Thursday, December 15, 2005

Tonterías

Estaba sentado en su gran sillón, entre nubes y destellos, algunas notas musicales hacían el ambiente, la barba colgaba sobre su pecho, la túnica impecable le protegía del viento, escribía con pasión, líneas y líneas, párrafos gigantes, en un papel que nunca termina. Sus ojos inspirados brillaban, de vez en cuando murmuraba algún comentario para si mismo, miraba al infinito, sorbía de una taza celestial, bajaba la mirada, su pluma ágil y eterna llenaba de tinta el universo, letras, palabras, frases, oraciones, todas en conjunto marcaban el compás que hemos de seguir, el baile que hemos de bailar. De pronto sintió un golpe, dos seres alados jugueteaban y chocaron, la pluma se movió, la tinta una vida manchó, así escrito quedó.

El olor a tierra húmeda penetraba sus fosas nasales, recorría su interior y llegaba al estómago en donde podía recordar que llevaba días sin comer. Una rata quizás, un pedazo de alguna hoja desconocida o simplemente alimentarse con el sueño de aquellos días pasados. Sintió la bota gigante en su espalda, la misma lo aprisionaba contra el suelo, sus ojos veían el mundo de manera horizontal, un lenguaje desconocido para él, escuchaba gritos que le hacían entender que el final estaba cerca, el dolor se había ido, no era más que un deseo reprimido.

La espera se hace eterna, que lo acaben de hacer, pedía a gritos silenciosos su agobiada mente. Raúl Marcano Díaz, vió sus primeros rayos de luz en el valle, las faldas de la montaña lo arrullaron desde pequeño, como todos creció, dio ese paso hacia ese mundo que todos desean pero que una vez en el detestan a muerte. Una graduación, otra más, una vida normal, una novia a quien querer, el orgullo de sus padres, una senda que seguir, el camino es largo pero firme, con pasos seguros el rumbo estaba corregido, una boda, una casa, un trabajo y unos hijos, la felicidad en la puerta pero el no sabía que la misma estaba abierta.

Todas las mañanas salía a su trabajo, confiado, tranquilo, exitoso, el ejemplo de aquel que es, un beso en la frente a cada hijo, uno a Lolita en su comisura labial, feliz andaba por las calles, los saludos de rigor, el sentarse en su silla, dos llamadas, tres llamadas, una pantalla que controlaba a precisión, una charla sin sentido, un almuerzo de negocios. De vuelta al lugar, el trabajo es esencial, conversaciones para quemar el tiempo, una mirada por la ventana, una llamada de seguridad, viendo aquellas fotos como se puede sentir la soledad, la esperanza de la noche, del final de la jornada, llegar a casa, la cena servida que más puede pedirse.

La luz siempre sale por el Este, nuevamente a la rutina de este andar tan clandestino, el rito cumplido, tranquilo y sereno, camino de siempre, camino o destino. Llamó a Lolita, la contestadora del celular lo recibió fríamente, "Hola te has comunicado con Lolita, en este momento no te puedo atender, por favor deja tu mensaje y te devolveré la llamada lo antes posible", "Hola Loli, nada solo llamaba para saludar, tu sabes tonterías mías, un beso, nos vemos luego". La duda sembrada, es peor que la nada, desconfianza a granel, es solo su mente jugándole tretas, estará en el gimnasio, automercado, llevando a los niños o simplemente viviendo su vida.

Raúl continuó con su mañana normal, con dudas, pero normal al fin, al mediodía volvió a llamar, la voz de su esposa al otro lado confirmó que solo era su mente, que no era más que un demente, "este trabajo me va a matar, hasta me ha puesto a dudar", se dijo Raúl, la tarde serena ahoga las penas, pasó por la floristería y rosas compró, a su amada la sorprendió, risas y juegos, no causan revuelo, la mesa servida, los niños corrían, miradas auténticas de esas que hablan, y luego a rendir lo que se debe exigir.

Los días pasaron, la vida es así, son días que pasan, que el viento se lleva, no es larga la espera, es solo un suspiro, por esto Raúl encontró a lo que vino. Se detuvo en una panadería, compró algunas cosas que hacían falta en la casa, recordó que los niños se habían ido ese fin de semana a casa de la abuela. El momento perfecto, detalles intactos, cumpliendo su deber, hay cosas que hay que hacer. Llegó a su casa, silente y contento, una nueva rutina quemó unos minutos, subió sigiloso las escaleras, el corazón latía con ritmo veloz, llevaba en la mano una botella bien fría y adentro la emoción de un chiquillo.

