Thursday, December 01, 2005

Salsa

Era una tarde clara, la brisa soplaba con gentileza, sentado en el techo de mi casa leía con atención un tratado sobre la diferencia entre los amores platónicos y las vulgares peperas que sufrían los seres humanos, el mismo había sido escrito años antes por Helmut Van Daas, un holandés amigo mío que murió de mengua, acostado en una cama, tapado de pies a cabeza, y todo a causa de una mujer que se negó a quererlo ni siquiera un minuto. Aún recuerdo aquel día cuando Helmut se desvaneció, algunos amigos lo acompañábamos en su lecho, se destapó por primera vez en 12 años y nos entregó una copia de su brillante obra literaria, luego expiró por última vez. Escuché la voz de mi madre informándome que alguien me llamaba por teléfono, lo pensé dos veces, contestar o no?, finalmente descendí de las alturas y agarré el teléfono.

Aló?, dije, "hola Poli, como estás?, "coño", pensé "esta voz la reconozco", "dime Luisa, en que te puedo ayudar?, "mira Polito, esta noche se presenta Efraín Rivera, el padre de la salsa erótica, no tengo con quien ir, me llevas?, "mira Luisa, yo no bebo, no fumo y bailo pegado solo en ocasiones determinantes para mi existencia, tengo como 3 años que no bailo salsa y lo que puedo es pisarte la vida", "anda, anda, Poli, Poli, anda, anda", yo no se que carajo tiene la palabra "anda" que nos hace cometer a los hombres las estupideces más infelices de la historia humana, "ok Luisa, te paso buscando, pero voy de guardaespaldas, te buscas con quien bailar, yo me tomaré unas Coca-Colas viendo al malandro ese cantar, "gracias Poli, eres un sol."

Recostado en un tarantín en donde vendían cerveza y agua mis niveles de Coca-Cola sufrían terriblemente, le lloré al vendedor quien arrecho sacó una botella de dos litros de Coca-Cola que era de él y no estaba a la venta y me regaló un vasito que me mantuvo alerta. La música a todo volumen me aturdía, alguna letra de un hombre y una mujer en sus delirios más profundos salía de la boca de Rivera, yo simplemente observaba al público presente bailar en completo frenesí y sudar la gota gorda en aquel encierro infernal. A la sexta vez que se me acercó alguna fémina a sacarme a bailar y tener que amablemente rehusar la invitación me obstiné al punto que busqué a Luisa y le dije "bueno, me jodistes, dale, bailemos", ella soltando al personaje con que bailaba me agarró de golpe y empezó a dar taconazos como una desesperada. "Ay Poli, yo sabía que no me ibas a dejar solita, lo sabía", "mira Luisa, bailemos, déjame concentrarme, que sino te piso un callo y luego lloras", "yo no tengo callos, atrevido, quisieras tu pisarme", no había terminado de decir eso cuando le estampé mi zapato en el suyo partiéndole el tacón, yo cagado de la risa, Luisa arrecha, se quitó los zapatos y bailamos hasta el amanecer.

Dejé a Luisa en su casa quien trató de ponerse cómica por enésima vez en su vida, la bajé del carro y manejé por las calles y autopistas oscuras de la capital, pensando como siempre en los días de gloria, en aquel pasado lejano, mi razón como siempre dominó mi pensar y en la casa terminé por aterrizar. Subía las escaleras hacia mi cuarto cuando noté que mi madre esperaba por mi, "ay hijo estás bien, gracias a Dios" dijo ella, yo la verdad no entendía nada de aquello y le respondí "si bueno, bien estoy, bien jodido pero acostumbrado", "no, no, tu no sabes nada?, en ese concierto donde estabas, entraron unos hombres fuertemente armados y secuestraron al salsero ese, al parecer el grupo que se adjudica el haber perpetrado el hecho se denominan "Los Salseros Clásicos". De inmediato sonó mi teléfono, era Luisa, llorando, pidiendo a gritos que salvara a Efraín Rivera, la dejé hablando sola y me comuniqué con unos amigos boricuas.

En pocos minutos el panorama estaba claro, los salseros clásicos amargados por los records de ventas de los salseros eróticos habían decidido secuestrar al icono de la salsa erótica con la esperanza de recuperar el status que antes ocupaban dentro del mundo de la música. Luisa llamó nuevamente esta vez quejándose primero por haberla dejado hablando sola y luego suplicando que encontrara a su ídolo, un salsero con un medallón en el pecho peludo de San Bustero, un flux blanco, un sombrero de copa y que además no usaba medias. Volví a dejarla hablando sola y medité acerca de la situación, ciertamente tenía un compromiso por mi condición de superhéroe anónimo, pero por otro lado a mi la salsa y los salseros poco me importaban. Abracé a mi gran danés arlequín quien me miró feo sabiendo que quedaría en manos de mis hermanos menores, el loro dormía y no quise molestarlo, en un dos por tres estaba camino a Maiquetía, de allí a San Juan, Puerto Rico, a mi arribo al Luis Muñoz Marín Internacional me esperaba un viejo amigo boricua, Diego Quiñones, gran percusionista y pacífico por naturaleza.

