Thursday, December 02, 2010

Jugando a la locura

Caminando por una de las tantas calles de la ciudad donde crecí, si pues no nací allí, es solo que la sentía como mi ciudad pues ella me enseñó a ser lo que soy sostuve una de mis tantas discusiones con mi sombra. Si la jodida sombra que siempre quiere hacer lo que de la da la gana e intenta escaparse dejándome vacío e inerte, vuela hacia otro lado y entonces no llevo a mi lado a ese pedazo de mi que se encarga de equilibrar mi alocada existencia. Molesto le grite “coño sombra mía, hasta cuando vas a seguir jodiendo?, la muy malcriada me acusó que nuevamente había logrado que chocara contra un árbol y que no había tenido el cuidado suficiente de llevarla por algún lugar plano y sin obstáculos.

No se si les ha pasado pero no hay nada como pelear con una sombra, son particularmente hábiles y escapistas. Malhumorada se sentó y se negaba a seguir junto a mi, ya perdiendo la paciencia le ofrecí comprarle un raspado de kolita con leche condensada para que se quedara quieta. Accedió y seguimos caminando pero me descuidé nuevamente y se volvió a golpear, esta vez contra un poste de luz que no logré esquivar, mi sombra soltó el raspado retrecheramente y no me quedó más remedio que combatirla, después de una ardua lucha en donde corrimos por cerca de veinte avenidas, nos llevamos a varias viejas por el medio regando sus bolsas llenas de verduras e hilos de coser por el piso y casi morimos atropellados tres veces la capturé colocándole las esposas que llevaba en mi bolsillo. Justo cuando pensaba comenzar a caminar hacia mi casa de nuevo me atraparon. “Policarpio esta vez no te escapas”, gritó uno de los gorilas con batas blancas, “directo al manicomio, ya es demasiado lo tuyo” murmuró el otro gigantón. Por más que traté de explicarles que todo se debía a causa de una sombra malcriada, mi sombra malcriada, en particular, todo fue en vano.

Montado en una ambulancia que más bien parecía una perrera, me llevaban atrapado por una camisa de fuerza, mi sombra cagada de la risa me hacía morisquetas al verme indefenso ante aquellos enfermeros que cercenaban mi libertad por un tiempo indeterminado. Llegado al sanatorio me bajaron con rudeza y me dijeron algunas cosas que no puedo repetir so pena de ponerme a llorar y no poder proseguir con la historia. Una vez adentro y después de liberarme de la camisa de fuerza pero obligarme a tomar unas pastillas de algún sedante me sentaron al frente del director de la institución para enajenados mentales. “Pues bien Policarpio”, dijo el galeno, “finalmente te atrapamos, sin lugar a dudas eres todo un artista del escape, pero no, esta vez no, ahora estas en mis manos y pagarás por todas tus locuras”. “Pero coño”, le dije yo “en mi vida me he metido con nadie, esta vaina es el manicomio o la cárcel?, que es lo que tengo que pagar yo?, el tirano doctor no contestó, simplemente hizo una seña con las manos y dos gorilas distintos procedieron a levantarme de la silla y llevarme a mi habitación.

Una vez acostado en mi nueva cama, en mi nuevo cuarto, cuatro paredes de color verde poceta y un pequeño catre para dormir, mil pensamientos cruzaban mi mente que se negaba a rendirse ante los efectos del sedante. Ciertamente yo estaba loco, pero hay locos buenos y malos, yo jugaba en el equipo de los buenos, un loco superhéroe, forjador del bien y paladín de la verdad. Agotado por la pelea con mi sombra, aunado al largo viaje hasta el manicomio en Caraballeda me rendí cayendo en un sueño profundo, un sueño de esos donde sientes que flotas, en donde ves tu vida, tu vida pasar enfrente tuyo y no puedes hacer nada por detenerla, es solo un sueño me repetía, hasta que cansado del sueño me desperté sudoroso y con frío, en un cuarto vacío, solo, Policarpio y yo, yo y Policarpio, más nadie, unidos en una batalla contra la insanidad, enfrascados en otra de las aventuras que habría de vivir, en otra de las simples y angustiosas carreras contra el tiempo que debí librar en aquellos tiempos de mi existencia.

El duro golpe en el coco me levantó de la cama, uno de los gorilas me tomó por el brazo y me dijo “a bañarse”. Metido en la regadera en donde salía el agua más fría que nunca he sentido en mi piel, temblaba, el concierto de mis dientes chocando el uno con el otro hacía que varios de los pacientes se me acercaran y me miraran con ojos de loco, bueno con que otros ojos me podían mirar. Allí a las seis de la mañana me di cuenta de mi nueva realidad, el manicomio, rodeado de otros que como yo habían perdido la razón, pero es acaso que la había perdido yo en realidad?. Sonó un pito y los locos comenzaron a gritar, unos enfermeros y enfermeras entraron y nos tiraron unas toallas para secarnos, después a un cuartico, todos juntos, unas baticas y unas cholas, y sin derecho a pataleo a desayunar.

En el comedor de aquel lugar existía una especie de silencio sepulcral el cual era interrumpido por algún grito que otro que salía de algún alma golpeada por la vida y abollada por los malos tratos del personal que allí laboraba. Un plato de avena fría y un cambur pasado me llenaron el estómago. Mirando a todos lados y con el temor propio de lo desconocido me paré de la mesa para alejarme de aquel cuadro nada confortante. No tuve tiempo de terminar de pararme cuando fui golpeado por la espalda, mi cara se enterró en el plato sucio de avena, de mi boca brotó un hilo de sangre que me recordó que eso es lo que llevo en las venas, tratando de recuperarme logré escuchar a un enfermero gritarme “aquí los locos no se levantan de la mesa hasta que suene el pito”, traté de decir algo pero me recordé que siempre seré dueño de lo que callo y esclavo de lo que digo, en ese preciso instante decidí callar y limpiar mi cara con mi franela, si con mi franela blanca que siempre me acompañó en mis batallas gloriosas.

Parado frente al director del sanatorio me encontraba, más solo aún, el hombre estudiaba con dedicación mi expediente, lo puso a un lado y sonrío, “pues bien Policarpio, tu estadía va a ser larga, no podemos seguir permitiendo que aterrorices Caracas así por así”, “pero, señor, doctor que digo, yo no le he hecho nada a nadie, confieso que no entiendo de que se trata esto”, después de soltar una sonora carcajada me dijo “ah Policarpio, tu tienes tus delatores, tu crees que a todo el mundo le conviene saber que hay alguien que vigila y protege a los desamparados?. Me invitó a sentarme y luego de ofrecerme un caramelito de fresa de esos de consultorio médico procedió a hacerme unas preguntas. “A ver, por donde sale el sol?, yo ya ladillado de aquel infeliz y habiendo ya decidido que de alguna manera escaparía de allí le dije “bueno depende doctor, si usted se pone boca abajo y mira de reojo pues sale por el Sur, pero si lo mira con buenos ojos usualmente sale por el Oeste”. El médico se llevó las manos a la barbilla y me dijo “aja, y de que están hechas la arepas?, “bueno doc, mire yo creo que de arena y cal, tiene que ser, esa saborcito no puede provenir de otra cosa”, el galeno algo incómodo soltó una tercera pregunta, “de donde vienen los humanos?, después de soltar una carcajada respondí “pues de donde más que de Paris, la cigüeña los trae, nuestros padres se toman de las manos y nos piden no?. El médico hizo un gesto de desaprobación con la cabeza y gritó “al cuarto de reclusión solitaria.”

Sentado solo en aquel cubículo oscuro con olor a viejo en cama con pañales cagados me acordaba de aquellos días en que había sido feliz, aquellas fechas en donde las cosas se veían simples y el cielo azul. Después todo había cambiado, comencé a crecer creo yo, me invitaron al mundo de los adultos y yo por curioso di el paso hacia lo desconocido, ciertamente extrañé aquellos días en que los obstáculos no eran más que juegos de niños en un parque de árboles. Solo, así me sentí, el silencio al lado mío, allí tranquilo y en aquel encierro de negro ni mi sombra estaba para discutir. Pan y agua, perdí la noción del tiempo, solo se que soñé, dormí lo que pude y pensé sin cesar. Finalmente se abrió la puerta y de allí al patio, los rayos del sol me cegaron, el ruido de los pacientes me ensordeció, cuando mis ojos volvieron a ver, lo divisé, agarrado a una reja, hablando consigo mismo, me le acerqué y le dije “y tu quien eres?, el hombre con voz desconfiada contestó “Tarzán, pero no se lo digas a nadie”, extendí mi mano, y Tarzán me dijo “tu eres Chita?, “no, no, déjate de vergas, yo soy Policarpio y tu me vas a ayudar a salir de aquí.”

Tarzán, que realmente se llamaba Roberto Alcázar, y que no estaba tan loco como le hacían creer se entusiasmo de inmediato con la idea de escapar del sanatorio. Le dejé claro que yo era el que iba a escapar, que el debía curarse primero para poder salir, por supuesto que ni me entendió ni me paró bolas pero de todas formas se lo repetí varias veces. “Oye Tarzán y tu conoces otras personas aquí?, al hombre se le iluminaron los ojos y salió corriendo, en dos minutos estaba rodeado de tres locos más, Hildemaro Plaza, quien juraba que había fantasmas persiguiéndolo desde niño y que además le mordían las nalgas en las noches, Ricardo Olavarría, abandonado por sus padres a los 5 años, más peligroso que alacrán con alas y con habilidades que variaban desde ladrón de bancos hasta trapecista de circo y por último Marisela Guzmán, linda dama de ojos claros, y quien estaba convencida que era la reencarnación de Cleopatra y que Caracas era Egipto solo que nadie lo sabía. Allí parado, con esos pilares de la cordura, pero de seguro con más corazón que aquellos atroces médicos y enfermeros armé el plan de ataque.

Esa noche recé al Arcángel Boludino, de quien cuenta la historia enloquecido por el sonido de las arpas de los ángeles les cortó todas las cuerdas siendo expulsado del cielo y penando de por vida en la eternidad como el loquito que osó romper las arpas celestiales. No había otra tenía que escapar de allí, loco es el que se pega con dos ladrillos en las chácaras, ese si está loco, de resto somos todos partícipes de la fauna que soltaron en este pedazo de mojón redondo en donde nos dejaron. Después de batallar con el insomnio caí en las redes de Morfeo, soñé nuevamente, y desperté listo para llevar a cabo mi plan. Luego del baño con agua fría y de cerciorarme que mis secuaces todavía se acordaban que íbamos a tomar por asalto el manicomio nos dirigimos al comedor, con cuidado y precisión nos llevamos unos cuchillos y tenedores y guardé un poco de avena en mi bolsillo, la fiesta estaba por comenzar.

Sentados en un círculo en una terapia grupal le hice la seña a mis compañeros, agarrando la avena que ya para el momento parecía cemento se la metí por la frente al doctor de turno, de inmediato Tarzán y Olavarría saltaron sobre los enfermeros que cuidaban la sesión y después de amenazarlos y dominarlos con los cuchillos les quitaron la ropa amarrándolos con sus propios pantalones, a todas estas yo brinqué encima del médico y le soné una patada en el mentón para cerciorarme que caería rendido, Hildemaro cuidaba la puerta mientras Cleopatra ordenaba a los locos tal cual ejército para proceder con la toma del sanatorio.

Sigilosamente me dirigí hacia la oficina del director no sin antes pasar por un puesto de enfermeras en donde capturamos a las viejas que nos dopaban a diario. Allí Hildemaro se quedó viendo feo a una enfermera que siempre lo veía feo según él, la vieja que asustada le decía “no me mires con esos ojos de loco por favor” lloraba desconsolada mientras Hildemaro peleaba con alguno de sus fantasmas sin quitar los ojos de encima de la mujer. De una patada tumbé la puerta del director del manicomio, el hombre sorprendido y además con los pantalones abajo por estar jugando al papá y a la mamá con una enfermera joven trató de oponer resistencia hasta que Olavarría le propinó un recto a la nariz que lo dejó en el suelo. La enfermera que pidió la dejáramos vestirse, se limitó a dejarse amarrar, me miró con ojos pícaros pero logré resistir la tentación.