Abrió la puerta del dormitorio, "mi amor, aquí estoy", sus palabras se perdieron, murieron opacadas por gritos de aquellos, Lolita y su amigo disfrutaban del ritmo, Raúl sorprendido lloraba por dentro. "Raúl que haces tu aquí?, demandó Lolita, "no ibas a trabajar hasta tarde?, las palabras hay veces no pueden salir, se quedan trabadas en nuestro sentir, soltó la botella rompiendo en el piso, salió de esa casa para nunca volver, el pasado es penoso, es pasado pisado, recuerdos, olores, voces, lugares, situaciones, nos siguen de cerca, la vida es un viaje dirían algunos, destino implacable comentan los sabios, Raúl no entendía por qué tanto agravio.

Deambuló en su existencia, con mucha paciencia, a casa de nuevo, sus padres albergan, preguntas sin respuestas, noches en vela, conversaciones circundantes, volviendo a lo mismo, "eso es terrorismo" gritaba el padre "que dices Antonio?, gritaba la madre, Raúl en el medio sufría en silencio, que sabían este par de viejos de dolores internos. Renuncia al trabajo, el andar es borroso, no quiere salir no puede vivir, le falta el oxígeno que era Lolita, todavía no aprendemos que somos humanos, por eso fallamos, respiramos por otro, error muy costoso.

Sin nada que perder, sin nada que hacer, oscuros rincones que matan pasiones, venganza soluble, las opciones se cierran, el dolor hace mella, Raúl desespera, valor recupera, se lanza a los montes sin mucho reproche. Algunos amigos estaban metidos, de un tiempo atrás, un grupo misterio, unido y con rabia se echó a pelear es que nadie sabía que en el país una guerra estaba por comenzar. La tranquilidad puede ser desesperante, así se hacen los caminantes, hay héroes desconocidos, nunca retribuidos, su historia interesa si sale a la luz, sino un nombre grabado en la piedra, es que esta vida es dura y traviesa.

Las guerras son tontas, la verdad no lo se, pregunten o callen, si quieren debatan, a mi la verdad me parece una lata, Raúl combatió, peleó y sufrió, sin nunca olvidar su triste caminar, pasado tenemos, pasado llevamos, es solo una carga que sigue los pasos, en muchos retazos, podemos contar historias de hombres que solo soñaban a la par. Fueron duros los años, no pasan en vano, recuerdos impresos, te doblan las manos, un muerto en vida, transeúnte per se, el hombre ideal para la misión final, de todas maneras que importa perder a la momia Raúl que no sabe ni quien es él.

El dolor sin remedio se hace mayor, el crece y crece y no tiene mentor, se sufre de día, de noche también, recursos negados te han atrapado, puedes seguir, es cierto, es verdad, pero nunca, más nunca serás lo que fuiste, error del pasado te cubre por siempre, error, que error? si solo sufriste. Lanzado al ataque cumplió su deber, el hombre sin alma ese mismo era él, hastiado de todo se sentó a silbar una canción que de niño solía cantar, la luna iluminaba las verdes montañas, la soledad hacía presa a cualquier alimaña, el frío de un rifle en la nuca lo hizo temblar, es que esta vez Raúl no podrás escapar.

"Hazlo, hazlo ya" pedía Raúl, la bota encima buscaba razones, acabar con la vida no tiene perdón, concepto humano, impuesto por quien?, es solo que a veces entender tranquiliza, el ruido detonante caló en sus oídos, la bota asustada gritaba sin más, un ruido mas sordo atravesó sus sentidos, la bala, la vida, es una desgracia.

