Tuesday, November 22, 2005

Comunicaciones

Darío José Pineda Bóveda nació en Caracas como cualquier otro muchacho de la capital, hijo del magnate de las comunicaciones Rubén Pineda Molten y de una de sus tantas amantes nunca le faltó nada durante su infancia. A pesar de crecer con la figura de un padre que le veía unas dos veces al mes y que enviaba regalos por doquier para apaciguar la falta de la figura paterna, Darío no enfrentó los traumas naturales de un muchacho en esas condiciones, a pesar que su madre hablaba mal de su padre y su padre simplemente no miraba a su madre. Pineda Bóveda siempre se mantuvo interesado por los negocios de su padre, desde muy niño se decía a si mismo que él algún día sería ese señor acaudalado y al que todos le rendían pleitesía por el simple y fútil hecho de tener una cuenta con varias cifras.

Al graduarse de bachiller su padre lo montó en el poderoso jet privado que poseía, un Gulfstream V para los curiosos, y lo envío a estudiar a Chicago en donde Darío se formó en las artes administrativas y de las comunicaciones. Aferrado a la idea que sería el sucesor de su padre pues sus otros hermanastros se habían dedicado a joder y a disfrutar de la buena vida, Darío se graduó como el mejor estudiante de su clase, de inmediato saltó a otra universidad en donde realizó estudios de postgrado igualmente siendo excelso en los mismos. Pineda Bóveda como cualquier otro muchacho de su edad conoció a una bella norteamericana a la cual con unos cuantos cuentos chinos y unos regalitos caros convenció para que fuera su novia.

Una noche sentado en su lujoso apartamento en Philadelphia, en donde realizaba el postgrado, mientras jugaba con su X-Box, Darío sintió la necesidad de ver a la linda muchachita que se encontraba haciendo su pre-grado y que debía permanecer encerrada en los dormitorios de la universidad so pena de ser expulsada. Sin pensarlo dos veces bajó a la caseta telefónica situada al frente de su apartamento, combatiendo el frío y el viento llamó a la universidad de su novia y le informó al guardia de seguridad con voz tranquila y pausada que había una bomba en la residencia número 5 y que lo mejor que podían hacer era evacuar el edificio para salvar las vidas de todos aquellos estudiantes. Igualmente acreditó la amenaza a un grupo llamado "Chichiriviche" el cual protestaba por la tala de árboles y la matanza de marmotas para hacer pieles. El Pobre guardia gringo que al escuchar "Chichiriviche" y no entender un carajo, se cagó en los pantalones ipso facto no dudó en activar la alarma mientras llamaba a bomberos, SWAT, policías, comandos anti-terroristas y la tintorería abierta 24 horas para llevar los pantalones llenos de heces fecales.

Darío se apersonó en el sitio, disfrutando todo el peo que había armado, sintiéndose libre y capaz de hacer lo que le viniera en gana, con cuidado se le acercó a su novia que entre el frío y el terror causado por la alarma a golpe de 11 de la noche temblaba sentada en una acera al frente de la universidad. Susurrándole al oído cualquier mariquera la abrazó y le dijo que había salido corriendo al ver en las noticias la amenaza de bomba, con la misma sacó un anillo de su bolsillo y se lo colocó en su dedo a la vez que pronunciaba las palabras mágicas. La muchacha con lágrimas en los ojos aceptó ser la señora de Pineda de inmediato. Darío observó con cuidado el terror en las caras de las personas de la residencia, mariposas revolotearon en su estómago y besó con pasión a la muchacha que acaba de aceptar ser su compañera de vida.

En Caracas y con esposa nueva, apartamento nuevo, carros nuevos y todo nuevo Darío comenzó a trabajar de inmediato en la empresa lider de las comunicaciones. Su padre lo hizo su mano derecha de inmediato y le entregó carta blanca para hacer y deshacer con la empresa. El viejo confiaba en su inteligente retoño y no dudó ni un minuto para comenzar su retiro gradual de la poderosa compañía. Sentado en su enorme silla de cuero vinotinto y mientras se bebía un whiskey Darío marcó el número de su casa, la voz emocionada de su esposa reveló que un pequeño ser venía en camino. Pineda Bóveda fingió estar alegre por la noticia y le dijo a su esposa que en la noche celebrarían, que lamentaba no poder hablar más pero se encontraba ocupado cerrando una transacción importantísima que no admitía ningún tipo de espera o distracción. Colgó el auricular y subió al piso 20 de la Torre Pineda, allí en el centro de telecomunicaciones de la empresa conversó pausadamente con uno de los ingenieros que laboraban en el recinto. Entró a un cuartico privado y tomó el respondedor de un avanzado equipo de comunicaciones, colocó ciertos datos en una pantalla cercana y se limitó a esperar, de pronto una voz al otro lado dijo "buenas tardes, Clínica Botaforro", "Mi nombre es Pedrag Janikowicz, representante del Ejército Patriota Yugoslavo, hemos soltado una bacteria letal en los quirófanos de esa porquería, pronto se regará por todo el hospital prepárense a morir!!!!!!!!!!!!!!!

Sin perder tiempo se dirigió a la clínica para ver el caos que había formado, allí entre policías, bomberos, medios de comunicación y gente corriendo alarmada identificó a una interesante mujer que corría despavorida, la paró en seco y le sacó un anillo y se lo puso en el dedo. La dama asustada y sin entender de que se trataba todo aquello trató de seguir corriendo, Darío la tomó por el brazo y la besó. Una sonora cachetada retumbó al son de las sirenas y gritos, Darío la volvió a besar, la mujer más dócil se entregó cual chivito huérfano al beso de Darío, sin dejarla hablar Darío le pidió que fuera su mujer por el resto de los días. La dama sin entender aún le dio su número de teléfono, se quedó con el anillo, lo volvió a besar y se fue gritando por la calle. A las dos horas Darío la llamó, la mujer ya calmada accedió a cenar esa noche con Pineda Bóveda, con algo de cuentos rusos y una mirada penetrante Darío convenció a la dama para irse a un apartamento, ahí le entregó las llaves del mismo y le dijo que ahora era de ella, la dama sorprendida se le guindó cual koala y le estampó un beso, sin lugar a dudas las historias de hadas existen pensó la esbelta mujer.

