Sunday, September 24, 2006

Repetir

“Vuelve!, regresa Policarpio, te ordenamos que regreses, demasiado desbalance has causado, retorna de inmediato, es acaso que no extrañas?, es acaso que no sientes?, donde te has escondido?, da la cara, solo queremos una parte que nos faltó por llevarnos, tu alma triste paladín. Ven de nuevo, aquí te esperamos para tratar de partirte poco a poco. La muerte te queda corta, tu estás solo y los que podrían defenderte han sido aniquilados.” Siento que mi cuerpo está tenso, casi tieso podría decir, mis manos dormidas y mi franela sudada, abro finalmente los ojos, es otro de esos sueños, uno más en donde me desposeen, en donde intentar llevarme, otro en el cual logro escapar al sentir la realidad en mi piel, y allí sonrío, no me queda otra pues liberarse de la suciedad no tiene precio.

Allí me quedo estático, viendo las sombras a las cuales ya no temo pues son parte de mi existir, me cercioro que es solamente un juego en mi mente, que no se trata de algo factible, que simplemente debo levantarme, lavarme la cara y mirarme al espejo, los ladrones solo pueden aparecer en mis sueños, es que nunca han existido. Me incorporo y siento como las gotas de sudor corren por mi espalda, a veces creo que siento su respiración engañosa cerca de la mía, por momentos dudo, dudo de mi mismo, pero ya para ese momento es tarde, no hay tiempo para dudas, la ciudad se mueve constante, la maldad se encuentra suelta, atenta a cualquier resbalón, jugando, escondida en las esquinas, esperando, en su eterna espera del perdón.

A lo lejos escucho un grito que pide auxilio, me levanto hacia mi ventana para darme cuenta que nadie llama a un superhéroe desterrado, el pasado es la realidad de la tristeza. Mi almohada da muestras de la batalla, mi sudor la baña por doquier, librar batallas con ojos cerrados, es que cuantas veces el planeta puede ser despiadado?. Prendo la luz de la mesa de noche para escuchar la queja de mi hermano, el comprende que mi existencia está marcada pero su vida tiene derecho a no ser perturbada. Me hace una seña rogando que apague la luz, mis ojos demuestran el miedo propio de una noche de esas, él también ha sido alcanzado por la asquerosidad de los insultos, por la intrusión agobiante de una desquiciada constante, ahora comprende de nuevo que soy su sangre, cierra sus ojos y perdona la necesidad de la luz brillante.

Es jueves, eso creo recordar, el aparato del juego maligno se pone en marcha, sin pensarlo mucho me lanzo a la calle, aún mi conciencia no me permite olvidar que mientras pasen los segundos en algún lugar del universo un ser humano pide a gritos justicia, la mía, la de ellos, pero nunca la poderosa. Hace frío esa noche en el valle, quizás es la manera de recordarnos que necesitamos el calor, es solo un pensamiento que cruza mi mente, quizás es el recuerdo de aquello que no fue. Mi perro Alerón me acompaña, fiel a sus principios, en su mundo no hay cabida para traiciones, si solo supiera que pasa en el mío. Finalmente decido bajarme en una plaza, no se como he llegado allí, es Diciembre y un pino adornado me llama la atención, me recuerda que los ladrones iniciaron su plan apertrechándose en la vulnerabilidad de ese mes, aprovechando que la sorpresa siempre lleva las de ganar.

Me pasa por delante un heladero, es un viejo calvo, con mirada perdida, con su carrito lleno de promesas para niños, la campanita atrae a los infantes quienes después de obtener su premio se acercan para jugar con Alerón, el gigante de dos colores se regocija con la capacidad inmensa que tienen los pequeñuelos para compartir, me hacen preguntas, simples y directas, de esas que comprendo y que se contestar, más bien que deseo contestar, sus sonrisas me trasladan a un tiempo distinto y entonces comienzo a hablar, de seguro ellos no van a juzgar mi historia, escucharán para luego irse a sus casas, para continuar con su camino, simplemente para nunca olvidar que las cosas toman su puesto, y que nadie se puede llevar nuestro lugar en el universo.