Afuera de si, veía el espectáculo, su cuerpo yacía inerte y sangrando, Raúl, caminando se fue acercando a la línea muy fina entre el estar y el no estar, no podía pensar, su mente librada, de todo dolor, simplemente se escapaba, enfrente de él estaba sentado, pidiendo disculpas por el manchón en su vida, errores hacemos, aquí y allá, no me pregunten porque lo sé, pero es la pura verdad…

Tuesday, December 13, 2005

El Bufo del Terror

Mi perro "Alerón" lamió mi mano, fiel como siempre, ya estaba viejo el pobre, lo tenía que ayudar a subir las escaleras, aquel gigante blanco y negro era ahora un gigante desinflado, sentados allí conversamos como siempre, de nuestra soledad, de nuestros anhelos, de la vida humana y la de perros, le regalé un chocolate aunque el veterinario decía que el azúcar aceleraría su caída, es que no podía verle triste, "pues bien Alerón de algo tenemos que morir" le dije mientras le metí un pedazo de Savoy en su boca, el siempre agradecido lo tomó, y me dio la pata confirmando que nuestra amistad traspasaba los límites de lo humano, pues claro, el era perro, yo humano, bueno superhéroe, a veces ya ni se que digo. La luna iluminaba el valle, el valle en que crecí, el valle en donde viví para contar mi historia.

Le hice una seña a "Alerón" quien de inmediato se puso en pie, bajamos del techo y salí a caminar, a caminar las tristezas, a soñar con el pasado. El canino me miró feo, estaba muy golpeado para una larga caminata, me subí al carro, a mi lado mi copiloto, un perro, dimos vueltas hasta que el hambre nos sorprendió, el circo de los hermanos Petit-Flourin estaba en Caracas en aquellos, días, nunca me han gustado los circos, me parecen empresas del dolor y la tristeza, pero el lugar ofrecía comida y espacio para caminar, estacioné el vehículo y prometí a "Alerón" que le compraría algodón de azúcar, si de azúcar, es que este perro amaba el azúcar.

El ambiente festivo se palpaba en la gente, familias enteras, parejas recientes, uno que otro viejo solitario recordando su juventud, diversas atracciones hacían del lugar un éxito, este no era un circo común, era de alta tecnología, una carpa gigante, diversidad de animales, múltiples espectáculos y toda una gama de diversos juegos para entretener al público presente. Le compré el dulce a mi perro, yo compré una Coca-Cola y unos manís, me senté a ver pasar la gente, a pensar, a tratar de dilucidar aquello que nunca comprendí.

José Félix Lepervanche Simons, nació en Caracas, con toda su vida resuelta desde pequeño, la arepa debajo del brazo, en pocas palabras, su vida sin gusto ni sazón transcurrió en el anonimato de un personaje tímido y abusado por sus compañeritos de clase. Desde niño sufrió los embates de la maldad humana, burlas y golpes, humillación y decepción. Sus padres ocupados de sus vidas de alta sociedad nunca le miraron, pensaron que con juguetes y viajes lograrían hacerle un hombre hecho y derecho. José Félix se reveló y en uno de sus viajes a Francia se unió al afamado circo Petit-Flourin, de niño sifrino en Venezuela a payaso de circo, eso si, en el mejor circo del mundo.

Cansado del constante ataque de las damicelas que pululaban por el circo decidí comprar unos boletos y entrar a ver la función principal, a si, es que no lo saben?, si quieren que las mujeres se les acerquen cómprense un perro, pongan cara de tristeza y todas vendrán a saludar al perro, y a usted, luego hable bolserías, alguna caerá, por el perro o por usted, que más da no?. Después de convencer al taquillero para que me dejara entrar con "Alerón" me senté en un puesto algo incómodo, cerca del lugar por donde salían los personajes del circo, mi perro educado y saboreando su algodón de azúcar me miraba feliz por haberle traído a lo que sería su última función de circo.

La función comenzó con unos caballos blancos que hacían piruetas, luego unos elefantes, trapecistas, equilibristas, unos monos saltarines, payasos alegres y tristes, bailarinas, la mujer con barba, el gigante negro, el escapista retorcido, el mago "Gibran" y la bala humana, entre otros, entretuvieron a los presentes durante más de dos horas. Finalmente llegó la hora del acto final, el Bufo del Terror, que no era otro que José Félix, el hábil malabarista, payaso, trapecista, contorsionista, cantante e infeliz bufo deleitó a los presentes con su increíble show, ayudado por "Las Bufetinas", unas bellas francesas, que servían al Maestro de la Maldad.

El último acto envolvía a un pequeño que el Bufo del Terror tomaba del público presente, fuego y plumas, lentejuelas y brillo, magia, desapariciones y un sin fin de actos y elementos que marcaban la pauta de aquel espectáculo. Mirando con atención pude ver desde mi puesto, nada bueno por cierto, como en el último acto de magia se llevaban al pequeño niñito por la puerta de entrada de los participantes del circo. En un principio confieso que pensé que luego se lo retornarían a sus padres pero "Alerón" mirándome fijamente me dio la corazonada que aquello no estaba bien.