Después de los saludos de rigor, Diego me explicó el panorama, era un hecho notorio que Rivera había sido secuestrado y las autoridades competentes estaban al tanto y actuando de acuerdo a los procedimientos usuales. Esto me dejaba al margen de la ley, cosa que admito disfrutaba, pero que sin lugar a dudas conllevaba peligros que enfrentar y mucha cautela de mi parte. Diego quien a diferencia mía no es radical para nada no está ni a favor ni en contra de la salsa erótica, el simplemente se preocupa por el bien de la música, el busca el equilibrio. De inmediato me llevó a una tienda en donde compré un flux de seda morado, unos zapatos de "cocolo" y un sombrero con una cinta negra que lo bordeaba, de allí a una joyería en donde me dieron un medallón que tenía a San Edgardo y que por atrás decía Oh Policarpio Salvador de los oprimidos.

Con pinta de salsero y sin poder dejar de reírme por la manera como me veía, Diego me soltó en Vega Baja, lugar donde empezaría mi búsqueda del salsero erótico. Caminando con un tumbao' particular y escuchando pura salsa clásica me paseaba por las calles saludando a la gente y repartiendo dulces a los niños, a los que me preguntaban quien era yo les contestaba que era un salsero puro y que estaba allí buscando talento para firmar con una disquera llamada "Poli's Records", algunos me miraban raro, otros se interesaban, hasta que finalmente di con la persona indicada, un muchacho que al ver mi medallón exclamó "bendito, hay bendito, el Mesías de la salsa", yo la verdad no sabía ni que decir, creo que el bigotito falso que me había puesto lo confundió, el hombre casi arrodillándose ante mi me pidió un autógrafo el cual concedí haciendo un garabato que cualquier niñito de 2 años hubiera superado.

"Luis, Luis Bohórquez para servirle maestro" dijo el hombre, "que lo trae por acá?, "bueno Luis" le contesté "estoy muy preocupado por el secuestro ese de Rivera, mira todos debemos convivir en paz", Luis me miró y me dijo "mire maestro, hay bendito no lo creo que sea usted, pero mire, es que los salseros eróticos nos están destronando, no vendemos nada, estamos sin chavos y las hembras no nos miran". "Bueno Luis" le dije "pero esa no es la manera de resolver los problemas, por cierto tu sabrás donde mantienen capturado a Rivera?, Luis me miró un poco desconfiado pero me dijo "ay bendito maestro, yo no debería decirle, pero está escondido en Humacao", con la misma Luis se volteó y se fue para nunca volver.

Subido en un taxi hacia Humacao el taxista me miraba receloso por el espejo retrovisor hasta que no aguantó y me dijo "maestro es usted?, yo no sabía de quien coño maestro hablaba esta gente pero me estaba empezando a gustar la cosita que me dijeran así y le dije "si, como no?, y le firmé un papel diciéndole "para tus hijos compadre". El taxista insistía en no cobrarme, finalmente aceptó que le diera otro autógrafo para su esposa y se desapareció. El día estaba caluroso en la isla y mi traje no ayudaba, pasé por una bodega y me tomé dos litros de Coca-Cola, el dependiente también me pidió el autógrafo y no me dejó pagar por la Coca-Cola, hablando con él logré sacarle la información de donde estaba atrapado Rivera y sin pensarlo me dirigí hacia allá. Toqué la puerta de una casa abandonada, me abrió un siniestro hombre que al verme comenzó a llorar mientras se persignaba, "está vivo", gritaba "ay bendito, está vivo", finalmente todo se clarificó cuando uno de los personajes de la banda de secuestradores me dijo "maestro Chirinos, no lo puedo creer" y besó mi medallón. De inmediato comenzaron a tocar y a tocar la salsa más pura que nunca había escuchado, sacaban cervezas y ron y yo me limitaba a decirles que mi salud había cambiado y que ahora no podía beber, me miraban sorprendidos pero seguían con la rumba, de pronto salió Ricky Martin de un cuarto, si el mismo, el carajo estaba metido en el secuestro porque Rivera también le estaba tumbando las ventas de sus mariqueras, Ricky me dijo "ay bendito, maestro, por favor toque algo para nosotros."