Mi vida apenas comenzaba, es decir, mi vida después de haber sido como ustedes, le digo al grupo que me mira con atención, al decirles que soy un superhéroe se les ilumina la cara, no preguntan si les estoy mintiendo o trato de timarlos, simplemente aceptan que hay cabida para todo. Era una noche muy clara, y debí haberme quedado en mi casa, pero como siempre decidí darle una oportunidad a la humanidad, o quizás ella me la brindaba a mi. La insistencia de mis amigos me hizo ir a aquel lugar, para ese entonces no había sido robado, todavía quedaba en mi la esperanza de encontrar el camino. Dentro de aquel local las cosas se movían a toda prisa, los humanos no han comprendido que el juego del terror se debe jugar con paciencia y no con insistencia.

Era un lugar distinto debo reconocer, un bar con un jardín al fondo en el cual había aparatos de diversiones, juegos para obtener algún premio y hasta una pista para patinar sobre hielo. El grupo con el que salí aquella noche todavía se sorprendía de mi presencia, a veces pienso que algunos me temían, otros desconfiaban y los que mis aliados eran simplemente no se preocupaban. Estaba sentado en un banquillo, solo, todos se habían dispersado, pensaba en todo aquello que no se debe pensar, en esas cosas que te pueden resquebrajar. La ví pasar, esa es la historia de las vidas, siempre vemos pasar a quien no nos corresponde, pero es que sino las viéramos pasar entonces donde estaría nuestro punto para comparar.

Iba sonriendo, acompañada de un muñeco de torta, de esos impensables de la genética humana, ella juraba que tenía el mundo a sus pies, lo que no sabía es que el mundo te puede parar de cabeza en un dos por tres. Mi mirada se perdió al ritmo de sus pasos, mi cuerpo se lanzó a verle, es que en aquella época todavía creía en ciertas cosas, no era difícil soñar con el futuro. Caminaban agarrados de las manos, yo por mi parte me sentía como un bribón que persigue botines, ocultos para las sensaciones humanas, pero latentes para los fantasmas. Su destino era claro, el teatro situado al final de aquel hermoso jardín, en donde una obra empezaría en pocos instantes, en donde su vida cambiaría para siempre.

Dudé por momentos entrar al recinto, nunca me han gustado las obras de teatro, me aburren, si quieren actuar que lo hagan en la vida real, y que sus intenciones sean sinceras, pero he de respetar, algo que me costó lograr aceptar. Sentado a una fila de aquella pareja veía como sus rulos amarillentos se movían con el aire, su risa aún puedo recordar, su llanto me acompaña en mi largo caminar. Se abrieron las cortinas para dar paso a una dulce damicela que lloraba por la desdicha de haber perdido a su amado, o eso creo recordar, el dolor reflejado en su cara hacía a todos delirar, aplausos muy fuertes su actuación podía generar, mi mirada seguía centrada en aquella dama a la cual no podía dejar ir, sin ser mía o de nadie, simplemente en mi fantasía estaba allí para resguardarle.

Los minutos pasaban cuando de pronto las cortinas se cerraron, una voz invitó a subir al escenario a los sentados en los asientos mencionados, como siempre y con mi marca genética para no poder escapar el desastre, en cuestión de segundos estaba yo en el escenario, con la dama de rulos, su novio muñeco de torta y otra mujer que me miraba como pensando que se había sacado la lotería, ciertamente ella no sabía que yo estaba mas cerca del manicomio que de su desesperación por ser consentida. Nos explicaron que tendríamos que participar en la obra, yo de verdad pensaba en la razón por la cual esas cosas me suceden a mi, por seguir a aquella dama, por buscar lo que no se me ha perdido, por soñar en un futuro, por haber existido.

Para ese momento las cortinas se abrieron, creo que nos habían dado unas instrucciones acerca de lo que debíamos hacer, yo como siempre distraído y sin prestar atención a lo que no me interesa no sabía como proceder. El público gozaba de la presencia de los “no actores”, creo que mi cara de desubicado les alegraba su existir, la obra continuaba andando es que muchas veces no nos damos cuenta que el mundo no espera por nuestros pasos. Confieso que no le había prestado atención a la obra, solo se que unos guardias con lanzas nos mantenían prisioneros, cuando de pronto uno de ellos enterró la lanza en el pecho del muñeco de torta quien cayó vencido ante la punta de metal.