En su casa, Darío conversaba con su esposa acerca del nuevo miembro de la familia, al parecer eso no se encontraba entre los planes, pero Darío manejó la situación con entereza y se limitó a sonreír y hablar de lo maravilloso que sería la presencia de un pequeñuelo retozando por el apartamento. Con dudas en su mente apoyó su cabeza en la almohada, su esposa dormía placidamente a su lado, las cosas no iban muy bien y parecía improbable que la mujer hubiera salido embarazada, con un mar de pensamientos cruzados concilió el sueño solamente para despertarse durante toda la noche con la intermitencia de un bombillo que se niega a morir.

A la mañana siguiente y luego de salir de compras con su esposa para apertrecharse de enseres para el nuevo pequeñín, Darío se fue al trabajo. Por semanas y meses se dedicó a trabajar cual hormiga, en las noches visitaba el apartamento de la dama esbelta y le llevaba regalos. Luego a su casa con más regalos para su mujer y el nuevo bebé próximo a llegar. La rutina de esos días, semanas, meses se apoderó de Darío. Finalmente el niño nació, Darío Rubén le llamaron y la vida continuó su andar regular. Sentado en el cuartico privado situado en el piso 20 de la Torre Pineda, Darío introdujo unos datos en la pantalla, tomó el respondedor y esperó, "buenos días, Aviasol", "si buenas señorita, mi nombre es Lucas Pedro Valbuena, solo llamo para informarle que su vuelo # 112 con destino a Porlamar explotará en pocos minutos".

Embalado por la autopista Caracas-La Guaira Darío silbaba alguna opereta que en algún momento había escuchado, estacionó su vehículo y se dirigió a la puerta de salidas del terminal nacional, allí un revuelo sensacional colmaba el ambiente, haciéndose el loco preguntó que pasaba y le informaron de inmediato, con una sonrisa oculta y con mariposas en el estómago se paró a esperar a los pasajeros que salían del vuelo que supuestamente sería siniestrado. Divisó a una linda muchacha de unos 25 años y la abordó, sacándose un anillo del bolsillo se lo entregó a la todavía pálida damicela, le ofreció llevarla a la casa pero en cambio la llevó a un lujoso apartamento, le entregó las llaves del mismo y la besó apasionadamente, la pobre niña que no entendía un carajo se limitó a seguirle el juego y se entregó por completo. Lo único que alcanzó a decir antes que Darío saliera por la puerta fue "no me vayas a romper el corazón".

Pasaron unos meses, es más creo que años, y el pequeño Darío Rubén seguía creciendo, los negocios bien como siempre y la vida de Darío se manejaba entre su trabajo, sus damas apartamentales, como las llamaba él, y mantener feliz a su esposa con regalos caros y uno que otro acto que demostrara algo de afecto para no extinguir la llama por completo. Sentado en el cuartico privado tomó un teléfono y llamó a la oficina de su padre, colocando un pañuelo en el auricular y con voz fingida dijo "viejo de mierda, no te muevas, tu silla está cargada con C-4, un solo movimiento y vas a ser carne molida", del otro lado la respiración entrecortada del ya anciano Pineda Molten se escuchaba a todo dar, el golpeado corazón se movía dando saltos sin ritmo y la vida de aquel anciano se escapaba sin aviso. Darío bajó hasta la oficina de su padre quien con mucho cuidado le había informado a su secretaria de lo que estaba pasando, entraron a la oficina del mismo y Darío sacó un anillo el cual le puso a la secretaria en el dedo, el pobre viejo que no entendía nada de aquello, y al ver que Darío besaba a una de sus amantes largó un último suspiro y dejó de existir para siempre. Después de recoger el cadáver, Darío se llevó a la secretaria a un lujoso apartamento, le entregó las llaves y le dijo "ahora eres mi secretaria", sonrío y se fue a su tour habitual de apartamentos para finalmente llegar a su casa.

Darío Rubén ya tenía siete años, Pineda Bóveda todavía inseguro acerca de su paternidad miraba con recelo a su esposa que simplemente seguía allí por la comodidad que representaba ser la compañera de aquel magnate. Un día como cualquier otro Darío estaba en su oficina cuando sonó el teléfono, una voz infantil dijo "hola papi, creo que mami está muerta". El corazón de Darío aceleró a su máxima expresión, la adrenalina se hizo cargo de sus sentidos, con rapidez se subió a su poderoso carro y metió el pie hasta el fondo, embalado por la autopista no lograba ordenar sus pensamientos, de pronto un camión lleno de vigas se interpuso en su camino, el frenazo, el coñazo y la vida. En aquel asiento de cuero yacía el cuerpo sin vida de Darío José Pineda Bóveda, los mirones se agolpaban, la policía y una ambulancia hicieron su entrada, tapado con una sábana blanca descansaba Darío, al poco tiempo apareció un carro último modelo, del mismo se bajaron una señora y un infante, la mujer en llanto tendido se acercó al destrozado carro, el niñito miraba unos pasos más atrás, la mamá del niño lo tomó de la mano y le dijo "ven hijo, para que le des un último adiós a tu padre", el pequeño se acercó y susurró al oído del cuerpo inerte "todavía tienes dudas de que soy tu hijo?