Con cautela esperé a que la carpa se vaciara en preparación para la segunda función, escondido tras bastidores miraba con atención, caminando como si no fuera conmigo me dirigí al cuarto de utilería, en cuestión de segundos estaba vestido de payaso, a "Alerón" le coloqué unos cachos de diablo, una capa roja y parecía el "perro diablo". Seguí hurgando hasta que llegué a una casa rodante muy moderna que estaba estacionada en los predios del circo. Con cuidado y sigiloso, dentro de lo que estar vestido de payaso me permitía busqué unas cajas de madera y las coloqué debajo de una ventana que se encontraba sin persianas, al asomarme mi estómago dio un brinco, en una mesa de operaciones, acostado, estaba el niñito que habían tomado del público, unos médicos realizaban una incisión, sin lugar a dudas, este circo, además de entretener, se dedicaba al tráfico de órganos. A veces tenemos que sacrificar ciertas cosas en la vida, esta vez se trataba de un pequeño de unos 4 años, la vida es así, eso lo aprendí hace años, mi plan requería unos minutos de estudio.

La segunda función estaba por comenzar, dejé a "Alerón" escondido y me trepé a lo más alto de la carpa, guindado en una barra de metal, observaba, en un bolsillo mi china, en el otro, los garbanzos. Salieron nuevamente los caballos, a quienes decidí no joder por el cariño que les tengo, de seguido un domador de elefantes y tigres realizaba su acto, cuando el hombre trató de golpear al tigre con su látigo le metí un chinazo en la cabeza al tigre, que reaccionando le quitó la mano de un zarpazo al gordo aquel, gente gritaba, y el caos reinó por unos minutos, pero el show debía continuar. Luego salieron a la pista unos trapecistas quienes deleitaban con sus hazañas desafiando las alturas, en el preciso momento del salto mortal, disparé mi china, mortal lo volví, tres trapecistas volaron sin control, dos de ellos aterrizaron en la malla protectora, el otro no corrió con suerte y se estrelló contra un letrero que anunciaba el circo.

La gente comenzaba a pitar, dos errores garrafales en el mejor circo del mundo, el maestro de ceremonias pidió disculpas e indicó que garantizaba que nada más sucedería. La mujer con barba apareció, un chinazo a al frente y uno a la barba acabaron con la farsa, era un hombre maquillado, el chinazo en la frente tumbó la peluca, el de la barba se llevó la barba postiza. Los abucheos no se hicieron esperar, el público impaciente pedía a gritos que le devolvieran el dinero, en un intento por confundir salieron a la pista El Bufo del Terror y sus "Bufetinas", realizaban todo tipo de actos, la bala humana se les unió, al salir despedido del cañón le disparé, el hombre cayó en medio de la tribuna principal, causando el caos de inmediato. El Bufo intentó una vez más de consumar su acto final, pidió al público calma y tomó "prestada" una bella niñita de unos 5 años, aquí y con velocidad me bajé desde allá arriba, recogí a "Alerón" y me coloqué estratégicamente para sorprender al Bufo del Terror.

El Payaso enfermizo caminaba a toda prisa con la niñita, sin pensarlo le metí un chinazo en un ojo, cayó al suelo, brincando agarré a la pequeña y la subí encima de "Alerón", mi perro, salió trotando con su jinete encima. Justo cuando iba a desenmascarar al bufo un payaso cómplice me golpeó por mi espalda, un payaso chino, en mi existencia nunca había visto tal espejismo, es que se ve de todo en esta vida, el chino, payaso además, era hábil en el Kung-Fu, lo noté al ver su posición de "La Palma Maldita", se abalanzó sobre mi, ese día agradecí a mi padre por haberme obligado a practicar "Ninjutsu" por años, recordando una técnica ancestral me quité, el payaso chino, y yo vestido de payaso también nos enfrascamos en una dura lucha, golpes, gritos y varios brincos siguieron el paso, pude ver como José Félix huía hacia la casa rodante, de pronto encontré mi china de nuevo, disparé, directo a los genitales, el payaso chino se retorció, me le tiré encima y lo ahogué con mi peluca.