Una vez tomados por asalto todos los puestos de enfermeras y médicos, agarré un micrófono que se encontraba conectado a unos altoparlantes que se escuchaban a lo largo y ancho del recinto e informé a todos los pacientes que ahora ellos eran dueños de esa vaina y que ellos eran los médicos tratantes a partir de ese instante. La algarabía no se hizo esperar y comenzamos por llevar a todo el personal del hospital mental a bañarse, bajo el agua fría los médicos y el personal de apoyo nos miraban con cara de querernos asesinar, los pacientes reían y pedían a gritos llevar al director al cuarto de reclusión solitaria. Los complací y lo cargamos entre todos y lo encerramos allí, al enfermero que me había metido la cabeza en el plato lo amarré de una poceta que había llenado con todo tipo de químicos, Olavarría le puso una mecha a la cosa y volamos al coño e’ madre por los cielos, a los otros médicos y enfermeras los metimos en salones a hacer terapia, solo que esta vez los locos eran quienes dirigían las mismas y se encargaban de hacer las preguntas. Llegada la noche busqué al director y lo amarré a la silla de su oficina, con cuidado busqué mi expediente el cual quemé en el acto, y después de cantarle unas canciones de Popi y recitarle unos poemas de mi infancia le corté el cabello al rape y lo maquillé tal cual “drag queen”. Entonces le pregunté “de que color son las pantaletas de tu mamá?, el viejo que no podía responder pues tenía tirro en la boca me miraba con furia, procedí a preguntarle “en donde están guardadas las promesas electorales de los candidatos a presidentes de Venezuela?, el viejo no pudo contestar y por último le dije “cuantos perros calientes me comí en la final Caracas-Magallanes?, el viejo no contestó, “pues bien viejo guevón, creo que estas loco, si no sabes eso, estás loco de bola y procedí a abrirle un expediente.”

Reunido con mi comitiva de locos que nunca habían estado más felices en sus vidas les indiqué que debía partir, que ellos quedaban a cargo del sanatorio, Tarzán solo alcanzó a decirme “nunca pensé que Chita era tan inteligente”, le di un abrazo, y pasé a despedirme de Hildemaro quien chorreado porque supuestamente un fantasma le estaba mordiendo una nalga en ese preciso instante no logró decir nada, Olavarría se cuadró enfrente mío cual soldado, y me dijo “gracias General, aquí lo esperamos para la próxima cruzada”, Cleopatra llorosa me dio un beso en la mejilla y me pidió por favor que hablara con el presidente de la república para que cambiara el nombre de Venezuela por el de República Mesopotámica Egipcia Constantinopla, yo le prometí que vería que podía hacer. Cansado pero tranquilo conmigo mismo me volteé y me fui.

A la mañana siguiente y como era de esperarse los médicos retomaron el control del manicomio, yo escondido en un árbol cercano veía el show mediático, entrevistas a los médicos, enfermeras, carros de policías y bomberos, el director del hospital aún maquillado y con su calva reluciente explicaba lo que había pasado, por supuesto juraba que me encontraría y que pagaría caro por mi osadía, con cuidado me bajé del árbol y me alejé caminando, de pronto sentí que me tocaron el hombro, al voltear vi a un hombre desconocido que me dijo “que hubo loco, me puedes dar la hora?, después de mirar mi muñeca sin reloj y contestar "las nueve y media" seguí mi camino para comprender que por siempre sería un loco más....

Wednesday, November 03, 2010

Arco y flechas

Saboreaba una fantástica Coca-Cola de la cosecha del año '97, pensaba y pensaba como siempre había hecho desde mi niñez, desde aquel día en que mi madre me preguntó "que quieres ser cuando seas grande?, y yo respondí "filósofo", por supuesto causando que todos rieran a carcajadas pensando que había escuchado aquella locura en alguna comiquita en la tele. Pensaba en el bien y el mal, en aquello que me hacía reir y en como mi racionalidad dominaba mis pasos a lo largo de mi existencia. La vida no es más que un conjunto de pasados y futuros unidos por una línea fina a la que llamamos presente. En el presente nos movemos por apenas segundos, es el puente para pasar de lo que vivimos a lo que estamos por vivir, subiendo la mirada al cielo en busca de esas respuestas que nunca llegan lo vi pasar.

Confieso que sentí una variedad de sentimientos no usuales para un ser racional y frío como yo, por años me había preguntado el por qué de esos enamoramientos infelices y sin sentido que abundaban en las vidas de los seres que pueblan el planeta este circular donde vivimos. Pues allí lo entendí todo, cuando frente a mi pasó el guevón ese, el rechoncho, infeliz, tarado y feo con cojones gordito con alas cargando su arco y flecha. A claro no lo sabían?, es que existe el maricón, de Cupido les estoy hablando, el sin oficio ese que se dedica a clavarle flechas en el trasero a los seres vivientes, si porque ni puntería tiene para clavarlas en el corazón porque es miope y no utiliza lentes.

Por un segundo dudé si efectivamente lo había visto o no, por si acaso me cubrí mis posaderas con una coraza de acero inoxidable que me había diseñado un científico amigo para evitar enamoramientos pendejos o imposibles. Déjenme contarles un poco, resulta que el gordito alado ese no es más que un rebelde angelito que fue despedido del cielo por robarse unas alas doradas cuando en realidad debería usar plateadas, el muy maricón no conforme con eso se birló el arco y flecha que se usaba para enamorar a la gente, eso sí, bien usado y no para escoñetarle la existencia a todos los infelices que andan por ahí jodidos por un "amor" traicionero. Pues el idiota sin destino este se dedicó a flechar a cuanto imbécil se encuentra causando el caos total en que se encuentran las relaciones humanas en estos días del siglo XXI.

Miré mi fría Coca-Cola que estaba exquisita y pensé por unos segundos que hacer, organicé mis pensamientos y recordé a todos mis amigos y amigas que habían llorado lágrimas de sangre a causa de sus amores imposibles. Pasaron por mi exhausta mente todas aquellas veces en que algún plan se había jodido a causa de las actitudes mongoloides de Cupido en su venganza infinita por acabar con la raza humana jugando con su debilidad más grande, el amor. Es que no se han dado cuenta todavía que cuando las cosas van bien en el jueguito diabólico todo nos parece rosa?, y por ende cuando van mal vemos feas hasta a nuestras propias madres?. Tomé la decisión de inmediato, voy a joder al gordito infeliz este a toda costa, o por lo menos lo voy a amedrentar para que deje de joder a las almas buenas que no merecen llevar a cuesta una cruz de terror a causa de un enamoramiento sin sentido y destino.

Corriendo hacia mi cuarto tropecé con mi padre quien de inmediato me recomendó en tono de advertencia no cometer ninguna locura de la cual luego me pudiera arrepentir. Claro es que él ya había visto esa mirada en mis ojos anteriormente, pidiendo permiso a la vez que le lanzaba un beso de despedida seguí mi camino al cuarto, con rapidez me vestí y busqué unos lentes especiales para ver ángeles que había comprado en una feria de ociosos en Berlín. Me los coloqué, me puse mi franela blanca que aún exhibía algunas manchas de sangre a pesar del agua oxigenada que mi madre le había echado para tratar de blanquearlas y salí a la calle a tratar de pescar al ángel del amor.

Brincando el muro de mi casa corrí por el medio de la calle tratando de seguir la ruta que había seguido el regordete, en cuestión de segundos lo divisé preparando su arco y flecha para joder a alguien por ahí. Fue fácil verlo con la ayuda de mis lentes y además con el peso que lleva el infeliz no es capaz de volar a más de 5km/h. Con cuidado me escondí atrás de un árbol y en ese momento vi que la víctima era una vecinita de la cuadra a la cual le tenía una arrechera mágica por todas las veces que no había aceptado salir conmigo. Dudé en ayudarla, sentimientos cruzados me invadieron, pero esta lucha épica era superior a cualquier sentimiento mundano y tétrico que pudiera llevar adentro, se trataba de joder a Cupido.

El ángel rechoncho tomó su arco, y yo tomé mi china, cargada con un garbanzo viejo, que estaba más duro que el estómago de mi vecina. Cupido se acomodó y sonriente colocó una flecha en su arco, justo cuando iba a disparar le metí un chinazo en la frente que lo hizo volar y mover sus alas con desesperación mientras la flecha iba a parar a la acera paralela, mi vecina ni cuenta se dio de lo que sucedía pero el angelito molesto por aquella perturbación recuperó el vuelo y trató de disparar nuevamente. Una vez más le metí un chinazo, esta vez en un ala, la flecha voló sin rumbo y el regordete cayó al piso. Allí me le paré enfrente y le dije "gordo maldito, tu crees que puedes seguir jodiendo al planeta a tu antojo? el ángel caído mirándome con ojos de furia respondió "coño Policarpio, me temía que tu pudieras acabar con mi misión aquí en Venezuela, pero no lo permitiré!!!!, con la misma me echó una especie de polvos pica pica que me lanzaron en una de rascarme todo el cuerpo por varios minutos, el querubín voló cagado de la risa y se me perdió a la vista, solo alcancé a escuchar cuando disparó la flecha esta vez acertando en plena nalga de mi vecina.

Todavía rascándome corrí hacia mi vecina que se trababa de subir en su vehículo, pudiendo ver la flecha que ella no veía, se la quité de la nalga de un tirón, ella no se lo tomó muy bien y me lanzó una cachetada mientras gritaba "sádico Policarpio, ahora tratas de agarrarme mis nalgas", yo todavía rascándome logré esquivar el piñazo y opté por quedarme calificado como sádico que tratar de explicarle a ella lo que había sucedido. En mi casa nuevamente, estaba convencido que Cupido seguiría jodiendo gente por ahí, eso no lo podía permitir y me lancé a uno de sus lugares preferidos, las discotecas, en donde entre el alcohol y el humo el rechoncho hace de las suyas acabando con la sanidad de cualquier humano decente que solo quiere encontrar a alguien para pasar el resto de sus días.

Vestido de gala me subí a mi carro y me embalé a recorrer varias discotecas capitalinas, sabía que de alguna manera u otra me encontraría con el querubín de la maldad. El ruido clásico de las discos me aturde, el olor a cigarro me hace vomitar y la razón oculta por la cual los humanos están en ellas me hace meditar. Con cuidado me confundí entre la gente tratando de pasar desapercibido, algunos me reconocían y saludaban sorprendidos de verme allí, yo hacía un gesto de saludo y seguía en mi búsqueda furtiva. De pronto lo vi sentadito en una de las repisas del bar, se estaba echando un palo de Vodka, y sonreía al mirar una lista que supuse era de sus víctimas, me acerqué con cuidado y me senté en la barra pidiendo agua fría, el regordete no notaba mi presencia pues vestido de flux y corbata no parecía el Policarpio usual.

Noté que había puesto el arco y flechas a un lado, mientras se emborrachaba, el miedo me atacó pues si Cupido sobrio ponía cagadas gigantes, con unos palos encima pues acabaría con la humanidad. En un principio pensé en tomar el arco y flechas y salir corriendo pero eso resultaba peligroso, el monigote este se encontraba sentado en las alturas de una repisa llena de botellas de vidrio. Pude ver como colocó el vaso a un lado y tomó su arma letal, estiró sus alitas y comenzó a volar, dando tumbos por la pea que cargaba se situó convenientemente encima de la pista de baile y se predispuso a lanzar una flecha. Con sutileza me acerqué al infeliz que iba a ser su víctima y le di un empujoncito casual, la flecha pasó de largo y se estrelló contra una silla, el regordete enfurecido me pintó una paloma y volvió a armar su poderoso arco. Allí y con mi vaso de agua en la mano decidí bañarlo, solté toda el agua hacia arriba en un acto propio de borracho de discoteca y le mojé las alas al querubín, el peso se hizo sentir de inmediato y cayó al suelo en donde sin pensarlo dos veces le metí una patada enviándolo de golpe a estrellarse contra una de las cornetas del local.

Me le acerqué y lo agarré por el cuello, "enano de mierda, jodón" le dije "esta vez te voy a liquidar", el pequeño angelito me miraba molesto pero sin poder hacer nada pues sus alas permanecían mojadas, las flechas se habían doblado del carajazo y sus rizos estaban desechos. "Tu has escoñetado a medio planeta Cupido, coño pana, esta bien que ensartes a gente para lograr relaciones estables y sanas pero eso de meterles el veneno a pobres infelices de gente que sabes que no le van a hacer caso no está bien" le dije en voz fuerte y sin soltarle el cuello, sonrío el muy malvado y no me contestó. Lo estrangulé y me lo llevé afuera del local, en el estacionamiento lo amarré con unas cuerdas que tenía en el carro y lo monté al lado mío, lo paseé por toda Caracas mientras lo insultaba y le recordaba lo coño e' madre que era, el regordete no decía nada, hasta que salió de su silencio y me dijo "coño Policarpio, a mi me jodieron, es verdad me robé unas alas doradas, pero eso no era para botarme del cielo, y bueno decidí vengarme pues, le doy a los humanos en donde más les duele, en el corazón", "pero si ni siquiera clavas las flechas ahí ciego de mierda" alcancé a decir, Cupido prosiguió "ese no es peo tuyo, cómprame unos lentes pues, además yo me divierto con mis andanzas."