Tragué grueso y pensé "coño hasta aquí llegué, debí haberle hecho caso a mi madre que siempre quiso que aprendiera a tocar algún instrumento musical", sonriendo para no levantar sospechas me senté al frente de unos timbales, conté hasta tres y comencé a darle coñazos a los tamborcitos del carajo, en un principio me miraron extrañados, pero les dije "vamos coño acompáñenme" y de inmediato todos los salseros tocaban escondiendo el horrible ruido que yo hacía con mis timbales. De un cuarto sacaron a Rivera, y lo sentaron en el piso, mientras lo insultaban y le decían "esto si es salsa, no las vainas que tocas tu", el pobre hombre cabizbajo me miraba con atención, sin lugar a dudas se preguntaba quien carajo era yo. Como supuse a un guevón se le ocurrió gritar "y ahora el solo del maestro", yo mirando pa' todos lados pelaba los dientes y decía "no, no, estoy falta de práctica, ustedes saben" pero los boricuas insistieron hasta que tuve que darle unos carajazos a los timbales, las caras eran un poema, un poema suicida diría yo, finalmente sudado y cansado terminé mi solo de timbales, los salseros gritaron "que viva el maestro!!!!!!!!!!!!!!!!, que viva la salsa."

En la emoción del momento no me di cuenta que el bigotito falso había salido volando, me tapaba la boca para tratar de evitar ser descubierto y me metí en el baño. Mirándome al espejo, vestido de payaso, y sudando la gota gorda me dije "Policarpio, esto tiene que terminar, tu no puedes seguir en estas andanzas", a lo lejos escuché cuando Ricky Martin dijo "matemos a Rivera", "ay coño", me dije a mi mismo, "van a liquidar al pobre hombre", me saqué del bolsillo unos tumbaranchos que siempre llevo conmigo y los eché en la poceta, el carajazo no se hizo esperar, los pedazos de loza volaban por doquier, el agua inundaba aquella casa vieja, los salseros corrían a ver que le había pasado al maestro, otros más cagones huían de la casa pensando que se trataba de la policía. Sin dejarme ver corrí hasta la sala, cargué a Rivera y salí corriendo por una puerta que vi abierta, en la calle bajé a Rivera y empezamos a correr, a todas estas ya algunos salseros se habían dado cuenta del asunto y nos echaban el plomo parejo, tienen que creerme no hay nada peor en el mundo que correr con un flux morado, mientras te echan tiros y en el medio del calor de borinquen, por suerte Diego me había seguido los pasos de cerca y de pronto apareció en su carro, nos subimos como pudimos y escapamos de la banda liderada por Ricky Martin.

En la noche Efraín Rivera ofrecía un concierto gratis en el viejo San Juan, yo sentado tranquilo me tomaba una Coca-Cola, de pronto el cantante dijo "quiero agradecer a Policarpio, sino fuera por el no estaría aquí hoy cantando para ustedes mi bello público, Policarpio por favor súbete a la tarima", con una pena del carajo y todavía vestido de flux morado me subí a la tarima, me lanzaban flores, pantaletas y hasta botellas de Coca-Cola, Efraín me abrazó y comenzó a cantar una nueva canción que recién había compuesto, "Policarpio me salvó, así lo digo yo, Policarpio es un enviado, Policarpio el más amado…..

De vuelta en mi casa y vestido todavía de salsero subí las escaleras para llegar a mi cuarto, mi padre y mi madre me esperaban, me abrazaron y me dijeron "bueno hijo si esta es tu vocación y quieres ser salsero, nosotros te apoyamos", yo sonriendo me limité a ponerle el sombrero a mi padre en la cabeza, el medallón a mi madre en el cuello y darle un beso de buenas noches a los dos, sonó mi teléfono y Luisa llamó para agradecerme por mi valentía, una vez más intentó convencerme que debía salir de mi retiro y darme un chance, amablemente le indiqué que yo había asumido mi condición y que debía respetarla, más nunca supe de ella, solo por el periódico cuando leí que se había casado con un prominente banquero, y pensar que todo comenzó bailando…

Wednesday, November 30, 2005

La Liga

Mientras escuchaba uno de los tantos conciertos de Ramones que amenizan mi existencia recibí la noticia, debo admitir que no sabía si revelar su existencia, por muchos años hemos permanecido en el anonimato, haciendo el bien, si aquello que a muchas personas en el planeta se les olvidó hacer, después de pedir permiso a mis colegas me permitieron escribir esta historia, real como mi existencia, mágica como mi vida. La Liga de Superhéroes Ocultos debía reunirse de inmediato para aclarar ciertas situaciones recurrentes que podrían atentar contra la integridad de nuestra institución. El lugar de reunión me pareció lejano, pero un superhéroe no mide distancias, así que a media noche me encontraba sobrevolando el Atlántico, con rumbo a España, específicamente a la ciudad de Valencia, Valentia Edetanorumen, según su nombre de fundación y a orillas del río Turia, lo que estaba por venir solo me podía pasar a mi, es que solo a mi.

