Thursday, June 01, 2006

Cerca

Hace unos segundos me he quedado dormido, después de batallar con esos demonios que me persiguen cada vez que recuesto mi cabeza, en cada momento que se que el mundo sigue girando y la maldad está suelta por los caminos y yo sin más ni menos debo descansar. Mi tarea no ha sido fácil pero creo que de esto ya he hablado con anterioridad, la acumulación de villanos intentando tomar una parte de mi ser causa mella en el alma, si es que a veces me acuerdo del robo siniestro al que me sometieron pero eso es otra historia y sus bandidos no merecen mis letras.

Entonces sueño, con un niño que corre libremente en un campo lleno de matorrales, se aleja, se pierde de mi vista, escucho voces que lo llaman, que lo invitan a volver, a regresar a la seguridad de aquello palpable. Continúa su camino, salta y corretea sin mirar atrás, hace caso omiso a los gritos ya desesperados de las voces que entonan su nombre, acelera el paso, como si supiera que hay enemigos que le persiguen, buscando aquello que nunca encontró pero sabe debe estar al final del camino. De pronto se detiene, un precipicio lo hace dudar, mira con precisión todo aquello que está allá abajo, no es otra cosa que el mundo que le han puesto para existir, “Policarpio, Policarpio te vas a caer” se escuchan los gritos de nuevo, el pequeño no espera ni un minuto más y salta.

Logro abrir los ojos, hace tiempo acepté que había caído, no necesitan recordármelo, ya ha pasado mucho viento por mi cara desde que comprendí que el planeta tiene sus razones y no debo preguntar. Estoy allí, en mi cama, solo como siempre, a lo lejos escucho a mi perro Alerón aullar, es posible que también extrañe su mundo, todos hemos dejado algo atrás que nos hace suspirar. Me pongo en pie, mi cuerpo quiere seguir descansando, mi mente sabe que es hora de ponerse en movimiento, mientras haya humanos habrán buenos y malos, ahí es donde entro yo, para equilibrar este espacio mundano.

Estoy ahora subido en el carro, dando vueltas por el Valle en donde crecí, sin destino ni sentido, solo para matar horas, disfrutar de la nada. Se trata de un día en el cual la gente sale, se lanza a la calle a vivir, a ahogar las penas, a revivir alegrías, quizás es solo la búsqueda de un rayo de esperanza, la felicidad viene dada por querer lo que se hace, no hacer lo que se quiere. Alerón ladra de pronto, creo que mi perro todavía sabe lo que es sentir, vuelvo la mirada hacia la acera y puedo ver a una dama con paso acelerado, sus ojos verdes me recuerdan mi color preferido, la angustia que refleja en su cara me recuerda el porqué he venido.

No tengo ganas de detenerme a ver de que se trata, es uno de esos momentos en donde simplemente me provoca dejar que los humanos jueguen sus tretas dañinas y yo ser simplemente un espectador, a veces detesto el día donde me entregaron la conciencia, de veras, que fácil sería todo si la perdiera por unos minutos. Detengo el carro, ya para ese momento la dama ha entrado a un local, una especie de bar, algo así, lugares que no frecuento para no irritar mis ojos con el cigarrillo y deprimirme al ver lo banal en que nos hemos convertido.

La puerta del establecimiento es de madera, huele a historias, a decepciones enfrascadas, a promesas alteradas. Mi vestimenta no es la más adecuada para el momento, yo solo había salido a dar una vuelta, el portero no me quiere dejar entrar, le quito su chaqueta y le digo “ves?, ya cumplo con los requisitos”, el hombre sorprendido me abre la puerta no sin antes decirme “hermano me la devuelves al salir”. No he venido ha buscar nada, no quiero nada de allí, simplemente trato de localizar a la dama en cuestión, la veo, sentada en la barra, creo que ha ordenado un Cosmopolitan, me siento a su lado, ella no me mira, está concentrada o más bien asustada.