Reconozco que quería acabar con la existencia del regordete en el instante, luego de lanzar el arco y flecha a un río que atraviesa la capital, el querubín me indicó que tenía hambre. Lo pasé por un carrito de perros calientes y le compré unos, se los tuve que dar en la boca pues no pretendía soltarle las amarras. Cupido comenzaba a pasar la pea y trataba de convencerme que le soltara so pena de meterme un flechazo en algún momento de mi vida de alguna tipa que fuera mi amor platónico y joderme la existencia hasta la eternidad. "No vas a poder meterme un coño guevón, te voy a aniquilar" le decía con rabia, el enanete se reía como si supiera algo que era desconocido para mi persona.

Llegué a mi casa y subí al techo de la misma, construí una pequeña cruz de madera y lo amarré, busqué un hacha y justo cuando le iba a cercenar la cabeza sonó mi celular, contesté y era mi vecina, a la cual le había sacado la flecha horas antes, "hola Policarpio, mira disculpa si fui ruda contigo, me perdonas? no podía creer lo que escuchaba y solo pude decir "si, si no hay problema, no hay nada que perdonar". El regordete se reía a carcajadas y me decía "fíjate, no soy tan malo como piensas, esa mujer que siempre te ha gustado ahora a tus pies", "pero si yo le saqué la flecha", "no, no, mi querido Policarpio, esas bichas tienen efecto instantáneo"

No tuve el corazón para matar al querubín, yo no soy un asesino, loco si, más no un criminal, lo solté y hasta le regalé un arco y flechas que tenía desde cuando era niño, entendí en aquel momento que el balance y el equilibrio que crean seres como Cupido debían tener una razón en el más allá, quise preguntarle pero preferí callar.

Ciertamente ahora estaba a mis pies mi vecina, es solo que sin lugar a dudas amar a Policarpio sería otra de las malas jugadas de Cupido, después de todo yo seguía siendo el mismo, o no?

Friday, October 01, 2010

Soñando

Esta historia que voy a contar no es una historia común, no se decepcionen si no es de su agrado, es solo que tenía que escribirla pues revolotea en mi mente cansada, encerrada entre las cuatro paredes blancas de mi existir. Hay cosas que tenemos que hacer, bien sea porque así lo sentimos, o simplemente porque queremos joder al parque. Existe una línea muy fina entre nuestros deseos interiores que nos impulsan a hacer cosas y entre aquellas cosas que hacemos para convencernos que el planeta es una cagada y no queda otra que encontrar nuestro lugar. Los sueños, sueños son, y de esto no me di cuenta yo, creo que Calderón de la Barca lo hizo antes que yo, encargándose de pasarme la idea para que no se me ocurriera pensar que los sueños se pueden volver realidad.

La vida está llena de realidades latentes y de sueños condensados. Una mañana caminando por una transitada avenida de la ciudad me tropecé con algo que no podía ver, en un principio y en medio de mi demencia vitalicia pensé que ya era eso lo que me faltaba a mí, tropezar con cosas invisibles, traté de moverme hacia un lado de la acera pero nuevamente choqué con aquello que no podía ver. Me di la vuelta y me volví a dar un carajazo y cuando estaba a punto de pegar la carrera vi su figura por primera vez, un viejo, con un sombrero y un sobretodo, con sonrisa amable y un brillo en sus ojos que nunca antes había visto, irradiando la verdad, aquella que buscamos y nunca encontramos.

“Hola Policarpio que tal?, dijo el viejo, "ay coño" pensé "que habré hecho ahora?, hasta viejos invisibles me persiguen", alcancé a decir un muy suave "hola" y el viejo sin darme chance a nada me estrechó la mano y me dijo "felicitaciones, ahora eres mi ayudante". "Pero ayudante de que carajo viejo loco?, le pregunté, sonriendo contestó "pues bien yo soy un cazador de sueños, y los cazadores de sueños necesitamos ayudantes, me entiendes?, "no, no te entiendo un carajo viejillo pero bueno explícame pues" contesté. "El planeta amigo mío, esta lleno de todo tipo de realidades, eso es lo que ves día a día, no hay cabida para los sueños, estos pertenecen a otro lugar, a un lugar en donde el pensamiento es libre y la imaginación certera", "entiendo, pero para que carajo me das ese susto de chocar contigo sin verte y además me proclamas ayudante tuyo, tu estás loco o se te mueve el cerebelo? dije con tono un tanto agresivo. "Pues bien Policarpio, debo cumplir mi misión y tu me vas a ayudar, tenemos que hacer que 4 sueños de distintas categorías y clases se cumplan, no hay escapatoria, así que relájate y disfruta". Intenté abrir la boca nuevamente pero el viejo simplemente me señaló un camioncito de helados con musiquita y todo y se limitó a decir "súbete".

Montados en el viejo camión de helados, el viejo, me explicó que lamentablemente existían sueños buenos y no tan buenos como los llamó él, es decir, había que hacer ciertas maldades para lograr que se cumplieran, el mundo necesita un equilibrio y es por eso que hay sueños que aunque parezcan macabros se deben cumplir, es todo cuestión de ordenar el cosmos para el propósito final. "Así que ahí es donde entras tu, yo puedo identificar los sueños pero no puedo hacer las maldades" me dijo el viejito, "poco a poco te irás dando cuenta a que me refiero, por ahora simplemente cómete uno de los helados de allá atrás y no preguntes más". Comiéndome mi Bati-Bati el cual me llevó a armarle un peo al viejo pues no traía bolita de chicle en el fondo dimos varias vueltas por la ciudad hasta que el viejo gritó "llegó la hora, el primer sueño se tiene que cumplir".

El viejo frenó de golpe y me dijo "ahí está, el camión de juguetes, lo ves?, "si, si viejo, y que tengo que hacer?, le dije, "ponte ese disfraz que está ahí", al ver aquella vaina casi me da un infarto, un disfraz de pollo amarillo, pero de pollo de feria de pueblo, sin discutir con el viejo me puse mi vaina y dije "y ahora que?, "bueno la idea es que el camión ese se de su bollazo para que varias personas, entre ellos aquel niñito que ves allí agarre su juguete, ese es su sueño, que un camión de juguetes se estrelle y el poder agarrar lo que quiera". El camión de juguetes arrancó y el viejo también, sin darme tiempo a nada, el viejo pasó al camión y me empujó pa' la calle, el camionero gracias a todos los santos al ver a un pollo cayéndose de un camión de helados pegó los frenos pero el camión se descontroló y fue a parar a una vidriera en donde las puertas se le abrieron y fue saqueado en cuestión de minutos, el pequeño niño agarró sus macundales y salió corriendo con una sonrisa de oreja a oreja. Yo con un dolor del carajo en una pierna apenas me levantaba del piso cuando el viejo pasó de nuevo por allí y me dijo "móntate o te quedas."

"Coño viejo de mierda tu estas loco?, como me tiras así pa' la calle, me podías haber matado", el viejo sonriendo se limitó a decir "todo está calculado así que deja los nervios". Señaló nuevamente hacia atrás y me dijo "ponte ese traje", yo la verdad viendo que el viejo no se paraba en pendejadas me lo puse de inmediato. El viejo se estacionó al frente de un banco, señaló a una señora y me dijo "el sueño de esta es joder a un cajero, ella insiste en que no hay nada más odioso en el planeta que un cajero de banco, así que a trabajar", "si pero mira loco y que hago yo?, "bueno Policarpio, llévate este paquetico, y se lo das al cajero ese de la esquina, de la taquilla # 1, y ya verás". Hice mi cola como cualquier mortal y me llegó el turno, la señora en cuestión estaba al lado mío en otra taquilla, el cajero tomó mis papeles y empezó a sacar cuentas con sus manos llenas de tinta y liguitas de goma, de pronto, y sin yo saber porqué, sonó una alarma, el gerente del banco se apersonó y le armó un peo gigante al cajero gritando algo de códigos de seguridad y yo no se que carajo, en el acto lo despidió mientras la señora cagada de la risa me decía "al fin, ese bicho odioso, que agarre su merecido" y soltaba otra carcajada. Salí del banco sin entender que había pasado y después de escuchar al gerente darme excusas y explicaciones por más de media hora. En el camión de helados simplemente me quité el traje y me limité a ver la ciudad.

Vestido nuevamente de traje y corbata me subí a un ascensor de un edificio recién construido en el este de la ciudad. Con mis instrucciones claras y precisas me dirigí al piso 5, entré y pregunté por el señor Luna, en pocos minutos estaba sentado frente a frente con aquel pretencioso y arrogante economista. Saqué unos papeles de mi maletín y le dije de acuerdo a lo que me había dicho el viejo "Sr. Luna, mire yo soy funcionario del Ministerio de Educación, durante una reciente investigación hemos encontrado que hubo vestigios de fraude al momento de entregar sus notas hace 20 años cuando se graduó de economista y lamentablemente tenemos que retenerle el título y enviarlo nuevamente a la universidad. En ese momento entraba a la oficina una muchacha que se veía atareada y muy nerviosa, "aquí está lo que pidió Sr. Luna" dijo la dama, yo ya disfrutando que le estaba cagando la vida al tipo le dije a la muchacha "no le des nada, este señor no está autorizado para revisar ningún papel, pues el no es economista de acuerdo a nuestros archivos". El Sr. Luna enfurecido lanzaba improperios y hacía llamadas telefónicas a todos sus contactos, la muchacha que no podía creer que su sueño se estaba haciendo realidad no podía ocultar su alegría, yo me limité a pararme de la silla y a desaparecer dejando el caos armado en aquel lugar. En el camión de helados el viejo me dijo, "solo uno más Policarpio, y eres libre nuevamente", ya me estaba empezando a gustar la cosa esta de ser ayudante del viejo además de poderme comer todos los helados que me provocaran y le dije "mira viejo y no puedo ser tu ayudante para siempre?, el anciano con una media sonrisa se limitó a decirme "no, no se puede" y continuó manejando.

En el patio de un colegio, vestido de bombero y con un calor del carajo me dirigía a toda mecha a lo que sin duda alguna era una trifulca de grandes proporciones. Sacando un hacha de goma que me había entregado el viejo empecé a repartir carajazos a diestra y siniestra hasta que levanté a un pequeño niñito que sangraba por la nariz y tenía un ojo morado. Los salvajes atacantes del muchachito no podían creer aquello que veían y corrían despavoridos tratando de salvarse de la furia que producía con mi hacha. El pequeñuelo golpeado y de no más de 4 años se abrazaba a mi pierna haciendo mi labor un poco más difícil, "coño gordito tu si pesas" me limitaba a decirle mientras seguía repartiendo hachazos por doquier. Una vez eliminados los sátrapas el infante que todavía seguía guindado a mi pierna me dijo "gracias Super Bombero, yo sabía que si existías", la verdad no tuve corazón para decirle que yo era simplemente un ocioso sin destino y lo abracé regalándole el hacha mientras le decía que con ella estaría protegido de los maleantes que allí estudiaban. El niñito sangrando por su nariz y con su ojo morado levantó el hacha en señal de victoria mientras yo me alejaba para siempre.

El viejo me dio una palmada en el hombro y me dijo "has cumplido a cabalidad, te felicito de verdad, estos eran sueños simples, hay por supuesto más complicados, pero por algo tienes que empezar, te tendré en cuenta para cuando vuelva a pasar por Venezuela" y estrechó mi mano con fuerza. Me bajé del camioncito de helados y volteé por última vez a despedirme, el viejo sonrió y señalo hacia el otro lado, allí estaba parada, tal cual como siempre me la había imaginado, me acerqué y logré escuchar "que pasa Policarpio, acaso estás soñando?...

Wednesday, September 01, 2010

Conocidos

Eran días iguales de la historia, horas semejantes que pasaban sin cesar. La continuidad de lo igual nos acomoda o nos parte sin dejar. Se hace lo que se puede y se mira atrás tratando de darle forma a un conjunto de cuentos que se entrelazan entre sí, que no duermen, que se alargan internándose en el alma, en las almas de aquellos que pasaron por aquí. Aquella historia comienza como todas, con personas, gente que conocemos y conocíamos de antes, humanos que juegan al vaivén de la vida, almas danzantes que buscan, buscan algo que nunca encontrarán, y aún así no descansan, siguen pues de eso se trata, de moverse y no preguntar.