A pesar de llegar bastante cansado al aeropuerto "Manises", con mis ojos irritados por la falta de sueño, de inmediato noté como el escudo de la ciudad tiene un vampiro colocado encima de la corona, y no, esta no es una historia de vampiros, es simplemente que más tarde descubriría que ese símbolo tiene una razón de ser, oculta para los habitantes de la ciudad, pero que trasciende los límites de lo humano y lo racional. Aproveché para invitar a salir a unas aeromozas de Iberia las cuales me miraron feo y se limitaron a pasar de largo, seguramente era mi olor después de las ocho horas de vuelo o simplemente que venían amargadas por haber tenido que pasar horas preciosas guindadas a treinta y siete mil pies de altura viendo su vida pasar.

Rumbo al lugar de reunión concilié el sueño en el taxi, en pocos minutos estaba parado al frente del Palau de la Generalitat, sitio donde nos encontraríamos para luego ir a un lugar secreto a conversar de la situación planteada. Reconocí de inmediato a todos los presentes, saludé a viejos amigos que tenía tiempo sin ver, solo una dama de aspecto sutil y ojos violeta escapaba de mi memoria, nunca había visto a esta superhéroe, al menos no en los últimos diez años. Pensativa y tranquila se fumaba un cigarrillo mientras bebía café, me le acerqué y le quité el cigarrillo de la boca diciéndole que se iba a morir antes de tiempo, la extraña mujer me miró y me dijo "sudaca, como te atreves?, cagado de la risa extendí mi mano y me presenté, la mujer sorprendida todavía porque le había quitado de la boca su tabaco extendió la mano y dijo "Halconewitz, Mar, para servirte", "coño que apellido te gastas galleguita" le dije, "no soy gallega para tu información, y mi apellido es mío y no tu problema". Empezamos mal y yo que solo quería salvarla del humo de la muerte.

Tosí por el aire cochino proveniente del cigarrillo, en ese momento un autobús nos recogió y yo para joder me le senté al lado a Halconewitz. Tratando de encender un nuevo cigarrillo le dije "si lo prendes me paro y me voy", la mujer dudó y guardó el mismo en la cajetilla, "por qué te sientas al lado mío?, dijo, "es acaso que te dedicas a perseguir a los fumadores?, sonriendo como siempre hago le dije "no, no, para nada, es solo que nunca te había visto, desde cuando estas en la Liga?. Mar procedió a explicar que realmente no pertenecía a la institución, simplemente era una abogada que habían seleccionado para guiarnos a nuestro lugar de reunión, un lugar secreto, dentro de la Facultad de Derecho de la universidad. Yo más calmado, pues no estaba lidiando con ninguna superhéroe, conversé un rato sin obtener otra respuesta que simples monosílabos propios de las mujeres cuando alguien las molesta.

A una cuadra de la universidad el autobús detuvo su marcha. Nos bajamos y la interesante Mar, quien hacía el papel de guía turística nos llevaba cual rebaño de corderos hacia una puerta oculta en la facultad. Una vez adentro nos condujo a un anfiteatro de aspecto gótico y que llevaba por nombre "Lonja de la Seda", sentados y cómodos nuestra guía dijo "todo suyo el salón, disfruten y bienvenidos a Valencia" desapareciendo por una puerta lateral. Nuestro líder dentro de la Liga tomó la palabra y procedió a explicar algunos aspectos que había que mejorar para poder llevar a cabo nuestra misión a cabalidad. Confieso que suponía que se trataba de algo más importante, pero a medida que el hombre habló me di cuenta que solamente era una de las típicas falsas alarmas para reunirnos y hablar pendejadas hasta el cansancio. Los superhéroes somos muy particulares y si no sentimos la imperiosa necesidad de hacer algo simplemente nos quedamos tranquilos, así pues me di cuenta que la nota alarmante no era más que una cortina de humo para convocar una reunión y poder ver a los viejos amigos.

Mientras todos jodíamos y echábamos los cuentos de nuestras aventuras apareció un viejo de aspecto siniestro por una puerta situada detrás del podio. Tomó el micrófono y dijo "finalmente los tengo aquí, a todos ustedes, super estúpidos, y no pienso dejarlos salir con vida de este recinto". En un primer momento pensé "coño hay que ser idiota para amenazar a veintiún superhéroes con esa vejez encima", por supuesto estaba equivocado, Mar apareció de golpe, esta vez llevaba un abrigo largo, de cuero, su peinado había cambiado y sus ojos reflejaban furia contenida. La dama gritó "jodidos anormales, hasta aquí llegaron" y activó con su mano la salida por los ductos del aire acondicionado de un humo de color verde que de inmediato nos lanzó en un profundo sueño, un sueño lleno de pesadillas aterrorizantes y en donde cada superhéroe soñaba con su peor miedo, el mío, pues todavía no pienso revelarlo, hay cosas que debo callar.