“Otro moscón más” me dice con mala cara, cara que refleja que ha llorado, quizás más de lo que ella hubiera querido, probablemente más de lo que se llora en toda una vida. No puedo evitar decirle que la he visto apurada en la calle, que su angustia me ha hecho detenerme y seguirla. “Además me vas a perseguir?, me dice con fuerza, “tu crees que yo tengo un cartel de neón en la frente que dice ‘Pase, con confianza, aquí hay un corazón para exprimir al máximo’”. No me queda otra que sonreír al escuchar esto, yo no estoy allí buscando corazones, pero ella no lo sabe, yo simplemente estoy.

El ruido es ensordecedor, siempre pensé que la gente va a los bares a desconocerse, porque si la idea es llegar a saber con quien hablamos el ruido de las cornetas se lleva la mitad de las palabras dejándonos tan perdidos como cuando entramos por la puerta. Aún me inquieta saber porqué aquella dama de bellas manos y ojos espectaculares corría a toda prisa por la calle, ella baja la mirada, se muere de la pena, se pone roja cuando le pregunto que hace una linda damicela como ella corriendo, así como tratando de escapar de algo, es entendible que yo escape, para eso estoy, pero ella?, simplemente no lo entiendo.

“Bailemos” me dice, me toma de la mano sin mediar palabras, al parecer algo la ha puesto en alerta, yo sigo el juego, su olor me recuerda días pasados, aquellos en que creí en los humanos. Su mirada ahora muestra pánico, pero a la vez se nota que es de aquellas que quieren transparente, sin malicia, hay un instante sublime en donde me dejo llevar, pero la sombra de aquel robo me hace despertar. “La Flaca” así me dicen, me susurra cercano al oído, mi nombre no te lo doy por ahora, no se si eres un atrapador, un galán de pueblo o cualquier cosa”, vuelvo a sonreír, su desconfianza es eterna, hay heridas que nunca cierran.

Finalmente me habla, una historia de esas que ya he escuchado, de esas que ha muchos han marcado. A lo lejos entra un hombre, dos más cuidan su espalda, ella lo ve de reojo y me dice “tenemos que irnos de aquí”. Yo, si no la debo no la temo, entonces simplemente no veo porqué hay que huir, salvo que ella también se haya cansado del olor a cigarro y el ruido macabro. Los hombres se acercan asechando, sin duda alguna la están buscando, aún creo no la ven, sin pensarlo y ahora siendo yo el que quiere huir empezamos a correr.

Una puerta en la parte trasera del establecimiento nos abre la magia hacia la noche que con suave viento roza nuestras caras. Algo me dice que esto no quedará allí, los hombres del bar no parecen bien intencionados. “Y entonces?, le digo “quienes son esos?, ella no quiere decir, pero siente que al menos me debe eso, “mi ex -novio y sus patanes”, no dice más nada, ahora yo que solo salí a pasear para olvidar estoy perseguido por un ex novio malencarado y sus gorilas muy despiadados. Pienso, hoy es uno de esos días donde me provoca dejarle allí y que la vida se encargue de acomodar la situación, pero no puedo, sus ojos, eso es, son sus ojos que no me dejan irme, reconozco que me pierdo por momentos, ahora es cuando escucho el grito de aquel hombre enfurecido.

El trío nos ha detectado, sin que se de cuenta le quito los tacones a los zapatos de “La Flaca”, me golpea y me dice que como me atrevo, sus manos son suaves, quizás fue princesa en otros tiempos. Le señalo a los tres monigotes, ahora comprende que con tacones no va a llegar lejos, trata de disculparse, se pone roja de nuevo, no hay tiempo para eso, la tomo de la mano y corremos hacia la oscuridad, los pasos se aceleran, la presión es constante, es que ahora me acuerdo que la adrenalina es la gasolina de mi vida delirante, de pronto escucho que ella va tarareando una canción “Laura no seas tan sifrina, que es muy desagradable calarse tus maneras”, tenía años sin escuchar aquello, tampoco entiendo porqué canta en medio de aquel caos, de nuevo me río, a veces se me olvida que la risa cura el alma.

La vida tiene paredes, es solo cuestión de saberlas saltar, a una pared llegamos, solo que esta vez no tiene un lado más bonito. Atrapados, sin salida, ahí estamos, una desconocida, tres hombres molestos y yo, el diario de mi existir, el cantar de mis seguir. Creo que nos damos un tiempo para recuperar el aliento, luego el ex novio saca una navaja de su bolsillo, los otros dos hacen lo propio, “te voy a cortar H” así la llama “H”, “te voy a dejar una cicatriz para que nunca te olvides de mi, lo que me hiciste no se le hace a nadie”. Dudo, ahora no se quien es el bueno y quien es el malo, la furia del hombre, el miedo de la mujer.