Caminaba por las calles de mi ciudad, aquella olvidada por el tiempo y la maldad, aquella que me vió crecer sin brindar su honestidad. Caracas siempre tuvo algo, es solo que lo perdió, o alguien se lo robó. A lo lejos de esta otrora metrópolis encausada y confundiéndose con una gran capa de smog y desilusión se veía una valla publicitaria con variados colores, colores que se manchaban de un triste gris, del gris que nos acompaña desde el vamos hasta el final, sin nunca preguntar si nos llegaron.

La curiosidad siempre me ha metido en problemas, quizás me ha llevado de la mano a querer saber, preguntar sin descansar o simplemente a olvidar. Caminando pausado y sudando por el calor propio de aquel Agosto me paré a tomar algo para calmar mi sed. Conversaba como suelo hacer con el dependiente del kioskito cuando al voltear la mirada la pude ver, iba cargada de energía y peroles, mezcla por demás aterrorizante cuando tu mente está figurando una manera precisa de saltar aquella cadena que impedía el paso al estacionamiento. Se veía determinada, lanzada, sin dudas en su mente y de un gran brinco se lanzó al estrellato.

Estrellada, más bien, en la calle quedó estampada. Debo confesar que una sonrisa afloró, pero ante la desgracia ajena no debemos disfrutar. Miles de artefactos rodaron por doquier, reglas y planos, un regalo envuelto en papel periódico, un disco de acetato de Eddie Santiago y un sweater prestado. Al intentar ayudarla a ponerse en pie sentí el peso de la vida marcando su quehacer. Bajaba la mirada tratando de ocultar una lágrima perdida, de esas que salen con destino desconocido, a pesar de saber su lugar de nacimiento.

Apenas pude alcanzar a preguntar si se encontraba bien, pues entre sollozos es difícil escuchar, tratando de darle poca importancia al asunto se incorporó e intentó seguir su camino para ahora doblarse un tobillo y caer de nuevo adolorida en el asfalto hirviente de aquella calle en El Rosal. Eran todavía aquellos días, de mi franela blanca y de mi china, cuando aún creía en la realidad, de darle razón a las cosas más que encontrar si suceden o no en este triste caminar.

"No aguanto, no lo soporto!, no puedo más!, dijo la dama aún aturdida por el golpe con el asfalto. Alguien tiene que ayudarme, la duda me está acabando, me está matando, esta incertidumbre es solo un bastión del daño. Siempre tratando de hacer lo correcto y los hombres haciendo trastadas a desparpajo, no es justo!, yo no le he hecho nada a nadie!, a nadie" gritaba ya enfurecida. Yo no entendía nada de lo que decía pero ella señaló aquella valla, una valla donde se podían ver a dos boxeadores en plena acción y luego se desmayó.

Al recuperar el sentido y sin mediar palabras me pidió que la llevara al aeropuerto pues tenía que saber de que se trataba todo aquello. Por un momento pensé que se trataba de una nueva modalidad de secuestros express pero al ver la rodilla ensangrentada de aquella pobre alma supe que nadie se auto-flagelaría de esa manera por un fin último. Sin tener nada que hacer como siempre accedí a trasladarla, subidos en mi viejo Chevette transitábamos aquella carretera olvidada por el planeta y la desidia clásica venezolana, en el camino me explicaba cómo debía encontrar la verdad, sin dejar de hablar de la última cartera que se había comprado con los reales de su marido, quizá solo buscaba el reflejo más real que todo aquello pudiera arrojar.

Al bajarse la noté muy nerviosa y decidí seguirla simplemente por mi innato deseo de meterme en problemas sin haber sido llamado. Por esas cosas que aún no logro entender y luego de convencer a tres Guardias Nacionales que debía volar a México para una reunión de la Liga Socialista Patriótica Revolucionaria Mesma Guarimbista estaba yo a los pocos momentos en un avión surcando los cielos hacia San Luis Potosí, lugar en el cual aquella pelea de boxeo tomaba forma.

Al llegar al lugar del magno evento la gente pululaba estruendosamente. La energía propia de las concentraciones, la maldad reinante y el diablo pululante. Sigilosamente me mimeticé entre la gente, guardando las distancias, esperando tranquilamente. Luces y algarabía reinaban en aquel monumental espacio. La multitud comenzó a entrar al escenario y por si fuera poco me puse a discutir con un charro con un gran sombrero y una botella de tequila en la mano acerca del estado del boxeo mundial. El charro algo volátil me empujó y lamentablemente tropecé con la dama estrellada quien con cara de pocos amigos preguntó que hacía yo en la lejanía.

Finalmente se decidió a hablar, y entre ruidos y gritos me explicó que debía colocarse en un lugar estratégico para ver con sus ojos lo que por años había temido encontrar. Tengo que saber si es fiel a mi persona dijo la dama, son muchos los viajes a las cuales no me deja venir, seguro hay razones para eso, finalmente sabré de que se trata todo esto. Escondidos cerca de la cabina de producción esperábamos por el desenlace esperado. En pocos momentos lo sabremos todo repetía sin parar, pero sus ojos no darían crédito a lo que vería en su pasar.

Las luces se centraron en aquel ring de pueblo, fabricado con materiales de desecho y una lona sangrienta. El anunciante del ring, vestido con un flux amarillo y una flor de lis en el pecho llamó a los boxeadores a grito pelado, cada uno con su apodo de espectáculo, en una esquina “El Gallardete”, un charro mexicano gigante, descomunal, musculoso, con dentadura postiza y una actitud de guerrero azteca desposeído de su amada por una maldición ancestral y en la otra esquina “El Salsero Norteño”, un pequeño y diminuto ser con barriga profesional que movía las manos atrapadas en aquellos guantes rojos con gran velocidad.

La dama se llevó la sorpresa de su vida, el susodicho no era productor como siempre le había jurado, pero otro tipo de “or” muy distinto, en mi pueblo conocido como boxeador. Las dudas de la dama llegaron a su fin en un instante, aquel hombre el cual había pensado jugaba con andanzas solamente pensaba en jugarse la vida para darle forma al caminar, al pasar de los días y las horas, para brindar estabilidad en un universo donde cuesta el andar.

La campana sonó y los boxeadores se entrelazaron entre puños penetrantes. “El Gallardete” comenzó a golpear al diminuto hombrecillo que solo trataba de correr por el ring escondiéndose de los golpes de hierro que la vida pretendía encaminar. Después de un round feroz y varios golpes aplomados “El Salsero Norteño” cayó tendido en la lona. No pude soportar y sin pensarlo aparté a cuatro mexicanetes que gritaban enardecidos, mátalo!, mata al mequetrefe!, liquídalo! y corriendo me subí al ring a tratarlo de ayudar. El solo alcanzó a mirarme, y luego de emitir varios sonidos parecidos a unos ronquidos nucleares sonrió para luego descansar.

Mi vida nunca ha sido real, así que verme en un ring combatiendo al “Gallardete” me pareció solo un guiño más de normalidad. El mexicano poseído por Satán se reía al verme frente a él y profería insultos nunca antes escuchados por la pérfida humanidad. Esta vez mi china había quedado en su baúl y sin pensarlo dos veces tuve que enfrascarme en aquella batalla dantesca. El voraz mexicano repartía golpes a diestra y a siniestra mientras cantaba rancheras de bar de mala muerte y mostraba sus dientes de oro acusando el pasar de los años, del vivir.

Por momentos pensé que mis días habían llegado a su fin, que por metiche terminaría tendido en una lona de un ring de boxeo de pueblo, un final triste, como siempre pensé sucedería. Con aquel desastre armado y en medio de este mundo alocado comencé a cantar una canción de Flans, “no controles!, no controles!, no controles mi forma de mirar!...”, el único grupo mexicano que mi mente pudo procesar después de haber recibido una tunda de golpes sin cesar. “El Gallardete” enfurecido por considerarlo una burla se abalanzó hacia mi ser para acabar con mi miseria pero una gota de mi sudor lo hizo resbalar cayendo directo en mi codo y mandándolo al lado oscuro.

Las serpentinas caían del cielo, la música aturdía los tímpanos, cargado por una multitud enardecida me llevaron en hombros a lo largo del camino, con miradas que buscaban un nuevo héroe, con aquellas ganas de encontrar. Después de bajarme de aquellos brazos y ser manoseado por la multitud, un señor bien vestido se me acercó y me entregó una correa de campeón, y un sobre con dinero en efectivo, el cual me juró no provenía de Ciudad Juárez. Me estrechó la mano y se limitó a preguntarme que cuando regresaba a defender mi corona. Como siempre he sabido hacer, con la confusión ataqué, y sin pensarlo escapé para perderme en el saber.

En un pequeño cuarto con una luz blanca muy tenue encontré al “El Salsero Norteño” con su amada. El boxeador aún algo atontado y la dama me agradecían mi acto de valentía para salvarlo de “El Gallardete”, yo sin mediar palabras me saqué el sobre del bolsillo y lo coloqué encima de la barriga del boxeador junto a la correa de campeón. Un minuto de silencio se apoderó de aquel lugar, entendemos lo que queremos y hacemos lo que debemos. Me volteé y seguí por donde vine.

De regreso en mi ciudad prendí de nuevo el celular, varios mensajes hacían referencia a la valla, a la misma valla de colores, en donde mi foto con correa de campeón en un ring de boxeo los hacía preguntarse, preguntarse de que se trata esto, aquello o todo, si es real o la verdad?

Wednesday, August 25, 2010

Igualdad

La mayoría de las veces no comprendemos la razón de las cosas, hay otras que tienen razón, podemos también no querer comprenderlas o simplemente es que hay momentos donde es mejor no buscar una explicación. Eran días iguales de la historia, de esos donde todo se ve de un mismo color y los recuerdos se visten de seda, de esas horas donde el pasado pesa y el futuro reduce. Los alrededores aún jugaban su juego de siempre, el que nunca jugué por mas que intentaron hacerme, el cual de una u otra manera esquivé.

Intentaba olvidar acostado en mi cuarto, no puedo distinguir cual de ellos, quizás las cuatro paredes blancas o pudiera ser que aquellas de colores distintivos. A lo lejos escuchaba la voz sempiterna de mi madre, me invitaba a salir de lo lejano, hacía su labor, cuidar y querer, yo por mi lado huía de todo aquello que no podía interiorizar, callaba y aceptaba, dudaba a veces sobre si había perdonado a los ladrones o si por el contrario aguardaba el instante para hacerles tragar sus miedos, quizás solo estaba esperando pausado el momento adecuado para pisar de nuevo el pavimento.

Sentado en mi cama mi padre discutía sobre la igualdad, no la igualdad humana sino más bien el por qué a mi me daba igual todo aquello. Su visión distinta a la mía me hacía esbozar preguntas cortantes, con paciencia todo se responde y se lleva adelante. Hubo un momento en el que me perdí, mi capa vieja y gastada no cumplía con mis medidas, mi mente cansada y somnolienta apenas me daba ideas, yo todo, conmigo mismo me debatía entre el respiro y el ahogo, las cosas que vi no deseo nadie las vea, los humanos podemos ser muy buenos pero nos esmeramos en ser terribles.

Basta Policarpio!!!, seguir?, para que?, me reía al pensar en lo inútil que resulta arar en el mar, los malos siempre ganan, pero debo confesar que al menos me río. El teléfono sonaba con insistencia, su ruido atorrante retumbaba en las cavidades de mi propio infierno, finalmente alguien le agarró, era para mi, como solía suceder, el mundo esperando por mi, yo esperando por la nada, una mezcla terrible. Después de una conversación extensa y tediosa accedí a tomar el auricular y escuchar la voz del otro lado, me buscaban, no por bien, no por mal, es que existen aquellos que se preocupan o que te necesitan.

Era imposible olvidar aquel evento, como dejar pasar la oportunidad, el gran Hotel Montaña reabría sus puertas, con bombos y platillos, y por cierto a mi me daba igual. Arrastrando mis pies como suelo hacer pero con un agregado de fastidio perenne me dirigí al baño, pasarían por mi a las nueve de la noche, una vez más me secuestrarían mis amigos. Vestido de payaso, perdón con traje y corbata quise decir, estaba parado en la puerta de mi hogar, aquel que me vio crecer desde mis días de superhéroe hasta aquellos penosos de no saber que hacía aquí.

Tranquilo y sereno debajo de aquel árbol que vio esfumarse mis grandes sueños pensaba como habían logrado convencerme para salir de mi cueva, una gama de invitaciones a salvar al planeta surcaban el aire pero siempre recordándome que detrás de cualquier acto de bondad hay varios descontentos y dolores, esperando tranquilos para hacer de las suyas, hay gente de gente, con sus poses y categorías, con intereses y virtudes, con defectos e ilusiones pero ningunos tan malos y tan podridos como…la corneta del carro me hizo desviar mi atención, me subí y recibí las respectivas salutaciones, ellos decían este sería un magno evento.