Corriendo tras los pasos del Bufo del Terror, choqué con "Abedinje", el gigante africano, el monstruo me alzó con una mano, mientras me estrangulaba, mi china cayó al piso, sentí como mi vida se extinguía sin poder controlarlo. De pronto el gigante se dobló, me soltó, al subir la mirada la vi parada allí, una de las "Bufetinas" con un palo de madera, la mujer me gritó "il est allé à la roue de Ferris" confieso no haber entendido un carajo, gracias a Dios que ella señaló hacia la rueda del amor, y seguí corriendo tras el bufo, esta vez, con la "Bufetina" atrás mío.

La gente que visitaba el parque no entendía de que se trataba aquella carrera, pensarían que era un acto para entretenerlos. El Bufo del Terror se subió en una de las casetitas, yo en otra, junto a mi, Marie, pues su nombre lo llevaba en el pecho. El Bufo gritaba improperios en mi contra y hasta los zapatos se quitó y los tiró. De pronto pude ver como la casetita en donde iba el bufo prendía una especie de motores, "no puede ser", pensé, "la jodida vaina es una navecita", me quité el traje de payaso y lo lancé hacia el tubo de escape, por suerte acerté y el bufo salió disparado en ese momento, volteó y me hizo la seña del indio, pero la alegría le duro poco pues la navecita cayó desplomada hacia una fuente que estaba situada en el medio del parque.

Esperando que la idiota rueda del amor diera la vuelta para poderme bajar la "Bufetina" me dijo "embrassez-moi, prenez-moi, vous sont mon héros", nuevamente no entendí, extendí mi mano y se la di, diciendo "Policarpio, encantado", la mujer dijo entonces "Je t'aime, Policarpe, je veux être à vous", seguía yo sin entender, finalmente llegamos al piso y corrí hacia la fuente, el Bufo del Terror se trataba de recuperar del carajazo y me miraba con ojos de furia. El lugar estaba vuelto un desastre, el caos se había apoderado del público presente.

Me paré al frente de José Félix y le dije "se acabó tu treta, maldito, traficando órganos de infantes, pena te debería dar". El herido bufo gruñó y sacó una pistola de su bolsillo, accionó el gatillo, yo solo alcancé a ver una sombra blanca y negra que se interpuso entre mi humanidad y la bala. "Alerón" me había salvado, a todas estas la "Bufetina" le había tumbado la pistola al bufo de una patada y lo mantenía a raya. De un brinco me abalancé sobre "Alerón" quien con ojos tristes aullaba en su dolor, lo cargué y corrí a mi carro, "Alerón" me jalaba hacia otro lado, me guió hasta la niña que había salvado minutos antes, la tomé en mis brazos y los monté a todos en mi carro.

En la emergencia veterinaria hicieron todo lo posible, el veterinario salió y me dio una palmada en el hombro, "Alerón" expiró a las 12:31 de la noche, mi fiel gran danés, por largos 14 años, vestido con capa roja y cachos en la cabeza había dejado de existir. Ese día comprendí lo que valen los amigos, los de verdad, aquel canino murió por salvarme y eso nunca lo olvidaré. La pequeña niñita no entendía mis lágrimas, por suerte tenía una carterita en donde estaba la dirección de su casa, la llevé y la dejé allí, a lo lejos vi como sus padres la abrazaban.

En mi casa, abrí la maleta del carro, allí reposaba "Alerón", fui al jardín y lo enterré con la promesa de tenerle siempre presente. Escuché un ruido, por momentos creí que estaba allí, solo creí...

Monday, December 12, 2005

Cuentico de Cuna

Ignacio Pérez Valdivieso nació en Maracay, en el seno de una familia adinerada y conocida a lo largo de la geografía del país. Vago pero curioso Ignacio dio tumbos en la escuela, finalmente cuando se graduó de bachiller le indicó a su padre que deseaba la herencia en vida pues el no pensaba ni estudiar ni trabajar sabiendo que el viejo tenía esa cuenta acaudalada en el banco. En un principio su padre lo mandó a lavarse el culo, pero ante la amenaza de no volverlos a visitar más, Ignacio se salió con la suya, su padre hizo un traspaso gigante a la cuenta del muchacho de diez y ocho años. Ignacio se despidió e inició un viaje por el mundo, buscando no se que, la nada, el todo, o simplemente jugando a niño malcriado al que nunca le dieron un buen carajazo por el cogote.