De igual forma me dice que me va a cortar también, por el simple hecho de estar allí, miro al cielo sin entender porqué me suceden estas cosas, es acaso que nunca llevaré una vida normal?, ahora la miro a ella, hago lo mismo con el tipo, de nuevo pienso en escapar y dejar que se cobren sus penas, entre ellos, yo no tengo vela en ese entierro, es que si, es uno de esos días. Sus ojos me dicen la verdad, su verdor no puede mentir, eso lo entiendo y mido las opciones, recuerdo sus palabras del cartel, de lo exprimido que está su corazón, en frente mío lo que tengo es a un aprovechador.

Empuño mi china para la risa de aquellos hombres, sus navajas brillan en la noche, su reflejo se acerca con prisa. El primer chinazo va directo a la frente de uno de los monigotes, sin lugar a dudas no saben lo poderoso que puede ser un garbanzo, el segundo a la frente del segundo que cae también como una hoja que ha cumplido la función de proteger al árbol. El individuo que queda en pie es aquel que ha robado en un algún momento de la historia el corazón de aquella dama, que lo ha robado para exprimirlo y dejarlo botado sin siquiera saber de que se trata.

“Pídele disculpas”, le grito al tipo, “pide perdón por haber herido”, el hombre hace caso omiso y se abalanza sobre nosotros mientras grita que el no le pide perdón a nadie en este mundo, es posible que se le olvidó que errar es de humanos, rectificar es de sabios. Dos chinazos precisos y certeros lo dejan fuera de combate, siento algo mojado en mi mano, es una lágrima que ha rodado por la mejilla de ella, no se si llora de alegría o de tristeza, aquel día tampoco pretendo averiguarlo.

La noche está calmada, en realidad no se siente nada, caminamos midiendo los pasos, por aquella acera donde le vi por primera vez, diviso mi carro con Alerón adentro de él, “La Flaca” hace un gesto, se acerca, creo que quiere agradecer, o simplemente que tenía tiempo sin ver a quien da por dar, sin esperar a recibir, se deja llevar y cierra sus ojos, ahí aprovecho y rozo sus labios con mi mano y con la misma escapo hacia la noche, ella se queda tranquila, esperando algo que sabe no llegará, de lejos la veo, buscándome, preguntándose si en realidad ha sucedido o no, es que simplemente era un día de aquellos, que de seguro ella olvidará en su ajetreada vida, pero que yo debo recordar como alimento de mi seguir, es verdad, era solo un día más de esos donde me acerqué para darme cuenta que las cosas siguen igual…

Tuesday, May 30, 2006

Escobas

La bruja vieja y arrugada conversaba con otra bruja pasada de peso y algo ordinaria, una no pensaba la otra menos podía, hablaban y hablaban sin parar de una venganza a perpetrar sin nunca tomar en cuenta a la tercera bruja del clan quien dormía placidamente, soñando sin pestañear. La idea era acabar con un héroe venido de lejos, quien no cree en terrores sembrados ni mucho menos en gatos alados. Con escobas pueden volar, el daño pueden hacer, su cabello se cae con el viento, si solo supieran que la mejor respuesta a su venganza fue tan solo mi silencio.

Mi existir continuaba su curso normal, el sol calienta y la noche es fría, sentado en el techo de mi hogar recordaba tiempos pasados, mejores quizás, sin nunca olvidar que lo que sucede tiene razones, con validez o no, pero inscritas en el libro de aquellos bastiones de nuestro andar, se puede reír se puede llorar pero de algo podemos estar seguros que nunca podremos escapar. Muchos enemigos he debido enfrentar, a lo largo de la carrera por llegar, de diversos matices y rencores guardados, pero nunca tan fuerte como el odio que aquellas tres brujas habían acumulado.