Hasta el funicular que nos llevaría al tope de la montaña tenía nombre, “Latronis” pude leer y me acomodé dentro de aquel carrito sostenido por una guaya. La ciudad se veía tranquila y mansa, no podía sentir ni frío ni calor, las luces se fueron alejando, mis acompañantes bromeaban y se divertían, como siempre habían llevado a alguna incauta con la esperanza que yo la entretuviera y le metiera un cuento, si uno de esos que solía contar, y que me perdonen los sufridos. Con mi sonrisa de falsedad la ayudé a bajarse del funicular para desaparecer de inmediato sin darle chance a nada.

Antes que todo debo reconocer que habían realizado un gran trabajo, el hotel se mostraba a plenitud, la gran gala estaba por comenzar, desde mi lugar observaba a aquella dama buscándome, me reía, para adentro, nunca he podido evitar reírme cuando veo la desesperación de los que no saben esperar o quizás solo buscar. Todo tipo de personajes embalsamaban aquel lujoso salón, la sociedad en su máximo esplendor, bandidos de cuello blanco, pobres de solemnidad, maletines vacíos, frentes en alto, la medida perfecta para el inicio esperado, el número elegido para la realización de la obra.

Inerte desde siempre, nunca pertenecí, no es culpa de nadie, es que soy así. Con disimulo me acerqué a la puerta para irme de aquel lugar pero mi mala costumbre de hablar con porteros y guardias de seguridad me llevó a quedarme un rato mas, un rato que me permitió ver con desagrado la lista de invitados, y no por sus nombres pero por el número, seis, seis, no podía leer el tercer número hasta que finalmente lo vi, otro seis, insignificante en otros momentos pero tratándose de una fiesta tirada por la ventana por el diablo mismo no me quedó otra opción que seguir hablando con el portero hasta que el pobre hombre se cansó de mis historias y se excusó para ir al baño, mis dudas de siempre, irme o quedarme, y así fue como le vi.

Rayos, creo que ese es el símil adecuado, una tormenta frente a mi, como actuar?, un cuento, ese fue mi primer pensamiento, y de golpe me acerqué. Creo que hasta le tropecé, tenía tiempo sin actuar, me presenté como pude, será que todo te da igual triste paladín?, será Policarpio?, mi mente me azuzaba con pensamientos irracionales, o serán los mas racionales que yo puedo tener, no lo se, no lo quise averiguar, sus ojos, una mirada para perderse, no me creerían, pero así es.

Entonces ella quería escaparse, a eso le enseñaron, “no se habla con extraños mija” decía su mamá, pero como dejarle ir, no sería digno de un indulto, imposible de sobrevivir. En ese instante la orquesta iniciaba su toque especial, yo no me acordaba de bailar pero siempre supe que al verla tenía que intentar. En medio de la gente y de su ínfimo pasar hablaba de aquel juego, de su comienzo y su final, de cómo ella ganaba fuera lo que fuera. Yo me reía al escuchar, recordando el pasado, viviendo el presente y soñando en el futuro, juego que nunca jugué y no pienso caer, pues no se trata de jugar quizás es mas bien de compenetrar.

Nunca pensé que se relajaría pero lo hizo con el pasar de los minutos, ella sola empezó a hablar, de lo cómico que resultaba conocer “desconocidos”, como sus amigas hablaban de historias que terminaban bien y que en definitiva cada quien encuentra si sabe buscar, la espera tiene que terminar. Hizo un alto en sus pasos para dar entrada a la racionalidad, un conjunto de pensamientos acerca de que hacer, como serían las cosas, que nos conviene o no en un momento dado no está dictado por la razón, es solo un cuento, de esos que solía echar, pero con el ingrediente de la verdad, aunado a la importancia del asunto y por supuesto con la realidad que supone aceptar a un loco con planeta propio y olvidado por aquel en el que vive.

“Equivocado no puedo estar" dije con voz pausada, “con cada segundo que siento pasar, sin lugar a dudas podemos darle vueltas y tratar de comprender, pero es que no se trata de un todo, de la nada, ni de esto ni de aquello, creo solo que radica en la capacidad infinita del querer, que se transforma en poder, y con esto el hacer, y poco a poco afianzando lo que tiene que suceder, son muchos los sueños con que todos empezamos, y cuantos de ellos nos acompañan al sentirnos terminados, pero si llevamos muy adentro aquel que siempre anhelamos podemos estar seguros que ha valido la pena y por eso nos encontramos”.

Un minuto mas tarde en el podio que estaba a la derecha de aquel salón se subió aquel hombre amado por muchos, temido por otros e irrespetado por mi, valemos adentro no afuera te informo bandido eterno. Con su mirada penetrante y con voz tenebrosa anunció con una calma pasmosa que habíamos sido invitados, invitados para robarnos, él y sus secuaces de siempre nos quitarían todo aquello que tuviera valor, pero de inmediato y como siempre mi mente no deja de pensar, a que valor se refería?, pues perder mi traje de payaso sería bienvenido pero hay cosas que por mas que nos de igual el planeta no estamos dispuestos a perder y sería bueno contarles que sus ojos amarillos me han hecho de nuevo creer.

Rápidamente la partida de bandidos se colocaba delante de cada quien para despojarle sin pasión, infligiendo el dolor, recordando la traición, quitando poco a poco la materia y el perdón, la posesión y la misión, un trueno de hielo recorrió mi interior al ver que el ladrón y sus amigos habían descubierto que monedas van y vienen pero un sueño es invaluable, de a poco iban dejando a los invitados inertes y febriles, sin nada afuera, con menos adentro, sin pensar se llevaban el todo y la nada, quizás era aquello lo que yo esperaba.

Intenté buscar mi china pero no la había traído, mis instintos de huir florecieron al pasar, es muy fácil correr y dejar pero como podría explicarme a mi mismo que la espalda había dado a el tesoro mas buscado, hay perdones de perdones, y si esta vez me fallaba a mi mismo mi descanso buscado sería solo un tormento explicado. Su voz me hizo voltear, con calma y tranquila me hizo recordar, un pasado lejano donde corría con capa en busca de un sueño, aquel mundo que siempre busqué, lo bueno sobre lo malo, la risa sobre el llanto, como magia, como aquellos actos imposibles que solía realizar, desaparecieron frente a mi el ladrón y sus secuaces, para nunca mas volverles a ver, ni siquiera en una fiesta de disfraces.

Como se abren las nubes al pasar la tormenta pude ver a lo lejos aquello que me rodeaba, el sentido se lo damos nosotros, esa es una de las razones que me costó comprender, pero no debemos descansar pues tarde o temprano se debe llegar. Todos tenemos un lugar, pequeño o grande, solo tenemos que encontrarle, si la búsqueda es cuesta arriba hay que seguir pues no solo nos hacemos sino que encontramos la medida.

Hoy miro atrás, quizás fue aquel mismo día, una noche u otro sol, y en aquella montaña pude decir “sin duda que tu entiendes mas a este mundo y sus criaturas, yo por mi parte te estaré agradecido eternamente por devolverme las ganas de vivir…

Wednesday, July 07, 2010

Existen historias de historias, algunas que puedo contar y otras que debo callar, a veces la fina línea entre la realidad y la imaginación nos llevan a pensar si es que existe una razón. Caminamos, esperamos, nos movemos en un sin fin de motivos creados entre la ficción y la verdad, inmersos en esa corriente que algunos denominan vida y que otros simplemente tratan de llevar, en una de esas historias que me ocurrieron en mi andar, es solo una que me viene a la memoria y puedo ahora contar.

A veces miro atrás y no se por donde empezar, es que hay situaciones que se tornan difíciles de explicar. En las frías noches de invierno mi mente vuela hacia aquel lugar, en el cual me encontraba por alguna casualidad, que no es lo mismo que la causalidad, en este andar se ven cosas que no podemos explicar, si sienten entonces nos queda de que hablar. La vida es una apuesta perdida, ciertamente perdida, pero con la esperanza que el croupier se equivoque.

La estatua de Simón Bolívar se mostraba de forma impactante, su espada levantada en señal de victoria perdurable, la libertad explorada su máxima expresión, el caballo imponente brillaba en aquella tarde calurosa de la capital palpitante, de la mágica Caracas, mágica en todos los sentidos que un ser humano puede apreciar a lo largo de un vivir. Debajo de la estatua, un malandro con permiso expedido por el presidente de la república me atracó para llevarse por tercera vez mi teléfono celular, no conforme con esto, me dio una burundanguita para que no se me olvide jamás que malandro manda en el país que no es país sino una burla con nombre propio.

Desperté al lado de una gasolinera, sucia y polvorienta, en el Centro de Caracas, sin documentos, cansado por el largo viaje que me había traído a ese lugar, mi vida ajetreada parecía no tener un rumbo claro, vivía eso es lo que hacía. Alguien me había metido diez bolívares en el bolsillo, quizás pensando que era un viejo pordiosero. A pesar de saber que debía hacer hay momentos en que saber no es poder, después de respirar hondo y archivar en mis neuronas el plan a seguir, en marcha me puse sin poder distinguir. Alguien se acercaba, una luz en un sinfín de sombras.

“Buenos días” me dijo la dama mostrándome el camino hacia la puerta del carro, que no tenía pinta de taxi, ni ella de taxista. Yo hice un gesto de saludo y me subí al automóvil que de inmediato se puso en marcha. El pequeño bólido plateado aceleraba a toda prisa por las calles de la capital, la velocidad se sentía en mi frente, el viento golpeaba mi mente, algo disperso miraba con detenimiento aquellas manos, que poseídas por un demonio burlón no soltaban el volante. Después de unos cornetazos y cuasi-choques quitó el pie del acelerador y se volteó a mirarme.

“Espero nos disculpe por el malandro, en realidad la idea era solo darle la burundanga y no atracarlo, pero ya sabe como son las cosas aquí” dijo la dama de bellos ojos claros, una tonalidad distinta, guardada solo en los secretos celestiales. En realidad yo no tenía muchas ganas de conversar, muchos menos filosofar, y di una respuesta cualquiera, vaga, efímera. Ella continuó su discurso, hablaba de todo aquello que estaba frente a mis ojos pero que quizás no podía ver. Vemos lo que creemos, creemos en lo que vemos. Mi amigo inmemorial me hizo un comentario acerca del cerebro de la dama, no lo puedo repetir, el puede a veces, ser algo disparatado.

Adentro de aquel edificio viejo, y después de contactar a la persona correcta, me llevaron a un pequeño ascensor, de manera repentina subí unos cuantos pisos para abrirse una puerta y encontrar ante mi aquel letrero, “La Comunidad de la Mentira”, se podía leer en grandes letras a molde, en efecto era cierto, allá en Caracas funcionaba aquella macabra organización dedicada a verter mentiras en todo el mundo. No me extrañaba que un país tan podrido existiera este tipo de sociedad, por otro lado me entristecía que fuera una realidad latente. Mi tarea era desintegrarla, atacar sus bases sin piedad, pero como lograr un cometido si el enemigo se basa en el bastión de la no realidad.

Sentado frente a un escritorio la misma dama que había fungido de taxista me hacía preguntas, muchas de ellas, buscando determinar la veracidad de mis motivos, ella como todos ahí pertenecía a esa extensa organización que poco a poco se comía al mundo, de manera sutil y con poca compasión. De pronto extendió su mano y se presentó, “Lipetomi Unchsteiger”, “soy la secretaria ejecutiva de nuestra organización, y por los momentos el único contacto que tendrá aquí para verificar si en realidad desea extender nuestro lema alrededor del planeta”. Yo con una sonrisa en mi cara me limité a plantear todos mis argumentos, expresando mi interés en torturar a la humanidad a punta de mentiras para hacerles creer que el planeta era el lugar soñado. La dama se regocijaba al escuchar mis planes macabros, “excelente, excelente” decía mientras soltaba carcajadas por doquier.

“Pues bien, creo que usted es un candidato perfecto para ser miembro de nuestra organización” dijo Lipetomi, “le voy a llevar a una charla que en este momento dicta nuestro máximo jefe, usted sin lugar a dudas la va a disfrutar, luego finalizaremos el papeleo y entonces se pondrá usted en marcha, a acabar con el planeta, que viva la mentira” gritó mientras me daba una palmadita en la espalda.

En aquel salón se encontraban una serie de personajes que no quiero recordar, sentado en una silla con Lipetomi a mi lado escuchaba a aquel demente soltar barbaridades por su boca, el jefe de la organización, claro está, el gran Señor No, convencía a todos los allí presentes que por medio de la mentira el mundo les pertenecería, era solo cuestión de seguir y tratar, unos años y el planeta se movería en las garras de la eterna falsedad.