Desperté amarrado, el olor a cigarrillo me hizo abrir los ojos, subí la mirada y allí estaba Mar, fumando, escupiendo su humo transgresor hacia mi cara, con una leve sonrisa me propinó un derechazo a la barbilla, mi franela blanca nuevamente se salpicó de sangre, "a pequeño Policarpio" me dijo "esta vez llegarán a su fin". Noté como el mismo signo del vampiro en el escudo de la ciudad se encontraba estampado en la espalda del sobretodo que llevaba Mar, con el sabor de sangre en mi boca alcancé a preguntarle "y ese vampiro?, la dama se volteó y me dijo "joder sudaquita, tan guapo que eres pequeño, si no fueras superbobo iría contigo a donde quieras, y el vampiro es solo nuestro símbolo, el signo de la Mafia Valenciana, institución por demás legendaria y que se encarga de liquidar a imbéciles como tu".

Cerré mis ojos y mi vida pasó por mi mente, coño no podía morir así, amarrado, en un lugar lejano, a manos de unos desquiciados que ni sabía que existían. Nos trasladaron a la Iglesia de los Santos Juanes, el día, nueve de Octubre, la ciudad estaba de fiesta, eso facilitó el plan macabro de la mafia, todos de juerga, nadie notaría que sucedía allí. Adentro de la iglesia nos metieron en unos confesionarios, el viejo del anfiteatro volvió a aparecer y nos soltó un discurso acerca de cómo podríamos hacer el mundo nuestro si nos uníamos a su podrida sociedad. Nosotros atrapados y jodidos nos reímos al unísono, cualquier cosa antes de servir al mal, el viejo aplaudió y aparecieron unas damas vestidas iguales, cada superhéroe en un confesionario, con una dama, a solas, enfrentando una posible última batalla.

Arrodillado en el cajón de madera se abrió la rejilla que me separaba de mi confesor, Mar, sonriente comenzó a narrar situaciones de mi vida en donde mi mayor miedo había aflorado. Nada agradable encontrarse en esa situación, me concentraba para tratar de evitar escucharla pero su voz, su dulce voz me hacía perderme en las redes de mi miedo. "Por qué haces esto?, grité con voz desesperada, la fémina sin inmutarse continuó hablando sin parar, yo intenté persuadirla que lo que hacía estaba mal y que de alguna u otra forma pagaría por ello, ella hablaba, yo también, atento a los detalles logré ver que sus ojos ya no eran violeta sino verdes, la muchacha poco a poco dejaba de fomentar mi miedo y hablaba de su vida, de sus miedos, de cómo había sido reclutada en la facultad por el viejo loco para pertenecer a la mafia y que no le había quedado otra que unirse so pena de que su padre perdiera su trabajo, un trabajo secreto y bien pagado por demás. Allí me di cuenta que estas pobres damas estaban bajo los efectos de alguna hipnosis macabra que las hacía actuar a la merced del viejo psicópata, Mar iba y venía, sus ojos cambiaban de color, a veces me insultaba, a veces lloraba con dolor, le pedí que me desamarrara y finalmente lo hizo, una vez libre y usando mis técnicas de hablador de mierda logré convencerla de quedarse tranquila, con cautela salí del confesionario y le hice una seña a un amigo húngaro que se encontraba en el confesionario de al lado, arrastrándome por el frío piso de aquella iglesia me situé detrás del viejo, quien reía macabramente mientras se comía un bocadillo de jamón serrano, "jódanlos, jódanlos" gritaba poseído el viejo irreverente.

Me persigné y de brinco arranqué a correr, le metí un cabezazo en la espalda al viejo de mierda partiéndolo en dos, el anciano cayó al piso, agarré el bocadillo y le metí un mordisco, el viejo aún recuperándose y totalmente sorprendido trató de dispararme con una pistola de electricidad, yo solté el bocadillo el cual atrajo la carga eléctrica y se chamuscó al instante, con toda mi arrechara brinqué y le caí encima al viejo, esta vez creo que si le partí algo de verdad pues el vetusto personaje gimió y cerró los ojos con un gesto de dolor propio de las gárgolas heridas. Subí la mirada y de todos los confesionarios salían mis amigos superhéroes, muy bien acompañados por cierto, uno de ellos gritó "solo tu Policarpio, que haríamos sin ti la verdad", de inmediato salimos de aquella iglesia y nos dirigimos a la Estación de la Alameda, Mar caminaba a mi lado, temblaba de frío y de miedo, nos informó que los secuaces del viejo vendrían por nosotros, que había que escapar con rapidez.

Me quité mi franela blanca, se la dí a Mar, se la puso y el frío se esfumó, corriendo por las calles llenas de gente por las fiestas decidimos que era tiempo de separarnos para escapar con facilidad de aquella pesadilla, prometimos vernos pronto en otro lugar y cada superhéroe tomó su camino. Mar que se había tomado la confianza de agarrar mi mano me indicaba la ruta a seguir, de pronto divisó a dos secuaces del viejo que buscaban afanosamente entre la gente, una procesión a San Donís pasaba por allí, agarré una de las tablas de madera en donde el santo era cargado y poniendo acento español inventé que el mismo me había salvado de una gripe feroz y que estaba pagando una promesa.

