Friday, January 30, 2009

Suicidio

Hay cuentos de cuentos, eso escuché decir, pero en realidad cada uno de ellos tiene un aroma distinto que si bien nos resulta interesante o no lo hace único para ciertas personas, lo cataliza para si.

Pietro Castelgandolfi se levantó aquella mañana decidido. Se puso en pie y caminó hacia el cuarto de baño en donde mientras se cepillaba los dientes se miraba al espejo dándose cuenta que seguía allí como todos los años, que la vida pasaba sin querer o queriendo, que nos vamos deshaciendo con el sutil y tierno olor del viento. Se repetía un mantra extraño, casi sacado de un libro de niños, sus venas brotaban infladas de glóbulos rojos y parecían querer estallar, sus ojos, llenos de la esperanza propia de la infelicidad parpadeaban al ritmo del cepillo de dientes, aún el sonido del chorro del agua le recordaba en algo su razón.

Sacó un cuaderno viejo del escritorio que bordeaba su cama, leyó concentrado por un rato todas aquellas letras que decían todo pero que significaban nada, letras trazadas entre el bien y el mal, entre la cordura y la locura. La adrenalina corría por su cuerpo desde aquel día, no había forma de detenerla, ya era tarde para todo. Tomó un bolígrafo e hizo unas anotaciones, parecían ser el toque final de la obra maestra, un plan perfecto y sin equivocaciones, una sonrisa forzada se esbozó en su rostro al momento que la tinta dejó de rozar el papel.

Del closet tomó aquel traje hecho a la medida, de la mas fina tela italiana, su madre se lo había regalado hacía años atrás pero nunca había sido estrenado. Con sutileza lo colocó en la cama mientras se ponía las medias y un guardacamisa, se echaba colonia de a ratos y con recelo trataba de decidir que corbata usar. Los zapatos recién pulidos esperaban ansiosos a ser calzados, su brillo resplandecía con el sol de la mañana, su suela resbaladiza era muestra de su poco tiempo de uso, la perfección del momento era digna de un reloj suizo.

Encendió el vehículo y mientras dejaba que el frío motor tomara su curso limpió con recelo la tapicería de aquel lujoso modelo. Revisó cada centímetro para cerciorarse que la limpieza fuera total, ni una migaja de pan en las alfombras, ni un rastro de algún desliz anterior. Se seguía echando colonia para mantener un olor constante y eterno, con un pañito caliente limpiaba el volante y la palanca de cambios, no cabía duda que los errores no se permitían aquel día.

En la floristería recogió el encargo hecho la noche anterior, no sin antes cerciorarse que todo estuviese preparado a la medida del momento. Conversó por un largo rato con el vendedor, relató de manera precisa cada movimiento que lo había llevado a ese preciso instante. Fueron largas noches de esperanza, sueños infinitos, motivos de acero, lágrimas derramadas, sonrisas y carcajadas, cientos de horas de pensamientos centrados, lo mismo repetido, elevado a la máxima potencia, sin dudar por un momento de la perfección de todo aquello.

En el lobby del edificio se repetía uno a uno los pasos a seguir, con tanto cálculo no hay forma de fallar, entre pensar y pensar se nos va la vida y la dejamos pasar. Repasaba con el vigilante quien ya era parte de toda la historia cada detalle de aquel maravilloso devenir, un principio y un final, un comienzo un terminar, una razón para seguir, sin dejar nada adentro y vivir al cien por ciento. Su corazón latía fuertemente, con ganas de salirse del pecho, es solo esta vida un trecho en donde andamos en un camino, siempre destino o no volvemos por donde vinimos.

En su oficina ultimó algunos asuntos y ordenó todo lo que le rodeaba. Hizo algunas llamadas telefónicas y respondió otros tantos correos electrónicos. Mirándose a un espejo que le había pedido prestado a su secretaria se peinaba meticulosamente. Se paró y fue al baño en donde se limpió la cara de nuevo y se puso mas colonia. Arregló con cuidado su corbata y se sacudió el polvo del saco, repitiendo su mantra de nuevo regresó a su oficina en donde miró por la ventana el azul del cielo, observó por última vez aquel lugar de recuerdos.

Debajo del escritorio encontró el ramo de flores, de la gaveta sacó el anillo y se encaminó.

- “Te quiero” gritó a los cuatro vientos!, “siempre te amaré Cristina.”

- “Salte de aquí o llamo a la policía”……