De pronto pude notar como una lágrima caía sobre la mejilla de Lipetomi, en un principio pensé que la demencia la había dominado y se emocionaba al escuchar tan macabro discurso, pero sus ojos, aquellos que aún recuerdo brillaban de una manera extraña, tratando de hablar, tratando de escapar, a veces estamos sin querer o seguimos sin placer, caminos ocultos se abren de día para esconderse y perderse en la noche.

Sabiendo que mi misión era clara, supuse que ese era el momento para poner a cabo mi plan de ataque, miré a los ojos a Lipetomi y le dije “vamos a estar claros, desconozco la razón de tu pena escondida, pero usted no pertenece entre estas sabandijas”, ella aún con lágrimas en los ojos me susurró que nos matarían en el río Guaire si tratábamos de hacer algo, mientras aquel demente seguía hablando ella contó lo que llevada en su manto.

Lipetomi me explicó como había dejado de creer en los seres humanos, la mentira, justamente entraba tranquila en su estado de ánimo. Los colores y matices solo los ponemos sobre los grises, en un desierto ya vagamos y por siempre encontramos, en algún lugar del universo hay cabida para lo cierto, no podemos descansar es un largo camino este majestuoso andar, en cada destino existe un motivo, buscamos, tratamos y nunca llegamos, quizás en la frente está la razón pero inconformes volteamos y no es de perdón.

Interrumpí al Señor No tal cual como me había trazado en mi plan, un plan que había discutido días antes con mi otro yo, de tres años y algo irresponsable, el cual insistía que mientras se dormía no se podían decir mentiras. Comencé por soltar una tras otra verdad, verdad tras verdad, el hombre enfurecido gritaba enloquecido, muchos años sumido en una mentira es olvido. Los otros oyentes cayendo del trance empezaron a hablar de aquellas verdades desechadas en vano, como naipes al aire cada quien distinguía, con tanta franqueza la luz del sol se veía. El demente jefe de aquella macabra organización comenzó a dar órdenes que todos desobedecían pero como siempre sucede algún peón resarcía. En segundos y en sueños todo cobraba vida.

Tuvimos que huir del recinto por una puerta trasera, la confusión reinaba en aquel lugar donde la verdad y la mentira se enfrentaban por primera vez en largos siglos. Lipetomi conocía el sitio a fondo y nos guió hasta un sitio seguro, o eso creíamos, un ruido estruendoso sintió su enojo, los seguidores del Señor No venían por nosotros.

Corriendo por la Ciudad Universitaria mientras el mismo malandro que ya me había robado trataba de capturarnos, llevaba de la mano a Lipetomi, quien a pesar de la situación me miraba sintiendo, buscando razón. Avanzamos a un paso constante, tajante y pujante, los gritos de odio se sumaban sin cesar, mirar al horizonte en pos de alcanzar, a lo lejos escuchaba como su voz se desvanecía, la luz del día entraba en mi ventana, mi cama vacía me guardaba celosa, la pena guardada resultaba venenosa, son cosas que son, que van en el viento buscando el final, si buscas encuentras y eso es verdad.

Me paré en seco y saqué mi china, disparé directo al cerebro del malandro que cayó aparatosamente en la acera mugrienta. Me acerqué y procedí a atracarlo yo, le quité todo, incluyendo sus patéticos jeans con parches y su franelita Maltín Polar, no pude contenerme y le pisé la mano hasta que por arte de magia se levantó y me prometió que se pondría a trabajar en la Policía Metropolitana, aunque eso es ya otra historia en sí, y para los curiosos por si fuera poco recuperé mi celular.

Desperté de golpe, tratando de buscar, añorando el final, entre lo real y lo virtual hay una línea fina que no se ve desde el umbral, los sueños son solo eso, lo real es un paso entre el pasado y el futuro, es solo una historia más, alguna que he podido contar y que por un momento pensé no iba a terminar, la realidad es el recuerdo de aquello que olvidamos, el pasado tiene al tiempo como aliado, el presente solo dura un instante y el futuro tiene las sorpresas a su favor…

Wednesday, June 09, 2010

Pamplona

Después de varios días sin que ningún tipo de evento externo moviera los cimientos de mi tranquila y pasmada existencia, mis neuronas incapaces de dejarme descansar por más de dos minutos comenzaron a procesar que debía inventarme algo para que mis venas y arterias sedientas de adrenalina no fueran a sentirse abandonadas, so pena de arrecharse conmigo y no permitir el paso de sangre con fluidez, causando por ende terror en mi interior y desembocando en una ida innecesaria al hospital para ser devuelto por loco sin destino. Después de darle vueltas a mi pesada cabeza por varios minutos y aprovechando que estábamos en pleno verano llamé a un taxi, me fui al aeropuerto y monté en un vuelo hacía Madrid, España.

Madrid no era mi destino final, y después de pasar por el Santiago Bernabeu para echarle una maldición al equipo asqueroso ese que juega allí, me subí a un tren que me llevó a un pequeño pueblo situado entre Valencia y Alicante en donde me reuniría con Paco Añor, científico arruinado y viejo amigo de la casa, en su diminuto pero altamente tecnológico taller. Una vez finalizadas las introducciones de rigor Paco me dijo "pues bien tío, que te trae por aquí?, "mira Paquito, yo quiero que me construyas una especie de toro-vaca totalmente mecánico para meterme dentro de él y lanzarme en las fiestas de San Fermín en Pamplona, pero no de huevón, vestido de blanco con pañuelito rojo, no, no, yo voy a ir metido dentro del potente animal para clavarle los cachos, que además me los vas a hacer de titanio, a ese poco de coño e' madres que ladillan a esos pobres animalejos", "no se trata de una venganza Paquillo" le dije, "es cuestión de equilibrar el universo, de dar un chance a los desvalidos". Paco quien me miraba entre sorpresa y alegría pues era un defensor acérrimo de los animales me dijo "pues Policarpio, trato hecho, me gusta tu idea y además le voy a poner algunos detalles para que se vuelva más letal el animalejo, joder hombre, pero es que tienes unas ideas que le ronca el mango".

Paco trabajó sin cesar durante toda la noche mientras yo me relajaba, como siempre pensando, en aquellas cosas que me hacen feliz, las simples, la simpleza de la vida, sin muchos vericuetos ni batallas enfermizas por luchar. A la mañana siguiente pude ver como los frutos de toda una noche en vela se habían convertido en una potente máquina devastadora envuelta en la apariencia de un toro o vaca que fácilmente se confundiría entre la multitud taurina de las famosas fiestas del terror. Paco afinó los últimos detalles, con cuidado y precisión, con un brillo en sus ojos que me llenaba de fuerzas para acometer mi misión.

Me explicó algunos truquillos que me servirían para hacer de las mías y dándome un abrazo me dijo "bueno tío anda a ensartar a ese poco de bestias que son dañinas para los animales, espero verte en las noticias, como voy a gozar viendo al toro inteligente" y se rió a carcajadas.

Con mi toro-vaca metido en una caja me eché el viaje hacia Pamplona, en al avión tuve que convencer a los empleados de Iberia que se trataba de un muñeco para promocionar las fiestas de San Fermín, finalmente y después de poner acento español y cantar una especie de jingle que decía así "Toro torito que bonito, la fiesta va a comenzar y todos vamos a gozar" me dejaron subirme al avión y a mi toro lo colocaron en el compartimiento de carga del mismo algo recelosos por considerarlo un artefacto desconocido y con naturaleza dudosa.

La ciudad comenzaba a llenarse con los cientos de turistas que cada año visitaban el sitio para participar en las fiestas, personas que como todos en el planeta buscaban diversión, horas de juerga, desate, joda eterna, bebederas y demás. Solitario como siempre caminé las calles para irme llenando del ambiente festivo y alegre, me tomé una Coca-Cola sin hielo que sabía a orine y charlé con unas suecas que participarían en las corridas y que insistían en que debía correr con ellas pues nunca lo habían hecho con un venezolano, yo como no entendía el sentido exacto que le estaban dando al verbo "hacer" dentro del contexto de la conversación y por tener una misión clara me excusé diciendo que nos veríamos por ahí y les invitaría algo de tomar.

Después de dormir placidamente me paré muy temprano, recuerdo que soñé con un toro, un animal implacable, vestido de policía que ponía orden en el caos terrenal. Cargué con mi toro-vaca y sigilosamente lo escondí cerca de los establos donde estaban los animales que iban a perseguir a los corredores ese día, sin que nadie me viera me metí dentro del aparato dotado de la más alta tecnología, desde un GPS hasta dardos tranquilizantes, válvulas de aceite y cachos que se movían según el objetivo, equipo de música para animarme, estampitas de diversos santos para salvarme y una cajita de chicles con su respectiva ramita de ruda para la buena suerte.

Una pequeña cámara me proporcionaba la visión necesaria para el exterior y seis latas de Coca-Cola con un pedazo de jamón serrano servirían para mantenerme en pie durante la travesía. Esperé paciente, cual soldado en guerra, cual amante por su amada. Se acercaba la hora de los encierros y por suerte Paco había colocado un ventilador dentro del toro-vaca, el calor me tenía agobiado y no veía el momento de poder empezar a llevarme gente por el medio sin piedad alguna.

Con la visión periférica de la cámara pude ver como estaba por comenzar la fiesta, encendí mi animalejo y me coloqué mi casco protector, de pronto y sin aviso soltaron a los toros que salieron disparados, reconozco que al principio me costó un poco maniobrar aquel mastodonte de metal forrado de fieltro blanco y negro pero después de unos cuantos carajazos logré estabilizarlo. En pocas palabras y simplemente era una bestia más bajando a toda mecha por las calles de San Fermín. Comenzaron a aparecer las personas y aquí fue cuando la emoción se apoderó de mi ser, comencé por colocar en la mira a un infeliz regordete que trataba de correr mientras sostenía una botella de cerveza en su mano, mi potente arma letal funcionó a la perfección pues embestí al tarado a una velocidad mayor de 60 kilómetros por hora por una nalga y lo lancé a más de 10 metros de altura, cuando cayó pude ver como un hueso le atravesaba la carne de su muslo y me dije en silencio y solo para mi "verga esta máquina demoníaca es más potente de lo que yo pensaba."

Continué mi recorrido y comencé a bañar las calles de aceite, el relajo era espantoso, los corredores resbalaban y caían como barajitas quedando a merced de los toros que los cornaban con placer y dedicación, en medio del caos aprovechaba para seguir embistiendo infelices que volaban por los aires dándose unos coñazos sabrosísimos cuando caían en la calle, pude divisar a una de las suecas de la noche anterior y me dio lástima embestirla pero le disparé un dardito tranquilizante que la envió a un sueño profundo mientras varios toros le pasaban por encima, escuchaba los gritos en toda clase de idiomas y seguía disfrutando el llevarme por el medio a los corredores, mi toro también estaba equipado con tachuelas que iba regando por doquier haciendo que la gente se las clavara para facilitar las embestidas de mis congéneres.

Finalmente logré divisar el final de la calle y pude ver como un grupo de idiotas formaban una especie de barrera humana para detener a los toros, la plaza de toros repleta esperaba ansiosa la entrada de toros y humanos para seguir con el dantesco espectáculo.

Acelerando al máximo y dejando considerablemente atrás a los otros toros me embalé para lo que sería la embestida perfecta, estando a apenas 5 metros de la barrera humana pude oler algo raro dentro de mi toro-vaca y con terror me di cuenta que varios cables estaban achicharrados, el sudor corría por mi frente, morir dentro de un toro-vaca no era exactamente lo que había pensado al iniciar mi travesía. El animal de hierro y aleaciones metálicas aceleró a mas de 80 kilómetros por hora para terminar chocando irremediablemente con aquellos pobres infelices, por más que traté de frenar no lo pude hacer y el carajazo fue grande, embalado fui a dar contra un establecimiento de comida en el cual causé mayores destrozos, luego de chocar con cuanta cosa se me atravesó me detuve al lado de una mesa en donde unas aterradas viejas emperifolladas pensaban que un toro las iba a matar, con rapidez y viendo que aquel retorcijo de metal y cables iba a explotar salí disparado por la parte trasera del toro, las viejas gritaban "ay Dios mío está pariendo", "vamos a ver un parto", "desde cuando los toros salen preñados? gritaban otros, al verme salir y ver que no se trataba de un ternero sino de un ser humano los comentarios variaban desde "la vaca parió un humano" hasta "milagro de la ciencia", otros decían "a lo que han llegado estos españoles que cruzan humanos con toros y vacas", yo aprovechando la confusión y el caos reinante me quité el casco y traté de correr sin poder avanzar mucho pues el dolor en las costillas no me lo permitió y me hizo caer rendido en el suelo de aquel lugar lejano y extraño para mis sentidos.

