Thursday, December 17, 2009

El Verano

Aquel verano fue la excepción. A pesar que en realidad sostuvo la misma cadencia de siempre, el calor y el sol como fuentes principales de exaltación, aquel triste verano y por un solo instante el frío se apoderó de aquel lugar pues según cuenta la historia todos los presentes lo sintieron.

Astor, era un hombre como otro cualquiera, y en aquella época tenía un plan maravilloso, infalible, bien pensado y acabado. Finalmente conseguiría su objetivo, las niñas serían de él, como solía decirse a si mismo mientras pasaba los largos días de invierno sin comer y haciendo abdominales, el nuevo Astor arrasaría, incansable e infinito.

Con su nuevo bañador y sus lentes de sol se dirigió a la playa que le había visto nacer, aquella en donde año tras año era el bastión de la burla, el payaso sin máscara, aquel lugar donde sus miedos florecían y las verdades padecían. Ahora cambiado y seguro de si mismo tomaría por asalto la explanada arenisca, su tiempo había llegado.

Después de comprar un trago colorado y quitarse su camisa, empezó a caminar por aquellos pasos que ya había marcado, el cuchicheo de la gente no se hizo esperar al ver a aquel transformado humano avanzar. Con una sonrisa esmeralda y una pose de garzón saludaba a todos por doquier quienes asombrados le miraban convencidos.

Su juego estaba definido y con una gracia nunca antes vista en aquel muy plano lugar, se dispuso a invitar a cenar por separado a todas las damas que otrora habían hecho mofa de sus peculiaridades, con gestos y ademanes impensables, frases inventadas y horror acumulado se entregó a la visión de un futuro no lejano en el cual su mar estaría lleno de buques que lo surcarían sin cesar.

En su libretita roja anotaba con afán todas sus conquistas cargadas de alquitrán, cierto y seguro estaba el cielo de no ser defecado pero Astor andaba muy confiado. En su casa se bañaba y acicalaba soñando con la grandeza de su monumental hallazgo, una dieta, sin comer y las damicelas ataviadas a su merced, que facilidad, que tranquilidad, es solo cuestión de esperar.

Con su pinta de velero y sus ganas muy formadas caminaba sonriente hacia el lugar de la emboscada. No podía imaginar que después de tanto planear y planear algo se pudiera estropear. Aquel Astor iracundo y deseoso de ganar en aquel juego mundano que los humanos llaman amar. Sentado en su trono y esperando muy tranquilo, se tomaba ya impaciente su quinta copa de vino, no podía estar pasando ni en sueño escabroso, la realidad es inevitable aún para un Astor muy goloso.

Sin darse cuenta aquel galán de verano, había extendido invitaciones muy variadas sin pensar ni un minuto que la venganza es muy salada. Ya de pronto y frente a sí se paraba una turba, una revuelta muy absurda de mujeres desencantadas, todas con una misma meta, y sin haber olvidado como Astor que somos lo que somos hasta el fin sin importar que intentemos engañar al destino pues no es solo otra cosa que aquello de donde vinimos. Astor muy triste comprendió que escapar de un engaño es igual que tratar de vencer a la cotidiano, a lo cotidiano de aquel igual verano.