que se me partió el alma al escuchar esas palabras, abracé a la infante quien me dijo "gracias señor, si mi mami está contenta yo también lo estoy". No tuve palabras para ese momento, solamente pude repetir para mi mismo mientras me alejaba "así como tu mami siempre ha estado allí, yo siempre estaré aquí"…