Acostado en la cama de un hospital recuperé la conciencia, si es que alguna vez la tuve, y escuché en la televisión algo así "Jarraitu, egunez egun, 2005ko sanferminetan gertatutakoa, entzierroen kronikak, argazki onenak, xehetasun guztiak festaren lehen lerrotik kontatuta....", con dolor y esfuerzo logré cambiar el canal en donde pude escuchar en perfecto castellano "caos y desastre en el primer encierro hoy en San Fermín, más de 450 heridos y además la presencia de un toro poseído, un animal enviado por fuerzas obscuras, inmerso dentro de lo sobrenatural que causó desastres mayores, las autoridades pertinentes al caso investigan todo el incidente, pero lamentablemente el toro desapareció sin dejar rastro alguno."

Ahí la verdad no entendí nada de lo que había pasado pues pensaba que esta vez si iba a terminar preso, el noticiero continuó colocando imágenes del "famoso" toro que se había llevado todo a su paso, reconozco que una sonrisa se posó en mi cara cuando veía a mi toro-vaca llevándose a medio planeta por el medio, la grabación continuó hasta que ya sin frenos me llevé medio pueblo, aquí mi sonrisa desapareció cuando me pude ver saliendo del toro-vaca ante la mirada atónita de los presentes.

Dos enfermeras que pasaban por allí hicieron unas señas raras y empezaron a cuchichear, yo adolorido y maltrecho me paré de la cama y con cuidado salí de la habitación calculando cada paso que daba, sigiloso y con mi batita de hospital burlé al personal de guardia, salí a la calle, muerto de frío y con un dolor terrible en mi costado, de pronto me gritaron "quieto", "coño ahora si me jodí" pensé, pero al voltear pude ver a Paco haciéndome una seña para que caminara hacia él, Paquito había recogido el toro-vaca y ahora estaba allí para salvarme.

En la carretera hacia el taller de Paco y con el toro-vaca escoñetado en la parte trasera y con mi dolor en el costillar Paco me dijo "tuve que venir, es que me di cuenta que el sistema de frenos no funcionaba, y bueno pues joder, llegué tarde, ya te habías embalado, entonces me paré a esperar que aparecieras pero hombre que velocidad traías, joder que toro más macho." Yo con mis costillas fracturadas solamente le pude decir "arregla los frenos que mañana volvemos."

Friday, May 21, 2010

La Realidad

Santa Claus se preparaba para una Navidad más, todos los ayudantes en el Polo Norte trabajaban a toda velocidad para afinar los detalles últimos del gran operativo que se desplegaba año tras año para poder llevar juguetes a los niños y niñas a lo largo del globo terráqueo. La señora Claus terminaba de lavar el afamado y ultra conocido traje rojo y blanco mientras Santa Claus revisaba con precisión milimétrica la lista que había llegado ese año al Polo Norte con los distintos pedidos y deseos a lo largo del planeta.

En los establos descansaban los famosos renos, Dancer, Prancer, Comet, Blitzen, Dasher, Cupid, Donner, Vixen, en donde eran bañados y consentidos para iniciar la larga travesía en la noche de Navidad. La felicidad reinaba en ese lugar oculto del Polo Norte y nada podría detener a Santa y a su combo en lograr su cometido una vez más. Dentro de la factoría de juguetes los gnomos cargaban cajas y cajas llenas de distintos artefactos, mientras los soldados de la Guardia Real del Norte vigilaban que todo se mantuviera en orden y en perfecta coordinación, sin lugar a dudas la empresa de Santa Claus funcionaba a la perfección desde tiempos inmemoriales.

Santa tomó una taza con café y se dispuso a vestirse, la señora Claus, una viejita amable de cachetitos rojos planchaba el traje dándole sus últimos retoques, "jo, jo, jo, señora Claus, todo listo? preguntó Santa Claus, la delicada dama dijo "si mi amor, todo listo, ven acá y te ayudo a colocarte el traje". Con una marcialidad extrema Santa se colocó su pantalón rojo, su chaqueta rojiblanca, sus botas negras y pulcras, su gorro y su correa con hebilla de oro, se miró al espejo para darle unos toques finales a su barba y se puso un poco de colonia para no llegar mal oliente después del largo viaje en donde tendría que entrar a través de muchas chimeneas para repartir los juguetes.

En la pista de lanzamiento esperaba el trineo fabricado por Boeing y que contaba con múltiples funciones para garantizar la seguridad del viaje más esperado por todos los infantes del universo. Santa junto con su ingeniero jefe le dieron una última revisada y los encargados de los renos los trajeron para colocarles las riendas y los demás aparatos necesarios para el viaje. Santa saludó con cariño a cada uno de sus renos favoritos y les prometió como siempre hacía una merecida vacación de 11 largos meses después de haber finalizado con la noche mágica.

Ajustado en su trineo tomó las riendas, prendió el radar y se puso su cinturón de seguridad, Santa gritó "jo, jo, jo, jo, aquí vamos, vamos, vamos, corran, corran", los renos comenzaron su carrera y en cuestión de segundos levantaron vuelo para perderse en la inmensidad de la noche. Santa revisó los instrumentos y todo parecía en orden, activó el piloto automático y se relajó mientras se comía una torta preparada por la señora Claus. De pronto el radar detectó una posible gran tormenta eléctrica en la ruta marcada en el GPS y en la Computadora de Vuelo. Al momento Santa recibió una llamada de su Comando de Ruta que le avisó que debía desviarse para garantizar la integridad del viaje pautado. Santa introdujo los nuevos puntos a seguir y se relajó.

En un lugar recóndito en Africa tres muchachitos corrían desesperados, "bunda onga yunga buanda" gritaban que no es otra cosa que "funcionaron los rezos al Dios de la lluvia, el guevón del traje rojo se desvió". A todas estas Santa tranquilo observaba el bello paisaje mientras conversaba con los renos acerca de los maravillosos juguetes que se habían construido en su taller. Bata, Mondah y Yubele esperaban ansiosos, de pronto Bata gritó "unga, randa, funga" "prepárense, ha llegado la hora panitas".

Santa se disponía a tomar un sorbo de café caliente cuando un carajazo sacudió al trineo, Santa se quemó en la pierna, "ay coño" gritó "que es esta vaina?, que pasa aquí?, mayday, mayday, mayday gritaba el gordo con traje rojiblanco, todas las luces de emergencia se iluminaron y los renos comenzaron a emitir sonidos de disgusto. Santa sacó el manual con el procedimiento de emergencia y empezó a leerlo con rapidez, el trineo perdía altura y velocidad mientras en la tierra Bata, Mondah y Yubele gritaban llenos de euforia "ruba, fumbe, gurta, macumba, llurumanba", "no jodas le metimos el misil al bolsa ese vestido de rojo, jodimos al barrigón de mierda".

Santa trató de las mil maneras pero nada podía evitar lo que estaba por venir, el trineo cayó en picada y se dio un vergajazo contra un pobre león que dormía placidamente en las llanuras de Africa, el reguero de juguetes, pedazos de trineo y renos heridos era surreal, el león arrecho se lanzó a atacar a los pobres renos que apenas se podían mover después del carajazo, a todas estas Santa bajaba en paracaídas pues se había eyectado para poder sobrevivir, Bata, Mondah y Yubele corría gritando y saltando con antorcha en sus manos mientras decían "ulu zula, bunfem rungue" "coño que de pinga, al fin unos juguetes pa' nosotros, ay que joda".

Santa finalmente aterrizó sin todavía entender que había pasado, se dio su coñazito pues el paracaídas no estaba diseñado para aguantar las 350 libras de peso, así comenzó a caminar hacia los restos del trineo para ver aquel desastre, logró ver las tres antorchas y cuando se acercó a ellas recibió un chinazo en la cabeza con una bola de marfil que lo desmayó de inmediato. Horas más tarde Santa Claus se encontraba amarrado y rodeado de una tribu entera, el pobre viejo barbudo no sabía que había sucedido y dijo "por favor, no me hagan daño, yo soy Santa Claus, y tengo que llevar los regalos a los niños, por favor no le hagan esto a los infantes del planeta", el jefe de la tribu, vestido de plumas y pintado de rojo y verde se acercó y le dijo "gatunba, numba, urba, zumbe" "mira gordito guevón, tu no te has dado cuenta que nunca repartes regalos por aquí, tu crees que estos chamitos no quieren jugar también?

Santa no sabía que decir, "mire señor jefe es que yo me adapto a las indicaciones de los números globalizados macroeconómicos paritarios bonificados estatutarios emitidos por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y bueno así se decide quienes pueden obtener o no juguetes, no es mi culpa, yo solo los reparto", el jefe lo miró y le dijo "funga, balumba, nunze, rutenga" "mira gordo bobo, te vamos a perdonar esta vez, pero el año que viene quiero regalos aquí y me saben a mierda tus números globalizados del coño, o dejas regalos en esta verga o te volvemos a tumbar de un misilazo."

Santa no pudo decir más nada, se limitó a caminar hasta el pueblo más cercano donde agarró un burro que lo llevó a otro pueblo, allí tomó un autobús que lo llevó a otro pueblo, donde se subió a un avioncito que lo llevó a Camerún, de allí tomó un vuelo a París, al bajarse del avión en París y ser reconocido lo querían linchar, el pobre Santa que estaba escoñetado por el carajazo no sabía que decir, lo acusaban de haber jodido la Navidad a todo el planeta, corriendo se escondió en un bar en el aeropuerto Charles de Gaulle, de pronto mientras se echaba un palo de whiskey fue descubierto por la televisión francesa y el reportero gritó en vivo y para todo el mundo " Le bandit est, gras putréfié, ici celle-ci la raison pour laquelle on a fini la Noël, Sainte Claus est un ivrogne!!!!!!! " El bandido este, gordo putrefacto, aquí esta la razón por la cual se acabó la navidad, Santa Claus es un borracho!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!

Tuesday, April 20, 2010

El Príncipe de las Tinieblas

Recuerdo una noche cuando era niño, hace muchos años atrás, la recuerdo perfectamente porque tenía una gripe encima de terror alternativo, de esas que no se quitan ni con jarabe de culebra piche, de aquellas que te hacen toser y sudar con la fiebre. Mi madre siempre atenta me había colocado una toalla gruesa alrededor de mi cuello para mantenerlo arropado, práctica por demás sin sentido pero que ella pensaba aliviaría mi pena macabra, igualmente la recuerdo como una noche en la cual hacía más frío de lo normal, donde la lluvia se escuchaba caer a cántaros y por sobre todas las cosas la recuerdo porque fue la noche en que lo vi por primera vez, aquella noche en que divisé su silueta, fue la noche en que Vlad el Empalador, Drácula ó Draculea como lo quieran llamar decidió venir a joder mi existencia, no solamente era un niñito asustado, con un pestón encima, pero para colmo de males a un vampiro guevón se le ocurrió meterse en mi cuarto a tratar de morderme.

Mi mamá dejó mi cuarto y me dio un beso en la frente como hacia todas las noches, yo como siempre me lo quité, nunca me ha gustado que me besen la frente, lo siento como una especie de despedida final que no puede tener un final feliz. Sudando y temblando por la fiebre traté de ordenar mis pensamientos, pero con 10 años, en la oscuridad y sintiéndome mal no fue mucho lo que pude lograr más que mezclar juegos de video con horrores de tareas que nunca terminan, cerré mis ojos para caer en el delirio de un día con fiebre, en mi sueño escuche ruidos que no pertenecían al mismo, pensé que era mi hermano que pululaba por el cuarto tratando de vengarse de aquella vez que mientras el se encontraba enfermo yo jugaba a tener una banda de rock que le curaríade manera inmediata, pero cuando finalmente logré abrí los ojos y subí la mirada hacia la ventana lo vi parado allí, con su capa negra, su cabello engominado y sus colmillos relucientes de los cuales caía una pequeña gota de sangre.

En un principio pensé que se trataba de una visión producto de la fiebre, o simplemente un sueño idiota y sin sentido, pero el olor a sangre mezclado con viejo sin bañarse hizo que cayera en cuenta que estaba despierto y que frente a mi se encontraba el vampiro más temido en la historia de la humanidad. Asustado me quedé acostado sin moverme esperando a ver cuales eran las intenciones del afamado vampiro, sin dudar un momento se decidió a atacar y se abalanzó sobre mi y mordió con furia mi cuello, lo que no sabía él era que mi cuello estaba recubierto por la toalla y por más que intentó no pudo traspasar la misma, el vampiro arrecho se dijo a si mismo algunas palabras en un lenguaje extraño y se fue de inmediato volando hacia la inmensidad de la noche.