Caminamos un buen rato, el santo pesaba como él solo, sudoroso y cansado ya no veía el momento de liberarme de aquel armatoste, sentí un pellizco en mi brazo, Mar casi me saca un tajo, los dos secuaces nos habían localizado, solté al santo que se cayó pal carajo, varias viejas me insultaban asegurándome que estaría empavado de por vida, corriendo entre la muchedumbre y con dos mafiosos atrás pensaba porque coño me tenían que pasar esas cosas a mi, porque no podía llevar una vida normal, en paz, sin peos gigantes, como cualquier otro ser humano. La persecución no duró mucho, los mafiosos nos capturaron y nos metieron en un carro negro. La figura del estadio "Mestalla" apareció ante mis ojos, a punta de patadas e insultos nos llevaron al campo de juego, en el medio campo el viejo en una camilla rodeado por cinco secuaces más nos esperaba.

"Imbéciles" nos dijo "sin poder alzar la cabeza y con una expresión de dolor del carajo", "liquídenlos" ordenó. Justo cuando los secuaces iban a sacar sus pistolas 20 hombres de distintas nacionalidades pero con un fin común nos rodearon, los monigotes asustados al ver aquello salieron corriendo dejando al viejo solo y escoñetado. Una voz gritó "Policarpio, te la debíamos" y desaparecieron de inmediato. Mis amigos me habían seguido y nos salvaron de una muerte segura. Mar trató de abrazarme, la quité con delicadeza y coloqué mi dedo índice en sus labios cuando trató de decir algo.

Unos minutos más tarde y en el Puerto de Gandía me subía a un barco que me llevaría de vuelta a Venezuela, si es que no me calaba ni una mirada más de las aeromozas de Iberia. Mar con ojos tristes nuevamente intentó decirme algo, la miré y le dije "sudaca será tu abuela Mar, y los superhéroes no estamos para estas mariqueras, sonreí, la besé fuertemente para que nunca pudiera olvidar y me perdí para siempre, y para los curiosos, efectivamente le dejé mi franela blanca…

Monday, November 28, 2005

Funesto

No es lo mismo subir al pináculo de una montaña que subir una montaña con un pino en el culo. No es lo mismo morir de verdad que inventar una muerte para que dejen de joder. En el bello planeta hay cosas que se heredan, lo que se hereda no se hurta dirían por ahí, podemos pues heredar personalidades, deformaciones en los huesos, enfermedades, inteligencia, deudas y una diversidad de cosas que van desde lo físico hasta lo material. A Lucio Gutierrez le tocó heredar el negocio de su padre, el negocio funerario. Lucio desde niño jugó con cadáveres, ayudando a su padre a maquillarlos, a vestirlos por última vez, a ponerlos presentables para iniciar el largo camino hacia la eternidad. Más de una vez hizo alguna maldad, pintando los labios de algún importante político o dándole un toque de postmodernismo a una vieja emperifollada de la sociedad, de igual manera vistió a un importante economista de pirata y hasta le metió un loro disecado en el cajón, pero en general observaba las reglas de su recalcitrante padre respetando a quienes habían dado el salto de lo terrenal a lo desconocido.

Su anciano padre murió una tarde gris, mientras se preparaba para maquillar a un viejito, el bombeador de sangre le dejó de funcionar, se cansó y allí quedó tieso y frío. Lucio lo encontró en el piso, todavía sosteniendo un pincel de maquillar y su hermosa taza de café con estampado de calavera en su exterior. Lucio soltó una lágrima, lo levantó del piso y lo maquilló con dedicación, lo metió en su caja y lo veló durante toda la noche. A la mañana siguiente se subió a una de las carrozas fúnebres y se dirigió al cementerio, enterró a su padre y en la lápida colocó una frase que decía así "Así como vinistes te fuiste, artista del más allá y mercader de la tristeza".

Manejando a toda mecha por la autopista en la carroza fúnebre y con una cancioncita de Iron Maiden a todo dar, Lucio tarareaba "run to the hills, run for your life"…, estacionó la verga negra esa y entró a la oficina de su padre, recogió algunas cosas e hizo varias llamadas telefónicas. La puerta fue golpeada y Lucio dijo "pase, pase", una señora ya entrada en años acompañada por su bella hija venían a hacer los arreglos para velar al esposo de la dama y padre de la muchacha. Después de llenar los formularios reglamentarios Lucio les preguntó "desean el servicio especial?, las damas se miraron a los ojos sin entender pero en ese momento de tristeza y dolor se limitaron a decir que si. Estrechando las manos de las damas Lucio se despidió y se dispuso a entrar al cuarto de maquillaje. Por la puerta trasera entraba ya el cadáver del señor y con gran maestría Lucio procedió a maquillarlo para su viaje sideral.