Paseó y bonchó, la vida de un artista llevaba el párvulo, viajes, cenas, carros, lujos, mujeres, despilfarro e inconsciencia. Lo que viene fácil se va fácil, suena bobo, pero es así, no los repiten pero lo obviamos, es la simple naturaleza humana de poner cagadas a diestra y a siniestra para luego lamentarse del error. En aquella época Ignacio vivía en Londres, tenía una novia en París, otra en Munich, su tren de vida no había bajado, a sus padres nunca había visitado, y es que ni siquiera una ola gigante lo hubiera parado. Mi error, disculpen, es que a veces quisiera regresar en el tiempo y cambiar las cosas, pero eso he aceptado no se puede. A Ignacio lo paró una de sus aventuras, es que me duele contar esta historia, una de las tantas que vi en el planeta azul, una más entre las otras, entre las gaviotas que van al mar.

Se paró al frente del cajero automático y trató de sacar 20 Euros, el cajero se los negó, indignado entró a la oficina del banco y armó un escándalo. A los pocos minutos salió el gerente, Ignacio no podía creer lo que escuchaba, una de sus tantas novias, una italiana, había retirado todos los fondos, de alguna manera había obtenido la autorización y simplemente se llevó el dinero, legalmente, por supuesto, ilegal a los ojos de Ignacio, quizás en una pea, quien sabe, Ignacio hablo de más, de seguro no había aprendido a callar. Salió cabizbajo, sin un centavo, sin saber que hacer, sin valor para pedir ayuda, con la estima en el suelo y la vergüenza entablillada.

Llegó a su apartamento, se sentó en el sofá y contempló la solución de los cobardes, no lo hizo, encendió el televisor, un hombre de aspecto extraño vendía enciclopedias, buscaba vendedores, prometía imposibles e invitaba a llamarle. Ignacio aturdido tomó el teléfono, marcó y habló, subido en su carro deportivo llegó al lugar, se bajó y entró. En una silla el mismo hombrecillo de la propaganda televisiva le esperaba, sonrío amablemente y conversó. Los minutos se hicieron horas, Ignacio miraba con atención, procesaba la información sin emitir opinión, se estrecharon las manos y se despidieron, para siempre, tal cual como decía el contrato.

Vendió su carro y compró un pasaje a Caracas, su equipaje, unos libros, su conciencia, destruida. Con suerte corrió y alguien se apiadó de él para llevarle desde La Guaira a Caracas, una señora bien vestida y perfumada, no la típica persona que le daría un aventón a un cualquiera, quizás la ropa de Ignacio la engaño, ropa cara, sin lugar a dudas. La mujer preguntó que donde quería que lo dejara, Ignacio respondió que en cualquier lugar, allí le dijo que era vendedor de enciclopedias, que si quería una, la mujer no estaba interesada en las enciclopedias, en nada la verdad, su vida había perdido el sentido. Lo llevó a su casa, le ofreció un café, la mansión fría y solitaria, Ignacio insistió en mostrarle los libros, la mujer accedió.

Tomando el pesado libro, forrado en cuero marrón, Ignacio habló de las bondades de aquella compilación de conocimientos, la mujer abrió la primera página y leyó con atención, sus manos comenzaron a temblar, "quien eres tu?, gritó aterrorizada, Ignacio no comprendía, al subir la mirada, en la escalera, apareció el esposo de la mujer, con otra, jugueteando felices, las miradas se cruzaron, el hombre sacó una pistola de su bata de casa, accionó el gatillo y mató en seco a su esposa. Ignacio tomó el libro y corrió, el hombre nunca le disparó, al parecer nunca lo vió.

Asustado y temblando abrió la primera página de la enciclopedia, las letras en un principio se cruzaron, borrosas, sin rumbo, alcanzó a leer, "Alejandra Fortul asesinada por su marido"…, no pudo leer más, Ignacio no sabía el nombre de la mujer, pero en su mente estaba claro ahora, cerró el libro con fuerza y trató de botarlo, pero no lo pudo hacer, corrió desesperado, llovía a cántaros, sin parar siguió y siguió hasta llegar a una casa en donde tocó el timbre. Las puertas se abrieron, una dama le hizo pasar, después de secarse y tomar manzanilla caliente, la mujer le ofreció sentarse en la sala, su marido también se acercó, Ignacio todavía llevaba el libro consigo, la mujer le pidió verlo, él se lo entregó, sonó el teléfono, el marido contestó, la mujer leía el libro, la expresión del marido cambió, la mujer lloraba alarmada, el marido la abrazó, Ignacio tomó el libro y apenas pudo leer "muere en accidente de tránsito Jesús Daniel Almandoz"….