Me quedé toda la noche solo y asustado, la idea de pararme y caminar al cuarto de mis padres y que el vampiro decidiera atacar nuevamente petrificaba mis deseos, permanecí así esperando a que los rayos del sol hicieran una nueva aparición para dar vida al nuevo día. Al levantarse mi mamá fue a revisar como se encontraba su pequeño retoño y me encontró con la toalla toda desgarrada, por supuesto intenté contarle acerca de mi experiencia fantástica pero los adultos no tienen tiempo para escuchar esas cosas o simplemente han dejado de creer en ellas, me metió una cuchara en la boca con remedio para la tos, me dio una aspirina y me dijo hoy no vas a clases, tu estás muy enfermo y además rompistes la toalla en tu delirio. Traté nuevamente de que escuchara mi historia pero salió del cuarto mientras me mandaba a descansar.

Esa noche quedó impregnada en mi memoria, desde aquel día quise saber más y más del vampiro que casi acaba con mi existencia, pedía regalos relacionados con cualquier cosa que tuviera que ver con vampiros y leí cuanta historia existía en el mercado, escribí cartas a personajes que se hacían llamar expertos en la materia pero nunca contestaron, ví películas, compré afiches y guardé cada centavo de mi mesada para algún día lanzarme en un viaje con un solo destino, conocer a Drácula.

El tiempo pasó y como todo en la vida adquirí nuevos gustos y responsabilidades mayores, pero debo reconocer que nunca olvidé al vampiro insignia, así una tarde sentado en mi oficina llamé a la agencia de viajes y me embalé hacia Rumanía para ver si de alguna u otra forma podía conocer al otrora Emperador de Wallachia. Una vez en Rumanía visité Snagov cerca de Bucarest, y el Castillo Bran en las cercanías de Brasov, en un principio dudé si en realidad Drácula era una simple historia que había sido bien comercializada y que no era más que un truco para hacer dinero. Pregunté y pregunté sin obtener una respuesta sensata a donde podría encontrar al vampiro, así fue como sentado en una taverna descubrí que uno de los sueños de mi niñez se iba a hacer realidad, el mesero sin mediar palabras se sentó frente a mi y sin yo poder decir nada ante aquel acto falto de todos los respetos me dijo "el Príncipe de las Tinieblas quiere verlo, el sabe que usted está aquí y quisiera conversar con usted", yo sin saber que decir logré balbucear un débil "esta bien, a que hora?, el mesero me dijo "sígame por favor" y me sacó de aquella taverna por la puerta trasera, caminamos alrededor de dos horas hasta que en la lejanía pude ver la torre del castillo del vampiro. "Hasta aquí llego yo" me dijo el mesero, "solamente debo hacer algo más" y procedió a revisar que no tuviera ninguna estaca, agua bendita o cruz encima mío o en mi morral, se volteó y me dijo "siga el camino, Drácula lo está esperando."

Caminé unos 15 minutos más y me detuve frente a la gigante puerta de madera que daba entrada al castillo, toqué con fuerza y la misma se abrió de inmediato, di unos pasos hacia adentro y de pronto pude ver allí parada a la misma figura que había visto 21 años antes. "Hola Policarpio, como te ha ido?, preguntó Drácula, "muy bien vale, y a ti?, oye te ves viejo mi pana" le dije, la cara del vampiro cambió por completo y me invitó a sentarme en unas sillas con cuernos en el respaldar, "Policarpio, yo sabía que volverías, eres la única víctima que no he podido morder, la toallita esa te salvó y de paso me pegastes la gripe dejándome como 2 semanas enfermo, pero la razón por la cual acepté que me vinieras a visitar es otra, me comentaron que andabas preguntando por mi y al saber que eras tu decidí pedirte un favor a cambio de tu libertad, te explico, yo debería buscarte para liquidarte, tarde o temprano iba a pasar, pero Policarpio te confieso que me he quedado sin dientes" y sonrió, "coño" pensé yo "el vampiro de mierda esta desdentado", solté una leve carcajada pero me dio pena con aquel pobre viejo que no podía mantenerse vivo sin chupar la sangre de sus víctimas, "y en que te puedo ayudar?, "pues bien" dijo Drácula, "necesito que me consigas una plancha, dientes postizos pues, eso si con colmillos afilados, yo se que en tu padre es odontólogo y podrá ayudarme."

"Ahora si", me dije, "si llamo a mi papá a decirle que necesito una plancha con colmillos me manda a buscar con la policía para internarme en el manicomio, ni de vaina, déjame ver que invento". "Mira Drácula" le dije "dame dos días y yo te voy a hacer el favor", el vampiro sonrió de nuevo mostrando sus encías peladas y sinceramente me dio una lástima del carajo. Llamé a un amigo en Caracas y le dije "vete para La Piñata en Chacao, cómprate unos colmillos de piñata y házmelos llegar vía courier a Rumanía", Anacleto, soltó una carcajada sonora y como buen amigo que es, se limitó a decir "colmillos de piñata, Rumanía, courier, un abrazo" y colgó.

Dos días después me encontraba en el castillo otra vez, no sin antes haber agarrado los colmillos de piñata y haberles hecho un trabajo de arte, los barnicé con cuidado y los puse a valer, parecían la obra de un experimentado odontólogo. "Bueno Drácula aquí están" le dije, el Príncipe de las Tinieblas los agarró de inmediato y se los colocó en la boca, la verdad era que me estaba cagando de la risa pero me aguanté y le dije "que bien te ves, nuevamente volverás a reinar en el universo", Drácula se acercó y me dio un abrazo, "gracias, gracias Policarpio, ahora eres libre, puedes dormir tranquilo", "tranquilo pana vampiro" le dije "tu sabes como es, hoy por ti mañana por mi" y proseguí mi camino.

Esa noche Drácula vestido de gala decidió atacar a una bella muchacha, al morderla solo logró que la pobre mujer se cagara del miedo y que le metiera un carterazo por la cabeza que le voló los dientes de plástico, el pobre vampiro indefenso ante la furia de aquella dama cagada y arrecha solo pudo brincar por la ventana y escapar.

Yo dormía placidamente cuando sentí que besaban mi cuello con fuerza, en mi sueño juraba que era Kate Beckingsale que se había dedicado a dejarme unos "hickies" en mi cuello, de pronto desperté y vi al vampiro viejo y desdentado tratando de morderme con las encías, "coño e' madre" le grité "sal de aquí maldito vampiro usado" y le metí un libro de la historia de la estupidez humana que estaba leyendo en ese momento por la cabeza, Drácula gritó "me jodiste Policarpio, esos dientes de mentira, que tristeza, no valgo nada" y empezó a llorar. Lo dejé que se calmara y le di un vasito de agua, el pobre vampiro acabado sollozaba desconsolado "que mierda soy" decía "se me jodieron los dientes", me levanté y caminé hacia el Bo que no es más que un palo largo utilizado en ciertas artes marciales y se lo puse en las manos, le dije "mira pana, hay que buscar soluciones, a ti también te gusta empalar gente, así que dedícate a eso", el vampiro sonrió mostrándome sus encías nuevamente y saltó por la ventana.

A la mañana siguiente escuché a lo lejos el noticiero "Terror en la ciudad capital, amanecieron empalados 5 diputados de la Asamblea Nacional", yo solo alcancé a pensar "ese vampiro jodedor nunca puede descansar"…

Monday, March 22, 2010

El Bar

Abrió las puertas del bar de un trancazo y se puso a llorar pues se había pegado muy duro, aquel pequeño niño de cinco años se disponía a ahogar sus penas con una Frescolita bien fría y unos ositos de goma, ni más ni menos. Después de calmarse, entre gimoteos, caminó cabizbajo a la barra y le pidió al bartender una Frescolita doble. Se sentó al lado de un pequeñuelo de tres añitos que se lamentaba con alaridos incesantes porque sus padres no le habían comprado la última colección de las tortugas ninjas a la vez que ordenaba un shot de Uvita Hit.

“Tu puedes creer?, le dijo al infante de tres años, se me ha perdido el carrito de bomberos que tenía una sirena que sonaba durísimo, no se donde lo dejé, de verdad que no aguanto esta pena, tu no sabes las horas que pasé jugando con ese carrito y ahora se ha ido, que va a ser de mi vida, como me voy a levantar mañana si ya no está, si mi querido carrito ha desaparecido por siempre. El otro pequeño le miraba atentamente y le dijo, “entiendo tu dolor, que te puedo decir, mis padres se niegan a comprarme la colección nueva de las tortugas ninjas, imagínate me dicen y que son muy caros, pero no les creo, mi mamá siempre carga papeles de esos en la cartera que se los da a la señora en la caja del automercado para que nos den las cosas, yo no entiendo porque no me puede comprar mis muñecos” y seguidamente se puso a llorar inconsolablemente.

Los televisores mostraban el último capítulo de Dragon Ball por un lado y por el otro un episodio inédito de Los Pitufos, en una mesa cercana a la barra cuatro niñitos de seis años discutían fervientemente sobre el nuevo juego de X-Box, uno de ellos insistía en que tenía un truco para pasar la quinta pantalla en donde el monstruo morado atacaba con rayos láser, los otros reían mientras tomaban Kool-Aid y le decían "muchacho mentiroso, esa pantalla no la pasa nadie, eso es cuento tuyo", el otro niñito se sacó del bolsillo un papel en donde insistía que tenía el truco para pasar la pantalla # 5, los otros observaron con detenimiento el mismo y dijeron "na, na, puro cuento, nos quieres vacilar."

En una tarima un mago hacía trucos de toda clase mientras un grupito de niñitos lo observaban boquiabiertos, aplaudían, gritaban y reían mientras entonaban canciones de Enrique y Ana que sonaban a todo volumen en el local. Dos niñitos de cinco años discutían seriamente sobre como cuadrar una negociación para cambiarse unas barajitas del álbum del Mundial de Fútbol, comiendo chocolate y tomando Coca-Cola uno pretendía obtener cien barajitas a cambio de cinco pues eran muy difíciles de conseguir, después de varias horas de discusión se transaron cuando uno de ellos dijo "bueno te doy cincuenta barajitas y te brindo un helado en el recreo del colegio a cambio de ocho barajitas difíciles".

En otro lugar de la barra tres amigos de cuatro años conversaban acerca de las nuevas loncheras en las cuales se podía meter no solamente un termo y la comida sino varios juguetes para no aburrirse en el Kinder. En una mesita algo escondida un grupito de pequeñuelos conversaban airadamente sobre como las niñitas en el kinder los fastidiaban y que siempre tenían que meterle un piñazo a una que otra para que se alejaran de su lugar de juegos, uno de ellos decía "claro es que las niñas si son fastidiosas, sus muñecas y sus juegos bobos, además si estamos jugando y les da por hacer pipí pues todo el juego se atrasa pues tienen que ir al baño y tardarse horas, en cambio nosotros sacamos el piripincho por la reja y estamos listos para seguir corriendo", otro le interrumpía y le decía "no solo eso, además siempre poniendo reglas y queriendo ordenar las cosas, que fastidio de verdad."

De pronto se abrieron las puertas del bar nuevamente y entró un niñito de siete años, llevaba cara de dolor y lloraba a cántaros, se dirigió hacia la barra y pidió una Chinotto con Piña Hit, mezcla por demás explosiva, un infante que se encontraba allí bebiendo limonada y comiendo galletitas le dijo, “que te pasa chamo?, te mataron en la última pantalla del juego de Nintendo? o será que tus papas no te compraron la bicicleta esa que tiene cauchos gigantes?, el otro niño lloraba sin parar y no respondía, que le pasará a este se preguntaba mientras se bebía su limonada, “te caístes y te pegaste?, no se, te quieren hacer comer brócoli y lechuga en tu casa?, el pequeño que lloraba levantó la cabeza y entre sollozos dijo "Elizabeth no me hace caso, le di una rosa y me la devolvió".

Todos los niñitos del bar dejaron de hablar, la música se apagó, un silencio sepulcral reinaba y nadie se atrevía a decir ninguna palabra, de pronto se abrió una puerta en una de las paredes del bar y se escuchó una salsa erótica que se mezclaba con olor a cigarrillo y whiskey, una voz dentro del bar de niños dijo "suelta la Chinotto con Piña Hit inmediatamente, párate de la barra, camina hacia la puerta que se abrió, al pasar la misma encontrarás una mesita con ron, whiskey, vodka y cerveza, agarra un cigarrillo y préndelo, todo esto por cuenta de la casa, y por cierto bienvenido al mundo de los adultos, te deseamos lo mejor y recuerda que sin suerte no se puede vivir!!!