Entrada la tarde, la gente comenzaba a llegar a rendir tributo al difunto, en la entrada de la casa, una de las asistentes de Lucio les entregaba una bolsita de color marrón en la cual no se podía ver lo que contenía, algunos preguntaban a lo cual no obtenían respuesta, otros simplemente agarraban su bolsa que tenía un letrerito que decía "no abrir hasta tanto se le indique". Adentro las personas conversaban y hablaban de los temas clásicos del momento. De pronto una vieja se acercó a la caja y gritó "ay pero que le hicieron a este hombre?, todos los presentes se agolparon alrededor de la caja en donde se podía ver al difunto vestido al propio estilo de "Disco Dancer" y con un cigarrito en la boca el cual además estaba prendido. En ese momento se apagaron las luces, que quedaron reemplazadas por unas luces de colores, una voz dijo por un parlante, "llegó la hora, DJ Mortis, a joder" y la música ensordecedora comenzó a salir por todos lados. En el primer momento algunos decidieron abandonar el recinto, otros permanecían inertes, otros comenzaron a bailar a la vez que gritaban "el viejo hubiera querido que jodiéramos", una bola de cristal se posó encima de la caja y comenzó a girar, la voz del parlante invitó a abrir las bolsas en donde encontraron serpentinas, pitos, caramelos y demás artefactos fiesteros. Unos mesoneros invadieron el lugar ofreciendo bebidas y pasapalos, en cuestión de segundos DJ Mortis tenía a todo el mundo bailando y echando vaina. La joda era total, hasta la vieja que recién había enviudado bailaba cagada de la risa, un trencito le daba la vuelta al féretro y otros se escondían en las habitaciones de la casa para matar sus pasiones humanas. Un gordo gigante se llevó por el medio la caja, el muerto cayó al piso y lo levantaron y lo pusieron a bailar también hasta que se lo pasaron a una viejita que no pudo con el peso y quedó atrapada en el piso con el difunto vestido de seda azul y un pañuelo en el cuello. La fiesta duró hasta entrada la noche, en la mañana Lucio parapeteó al muerto nuevamente y lo montó en la carroza fúnebre, al cementerio llegaron rascados, llenos de serpentinas y cantando rancheras, al viejo lo echaron para el hueco mientras cantaban "sigo siendo el rey". La hija del difunto se acercó a Lucio y lo besó en pleno entierro, hasta un pistolero alegre sacó su fuco y echó seis tiros al aire en honor al viejo muerto.

Sentado en la oficina de la funeraria Lucio pasaba la pea de la noche anterior, sonriente y seguro de si mismo confiaba en que el mundo funerario había sido cambiado por siempre. Los teléfonos sonaban sin cesar, los habitantes de aquella metrópolis habían descubierto una nueva modalidad de hacerle frente a la desolación que trae consigo la extinción. Varias rumbas continuaron, la joda se prendía noche tras noche en aquella casa, DJ Mortis animaba, concursos, juegos de bingo, orgías planeadas y todo tipo de diversión acompañaban a los difuntos en su última fiesta. Disfraces iban y venían, DJ Urna y DJ Lápida también animaban, de alguna u otra forma Lucio había logrado darle un matiz menos tétrico a los que están en el negocio de despacharnos al infinito.

Saliendo rascado hasta las metras a golpe de 9 de la mañana hacia el cementerio cargando atrás con un muerto, Lucio escuchaba a todo volumen alguna canción de Misfits, aquella carroza fúnebre además de ser anaranjada y tener una sirena en el techo poseía un motor 8 cilindros en V que la hacían rugir por la autopista, Lucio distraído olvidó cerrar la compuerta de atrás, de pronto volteó a ver por el retrovisor y se dio cuenta que la caja volaba cual misil por el contaminado aire capitalino. El carajazo contra el parabrisas de un carro último modelo no se hizo esperar, Lucio clavó los frenos de inmediato, se bajó y constató que la caja había traspasado el vidrio del carro conducido por Gabriel Mendoza, en plena autopista y con carros que pasaban mientras gritaban chistes de mal gusto Lucio auxilió a Mendoza a bajarse del carro, el muerto se había salido de la caja y estaba sentadito de copiloto, después de cerciorarse que Mendoza estaba bien y de meter al muerto nuevamente en la destrozada caja, Lucio ofreció pagar por todo aquello, Gabriel Mendoza, lo miró a los ojos y le dijo "mira, hay una sola forma que me pagues, yo paso esta noche por la funeraria y te digo", se montó en su escoñetado carro y se fue. Lucio prosiguió su camino hacia el cementerio y luego esperó con ansiedad por Mendoza.

Caminando por uno de los jardines de la casa fúnebre, Gabriel Mendoza le explicaba a Lucio como debía pagarle, Lucio al principio se mostraba reacio a llevar a cabo el plan de Mendoza pero después de unos minutos decidió que mientras todo se mantuviera en secreto esa podía ser una forma de aumentar las ganancias de la funeraria. Mendoza se fue a su casa en donde se recostó en su cama, pegó un grito y cerró los ojos. La esposa de Gabriel lo encontró allí gris y sin color, no le quedó más remedio que aceptar el hecho y llamó a la funeraria para hacer los arreglos pertinentes. En la oficina Lucio esperaba la llamada, se subió a la carroza y buscó a Mendoza, una vez en la funeraria lo maquilló con cuidado y lo vistió de pordiosero.