Con sus trajes negros y sombreros puntiagudos planeaban con precisión cada paso a seguir, la ira reinante se vuelve detonante, la miseria baldía está palpitante. Una de ellas pulía la hebilla característica de las mujeres que vuelan montadas sobre escobas, la otra trataba de quitarse una verruga en su nariz con una pócima preparada por ella misma, la tercera dormía rendida en Morfeo, tratando de huir de aquel arrebato, un ojo abierto ahora tenía pues miedo llevaba encajado en su seno, terror infundido por tanto cretino, su vida cuidaba que no fuera robada.

Mi maestro me lo había advertido, que a lo largo de un viaje se consiguen todo tipo de manos, amigas sinceras, odiosas traicioneras, sin esfuerzo se extienden buscando atrapar a todo lo que pase cerca de su radio de acción, se buscan amigos para soportar las andanzas, se buscan humanos para odiar con rencores. Como distinguir las variadas clases de manos es una tarea de milenios vividos, se trata y se trata en vano encontrar, las huellas marcadas tienen su historia, no todos fenecen buscando la gloria, si miras arriba y encuentras la nada avisa con prisa pues vuela ahuyentada.

En aquel cuarto tres brujas y un duende enano se alistaban calmados para brincar al terreno, es acaso que no sabían que por cada tres brujas hay un duende villano?, con cara de niño y mente deforme brindaba ideas el muy falsiforme. En el caldero preparaban una sopa de frutas, aquello sabía a rayo podrido, la urraca mascota chillaba al sentir aquel olor que podía destruir cualquier porvenir, el plan bien trazado habían pintado con creyones de cera en un pizarrón, despojarle de todo era la meta, humillarle y pisarle sin dispararle, misión anhelada por tantos minutos, el odio finalmente daría sus frutos.

Yo lo sabía, lo sentía venir, de antes, de mucho tiempo atrás. El que planea venganza debe cuidar todos sus pasos sin desesperar, muchos detalles me fueron abiertos, desde siempre consciente estuve de aquello, su plan bien macabro pude seguir sin duda no entiendo a veces porqué destruir. A veces despierto muy tarde en las noches, en esas que duermo con mis ojos abiertos, aquellas que surcan lentas y solas, recuerdos latentes que vienen y van, muchos se piensan que yo estoy muy loco, pero es que no me queda otra que reír cuando me acuerdo de aquellas tres brujas montadas en moto.

A toda velocidad venían a mi encuentro, la bruja vieja no había logrado despegar con su escoba por el peso de su conciencia, la gordita partió el palo de la misma al subirse por el peso corporal, la tercera seguía durmiendo y el duende decidió quedarse pues no le convencía aquel plan. Yo por mi parte y a pesar de haber descubierto el plan para aniquilarme con antelación no pude saber lo que me esperaba, enfrentarse al odio degenerado no es un juego de niños, había visto enemigos fuertes pero este trío me iba a mover las fibras.

Había salido a pasear, contando los pasos desde mi casa hasta el puesto de periódicos, los mismos ciento veinte y siete pasos de siempre, hay cosas que nunca cambian en la vida. Permanecer es tarea de algunos, otros simplemente estamos para volar libremente, no somos ni más ni menos por ello, simplemente nos han hecho distintos, no por ellos debemos ser estigmatizados, el problema reside en que les enseñan a sentir por lo que ven y no por aquello que se mueve adentro. Escuché a lo lejos el tenebroso estruendo de unas brujas sedientas, buscando venganza como busca agua el perdido en el desierto.

El vendedor del kioskito me miró a los ojos, como quien dice “por favor no me vayas a destruir el puestito de periódicos”. El me conocía desde años atrás, y algunas historias había escuchado, en esas tardes donde surcaba la vida anhelando que todo terminara donde había empezado. El hombre asustado por el viento que comenzó a soplar trataba de cerrar las portezuelas del pequeño establecimiento, algunas revistas volaban para el beneplácito de aquellos que las recogían y sabían que no pagarían por ellas, Manolillo, así era el nombre del vendedor, encendía un cigarro mientras con su acento portugués me decía “Policarpio bastante te he aguantado y ahora me vas a destruir todo por lo que he trabajado.”