Por supuesto que todos pensaban que el pobre hombre estaba actuando, mi sorpresa sobrevino cuando vi su sangre derramando, su acompañante, aquella dama por la cual yo estaba subido en una tarima en donde al parecer se tomaban el teatro demasiado en serio sonreía pensando que todo estaba preparado, la expresión en blanco de los ojos de aquel hombre cuando lo vinieron a recoger me heló mi interior, allí algo extraño sucedía, y sinceramente averiguarlo no quería. La dama me miró y sonrió complacida por la buena actuación de su pareja, es que ella no tenía la más mínima idea que la realidad llega y simplemente balancea.

El ruido estruendoso de las puertas del teatro hizo que todos subieran las miradas, los actores se dispersaron dando paso a un siniestro hombre calvo, con mirada perdida que subió a la tarima. Tomó la palabra y dijo a los presentes, “acaban de presenciar algo nunca antes visto, se trata del teatro de la realidad en donde todo sucede y no es mas que la verdad”. Con la misma y sonriendo de manera macabra dijo “que siga la función, la muerte nos acerca, la vida nos une”. En ese momento de pánico algunos gritaban, otros lloraban, y yo jugando al prisionero en una tarima solo podía imaginar que mi última aventura terminaría en ese preciso instante, por momentos quise pensar que se trataba de una broma, pero al ver una guillotina que salía de utilería supe que mi destino era morir decapitado en aquel macabro teatro, en donde mi realidad era igual a la de todos, donde mi humanidad parecía encarnecerse.

Los actores que no eran más que secuaces de aquella retorcida banda de aniquiladores sonreían al ver nuestras caras de terror, el público inerte se aferraba a sus sillas, aún recuerdo la mirada de aquella dama, con sus ojos miel de abeja, con la esperanza que algo sucediera. Colocaron a la otra mujer en la guillotina, dos verdugos bien vestidos se acercaron y después de pedir al público que disfrutaran del espectáculo se dispusieron a bajar la hojilla afilada. En ese momento mi mano se movió hacia el bolsillo trasero de mi pantalón, mi china siempre lista disparó el primer garbanzo a la frente de un verdugo, al mismo instante disparé un segundo al ojo del otro verdugo, por suerte el público que todavía no sabía si se trataba de una broma o de la triste realidad se subió al escenario para ayudarme en mi cruzada, los actores corrían para no ser linchados, y yo disfrutaba del caos, como siempre, en el desorden encuentro razones, motivos y hasta me veo a mi mismo reflejado.

Con rapidez saqué a la mujer de la guillotina, ella trató de aferrarse a mi persona, pero yo con suavidad y destreza me moví no sin antes decirle que olvidara su pensamiento, tomé de la mano a la bella dama de rulos amarillos, y salí disparado hacia la parte trasera de la tarima, el público enardecido se encargaba de los actores quienes por querer jugar a la realidad ahora enfrentaban a una distinta, a una realidad que ellos mismos habían creado. La dama me preguntó por su muñeco de torta, yo solo pude hacer una seña con mi cabeza que le reiteraba que efectivamente había pasado a otro plano, corriendo nos topamos de frente con el viejo que había hecho el anuncio, quien al vernos salió despavorido, de un chinazo lo tumbé y al acercarme pude ver su expresión de insanidad, sus deseos de poder, su pasión por destruir.

Algo atontado todavía pude amarrarlo para que si en algún momento las autoridades llegaban pudieran apresarlo, es solo que aquel día supe que personajes así me perseguirían toda la vida, que lo que vemos una vez se repite a menudo. En las afueras del teatro las personas no daban cuenta de lo que acaba de suceder, la multitud de personas que salían del teatro pululaban el sitio con la historia apenas vivida, a lo lejos escuchaba las sirenas, de cerca podía escuchar el miedo. “Betina, ese es mi nombre, y el tuyo?, yo que aún sostenía su mano quise decirle que la había seguido hasta el teatro, quise contarle mi cuento, prometerle el infinito, pero callado me quedé, hace tiempo que prefiero callar, el dolor no es realmente un manjar.

Ella quien esperaba al menos obtener mi nombre no soltaba mi mano, yo ni corto ni perezoso me acerqué y le miré, con sutileza cerré sus ojos, solté su mano y me largué. En mi lejanía no volteé a mirar, pues realmente no sabía como podía reaccionar, apenas aprendía, por instantes empezaba a comprender lo que me sucedía, olvidar es solo una manera de vivir una vida. Los niños me miraban con atención, creo que no comprendían aquella historia, pero al menos allí sentados estaban, haciéndome compañía en una noche de esas, en aquella noche donde entendí que mi vida se repetía…