Entrada la noche se armó el peo en la funeraria, una rumba descomunal, caña y comida, la animación de DJ Oscuridad y unas cuantas damas de compañía para alegrar a los dolientes. A golpe de 4 de la mañana y con los presentes borrachos, Lucio se acercó al ataúd y dijo que debía arreglar un poco al difunto pues se estaba descomponiendo muy rápido. Una vez en el cuartico de maquillaje, Gabriel Mendoza se paró de la caja y le dio un abrazo a Lucio, "coño pana, excelente, todo el mundo se comió el cuento, ahora si voy a ser libre de verdad". Lucio volvió con la caja cerrada e indicó que la misma debería permanecer así pues el cadáver no se encontraba en buen estado. Por la mañana enterraron la caja vacía y de regreso a la funeraria Lucio dejó a Gabriel en el aeropuerto para que se fuera a vivir lejos de todo aquello que lo agobiaba.

Un viejito se le acercó a Lucio y le entregó una sustanciosa suma de dinero, le explicó que deseaba vivir sus últimos días en las Bahamas, lejos de todo, jodiendo y echando vaina, Lucio cumplió su parte y lo maquilló a la perfección, una rumba más, una pea más y otro viaje al aeropuerto para enviar al viejito a la felicidad. No solamente ahora Lucio velaba y enterraba gente sino que también ofrecía servicios de desaparición para hombres ladillados de sus vidas. Los clientes siguieron llegando, Lucio maquillando y las fiestas andando, un entierro aquí y otro más allá, la vida y la muerte eran felicidad. Lucio no tenía familia, su padre había muerto, su única allegada era Marisela Muñoz, su asistente en la funeraria, y que había aprendido de Lucio el arte del maquillaje y de la decepción. Sus amigos, no eran más que personas interesadas en la rumba de aquella casa, en la fiesta de la muerte, en la felicidad de la desaparición.

Una noche Lucio salía de la funeraria cuando fue interceptado por un carro con vidrios ahumados, adentro se encontraba un famoso político de esos que cagan la existencia de un país, el hombre que se encontraba inmerso en un escándalo gigante solicitó a Lucio que le ayudase a desaparecer fingiendo su muerte. Lucio dudó en este caso, pero al ver el cheque pesado que le colocaron en las manos accedió a realizar la charada. El político se bajó del carro, uno de sus guardaespaldas lo hizo explotar y así extinguieron su vida. En la funeraria la caja con el hombre chamuscado por el maquillaje perfecto no dejaba la menor duda que el mismo había muerto quemado en el supuesto atentado. La rumba se prendió como era de costumbre, luces, bailes, bebidas y lujuria colmaron la escena. A golpe de 5 de la mañana Lucio agarró el ataúd y se lo llevó hacia adentro, el político se paró y así quemadito como estaba se fue corriendo a perderse en la vida. La caja vacía recibió santa sepultura, Lucio hecho mierda como siempre por la autopista en su carroza fúnebre pensaba en todo aquello, luego de fumarse un cigarrito decidió que era hora de acabar con su propia existencia.

Llamó a Marisela y le dijo que se fuera para la funeraria que tenía cosas importantes que hablar con ella. Una vez allí le explicó que estaba cansado de aquella vida ajetreada y que el también iba a fingir su muerte, ella lo maquillaría e informaría a esas personas que asiduamente rumbeaban en la funeraria que él había pasado a mejor vida. Con dedicación y esmero Marisela maquilló a Lucio, se metió en su caja y espero el momento indicado. La rumba se prendió tal cual como se esperaba, mucha gente se preguntaba que pasaría con todo aquello después de la repentina muerte de Lucio. Las personas se acercaban a la caja y Lucio de vez en cuando y para joder abría un ojo o movía las manos para ver la reacción de los presentes.

Acostado en su lecho, Lucio vio como una mujer lo veía con detenimiento y trató de mover las manos para asustarla, las manos no se movieron, intentó de mil maneras y no había forma de moverlas, con la respiración cortada, trató de abrir los ojos y no pudo, sus piernas se encontraban más pesadas que nunca, intentó gritar y la voz no salía, a lo lejos escuchaba la música de DJ Sepulcro y apenas olfateaba el whiskey que era servido en su propia fiesta. Poco a poco se fue apagando hasta que su ritmo cardíaco disminuyó hasta su mínima expresión y dejó de existir.

Marisela se acercó a la caja y susurró para si misma "lo embalsamé en vida y ni cuenta se dio, ahora el negocio de la muerte es mío"…..