Nuevamente corrió, la pareja ni siquiera le miró, confundido y aturdido, lloraba cansado, el libro a su lado, perdido y sin rumbo buscó cobija bajo un puente, algunos lateros lo recibieron, durmió poco, el sol salió e Ignacio despertó. Nuevamente comenzó a caminar, sin saber que esperar, se subió a un autobús, se sentó al lado de un muchacho joven, el libro es sus manos, el curioso muchacho lo instó a prestárselo, abrió el mismo y comenzó a leer, sudando y pálido se paró de su asiento "detengan el autobús, detengan el autobús" gritó al vacío, el chofer maniobraba, el golpe esperaba, hierro retorcido, gasolina por doquier, vidrios rotos y sirenas, una multitud morbosa disfrutaba del show, el libro decía "mueren veinte y dos personas en choque de autobús"….

Ignacio salió despavorido, ileso, el libro a su lado, frustrado y sin ganas, deambuló por la capital, buscando respuestas, no se atrevía a abrir el libro, no entendía que sucedía. Sintió hambre, entró a una arepera, la sorpresa no se hizo esperar, unos amigos de su juventud comían allí, al verlo en aquel estado corrieron a ayudarle. Preguntas sin respuestas, Ignacio no hablaba, devoraba una arepa de carne mechada, sus amigos no entendían de que se trataba, uno de ellos tomó el libro, Ignacio apenas subió la mirada, el muchacho dijo en tono de burla "aquí dice que esta arepera explo…. Se oyó el carajazo, las arepas volaban, las sillas se quemaban, el fuego arrasaba, Ignacio comía, gritos y caos, el olor a quemado, el local devastado.

Ignacio corriendo nuevamente por la calle, el libro a su lado, entró en una iglesia buscando respuestas, el silencio, figuras de guardia, no es una tienda donde se puede comprar, respuestas si hay, en el tiempo, es solo esperar, pues suelen llegar. Sentado en un banquito se le acercó un cura, la cara de Ignacio hablaba sin emitir sonidos. Conversaron un rato, Ignacio atareado, el cura templado, Ignacio volteó a un lado, distraído por un ruido, el cura tomó el libro y lo abrió, agarrándose el pecho cayó desplomado, Ignacio leía "en su propia iglesia cayó tendido el Padre Morelia a causa de"…..

Despavorido Ignacio caminaba a paso rápido, llegó hasta un parque, se sentó en la grama, el libro a su lado, un mendigo se le acercó y le pidió ayuda, Ignacio no la tenía, el mendigo agresivo tomó el libro, arrancó una página de golpe, del cielo nublado un rayo perdido chamuscó al mendigo, allí acostado reposaba el mendigo, en la página suelta, "mendigo muerto a causa de descarga eléctrica"…., Ignacio corriendo sin fuerzas ni vida buscaba respuestas que nunca vendrían, se paró en un puente y sopesó el devenir, pero él no saltó, el libro lanzó, esparcidas abajo volaban las páginas, Ignacio cansado volvía a casa.

Valiéndose de sus instintos se subió a un autobús, una viejita hablaba de sus nietos, Ignacio ignoraba, la vieja continuaba hablando, Ignacio pensaba, la vieja no se podía callar, Ignacio soñaba. Entró a su casa, sus padres lloraban, Ignacio perdido y acabado ni siquiera hablaba. Su madre anunció que alguien lo había estado buscando, que le habían dejado un regalo, le entregó algo envuelto, Ignacio lo abrió, adentro un libro esperaba tranquilo, una hoja suelta cayó en sus piernas, "el hijo asesina a sus familiares"…Ignacio cansado, sin fuerzas y agobiado subió a su cuarto, acostado en su cama miraba hacia el cielo, cumplir el deseo?, o revelar el secreto?, bajó la escalera, sus padres le esperaban, tomó una pistola, y sintió una punzada atravesarle, el grito de la madre, el horror del padre, atrás de Ignacio, su hermano Andrés le había matado, acto seguido acabó con sus padres, tomó el libro y salió de la casa, son cosas que pasan…