Thursday, September 29, 2005

El Imperio

La tensión entre las dos naciones había llegado a un punto culminante, las relaciones se cortaron unos días atrás y el pueblo esperaba con ansiedad que el líder máximo saliera a dar un parte acerca de lo que estaba pasando. La amenaza de una invasión se posaba sobre las mentes de todos los habitantes del país.

Así el Presidente de una nación comunista y revolucionaria apareció en su tarima, el mismo se encontraba eufórico mientras empezaba su discurso contra El Imperio. Los campos de golf del país los vamos a convertir en parques revolucionarios donde los niños van a poder correr libremente, las madres podrán conversar de lo grandes que se han puesto sus muchachos y las parejitas podrán declararse su amor bajo un ambiente de revolución y socialismo en donde todo es de todos y todo también es mío.

Enfrente de la tarima se agolpaba una gran multitud que gritaba poseída por las promesas glorificantes y dignificantes de aquel hombre redentor. Uno de ellos era Juan Miguel Ruíz Avellaneda, electricista, buhonero, dueño de un puestito de perros calientes, padre de 6 muchachos, jugador de 5 y 6 y bebedor de cerveza Polar. Cada vez que el presidente lanzaba una de sus promesas Juan Miguel hipnotizado gritaba "que viva la revolución carajo, que viva, que viva este hombre salvador".

El Presidente continuaba su alocución diciendo no se preocupen compatriotas se acabaron los madrugonazos, no más busetas y metro, aquí el que tenga más de un carro lo va a tener que entregar para crear la "Misión ya no ando más a pata". Juan Miguel hipnotizado desde su puestito de perros calientes gritaba "que viva la revolución carajo, que viva, que viva este hombre salvador".

Proseguía el Presidente "juro por la tumba de los próceres, que además eran todos humildes y rastracueros que aquí se acaba el hambre, voy a entregar personalmente una vaca que de leche, 10 pollos, tres cochinos y semillas de tomate y berenjena a cada habitante del país para que sus hijos no tengan que pasar hambre más nunca. Juan Miguel hipnotizado desde su puestito de perros calientes gritaba "que viva la revolución carajo, que viva, que viva este hombre salvador".

Se acabó la peladera en este país, aquí todos somos iguales, de hoy en adelante cualquier profesional que gane más de dos millones de bolívares tendrá que entregar el excedente para la "Misión si no me lo das te fusilo". Juan Miguel hipnotizado desde su puestito de perros calientes gritaba "que viva la revolución carajo, que viva, que viva este hombre salvador".

No más compatriotas viajando a campamentos en El Imperio, el que quiera enviar a sus hijos a un campamento tendrá que aportar la misma cantidad de dinero para la "Misión Veraniego" para mandar a los muchachitos revolucionarios a campamentos en Cuba para aprender ruso, si si, porque el comunismo resurgirá como el Ave Fénix y el ruso será el idioma universal, nada de esperanto, nada de inglés, ruso para todo el mundo. Juan Miguel hipnotizado desde su puestito de perros calientes gritaba "que viva la revolución carajo, que viva, que viva este hombre salvador".

Prometo por la vida de mis compañeros de armas que El Imperio no podrá con nosotros, nos hemos preparado categóricamente para defendernos de la posible avanzada que según mis cuerpos de inteligencia se llama "Operación Kako". Aquí mismo le lanzo un reto a Yorye Doble Bus, si ese mismo, el presidente del Imperio a que se atreva a adentrarse en nuestro amado territorio porque aquí lo esperamos para darle una bofetada y que se tenga que ir con el rabo entre las piernas. Ya Juan Miguel poseído se reventó la batica blanca de "chefitero" y se rasgó las vestiduras mientras gritaba "que viva la revolución, muerte a los yankees."

Juan Miguel soñaba con todas aquellas promesas cuando se escuchó un carajazo terrible, una de las bombonas de su carrito de perros calientes explotó para el carajo, por supuesto Juan Miguel no sabía que había pasado y ante la duda por aquel coñazo que estremeció la cuadra entera comenzó a gritar "hot dogs 1 dollar, Mickey Mouse I love you…..

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