Al frente mío estaban paradas, en sus potentes motos, dos motos y un carrito lateral para ser exactos, en donde la tercera bruja dormía placidamente sin saber a donde le habían llevado. Sus ojos brillaban aún más que sus hebillas pulidas, sus sombreros puntiagudos me reafirmaban que si existen y tal cual como mi madre las había pintado cuando era un infante, sus botas y medias de rayas las hacían verse hasta divertidas, pero al sentir el odio encarnado en tanto pecado comprendí finalmente que del cuento a la realidad existe un gran trecho, tenía que pensar rápido o sería desecho.

La bruja vieja atacó de primera, rayos mal olientes trazaban el viento, chocolates y dulces brincaban sin muerte. El primer rayo fue a parar al kioskito, de un golpe destrozó medio establecimiento, un olor mezclado a azúcar quemada con papel periódico ensalzaba el ambiente, el segundo rayo rebotó en el piso, de inmediato saltó y estalló las bolsas de comida de una señora que por allí transitaba, que al ver el espectáculo quedó demacrada, llorando sentada con su boca pintada. El tercer rayo me alcanzó a mi, a pesar de todos mis esfuerzos por huir, era un rayo potente, lleno de poca brillantez, opaco en su andar, capaz de acabar.

Mi razón se vio ennegrecida por aquel rayo sin sentido, carente de toda lucidez y que me dejó perplejo y a la merced de aquel grupo asesino. Tirado en el suelo y aún sin saber como alguien podía arremeter con tanta ira, mi cerebro asaltado por aquella bruja no sabía que hacer, mirar hacia arriba, taparse el costado. La segunda bruja entró en acción, su movilidad era escasa, pero su odio gigante, de un brinco llegó a mi lado, moviendo cimientos, causando estragos, la tierra temblaba herida de muerte, el peso del caos parado a mi lado, yo ciego y sin fuerzas muy debilitado “que he hecho?” grité al cielo “para merecer este legado?

Metía sus manos en mis chamuscados bolsillos, no se que buscaba, no llevo riquezas, no llevo tesoros, tan solo mi alma con mucho decoro. Su peso inclemente aplastaba mi pecho, resentimiento latente clavado en mi frente, con sutil maldad buscaba llevarse todo aquello que a su paso encontrase. Gritando con fuerza me llamaba por nombres desconocidos, quizás me confundía con su ascendencia bandida, sus manos macabras pasaba por mi cara, buscaba y buscaba pero no encontraba. De un brinco hacia atrás salió de mi ser, la tercera bruja apenas veía el atardecer.

Sorprendida por aquel desbarajuste, la bruja que dormía abrió sus ojos ante la inclemencia de los rayos solares que se despedían de aquel día. Se acomodó su sombrero y miró a las otras brujas quienes explicaban las razones del odio, la piedra angular de una venganza planeada por tiempo y largas las horas, a veces de verdad no entiendo que llevaban en la cabeza aquellas señoras. Se acercó a mi persona, yo apenas podía moverme, el terror infundido mellaba el destino, hay veces entonces que no encontramos nuestro verdadero camino.

Estaba parada allí entre las otras dos brujas y yo, miraba hacia los dos lados, debatiéndose en sus decisiones, seguir al rebaño u optar por perdones. Venimos marcados por hebras entrelazadas, construidas muy lejos y no a desparpajo, somos lo que somos adentro y afuera, los genes relucen sin mucho pensar, hay historias que solo pueden acabar. De un salto certero brincó hacia mi, un daño potente pretendía hacer, un simple adelanto bastó sin querer, sorpresa tendida encontró a su ser cuando yo con tranquilidad y pausa simplemente la dejé entender.

Buscaban venganza y eso obtuvieron, el proceso es lento pues cura de a poco, el fuego con fuego solo deja cicatrices, a su ataque a mansalva esperé como quise, yo todo sabía por un simple error, cargadas de odio volvieron sus caras, se habían llevado materia y más nada, hay fuentes externas que se pueden perder, lo que adentro llevamos permanece en mi ser, no soy más ni menos, estoy lleno de errores más solo perdono no llevo rencores, la vida es muy corta muy larga a la vez, en serio me río al ver tanta insensatez, tres almas que odian buscando seguir, yo sigo tranquilo con mi existir, un día y muchos otros tendrán que pasar, mi eterno silencio las hará por los siglos de los siglos desesperar...